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40.2 Amor y cariño

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Habíamos terminado cansados pero satisfechos, con toda la tensión de nuestros cuerpos canalizada. Ahora me sentía tranquilo, nuestros cuerpos se habían unido y nuestras almas descansado.

Nos duchamos entre bromas, del culito de Lorian salía cantidad de nuestro semen y también del mío, cuando nos secamos Lorian propuso ir a terminar las bebidas que habíamos dejado en la sala, le seguimos. No se podían beber por estar calientes y preparó unas nuevas.

Los pensamientos debían ser muy gratos, se podían ver las sonrisas que afloraban en nuestras bocas.

-Tenías que venir más a menudo por aquí.  –Lorian acaba de beber y llevó uno de mis dedos de la mano para chuparlo, se lo retiré porque al contacto con su boca mi pene estaba comenzando a reaccionar otra vez.

Estábamos cansados, pero cuando terminamos nuestras bebidas y al estar desnudos nuestros penes volvían a sentir ganas unos de otros y volvimos a la cama.

En esta ocasión mamé sus vergas mucho tiempo alternándolas, mientras ellos se besaban, se acariciaban y pasaban sus manos por mi piel, me hicieron el amor, me follaron y se corrieron los dos en mi culo llenándome de su cariño y su semen, de verdad que me sentí un ser especialmente querido y mimado por los dos.

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Como si fuera un reloj y anoche no hubiera pasado nada, a las nueve de la mañana Lorian nos despertaba con un beso, saltó de la cama y se encaminó a la puerta advirtiendo.

-En un cuarto de hora os espero preparados en la puerta. Me voy a poner la ropa de correr.  –salió caminando muy rápido.

Al parecer continuaba usado su antiguo cuarto de baño, el chico era pura energía, un bello torbellino de vida que para Nico tenía que resultar beneficioso.

Estábamos lavando nuestra boca cuando volvió y se paró en la puerta del baño.

-Hace frío poneros algo de abrigo.  –llevaba puesta una sudadera de color rojo con capucha. Me pareció una idea estupenda, pero yo no había traído.

-En el vestidor tienes alguna mía, aunque te cuelgue no importa.  –Nico me empujaba para llevarme hasta el armario.

Escogí una verde con bolsillos, me la probé y sobraba tela por todas partes. Lorian me miraba jugando con unas llaves en su mano.

-Esta misma te sirve, además te sienta muy bien, al ser tan grande pareces un niño envuelto en una manta. Alan ha salido ya y hemos quedado en la entrada del parque.

-¿No me está muy grande?, parece que estoy metido en un saco.  –me miró con cara rara.

- Daniel estás para comerte, los diseñadores quieren que la ropa sobre a veces, para resaltar ciertos aspectos de las personas y contigo esta prenda lo logra, y recuerda que vamos a correr.

Trotábamos entre los árboles de la Av Foch hasta llegar a Dauphine, justo en la esquina nos esperaba Alan sin dejar de moverse, fue un abrazo rápido el que nos dimos y continuamos corriendo.

Atravesamos el parque hasta Gandhi, justo enfrente del edificio de Louis Vuitton, aquí bajamos el ritmo para admirar la singular construcción, continuamos hasta Wallace, me encanta esa zona de la ciudad, sus casas tan espaciadas, llenas de vegetación tan cerca del Sena, y cuando llegamos al río empezamos a caminar.

Nos sosteníamos del hombro Alan y yo para descansar. Entre ellos habían hablado sobre mí, seguramente Nico se había visto obligado a dar algunas explicaciones, era natural que mis amigos se interesaran por mí.

La pregunta salió de lo más natural, no hablaba frecuentemente con Evans, e imagino que cuando lo hacían no se contaban las intimidades de sus vidas privadas después de que comenzara a vivir con Tristán.

-Evans, ¿cómo está?  -tenía mis dudas sobre si contarle algo sobre lo que conocía, muy poco es verdad, salvo la inicial atracción surgida entre Rafael y Evans.

Su interés era sincero y su cariño por nuestro amigo no se podía cuestionar, pero una cosa es la amistad y otra el amor. Él al igual que Lorian, nunca podría olvidar que fue nuestro amigo el que les sacó de la miserable y terrible vida que llevaban.

-Creo que ha conocido un chico, mejor dicho, están comenzando a conocerse.

Su rostro se iluminó al escuchar mis palabras, esa cara tan adorable mostraba sus sentimientos como sabía hacer tan bien.

Su vida con Tristán transcurría con tranquilidad y sosiego y parecía que él se conformaba con eso, con tener un hombre bueno a su lado, aunque fuera mayor y hubiera muchas cosas que no se compartieran. Un hombre con hijos de edad parecida a la suya, ¿cómo le vería Tristán a él?, ¿cómo un hijo más?

Salimos por Maillot para dejarle más cerca de su casa, Nico y Lorian hablaban entre ellos.

-Vamos a comer en casa, nos gustaría que vinieras con Tristán.  –mientras Nico le hablaba se quitaba el sudor de la frente.

-Tristán no está, sería mejor en un restaurante y no tendríais que trabajar.  –Nicolás miraba a Lorian.

-Tenemos la comida preparada, no sabes la cantidad que sobró anoche, el trabajo no me preocupa, me ayudaréis todos.   –para Lorian era fácil convencer sin emplear argumentos.

En el camino compramos unos bollos para desayunar y la prensa.

Estaba leyendo las noticias del día cuando Alan llegó, traía helado para el postre con barquillos redondos y me guiño un ojo al meterlo en el congelador, hoy tendría mi helado de menta y chocolate.

Volví a mi lectura al salón, había mucha preocupación en Europa por las células del terror que se descubrían en España día sí y día no, parecía que fuera el nido de la serpiente de donde luego se extendían por Europa, ideas simplistas sin más o interesadas muchas veces, en parte una fórmula de nuestros gobiernos para ocultar sus ineficaces sistemas de integración.

Me decidí a ayudarles y volví a la cocina, estaban los tres en una animada charla con una copa de vino blanco y comiendo galletitas saladas mientras trabajaban, me recordaba tanto esa escena a las disfrutadas cuando vinieron a vivir con Nico.

Me impusieron que preparara la mesa del comedor y me pidieron que subiera el nivel de la música que estaba escuchando.

Comimos opíparamente, ¿demasiado tal vez? Seguramente fue así porque no me podía mover. Estuvimos sentados un rato hasta que Lorian comenzó a quedarse dormido con su cabeza sobre las piernas de Nico.

Quedamos en vernos en la sala de fiestas y Alan iría directamente, dormimos un tiempo sobre los mismos sofás.  Vincent, el hermano de Tommy había organizado una gran fiesta en Le Duplex con mucha música y marchosa, de gente muy joven como era él.

Nos localizamos por el móvil y accedimos al local, era una locura de público, pude saludar a los dos hermanos y a un montón de gente más que ni recuerdo. Me entregaron una bebida de la que prometí no beber más de dos copas, entraba de maravilla y seguro que resultaría hasta alucinógena si bebías mucho.

Los pies de Lorian no podían para quietos y la gente quería beber y hablar a gritos preparando sus cuerpos para la larga noche.

- Daniel, vamos a bailar.  –me sujetó de la mano y le seguí, el público saltaba y hacía cualquier cosa menos bailar, todo se resumía en divertirse y pasarlo estupendamente.

Lorian lo hacía muy bien, formó parte de su trabajo en un pasado no tan lejano, me enganchó en el juego y me dejé llevar, lo estaba pasando de locura tanto cuando bailaba bien, como en los momentos en que simplemente saltaba.

Sujetó mi cuello para besar mis labios mientras reía gozoso.

-Esto es genial.  –gritaba en mi oído para hacerse escuchar.

Estuvo formidable bailando una pieza robótica, imitando los movimientos autómatas de un robot humanoide, le tuve que aplaudir alborozado cogiéndole de su cintura y elevándolo en el aire donde seguía con sus movimientos, como si fuera un número preparado, y su cuerpo era mirado por los que había alrededor.

Cuando volvimos a la barra sudábamos y estábamos agotados, Nico y Alan aparecieron al cabo de un momento.

-Lo habéis hecho muy bien. Habéis dejado con la boca abierta a todos esos jovenzuelos.

-Es cierto Lorian, eres un genio.  –me miró y sonreía alegre y despreocupado.

-Es mi trabajo, nos enseñan a hacer tonterías de esas y a bailar, no se trata solamente de colocarse una ropa encima del cuerpo y ya está.

Le veía encandilado y contento con lo que estaba haciendo.

-¿Te gusta tu trabajo?  -nos habían puesto la segunda copa, para mí la última y esperaba que me diera energía para continuar la noche.

-Me gusta, me gusta mucho y me esfuerzo, me encanta el diseño y la moda, estoy haciendo un curso de creación de zapatos para chicas…, y chicos si se atreven a llevar lo que tengo idea de hacer.

Le abrazo y beso con ganas, cuanto me alegra verle feliz y haciendo lo que le gusta, Nico y Alan lo deben saber todo porque se quedan tan frescos.

Y volvemos a bailar, hay varias pistas de baile y tenemos que probarlas todas. La noche resulta fantástica y divertida, pero hoy domingo no vamos a poder salir a correr, tenemos que dormir unas horas.

No se trata de que hayan bebido mucho, pero les tengo que ayudar a quitarse la ropa y meterles en la cama, yo también estoy destrozado. A la salida de la fiesta me he despedido de Alan, el domingo tiene un compromiso con Tristán y no nos veremos.

-Dale el abrazo más fuerte que puedas.  –se refiera a Evans pero antes se lo doy a él.

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Cuando abro los ojos penetra una luz mortecina por la ventana. A mi derecha yacen los dos, dormidos como troncos de árbol caído, derribados por la tormenta de la noche. En el centro Nico boca abajo y con un brazo pasando por la cintura de Lorian que está dándole la espalda.

Permanecen desnudos con su bóxer granate uno, el otro malva, permanezco un momento admirándoles y me deslizo de la cama con cuidado para no despertarlos.

Subo la ropa de cama que está por el suelo y les tapo, seguramente no hará frío pero yo lo siento. Me dirijo al salón sin saber muy bien qué hacer, son las once treinta de la mañana, resulta un poco tarde y la pereza me mata.

Uno de los miradores del salón sobresale colgando en el aire, miro a través del cristal de su lateral, al fondo del Bois de Boulogne, del río y los humedales, la blanca niebla se eleva sin llegar a tapar totalmente la copa de los árboles.

Siento un escalofrío y me doy la vuelta para pasar al salón de nuevo, es como si notara el frío y la humedad de la calle que me agarrara y oprimiera.

Siguen durmiendo, ahora Nico se ha acercado a nuestro amigo y su rostro hace contacto con su hombro. Cierro la puerta del baño para que no escuchen los ruidos de la afeitadora y el agua al correr. Debía despertarles, pero me causan lástima, podemos salir y comer en cualquier lugar cercano.

Paso el tiempo afeitándome y lavando mi boca, la calidez del agua que llueve sobre mí de la ducha es deliciosa, tengo los ojos cerrados para que el gel no penetre en ellos, pero escucho abrirse la puerta, y el sonido del chorro de orina que golpea en la taza del retrete, como el agua que cae de los canalones en los momentos de abundante lluvia, también el deslizar de la mampara de la ducha y el golpe blando con sonido a goma de su tope.

Unas manos que no son mías pasan con suavidad por mi espalda hasta llegar a mis nalgas. Abro el grifo del agua para que se lleve la espuma del gel mientras sigo recibiendo las carias de esos dedos que a veces aprietan mis carnes.

Cierro el paso del agua para sentir las sensaciones que me llegan, me abraza por detrás y ahora coloca sus manos en mi vientre llevándome hacia atrás, un cálido pene golpea en mis nalgas a la vez que una boca muerde mi cuello y mi hombro, de mi garganta sale un gemido de dolor y de placer por un mordisco que se ha pasado de intensidad.

Giro mi cabeza para ofrecer la boca a mi atacante.

-Daniel, mi Daniel, niño bueno al que amo tanto.  –la voz suena angustiada perdida en el beso

Siento su profundo deseo en sus labios, en su piel, en su sexo. Suspiro entrecortado cuando aprieta sus riñones y encorva su cuerpo como un macho en celo que intenta montar y entrar profundo en su hembra.

-¿Puedo Daniel?, la última vez, me permites que te la meta.  –eran susurros entrecortados y llenos de pasión que hirieron mi corazón, la última vez, ¿por qué?

-Te deseo, quiero hacerte mío, por favor.  –llevé mis manos hacía atrás para abrazar sus glúteos y atraerlos hacia mí.

-Nico ahora soy tuyo, no tiene por qué ser la última vez si tú quieres.

Había obtenido mi consentimiento y a partir de este momento sabía cuál era la función que debía realizar, sujetó mi cuello con fuerza para someterme e inclinarme, extendí mis manos para sujetarme a la pared, con su pierna abrió las mías metiéndola entre ellas y entregado colaboraba en lo que él quería.

Colocó sus manos en mi cintura y apretó hacia abajo para elevar mis nalgas y que sobresalieran muy abiertas y entregadas, llevó su mano derecha a mi boca para que mojara sus dedos en mi saliva y acto seguido los llevo a mi entrada.

Me sentí estremecer cuando acarició mi ano y despacio fue enterrando sus dedos en mi recto, simplemente moviendo sus dedos era capaz de llevarme al delirio, los movía en círculos acariciando mi recto, distendiendo mis esfínteres con suavidad y paciencia hasta que gemía como un loco.

Se detuvo para besar mi espalda y permitió que recobrara su postura normal.

-Eres tan dulce, tan suave, tan especial, vida mía, nunca podré olvidarte.  –y no dejaba de besarme sin retirar sus dedos que mantenía quietos en mi recto.

Me decía unas cosas tan bonitas, unas palabras tan lindas que me derretía como chocolate en una boca caliente, se arrodilló a mis espaldas y llevo su cara, su boca, su lengua hasta mi entrada para besarla y lamerla.

-Te quiero Nico, te quiero.  –mis palabras salían angustiadas de mi garganta, no podía respirar del placer que me otorgaba y temblaban mis piernas, me sostuve con una sola mano sobre la pared y la derecha la llevé a su nuca para empujarle y que su boca tuviera más contacto con mi ano.

Su lengua era una culebra muy suave que penetraba en su morada empujando con fuerza.

-¡Ayyy!!! Nico, que placer, me matas, te quiero, sí, sí, me gusta, me gusta mucho. –no podía evitar mover ligeramente mi culo, aunque su lengua se saliera, mi mano seguía empujando su nuca y acariciando su pelo.

-Quieres que te la meta.  –hablaba sin separar sus labios de mi ojete.

-Sí, sí, ya, ya, la quiero, la quiero.  –se puso en pie y volví a colocar mis manos sobre la pared, ahora con el brazo doblado y apoyada la frente en él.

Esperando, aguardaba impaciente que tomara posesión de mí, que me penetrara y me hiciera suyo, que señoreara mi ser que se ofrecía y entregaba a su amor.

Puso sus manos en mi cintura y la verga en la separación de mis nalgas, la dejo correr por ella jugando y excitando mi ano con su roce hasta llevarme a un límite inaguantable. Comencé a gimotear, perdido en mis sentimientos.

-Sí, sí, métela, hazme tuyo Nico.  –pero no se hacía lo yo quería, sería lo que él mandara, de mi polla salía un hilo continuo de precum y no quería tocarla.

Por fin soltó de mis caderas su mano derecha para sujetar su verga, y la colocó en mi ano que se abría deseoso de tenerla, de que atravesara su puerta, empujó y entró toda su virilidad completa.

Sentí un estremecimiento, mi ano se cerró con fuerza para atraparle y sufrí un orgasmo de irresistible tensión que hacía temblar mi cuerpo en espasmos.

-Tranquilo, tranquilo mi amor.  –besaba y lamía mi espalda sin mover su pelvis, conformándose con estar dentro al calor de mi cuerpo y sintiendo mis contracciones que aprisionaban su polla.

Comenzó a moverse y aflojé mi ano para que saliera hasta la mitad de la longitud de su verga y volvió a enterrarse en mi con fuerza, en esta posición no era cuando más profundo entraba en mí y no me causaba dolor, todo era placer.

Sus entradas y salidas eran rápidas a veces, y lentas cuando la sacaba hasta el glande, que entonces parecía que arrastraba con él mis entrañas, el gozo era tremendo y el bufaba en mi espalda, y a veces en la nuca cuando entraba muy profundo y besaba mi cuello llenándolo de sus babas, otras, se inclinaba hacia atrás proyectando su pelvis contra mis nalgas, apretando sus testículos contra los míos que flotaban.

-Me voy, me voy Daniel, te voy a llenar de mi leche.  -entró todo lo que la posición le permitía, y comenzó a eyacular con tanta fuerza que notaba cuando sus chorros caían en el fondo de mi vientre, y comencé a sentir tiritones, tuvo que sujetarme mientras los dos temblábamos llevados por el placer de nuestro orgasmo.

Después de unos segundos, sintiendo latir su polla y como dejaba lo último que tenía en su uretra, pudo hablar.

-Mi amor, mi amor, ¿cómo estás?  -me estaba poniendo asquerosa la espalda con sus babas.

-Lleno de ti.  –le dije en plan jocoso llevando mi mano hasta mi ano para que viera lo que tenía dentro de mí. No obtenía respuesta a mi broma.

-Gozando de ti, muy a gusto, ¿pero puedo ponerme derecho?, no la saques.  –separó su pecho de mi espalda y me enderecé, en ese momento noté la presencia de Lorian, estaba a tres pasos de nosotros masturbando su verga que la tenía muy empinada, muy recta, sus ojos estaban fijos en el lugar donde nuestros cuerpos permanecían unidos por nuestra cópula.

Extendí mi mano para sujetar su brazo y tirar de él, quería darle un dulce beso en sus labios, pero comenzó a besarme salvajemente como que no era él. Metió su lengua en mi boca y se la ofrecí para que la ocupara entera.

La verga de Nico estaba abandonándome por nuestros movimientos, pero sin perder su dureza, Lorian dejó mi boca y mordió una de mis tetillas.

-Perdona mi brusquedad Daniel, me tenéis tan excitado.  –llevé mi mano a su pene, desde luego lo tenía para estallar.

-Disfruta, poco a poco, cálmate.  –le abrace y el pene de Nico terminó de salir de mi, sentía el reguero de su semen que caía por mis piernas, había un olor muy fuerte a sexo en el baño que incitaba a seguir acariciando lo que tenía entre mis brazos.

Deje su verga para no seguir excitándole y como Nico se había retirado un par de pasos de nosotros comencé a besarle la cara y el pecho.

-Lorian, mi bebé, te habíamos abandonado.  –mis manos bajaron a sus nalgas y se metieron entre sus glúteos, moje mis dedos en mi saliva para acariciar con ternura su entrada, su excitación le había llevado a que su ano estuviera relajado y hambriento, sus esfínteres absorbían mis dedos y sus dientes mordían mis labios en un absoluto deseo de recibir amor y entregarlo.

El salvaje niño se había convertido en dulce cordero, esperando lo que se le diera y entregara. Con una mano agarré lo primero que encontré, ¡oh!, casualidad, la verga de Nico tiesa y muy caliente, le llevé para que se colocara a la espalda de Lorian y allí le dejé para que realizara el trabajo que sabe hacer tan bien.

Comencé a besarle la boca, a robar su saliva con mi lengua, se inclinó ligeramente forzado por las manos de Nico en su cintura, me incliné con él sin abandonar su boca hasta que un, ¡ahhhh!, entró en mi garganta con su aliento cuando el macho tomó posesión de él penetrándolo.

Me enderecé sosteniendo su cabeza con mis manos acariciando su nuca. Detrás de él Nico sonreía satisfecho, acercamos nuestras caras para besarnos, él sujetando la cintura de nuestro amigo y yo su cabeza contra mi vientre. Nuestros labios se exploraban y notaba el enardecimiento que está haciendo impacientar a Nico en sus deseos.

Dejó de besarme para llevar su cuerpo hacia atrás, iba a cumplir su viril tarea, me coloqué ligeramente de costado para llegar hasta su pecho con una de mis manos, la pasaba por los pelos de los cuadraditos de su abdomen y acariciaba sus tiesas tetillas casi ocultas, la pasaba por la espalda de Lorian otras veces alternando.

Mi polla volvía a ponerse rígida participando en esta monta tan sensual y placentera, Lorian lo notó y la sujeto para llevarla a su boca, ahora estaba recibiendo a Nico en su culo y a mí en su boca. Acaricié mis huevos lujuriosamente y miré con lascivia a Nico que acercó su boca para volver a besarme.

Estuvimos así, dándonos gusto y amor los tres unos minutos, perdidos en las sensaciones placenteras de sentirnos, de querernos, hasta que noté como Lorian se contraía y temblaba su espalda que yo besaba, su semen resbalaba por mis piernas, donde había caído parte de él.

Paró de mamar mi miembro mientras eyaculaba llevado por su orgasmo sin sacar mi pene de su boca. Nicolás no paraba de entrar y salir de él y lo estaban disfrutando ambos.

Al cabo de un minuto volvía a chupar de mi polla con fuerza sujetándose de mi nalga con una mano, Nico perforaba con saña su culo, dándole placer sin límites que podía apreciar cuando encogía su culo hasta que se clavó, literalmente, en el cuerpo del muchacho de cuya boca salía un, ¡síiiiiiii!, muy suave y amortiguado por mi polla en su boca.

Nicolás le estaba preñando en toda la extensión de la palabra salvo en lo que resultaba imposible, tenía los ojos cerrados vertiendo su semilla en el vientre del chico, rojo y sudoroso como una deidad furiosa, hasta desencajado el rostro por el placer y el esfuerzo estaba hermoso.

Justo en ese momento, cuando mi deseo era estar en el lugar de Lorian, me corrí con violencia llenándole la boca de mi semen.

Acababa de levantarme de la cama y me había ido ya dos veces, eyaculando para vaciar mis testículos completamente, pero no me sentía culpable y mi único deseo era compartir esos momentos con los dos, besándonos y rescatando parte de mi esperma que Lorian tenía en su boca y luego el placer de acariciar nuestros cuerpos mientras nos limpiábamos unos a otros.

Creo que mis dos niños habían dejado todo su exceso de bebida de la noche en el baño, estaban contentos y felices mientras nos vestíamos entre bromas, todo iba muy bien hasta que Lorian habló.

-Sería estupendo que Daniel viviera con nosotros, ¿verdad Nico?

Se puso serio y sentí el amargo dolor en su mirada, la mía le suplicaba clemencia, la sonrisa volvió a su rostro.

-Sí Lorian, siempre ha sido mi deseo.  –disimulaba muy bien y el muchacho al verle sonreír ya tenía suficiente para sentirse feliz a su vez.

Cuando salimos a la calle el tiempo no había mejorado, tampoco cambiado en su sentido contrario, vamos, que seguía igual que cuando me levanté de la cama, pero las niebla que se veía abrazando los arboles había desaparecido, hacía frío a pesar de nuestra alegría, podíamos espantar los fantasmas con nuestra mente, para hacerlo con el frío saltábamos por las calles camino del restaurante que Lorian tenía fichado.

Cogimos calor enseguida, envueltos en el agradable y cálido ambiente del local. Estaba lleno, totalmente ocupado y supuse que Lorian tenía reservada la mesa de antemano.

Nos dieron de comer, ¡qué bueno!, ¡estaba todo delicioso!, y sobre todo la compañía que tenía a mis dos lados en la mesa, el asiento de enfrente estaba vacío, en mis sueños se materializó Gonzalo allí, los cuatro comiendo y disfrutando.

Charlamos de todo y sobre todo, como si tuviéramos necesidad de comunicarnos nuestros últimos deseos, como un testamento hablado. Cuando trajeron la cuenta la recogió Lorian y dejó su tarjeta sobre la bandeja junto a la nota, Nico se la retiró y dejó la suya en su lugar.

-Nicolás, quiero invitaros, ahora gano bastante dinero.  –Nico le mira dudando.

-Guarda tu tarjeta, no sabes si vas a seguir con la misma suerte.  –me pareció un poco brusco el comentario.

La cara de Lorian era un poema, adiviné que esta comida había sido preparada por él de antemano y era muy profunda su desilusión.

-Me parece que debes dejar a Lorian que pague en esta ocasión.

Dudó un momento y al fin retiro su tarjea y volvió a colocar la de Lorian para que la retirara el camarero. Quedó un poco confundió, cogí su mano apretándola con cariño, sabía que no había mala intención, al revés, todo lo contrario. Nadie podía suponer cualquiera mala intención en sus actos.

-Eres el único que consigue imponerse, tendré que aprender de ti.  –la cara de Lorian había cambiado y se sentía contento.

-No me gusta que andes gastando tu dinero, no te sobra y puedes necesitarlo.

Le miraba y me llenaba de orgullo, todo lo hace con buena intención, hasta enfadarse las pocas veces que lo hace.

-Ya sabemos que eres nuestro macho en la cama, pero déjanos que alguna vez nos revelemos.  –me estaba volviendo muy atrevido, estalló la carcajada y todo quedó resuelto.

Tomamos unas bebidas en el mismo local para seguir conversando y la hora de ir a la estación se aproximaba. Volvimos a la casa y en esta ocasión Nicolás sacó su coche para llevarme. Fueron los dos a despedirme y los dejé de pie moviendo sus manos en un silencioso adiós, después de besarles me di la vuelta muy rápido para que no vieran las lágrimas que brotaban de mis ojos.

En el camino, acunado por el movimiento del tren dormité en algunos momentos.

Les quería mucho, a Nico demasiado, resultaría muy difícil olvidar el reciente pasado. Sabía que a partir de ahora debía ser muy discreto para no dañar la imagen de Gonzalo si alguien llegaba a relacionarnos, que lo pasaría mal teniendo que ocultar muchas veces mis sentimientos hacia él, pero a su pesar le amaba y soportaría lo que fuera por tenerle, por gozar de su amor.

Veríamos como admitía él mis relaciones con mis amigos, Nico y él se apreciaban, Nico había renunciado a mí, pero Gonzalo, ¿estaría dispuesto a renunciar en la parte que le tocaba?

Ahora lo primero era hacerle feliz, todo se iría resolviendo, no podía permitir que algo fallara.

Llegué al estudio y me puse a trabajar, tenía que preparar algunos temas de mañana, Ray había llevado flores y junto a la llave del coche estaba la nota de sus gastos, prepare el dinero para entregarle a su padre.

Llamé a Gonzalo debía de estar con el móvil en la mano ya que respondió a la primera llamada.

-Mi amor, ¿qué tal lo has pasado?, te echo de menos, quiero verte y estar a tu lado.

Tendría que decirle lo mismo y no quería meterme en expresar deseos simplemente. Le relaté la fiesta del sábado, la carrera de la mañana y la comida con Alan, y otras cosas que a él podían interesar excepto lo que pudiera causarle algún daño.

-Gonzalo, ¿quieres que vaya a Londres el próximo viernes o prefieres venir tú a aquí?  -hubo un pequeño silencio y sentí su voz emocionada.

-Estaba esperando tu permiso.  –eso me hizo daño.

-Puedes pedirme lo que quieras, se negarme y decir que no a las cosas, tenemos que conocernos mejor Gonzalo y perder nuestro miedo a hablar, iremos avanzando.

 

Me contó algunas anécdotas de su viaje a España para llevar a María y Raúl, no me habló de mis padres, no tiene mucha confianza con ellos después de lo que pasó y prefiero que ellos le vayan viendo según avanzamos en lo nuestro, si ellos me ven feliz el camino está avanzado, supongo que la amistad entre mamá y su abuela ayuden también. Mis padres, aunque siempre han disculpado todo lo sucedido, no han llegado a olvidar el pasado y temen que pueda repetirse.

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