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La soledad de los llanos (Capitulo 6)

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CAPITULO VI

UN ASESINO SANGUINARIO

LEOBARDO “EL LOBO” RODRIGUEZ

-no hay necesidad señor, por favor no nos haga nada… llévese todo, pero déjenos ir por favor-

La exclamación del aterrado padre de familia no conmovió al despiadado asesino.

-no se preocupe, no va durar mucho tiempo ¡Órale!... todos caminando pa´alla.-

-Román llévatelos y me los preparas-

-ta bien Lobo-

Román Sandoval obedeció sin reparos. Era la mano derecha de Leobardo Rodríguez alias El Lobo. Se llevó a la desgraciada familia que tuvo la mala suerte de toparse en el camino al maleante más sanguinario de todo Jalisco. El Lobo y 4 secuaces tomaban todas las pertenencias de valor mientras los 5 miembros de la familia eran conducidos por Román Sandoval hasta un lugar solitario. Pasaron 15 minutos hasta que apareció Rodríguez. La familia estaba siendo apuntada con una carabina winchester. Lo que sucedió después fue innombrable.

-listo Román…. de aquí me encargo yo-

-ta bien jefe-

-¡por favor¡.. ya tomó todo lo que quería, ¡déjenos ir, se lo ruego por el amor de dios! - La víctima suplicaba piedad.

-hablas mucho- expresó El Lobo.

<<¿Por el amor de Dios?>>

Sacó su revólver calibre .45 y sin contemplaciones le disparó en la cabeza al conductor de la carreta. Su esposa e hijos presenciaron con terror el asesinato y cayeron en una crisis de histeria. La llorosa madre abrazó a dos de sus hijos mientras que el tercero escapó corriendo durante el asesinato.

-¡órale cabrones, tras el escuincle[1]¡- ordenó el sanguinario asesino.

El niño corrió a toda velocidad. Sentía como se levantaba el polvo a centímetros de sus piernas. Eran los disparos que hacían blanco en la tierra. Sin mirar atrás, sintió que tres balazos no habían causado daños terrestres. Comprendió que era el fin para el resto de su familia. Las lágrimas le brotaron mientras la velocidad de sus piernas alcanzaba su máxima capacidad. Se internó entre la maleza. Permaneció escondido bajo unos árboles tupidos. Se cubrió con ramas y hojas y esperó que los bandidos abortaran la misión de encontrarlo. El niño mordió una rama de mezquite para llorar sin ser escuchado. Dentro de su corazón sabía que su madre y hermanos habían corrido la misma suerte que su padre.

 Los 4 criminales que buscaban al niño regresaron con las manos vacías. El Lobo ya había asesinado al resto de la familia.

-¿encontraron al chamaco[2]?- cuestionó Rodríguez.

-no jefe- contestó uno de los bandidos.

-¿Román?-

Con una simple mirada, Leobardo Rodríguez ordenó a Sandoval el mortal castigo a sus propios secuaces.  

-¡no, no, no, espere¡- 10 disparos sonaron de nuevo. Pero esta vez eran cuatro los criminales muertos.

-esto es para cuando les diga algo… ¡lo hagan, carajo! - gritó con decisión el sádico asesino. El resto de los maleantes asintió con la cabeza.

 Leobardo Rodríguez alias El Lobo era un hombre nacido en Arandas Jalisco un 12 de Julio de 1883. A la edad de 5 años quedó huérfano cuando su padre murió de neumonía. Su madre -quien padecía de un trastorno emocional conocido como depresión crónica- no pudo soportar la ausencia de su marido y optó por quitarse la vida. Se ahorcó en un granero. Leobardo creció con sus abuelos maternos. No obstante nunca representaron ninguna figura de autoridad por su avanzada edad. El Lobo creció al lado de malas compañías. De ellos aprendió el arte de la baraja. Se introdujo en el alcohol, la mariguana y años después seleccionaría el camino de las armas para ganarse la vida. Leobardo siempre fue un hombre visceral y troglodita. Su lema durante la juventud fue “para que hablar lo que podemos arreglar a chingadazos[3]. De un carácter explosivo y extremo; el joven Leobardo apuñaló a un compañero de taberna solo por tratar de engañarlo con una moneda falsa. Recién cumplido los 22 años, Leobardo fue acusado de robo y asesinato cuando ingresó a una casa -propiedad de un político local- y durante el atraco[4] mató a 3 personas de la servidumbre. Fue sentenciado a 10 años de prisión en el recién estrenado Penal de las Islas Marías. Para 1910 la Revolución estalló. Ante la falta de fuerzas federales, Leobardo fue seleccionado por el Gobierno para unirse al Ejercito a cambio de su libertad. Su única labor seria Asesinar. Bajo estas reglas abandonó su cautiverio para dedicarse a lo que en juventud había practicado. Los bandos a los cuales perteneció fueron distintos y variables. Combatió contra los Zapatistas[5] al mando del General Victoriano Huerta. Después desertó. Se paseó con los Carrancistas[6] y por un tiempo se unió con el Centauro del Norte. Pero al saber que Villa se uniría con Zapata en 1914, volvió a alejarse de las filas Revolucionarias. Se estima que el Lobo asesinó a más de 180 personas desde 1910 hasta 1915. Año en que abandonó los choques revolucionarios para hacer fortuna por su cuenta.

***

Leobardo Rodríguez odiaba el fanatismo religioso. Por esta razón se enlistó nuevamente en el Ejercito para aplacar a los “cristeros” de su tierra. La Batalla de Tepatitlán duró 3 años hasta 1929. Leobardo se dio gusto asesinando familias enteras durante esta revuelta. Después de terminado su trabajo en casa, El Lobo fue enviado a Matamoros Tamaulipas para ponerse a las órdenes de otro General. Su trabajo sería el mismo que realizó en Tepatitlán. Solo estuvo por un mes y medio en la frontera. Allí conoció dos personajes importantes en el mundo del Hampa.

***

FRENTE A FRENTE

Las fiestas navideñas adornaban toda la región del bajío. Las posadas para atender a los peregrinos se llenaban en su totalidad. Esto era una tradición en San Miguel el Alto. El frío se acrecentaba con el pasar de diciembre. El invierno estaba a punto de llegar a su máximo nivel. Mientras tanto, el joven norteño se visualizaba asesinando a Don Agapito. Su mente perturbada buscaba el momento exacto para consumar el segundo acto de venganza. Noche tras noche le daba vueltas al asunto. Sabía que se encontraba en otra complicada situación. Este caso era diferente al de Villarreal. No obstante, la dificultad se presentaba con la cantidad de amigos del objetivo. El muchacho siempre se consideró como un defensor del débil. Un protector del desvalido. Estaba seguro que en Reynosa muchas personas agradecieron su acción. Pero en San Miguel las cosas eran distintas. Al indagar sobre Don Agapito Ramírez se dio cuenta que no obtenía lo que realmente deseaba.

<<Toda la gente admira y aprecia al viejo>>

Don Agapito Ramírez era un hombre trabajador de 51 años. Todos los días visitaba su rancho. Supervisaba las cosechas y verificaba su ganado. Después de terminar sus labores diarias se tomaba un descanso para ir a la Cantina San Miguel. Bebía por un par de horas y regresaba a su casa en el Pueblo. Aunque a veces dormía en la Hacienda Santa Rita -su rancho-. El joven conoció a su objetivo desde el tercer día que visitó la Cantina. Aquel hombre era fácil de reconocer. Todo mundo le hablaba con el “Don” por delante, por su nombre y apellido. El señor era “Don Agapito Ramírez”. Cada vez que pisaba la cantina atraía un gran respeto de los clientes. Muy seguido disfrutaba bebidas de cortesía y siempre regresaba el gesto antes de irse. Esta situación representaba un escenario más difícil que el anterior. El cacique de Reynosa era odiado y temido mientras que Don Agapito era querido y respetado. En San Miguel había quienes incluso pelearían por él. Esta razón representaba un reto para el joven vaquero.

***

El muchacho espió perfectamente a su objetivo. Consideró la opción de matarlo en una emboscada o esperarlo en cierto lugar para acabar con él. Lo pudo haber hecho desde el sexto o séptimo día de su llegada. Sin embargo, Luis de la Garza no era de esa calaña. Se encontraba de por medio el honor, el orgullo y la valentía. El joven notó algo extraño en su enemigo. A pesar de su imborrable sonrisa y cortesía para todos era un hombre solitario. En la cantina se sentaba solo. Minutos después varias personas se ofrecían a acompañarlo. Su mirada no era la de un malvado malhechor. Sus ojos reflejaban una profunda tristeza. Ciertamente Don Agapito intrigó al joven vengador.

El pueblo estaba de fiesta. Los adornos luminosos brotaron por cada esquina. Era la navidad con su colorido sin igual. En las banquetas principales se encontraban mujeres vendiendo aguas de diferentes sabores. Había puestos y fondas que ofrecían comida típica. Sopes, pozole, tortas, tacos, entre más variedades gastronómicas. El ambiente estaba presente con música en las calles y juegos pirotécnicos. Los niños reían con sus amigos. Se vivía una hermosa atmosfera debido a la época más feliz del año. No obstante, un muchacho pensaba diferente. Su rostro contrastaba con el de la mayoría. Su semblante era serio, triste y amargado. El joven norteño no esbozaba una sonrisa desde su niñez. Gradualmente las calles se fueron vaciando. La gente retornó a sus hogares después de una agradable velada. En un par de horas el pueblo quedó desolado. La basura se paseaba entre las calles y era vestigio de la buena parranda. De un segundo a otro todo fue paz y tranquilidad en San Miguel. No se escuchaba ruido alguno. Solo se observaba un joven fumándose un cigarro al fondo de una cuadra obscura. Un joven sediento de venganza, con un encargo en la mente el cual estaba a punto de realizar.

***

No hay fecha que no se llegue ni plazo que no se cumpla. Por lo tanto, el tiempo de Don Agapito Ramírez había llegado. El viejo caminaba con rumbo a la cantina. Ese era el momento idóneo para atacar. Luis trató de ir tras él pero repentinamente observó a 4 hombres que salieron de la nada. Saludaron a Ramírez y le dieron la bienvenida. Esto se traducía en enormes problemas para el joven norteño. Pasaba un cuarto después de la media noche. Luis se desesperó un poco y consideró posponer su trabajo. Pero su sed de venganza lo impulsó a cumplir su cometido. Se encaprichó en terminar la tarea esa misma madrugada. Inesperadamente un niño caminó en frente del joven norteño. <<¿Qué hace un niño en la calle a estas horas?>> sopesó el vaquero. Lo etiquetó mentalmente como rebelde y problemático. Exactamente eso era lo que buscaba.

-pssst.. eit.. ¡niño!- lo detuvo el vaquero.

-¿mande?- contestó el infante.

-¡ven para acá¡-

-¿Qué sucede?- cuestionaba curioso el pequeño trasnochador.

-¿te quieres ganar $5.00 pesos?- propuso Luis al menor.

-sí, ¿dime cómo? -accedió el niño rebelde.

-quiero que vayas a amarrar el caballo por la parte de atrás de la cantina ... ¿puedes?-

-¡claro¡.... en el arbolito que esta atrás... ¿está bien?- expresó el crío.

-ándale.. allí mero.... hazlo y aquí te espero para pagarte-

El niño aceptó y amarró el caballo por la parte trasera de la cantina San Miguel. Minutos después volvió para que Luis cumpliera lo prometido. Enseguida le pagó y el niño se fue sin decir palabra alguna. Luis permaneció unos segundos quieto. Tomó aire y se tocó la cara con las dos manos en señal de duda, <<¡chingada madre[7]¡ ¿Qué tal si me mata?, este puede ser el último día de mi vida>> Se talló la frente un par de ocasiones. De repente, sin pensarlo ni un segundo más se decidió a entrar. Tiró el cigarro que aún conservaba en su boca y atravesó la solitaria calle para dirigirse a la cantina. El muchacho entró lentamente abriendo las pequeñas puertas. Se dirigió a la barra donde ya conocía al cantinero. El mariachi ofrecía las notas exactas de una canción muy conocida. Era coreada por la mayoría de los presentes.

-Un 19 de marzo, presente lo tengo yo,

 el caballo de los pobres, en San Fernando corrió…-

-¿Cómo estas muchacho, lo de siempre?- preguntó el cantinero mientras recibía al joven vaquero.

-¡eso mero!… una cerveza- contestó el norteño.

Recibió su bebida y se dio la vuelta recargándose en la barra. Inmediatamente dirigió su mirada hasta Don Agapito Ramírez.

-Creibas[8] que no había de hallar, amor como el que perdí...

mala haya quién dijo miedo si para morir nací.-

El viejo Ramírez jugaba a la baraja con 3 hombres. En ese momento el joven se acercó lentamente. Se paró en frente de su rival mientras la música continuaba.

-Si me quieren se querer, si me olvidan, pos se olvidar,

nomás un orgullo tengo, que a naiden[9] le se rogar..-

-quiubo[10] muchacho, ¿le entras al quinto?- preguntó amigablemente él viejo.

-pos si quiero jugar......¡pero nomas contra usted!-

La sonrisa de Don Agapito se desvaneció. Las miradas se clavaron fijamente. Segundos después vino la respuesta del viejo Ramírez.

-¡señores.. ya escucharon al muchacho, levántense pá que juegue!-

No obstante el joven aún replica. 

-nomas que yo quiero jugar allá... – dirigió su mirada hacia el salón escondido de reuniones -.... ¡en el privado!-

Los compañeros de jugada intervinieron al ver la tensa situación.

-¿problemas Don Agapito?- preguntó uno de los amigos del viejo.

-no, ninguno… ¿o si muchacho?- respondió sereno el hombre de Santa Rosa.

-¡nomas quiero jugar!- contestó Luis sin romper el contacto visual.

-¡pos vamos!- exclamó decidido Ramírez.

Don Agapito acordó con el cantinero usar el salón privado. Se jugaría una partida de baraja con grandes cantidades de dinero.  Pidió tequila y exigió que no se les molestara. Los dos hombres se encontraban solos. Finalmente estaban frente a frente. Luis era un manojo de nervios, pero preguntó con disimulo.

-¿he escuchado que usted es muy conocido en todas partes verdad?-

-en muchas partes… no en todas- replicó Ramírez mientras repartía las cartas.

-en el norte también lo conocen... ¿sabía?- exclamó el muchacho irónicamente.

Don Agapito, -quien no era nada tonto- percibió el tono sarcástico y retador de aquel joven. Al instante respondió con decisión.

-¡ya déjate de chingaderas muchacho!... ¿Qué es lo que quieres?-

-¿no me conoce verdad?... soy hijo de Juan de la Garza- clamó al punto de las lágrimas

-¡pos lo que va a sonar que suene¡- explotó Don Agapito.El viejo tomó su pistola decidido a terminar con la discusión. Sin embargo, algo lo contuvo. Su expresión facial cambió. Luis ni siquiera pudo reaccionar ante el aquel intento asesino. Para su fortuna el viejo pareció arrepentirse. El Joven comprendió que en cualquier otro escenario y contra cualquier otro adversario ya hubiera estado muerto. Luis retomó la conversación y trató de relajar a su oponente.

-tranquilo Don Agapito, ya veremos cómo nos toca ahorita... pero primero quiero saber ¿qué se siente matar a un hombre bueno?-

-mira muchacho... he vivido más de 10 años con esta conciencia que no me deja vivir en paz.... sé que cause mucho daño y por eso te pido disculpas-

El joven pasó del miedo a la rabia al escuchar tan inútiles palabras.

-¿disculpas?, hemos vivido en la miseria y tristeza desde que usted y sus amigos hicieron lo que hicieron.- sus ojos destellaban llanto.

-en primer lugar; No eran mis amigos, y en segundo, ¿tú qué sabes lo que me hizo tu padre?-

Un silencio incomodo envolvió el salón privado. El contacto visual finalmente se rompió. El semblante de aquel hombre se volvió triste y decepcionado. Mientras el muchacho mostraba su asombro. Las dudas lo invadieron inevitablemente. Don Agapito respiró profundo y retomó la conversación de una manera serena y tranquila.

-vale más que te vayas muchacho, deja las cosas así. A pesar que me arrepiento de lo que hice, no me voy a dejar si vienes a matarme, ahora tengo porque vivir y no soportaría en mi conciencia haber matado a un hombre... ¡y a su hijo!...-

El joven no tomó con gracia el ser subestimado. Segundos después demostraría su gallardía.

-para que vea que somos diferentes, le voy a dar la oportunidad que usted no le dio a mi padre, aquí estamos, frente a frente, ¡Defiéndase!-

***

-Hace un año que yo tuve una ilusión,

Hace un año que se cumple en este día...-

La música continuaba en la cantina. Los clientes festejaban la noche buena con baraja, vinos y cigarros. El ambiente era melódico y armonioso cuando una repentina ráfaga de tiros calló los mariachis y a los presentes. Se tiraron al suelo inmediatamente. Mucha gente salió corriendo hacia las afueras de la taberna. Un par de valientes se dirigió al salón privado para averiguar qué había pasado. Enseguida abrieron las puertas. El cuerpo de Don Agapito Ramírez se encontraba tirado en el suelo, bañado en sangre. Una botella recorría el piso y unos rastros de sangre condujeron a la ventana que daba al corredor trasero. Esta se encontraba abierta. (+)

El asesino había escapado. Rápidamente se formó un pelotón de hombres que salieron tras él. El escuadrón compuesto por una docena de vaqueros salió disparando a la obscuridad. Se podía observar la silueta de un jinete que huía del lugar mientras el trote de su caballo se escuchaba en todo el horizonte.

***

Próximamente el Capítulo 7...


[1] Palabra náhuatl que significa Niño.

[2] Variante del náhuatl que -también- significa Niño.

[3] Golpes.

[4] Robo

[5] Movimiento armado que en épocas de la Revolución fue liderado por Emiliano Zapata; Posteriormente fueron grupos identificados con los ideales de sus antecesores.

[6] Movimiento armado que en épocas de la Revolución fue liderado por Venustiano Carranza, se hizo llamar Ejército constitucionalista y su principal objetivo era derrocar a los gobiernos usurpadores y proclamar cambios políticos y sociales.

[7] Expresión de angustia, desgracia, duda, miedo.

[8] creías

[9] Nadie.

[10] Que hubo.

(9,15)