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La Soledad de los LLanos (Capitulo 3)

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CAPITULO III

Pasaron 10 años desde la tragedia para que la familia se estableciera económicamente. Era claro que ya no tenían la holgura de antes, pero si contaban con una tranquilidad manifiesta. Ramón -ahora de 17 años- ayudaba trabajando en la cantina del pueblo; Por las mañanas se daba tiempo para estudiar. Consuelito -de 14 años- también trabajaba tejiendo y vendiendo ropa mientras estudiaba. El pequeño Juanito solo se preocupaba por la escuela, lugar que no le agradaba del todo. Luis por su parte, era el líder de la familia desde que comprendió la responsabilidad sobre su espalda. El hijo mayor perdió toda inocencia al convertirse en un “padre prematuro” de sus hermanos. Los atendía en todo lo que necesitaban. Cada mañana se levantaba temprano para llevar a Juanito a la escuela, regañaba a Ramón por trabajar en la cantina. Mencionaba que mientras el ganara dinero no tenía por qué trabajar. Por otro lado, era complaciente con la consentida hermana, pero siempre celoso y cuidándola de todo peligro que pudiera acechar.

Con el correr del tiempo Luis se convirtió en una pesadilla para Consuelito. Ella se encontraba en la etapa de la adolescencia y hacía gala de una belleza despampanante. Esto atrajo a un sin número de muchachos que soñaban con el amor de la pequeña Consuelo. Pero a su vez, temían por el carácter de los hermanos, un tanto por Ramón, pero muchísimo más por Luis. El cambio de carácter del hijo mayor era notorio. Jamás volvió a esbozar una sonrisa desde “el fatídico día”. Su mirada penetrante reflejaba a un joven con sed de venganza. Un día, Luis acompañó a Don Pedro para llevar unas vacas hacia las 4 fondas que les quedaban. Cabalgaron por los ejidos cercanos al RINCON DEL EBANO. El plan era dejar 3 vacas en cada pequeño establecimiento para que se mataran, cocinaran y siguieran brindando el servicio a los vaqueros cercanos. De paso recogerían las ventas generadas. La tarde transcurría en paz, ya habían dejado los animales en 3 fondas, solo faltaba el ultimo local que se ubicaba en el ejido “el maizal”, a unos 38 kilómetros de la Hacienda, y a 11 de su anterior parada. La plática era amena entre Don Pedro y Luis. Siempre habían tenido una relación cordial y respetuosa. Sin embargo, Don Pedro miró de reojo un pequeño bulto metálico escondido entre la chaqueta de Luis. Enseguida cuestionaría sobre el curioso artículo.

-¿oye Luis?-

-¿Que paso Don Pedro?-

-¿pa’ que quieres esa pistola?-

-¿ah, la notó?- contesta un poco soberbio el joven.

-Alumbra con el sol- comentó el Capataz.

-pos pa´ protegernos- contesta decididamente Luis.

-¿protegernos de quién?- cuestionó Don Pedro.

-de alguna víbora- sonríe sarcásticamente el desubicado joven.

-es más fácil darle con un palo- replicó el Capataz.

-pos entonces pa´ protegernos de algún bandolero- expresó arrogante el muchacho.

Don Pedro regaló una tímida sonrisa de experiencia.

<<no sabes de lo que estás hablando>> sopesó el centrado hombre.

-¿usted no carga ningún arma verdad?- cuestionó el joven.

-no mijo-

-¿me podría decir porque? si no le molesta- insistió el muchacho.

-las armas son del demonio, una vez que le apuntas a algo sientes un cosquilleo en el dedo y solo quieres apretar el gatillo, aún sin haber necesidad- contestó sabiamente el Capataz.

-ya veo, ¿entonces me rechazaría una pistola que le quiero regalar?- cuestiona con veneno el joven.

-¡pistolas no las quiero ni de juguete mijo¡..  con todo respeto- respondió férreo el Capataz.

Cabalgaban con las 3 vacas restantes cuando les salieron al camino 5 jóvenes totalmente borrachos. Al instante los amenazaron con hacerles daño si no les daban los animales. Luis titubeó en mostrar el arma mientras que los 5 rufianes empezaron a sacar machetes y dagas.

-¡tranquilos muchachos, tranquilos¡- Don Pedro hizo un llamado a la cordura.

-pos entonces no se pongan bravos y denos los animales- exclamaron los alcoholizados.

Luis enrabiado les contestó. –¡ni madres!… pinches[1] bandoleros de mierda-

Don Pedro extendió su mano derecha sobre el pecho del joven y lo detiene.

-¡a que hocico de huerco[2]¡..¿Qué haremos pa´ que ya no hable así?- bromea uno de los bandoleros.

-pos le cortamos la lengua- replicó otro rufián.

Don Pedro sonreía irónicamente mientras Luis no entendía su comportamiento. Segundos después el Capataz cede con la quinteta de ladronzuelos y les dice:

-ta bien... llévense las vacas-

Luis recriminó al instante. -¿pero Don Pedro?-

cálmate huerco, déjalos¡- respondió tranquilamente el experimentado vaquero.

Los 5 rufianes carcajearon mientras se alejaban por la brecha[3]

-¿ya ven?.. ¿Qué chingados[4] les costaba?-

-¡y tu pinche güero[5]¡.. ya te veré otro día- amenazó uno de los rufianes.

Luis observó con furia como se llevaban el sustento de su familia, y sin pensarlo dos veces, agitó las riendas de su corcel y se dirigió tras la gavia de bandoleros. Estos observaron al enardecido joven que se aproximaba a gran velocidad.  Los borrachos decidieron seguirle el mitote[6] y también huyeron cabalgando cual si fuera un juego. Después de corretear por casi un kilómetro, los bandidos se escondieron en un jacal[7] con pequeñas cercas que estaba junto al camino. Luis les dio alcance y los bebidos rufianes lo retaron sin miramientos.

-bueno, ya estás aquí, ¿qué chingados quieres pinche güero?-

-¡quiero que me regresen mis vacas¡- respondió un decidido muchacho.

-¡ni madre, ahora son de nosotros¡- siguieron vociferando los aspirantes a bandidos.

Instantáneamente el joven sacó su revolver Smith & Wesson calibre .38 y disparó sin hesitar. La bala pegó exactamente en un árbol que estaba a metro y medio de uno de los supuestos bandoleros. Estos se encogieron de hombros ante la detonación.

-¡párate cabrón[8]¡, ¿pos que tienes?-

-¡mis vacas¡- respondió envalentonado el joven al ver que no hubo respuesta de la gavia inexperta.

-¡pos total..  llévatelas!- cedieron los bandidos.

Ante esta discusión salió de la nada un anciano de 76 años que vivía en el jacal donde estaban ocurriendo los acontecimientos. Era bajo de estatura y con una larga barba. La sorpresa fue mayor cuando el nuevo hombre disparó con su carabina 30-30. Uno, dos, tres, cuatro, cinco disparos sonaron mientras los jóvenes borrachos explotaban en ansia y confusión. Pronto subieron sus manos en alto.

-¡sálganse de mi rancho... malditos rateros[9]¡-

Luis estaba sorprendido, pero le causó gracia la acción del hombre de avanzada edad.

-¡ta bueno, pos que tanto desmadre[10]¡- contestó confundido un ladronzuelo.

-¡órale cabrones, a chingar su madre[11], ¡todos¡-

-¡ya, ya¡ ..ta bien, ya nos vamos-

Los borrachos se alejaron. Luis se quedó en el lugar para recoger sus animales, sin embargo, sintió que el viejo cargó su rifle nuevamente. El joven no quiso hacer contacto visual. Sabía que terminaría en otro pleito con una probable tragedia. Segundos después escuchó el reclamo del anciano.

-¿y tú por qué no te vas?-

-solo recojo mis vacas y me voy-

-¡son mis vacas!- contestó el viejo.

<<No otra vez... ¡no puede ser!>>

De pronto una voz a la distancia detuvo la nueva discusión.

-¡ave maría[12] Macario¡-

Don Pedro llegaba a trote lento mientras se topaba a los cinco ladronzuelos fracasados. El Capataz les sonrió sarcásticamente y los saludó.

-buenas tardes muchachos-

-¿qué paso Macario así recibes a las visitas?- cuestionó sonriente Don Pedro.

-¿quien vive?- responde el anciano.

-¡que viejo loco¡- carcajeó el Capataz.

-¿Pedrito como estas?-

Luis contemplaba perplejo la amistad entre su Capataz y el viejo violento.

-¡ya deja en paz al muchacho hombre¡.-  bromea Don Pedro.

-¡se quiere llevar mis vacas¡- responde el viejo.

-estas vacas son de él. se llama Luis y es del finao[13]  Juan de la Garza- corrige pacíficamente el Capataz.

-¡fíjate nomas ahí tienes¡- responde sorprendido el anciano armado.

-sino me crees ahí está la marca- <DLG>

-ah pos si, ustedes disculparan, pero es que anda puro bandido y pos me tengo que cuidar-

-así es, cuídese mucho Macario-

-ándale Pedrito que les vaya bien, diosito los acompañe-

Los vaqueros continuaron su jornada. Después de terminar la encomienda volvieron a casa. Tras una hora de silencio incomodo Luis le recriminó a Don Pedro su tibieza ante los bandoleros borrachos.

-oiga Don Pedro, ¿le puedo decir algo con todo respeto? -

-claro que si mijo ¿qué pasó? -

-quiero que sepa que me sentí solo cuando enfrente a esos bandidos-

-¿bandidos?- suelta una carcajada el Capataz.

-¿por qué se ríe?- cuestiona un tanto molesto el joven.

-esos no eran bandidos- responde el sabio vaquero.

-pos usted los dejó irse con las vacas- continuaba irritado el joven, más por la carcajada que por otra cosa.

-mira muchacho, esas vacas tarde o temprano te las iban devolver, yo conozco a esos huercos y sus papas son buenas gentes, no hubieran tardado unos cuantos días con que te visitaban a la Hacienda pidiéndote disculpas por lo que pasó-

-¿los conocías?- pregunta más relajado Luis.

-si-

-¿y por qué no te respetaron?-

-porque ellos no me conocen a mí- contestó Don Pedro. Enseguida el Capataz compartiría algo de su sabiduría.

-Luis, te voy a dar un consejo-

-¡oigo¡- contestó el joven.

-no vuelvas a usar esa pistola-

***

El reloj marcaba las 7:00 p.m. del jueves. Ramón se alistaba para dirigirse al trabajo, pero antes verificó que su hermano mayor no estuviera cerca. Merodeó por los cuartos de la Hacienda y no lo encontró. De esta forma se escapó a la Cantina “EL PORVENIR”. Ramón trabajaba como mesero de jueves a domingo, desde las 8:00 p.m. hasta las 12:00, a veces hasta la 1:00 o 2:00 a.m. dependiendo el día. El segundo hermano de la familia decidió tomar ese trabajo por las buenas propinas, pero más que eso, deseaba brindar ayuda a su afligida madre. De cierta manera, Ramón siguió los pasos de Luis quien también trabajó por un tiempo con Don Melquiades -el dueño de la Cantina-. Ramón no veía el trabajo con malos ojos, no obstante, este ofició fue razón de diversas discusiones.

***

La sequía continuaba en su apogeo, por lo cual la desesperación en la Hacienda era evidente. La familia pendía al borde de la locura y la cordura. Eran tiempos donde la unión familiar constituía el núcleo de toda fuerza. Desafortunadamente Luis no aguanto más y puso en marcha el plan que rondaba su mente desde que su padre fue sepultado. El hijo mayor se juró a si mismo que vengaría la muerte de Don Juan de la Garza. A pesar de no saber quién era el culpable, el joven indagaría todo lo posible hasta dar con los asesinos. Cierto día, en una plática de cantina se comentó sobre un pistolero a sueldo llamado a ser él más temido de toda la frontera. ¿Su nombre? Rafael Garza Cantú alias “El Gato”. Este hombre era un notorio criminal originario de San Felipe Nuevo León, un pueblito cercano a los Ébanos Tamaulipas. Garza Cantú era conocido por haber sido revolucionario y estar en filas con Generales de renombre. Terminada la revuelta, El Gato continuó con la vida criminal. Primero se unió a un grupo llamado La Cordada[14], los cuales eran “la mano de hierro” de la política. Tiempo después se separaría para continuar su carrera en solitario. El Gato disfrutaba asaltar a mano armada, robar animales y violar mujeres, pero su especialidad era quitar de en medio a gente que le estorba a alguien más. Un auténtico asesino a sueldo por gusto y por profesión.

Después de escuchar este rumor, Luis le preguntó a Ramón si alguna vez había visto a tal hombre en la Cantina. Ramón se encontraba extrañado. Habían tenido muchas discusiones debido a su trabajo. Era un tema que no se tocaba, sin embargo, la pasividad de Luis era misteriosa. La respuesta fue afirmativa, Ramón comentó que todos los jueves a las 10 p.m. El Gato llegaba a tomarse unas cervezas. El siguiente jueves Luis llegó a la cantina mientras se cantaba una canción conocida como

“4 milpas”<<cuatro milpas tan solo han quedado, de aquel rancho que era mío>>. La primera persona que vio fue a su hermano sirviendo cerveza.

- ¿Qué haces aquí? -pregunta sorprendido el mismo Ramón.

- no, ¿tú qué haces aquí?, ya te he dicho mil veces que no vengas- respondió impulsivamente el hermano mayor.

- sabes que necesitamos dinero, además tú también trabajaste aquí. -  contesta Ramón con valor.

- eso era antes... ¿dime cuánto ganas por día? - cuestiona impaciente Luis.

- ¿Qué?... pues como $8 o $10 pesos si bien me va ¿Por qué? - pregunta confundido Ramón.

-toma $15 pesos y rúmbale pa’ la casa, mama está sola con los huercos- exige Luis.

Ramón con tal de no discutir en público, aceptó y se disculpó con Don Melquíades. Enseguida se marchó. Instantes después, el dueño de la Cantina le reclamó con gracia a su antiguo mesero.

- oye mijo, ¿pos que tienes hombre?, sabes bien que tu hermano es un buen muchacho, el viene aquí a trabajar, viene a ganarse un peso pa’ ustedes, no hace nada malo, ni siquiera toma. -

 

-mire Don Melquíades, yo a usted lo respeto, pero esto es cosa de familia, además a Mama no le gusta que esté aquí, por eso mismo me salí yo- responde con ahínco Luis. 

- ta gueno, ta gueno, por cierto... ¿Qué milagro que vienes?, me da gusto verte.- sonríe agradablemente Don Melquiades.

- pos nomas echándome una vuelta- contesta el joven mientras observa alrededor.

-¿qué te sirvo mijo? – pregunta el dueño de la Cantina.

- una carta[15]-  solicita el joven.

Al momento de servirle la bebida, Luis pregunta en voz baja.

- oiga Don Melquíades, ¿no ha llegado El Gato?-

El señor levanta su mirada y extrañado le contesta.

- ¿pa’ que lo quieres?-

- nito[16] hablar con el.- expone el joven mientras Don Melquiades sopesa la magnitud de la

búsqueda.

-Aléjese de ese Pelao mijo, no le conviene andar platicando nada con el-

Transcurrieron dos horas mientras la música continuaba. Acordeón, bajo sexto y contrabajo sonaban por todo LOS EBANOS cuando de pronto llegó el personaje solicitado. El Gato hizo acto de presencia. Era un hombre alto, de complexión gruesa, bigote y barba, vestía camisa a cuadros con sombrero Tejano, pañuelo al cuello y una chamarra de mezclilla. Garza se sentó en el lugar de siempre -el rincón-. Frente a una ventana, algo poco inteligente para una persona que debía muchísimas muertes. Un mesero le llevó una cerveza XX lager cortesía de Luis, sin embargo, el pistolero no vio con buenos ojos esa acción. Los hombres de su calaña siempre tienen ese pedazo de orgullo en el cual ellos necesitan ser y tener todo. De todas formas, no rechazó la bebida. Minutos después, Luis se sentó con el temido matón. Se miraron curiosamente y empezaron a conversar.

-¿Que tengo cara de muerto de hambre o que huerco?- cuestiona el sereno pistolero.

- no pos... nomás quería ser cortes, aparte si trajera hambre, pos se fuera a un restaurante ¿Qué no? -

El Gato sonríe- ¿con que muchos guevos[17] eh?-

- no... ¿Pos nomas digo no? - responde un tanto nervioso el joven.

- bueno ¿qué chingados quieres? - va directo al grano el pistolero.

- vengo a proponerle un negocio. - comenta Luis.

El pistolero se carcajeó fuertemente -ahora si me hiciste reír... ¿tu?... queriendo hacer negocios conmigo? - El Gato no podía contener su risa cuando Luis rompió la diversión con una propuesta escalofriante

-¡Quiero a el asesino de mi padre muerto! -

La música proseguía, no obstante, algunos ojos se dirigieron al par aquel que hablaba en el rincón de la cantina. El semblante del temible gatillero cambió por completo. Se dio cuenta que el muchacho hablaba seriamente. El matón le dio un último sorbete a la cerveza, se levantó y le susurró al oído.

 -te espero en la presa de los Gómez en una hora… ve solo- el pistolero dejó el lugar.

Un miedo profundo invadió al joven hacendado. Sabía que ese hombre no era de fiar, pero su rencor, odio y deseo de venganza lo hicieron tomar el riesgo.

Próximamente Capítulo 4...

 

 


[1] Palabra coloquial mexicana utilizada de manera despectiva respecto a la calidad, ya sea como ser humano o como cosa o artículo, su uso depende del contexto; En algunos casos refiere a personas extremadamente tacañas.

[2] Niño

[3] Camino de tierra, pedregoso, entre el monte.

[4] Del verbo “chingar” o joder; Tiene múltiples significados, “Estropear, maltratar, maldecir, fracasar, depende del contexto con que se use, en este caso una simple adición peyorativa y despectiva a la frase.

[5] De piel blanca, rubio, caucásico, anglosajón.

[6] Juego, fiesta, pachanga, diversión.

[7] Choza o vivienda muy humilde construida, generalmente, de adobe y con techo de paja.

[8] Palabra coloquial utilizada en la mayor parte de México cuyo significado es: Persona que es amigo o compañero. En otros contextos es utilizada de manera despectiva para menospreciar a las personas, explicando su falta de carácter, tacto y cultura.

[9] Ladrones.

[10] Falta de orden o de dirección, perdida de la moderación y la medida del comportamiento

[11] Frase utilizada violentamente para correr a alguien de lugares donde no son bienvenidos.

[12] Frase comúnmente utilizada en el Noreste Mexicano de la década de los 20’s y 30’s para saludar a la llegada de una visita.

[13] Palabra usada para referirse a una persona fallecida.

[14] (1920’s- 1970’s) Grupo paramilitar conformado por ex revolucionaros, mercenarios y ex soldados que servían para entregar justicia donde la Ley no podía llegar; Eran usados por altos mandos de la política mexicana –sobre todo en el noreste- para controlar presuntas rebeliones.

[15] Cerveza marca Carta Blanca.

[16] Necesito.

[17] De valor desmedido, osado, temerario.

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