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Mi nueva ama

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Lo leí en el periódico, "Dómina con experiencia recibe esclavos". Yo era nuevo en la ciudad y las amas que aquí había conocido hasta ahora no me gustaron, por eso llamé pidiendo una cita. Por teléfono hablamos de donde se encontraba el estudio y del precio, quedé en ir enseguida para una sesión de una hora, me dirigí con mi coche para allá.

Estaba muy excitado, tenía que conducir unos 10 minutos hasta llegar allí y mi cabeza hervía de deseo, aunque no habíamos hablado de mis preferencias ya que la chica del teléfono me dijo que ya se lo explicaría allí.

Por fin aparqué el coche, di con la dirección toqué el timbre, me abrieron y subí hasta el segundo piso, mi corazón latía frenéticamente. Una chica muy guapa y ligera de ropa me hizo pasar y me ofreció asiento en una sala. Me dijo que en un minuto llegaría la dómina, le di las gracias, ella cerró la puerta y se fue. En una mesita había revistas sobre el tema, hojeé alguna y todavía me puse más a cien. Estaba ansioso por ver a Lady Caro (así se hacía llamar). Al cabo de cinco minutos se abrió la puerta y una mujer morena muy bella de unos 30 años, esbelta, metro setenta de altura, me extendía la mano para saludarme.

—Hola buenas, soy Caro

—Hola, yo me llamo José

Era una mujer muy guapa se la veía segura de sí misma, iba vestida con jeans, pero estaba seguro que con un vestuario adecuado debía estar de muerte.

Hablemos de mis preferencias, también le dije como me gustaría que se vistiese, fue una conversación muy agradable. Al término la pagué una hora de sesión, ella me dijo que iba a cambiarse, que yo me desnudara por completo y que la esperara de rodillas.

Así lo hice me desnudé dejando toda la ropa en una silla y de rodillas me puse a esperar. Fue una espera larga, yo estaba muy excitado y esos minutos me ponían más loco. Al rato oí unos tacones que se acercaban, la puerta se abrió y pude ver como estaba de espléndida mi nueva ama. Se había pintado los labios con un rojo intenso, llevaba una blusa con un escote generoso, guantes y una falda larga de cuero y unas botas hasta la rodilla con un tacón de por lo menos quince cts. todo en negro, era una visión sublime.

—Así que tú vas a ser mi nuevo esclavo, primero tengo que ver si sirves, bésame las botas

—Sí, mi ama

Enseguida caí rendido a sus pies y empecé a besar el cuero negro con deseo, las botas eran especialmente bonitas acababan en punta y daban un toque de clase a su pie, de repente me pisó la mano con fuerza.

—Esta también, gusano

Y me doblegué hasta su pie izquierdo debajo del cual estaba aplastando mi mano. Intenté besar con más fervor ya que la mano me dolía mucho pero no me atrevía a pedirle que la soltara, lamí todo el empeine el talón, el tacón, al poco levantó el pie no sin antes ordenarme que siguiera lamiendo su tacón entonces me ordenó que me pusiera de espaldas al suelo e introdujo el tacón por completo en mi boca.

—¡Chúpalo con devoción!

Así lo hacía, el tacón me llegaba a la garganta casi me asfixiaba, hasta que se cansó y me ordenó levantarme. Con las botas era un poco más alta que yo, que así desnudo delante de ella me hacía parecer un mequetrefe. Me colocó unas pinzas metálicas en los pezones.

—¡Aaaaaahh!

—Te gusta, ¿verdad?

—Si mi ama

Me anudó los testículos con una goma, era muy agradable el contacto de sus manos enguantadas con mis genitales.

Luego me pasó un collar de perro por el cuello y sonriendo me dijo que era su perro esclavo, yo dije que sí, seguidamente colocó un arnés al collar y una cadena que sujetó con la mano derecha

—Cuando acabe contigo me pertenecerás, soñarás estar a mi servicio día y noche me respetarás como a una diosa y tu única obsesión será obedecerme y hacerme feliz.

Cuando decía esto yo asentía como hipnotizado tal era el poder de su mirada y su carisma, de pronto me soltó una bofetada con su mano enguantada ¡Zaaaas!

—¡Se puede saber que miras, arrodíllate ahora mismo y sígueme!!

Mi cara ardía de dolor y mi corazón de humillación me puse enseguida de cuatro patas y salí de la habitación detrás de ella y su cadena. Mi ama caminaba despacio y de forma elegante, yo la seguía a cuatro patas admirando sus botas, marchamos sobre un largo pasillo hasta llegar a una sala mayor donde había dos mujeres.

—Mirad que nuevo esclavo tengo, ¿qué os parece?

—Un poco gordo, ¿no?

Afirmó una de las presentes, mi ama me paseó por delante de ellas que estaban sentadas en un ancho sofá. De repente noté como una mano me cogía los huevos por detrás.

—A ver que tenemos por aquí, ¡huuy! que grandes y este rabo no está nada mal

Una de las damas me estaba sobando los genitales de una forma que creí que iba a explotar de placer

—¡No se te ocurra correrte!!

—Nnno, mi ama

Respondí con voz temblorosa, cuando se cansó de juguetear con mi pene me puso los dedos en la boca de uno en uno para que se los limpiara.

—Ven aquí esclavo

Ordenó la otra mujer, mi ama afirmó con la cabeza

—Abre la boca, necesito un cenicero

Y así me puse de rodillas delante de ella con la boca abierta esperando que me echara la ceniza, así estuvimos un rato, ellas sentadas conversando y riendo y yo completamente ignorado en mi rol de cenicero.

Cuando acabó el cigarrillo se levantó su vecina de asiento y me escupió en la boca, mejor dicho, formó una bola de saliva y desde unos veinte cts. sobre mi cabeza la dejó bajar lentamente hasta mi boca.

Acto seguido tuve que lamerles a todas sus zapatos hasta que estuvieron relucientes.

—Ahora ponte este delantal de chacha, vas al WC que está ahí enfrente, encontrarás cubo y trapos y lo limpias todo perfectamente, esclavo.

Así ordenó mi ama, y mientras todas se reían sobre el delantal que me tuve que poner fui al baño y limpié todo, mi vergüenza era indescriptible, pero al mismo tiempo sentía un gran placer cuando ya casi estaba, oí que se acercaba Lady Caro

—Ya está mi ama

—Bien, ahora regresemos a nuestra habitación, ¡pero ligero!!

Y en estas que me azotó en el culo, las otras se reían a carcajada limpia y yo temblado me dirigí de rodillas a la sala.

Cuando llegamos mi ama me indicó con el dedo un látigo que había colgado de la pared y me hizo signo para que se lo llevara con la boca, así lo hice, mordí el látigo y a cuatro patas se lo llevé, acto seguido me unió las manos a la espalda con unas esposas y se colocó detrás mío. Oí como manejaba el látigo, probaba su flexibilidad, lo sentía chasquear en el aire y supuse que el próximo objetivo sería mi culo, estaba temblando, pero también estaba poseído por un placer indescriptible.

—¡Zaaack!!

—¡Zaaack!!, ¡zaaack!!, ¡zaaack!!

—¡Ahora vas a ver lo que es bueno esclavo, quiero que cuentes los latigazos!!

—Sí, mi ama

Y me propinó quince latigazos, mi culo ardía de dolor supongo que estaría al rojo vivo.

—Ahora gírate, bésame las botas y agradéceme el castigo.

Me di la vuelta como pude así esposado y caí sobre sus pies

—Gracias mi ama, mil gracias

Me liberó de las esposas y de un tirón de collar me instó a seguirla, ella se sentó en un cómodo sillón que había en una esquina, me ordenó que la trajera un vaso de agua de la botella que había en la mesita, así lo hice y arrodillado ante ella observaba como bebía.

—¿Tienes también sed?

—Si mi ama

Entonces me dio el vaso vacío y cuando yo lo sujetaba echo su saliva en el interior.

—Bebe

—Gracias

Ella se reía mientras yo con el vaso alzado esperaba que la saliva llegara a mis labios, cuando acabé, me ordenó a sus pies de espaldas al suelo y me introdujo un tacón en la boca.

—Ahora como premio tu ama te va a dejar masturbar, ¡venga rápido!!

Y aunque no podía contestar porque mi boca estaba chupando su delicioso tacón comprendí en seguida y me dediqué de pleno a frotar mi miembro, que placer más inmenso, en esa posición y admirando sus nalgas y su soberbia mirada, como un siervo rendido a ella pronto empezaron las convulsiones y ¡¡aaaaaaaaaaaa!! logré un placer maravilloso era como un volcán en erupción frenéticamente chupaba al mismo tiempo el talón y con mi mano libre acariciaba su otra bota, fue un indescriptible éxtasis acabar a sus pies .

Cuando me relajé ordenó quitarme los arneses y ligaduras, lavarme y vestirme.

Cuando estuve listo me acompañó hasta la puerta, me tendió la mano para que la besara su guante, me incliné hacia ella y mis labios rozaron el frio cuero.

—Espero esclavo que nos veamos pronto.

—Desde luego ama mía, hasta pronto.

—Hasta pronto.

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