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La Soledad de los LLanos (Capitulo 8)

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CAPITULO VIII

EL DESCENSO DEL PICACHO

Misión cumplida. El tercer rival cayó a manos del muchacho fronterizo. Una cruz más se hacía presente en el cementerio. Aunque seguramente el alma del hombre abatido iría directo al infierno. El joven analizaba el daño potencial que había causado este maniático asesino a través de los años. No pudo evitar pensar cuantas personas habían sido vengadas ante el reciente acontecimiento. <<¿justicia divina?>>

La cabeza aún le daba vueltas. Sufría fuertes punzadas en la sien. Permaneció recostado en el suelo y por ratos lloró. Se levantó como pudo y recogió su sombrero. Caminó unos cuantos metros y finalmente divisó a su caballo en el camino de salida. Intentó montarlo, pero físicamente estaba destruido. Lo tomó de la rienda y descendieron caminando por la vereda.

<<¿mis armas?>> pensó el valiente joven.

Las había dejó en el lugar del sangriento hecho. No quiso volver por ellas. A estas alturas sabía que era un milagro el que haya salido con vida. Sin embargo, la odisea en el Picacho no había terminado.

***

Con la llovizna todavía cayendo sobre el cerro, el vaquero bajó de la guarida de su tercera víctima. Prácticamente caminaba a ciegas. La obscuridad y su ojo lastimado le complicaron el descenso. Escuchaba murmullos que provenían de pequeñas cuevas o agujeros en la serranía. No lograba entender con claridad, pero intuyó de que se trataba. Era la banda de cuatreros de El Lobo Rodríguez. El muchacho continuó caminando junto a su caballo. Observaba con cautela para no retarlos. No tenía intenciones de volver a pelear. Físicamente estaba acabado. Su andar lo delataba. Percibía un olor a yerba extraña y divisaba vagamente las diminutas llamas de varios cigarrillos dentro de la cueva.

-¡Regresó!-

-¡mató al Lobo!-

-¿Sera muy entrón el chamaco?-

-¡Aquí se le acaba lo entrón!-

-¿Cómo vez, lo quebramos[1]?-

-Yo me quedo con su caballo-

El terror parecía no tener fin. Tuvo que lidiar con la persona más cruel que había conocido en toda su vida y después tendría que traspasar los terrenos de sus discípulos. Las frases que escuchó lo hicieron considerar nuevamente la opción de morir. Pero a este punto de la historia, el joven ya se encontraba desanimado y cansado.

<<lo dejo en manos de dios, ya no puedo hacer más>>

Prosiguió su camino. Inexplicablemente sintió de nuevo la presencia de alguien a su espalda. Pensó que era algún malhechor traicionero. Se giró para encarar dicha persona, pero se dio cuenta que estaba solo. De manera extraña sintió una paz indescriptible. A punto de pisar tierra plana se topó con varios hombres. Algunos a caballo y otros en pie. Esbozaba un semblante sereno, aunque en su interior moría de miedo.

***

Los hombres le cerraron el paso. Uno de ellos se mostró como el nuevo líder y encaró al muchacho. Las miradas se compenetraron mutuamente. Las gotas caían sobre la tierra y turbaban el silencio incómodo. Segundos después de profundo hermetismo, el vaquero se atrevió a romper el hielo.

-el problema era con él… no con ustedes-  el muchacho señaló la punta del picacho.

-¿Acaso te hemos dicho algo?- replicó Román Sandoval.

El silencio retornó por unos segundos. El ambiente se tensó notoriamente. Varios hombres rodearon al joven herido. La intención parecía ser acabar con él. Sin embargo, los gestos faciales de los agresores se mostraron temerosos. Pareciera que estuvieran viendo un pelotón de sombras detrás del muchacho. Luis no entendía que sucedía. Lo cierto es aquellos criminales se transformaron en apacibles hombres. El muchacho aprovechó la confusión y les desvió la mirada. Instantes después se marchó sin decir una palabra. Los criminales le abrieron el paso sin poner resistencia. Nadie comentó nada sobre el suceso extraño que presenciaron. Se limitaron a desmenuzar la hazaña lograda por el vaquero, pero después de varios minutos, un miembro de la banda se animó a hablar.

-¿vieron lo que estaba detrás del chamaco cuando hablamos con él?-

-si- exclamaron varios criminales.

-no sé qué era, pero no pienso investigarlo-

Román Sandoval -quien era un hombre supersticioso y esotérico- les explicó que el joven estaba protegido por un poder celestial. Por esa razón lo dejo ir, y por eso mismo había vencido al “demonio” de Lobo Rodríguez.

-¡hagan lo que hagan, no se metan con ese muchacho!-

***

EL QUE A HIERRO MATA, DESAFÍA AL KARMA

-aquí mero está bien, muchachos… ¡Armen el campamento!-

-¿me decía Don José?… ¿Dónde vive el Lobo Rodríguez?- preguntó con serena calma Tadeo Jiménez.

-estamos a 3 kilómetros del “Picacho del Buitre”, pero no podremos subir con las camionetas y la artillería- comentó el Jefe de la Policía Rural.

-entonces tendremos que ir a caballo-

-está complicado General Jiménez- agregó Don José.

<<¿General otra vez?>> El Gato sonreía hacía el horizonte.

-bueno, pues entonces acamparemos hasta el amanecer y mañana los sorprenderemos-

-con todo respeto, yo creo que no debe de menospreciar al Lobo y a su gavia-

Advirtió el conocedor de la región. Sin embargo, fue respondido con sarcasmo.

-no Don José, usted no debe de menospreciarnos a nosotros, pronto vera de que estamos hechos-

- he escuchado varias historias- expresó el Jefe Rural.

-mejor aún, está a punto de vivir una muy especial- sonrió Jiménez.

***

La Cordada acampó a las 11:45 p.m. del 22 de enero de 1934. Sabían de la crueldad con la que se manejaban estos asesinos. No escatimaron en armamento y números. Rafael Garza estaba despierto todavía a las 2:00 de la madrugada. Fumaba un cigarro y observaba hacia el horizonte. Olía la sangre venidera.

<<ya deben haber matado a Luis ... espero recuperar su cuerpo>>.

El pistolero sintió familiares los llanos Jaliscienses. Tuvo la corazonada de haber estado allí pero no pudo recordar con exactitud.  Estaba sentado en el suelo. Se recargaba en una camioneta. Enseguida escuchó unos pasos aproximarse. Su intuición le predijo que era el “General” Tadeo Jiménez.

-fumando mariguana nunca vas a dormir... te necesitamos entero-

El Gato simplemente asintió con la cabeza.

-mañana vamos con todo el escuadrón a buscar al Huerco-  se extendió el General.

-me traes una pata- contestó Garza con sarcasmo. Según el estaría hecho pedazos.

-¿crees que ya lo hayan matado?- cuestionó empáticamente Jiménez.

-la única opción para que esté vivo es que apenas venga en camino- contestó Garza.

-¿y será tan estúpido como para venir a buscarlo hasta el Picacho?- especula Jiménez.

-fue tan estúpido como para venir a Jalisco, ¿Qué no?-

Conversaron por 40 minutos hasta que el Líder Cordado lo dejó dormir un par de horas. El día de mañana sería especial. Se percibía una atmosfera de maldad y muerte. Tadeo se despidió con su típica frase revolucionaria

-¡tumbando  y errando, Gato![2]- Rafael volvió a asentir con la cabeza.

<<maldito huerco imbécil, ¿cómo te viniste a meter con estos animales?>>

***

En la madrugada del 23 de enero, 55 pistoleros se levantaron a la voz de mando. Rápidamente recogieron parte del campamento y se alistaron para escalar el cerro. El General Jiménez organizó la estrategia. Don José Domínguez se ofreció como guía hasta la guarida del temible asesino. Los hombres prepararon equipo y armamento. El Jefe Rural conocía el terreno como la palma de su mano. Les explicó la manera de llegar sin ser detectados. 

A las 6:00 a.m. 40 hombres armados hasta los dientes subieron El Picacho con la consigna de capturar al joven norteño y de acabar con la banda criminal. Los mercenarios escalaron silenciosamente. Al llegar a la entrada de la cabaña se esparcieron alrededor para cubrir las salidas. Subieron 20 de los 40 hombres. El resto formó un perímetro amplio que serviría como refuerzo. Los pasos lentos sobre los matorrales producían un sonido parecido a la llovizna. Afortunadamente el agua había dado tregua. Sigilosos se acercaron al Jacal de adobe. Rafael y Tadeo se aproximaron a la puerta. El Gato le cubría la espalda a Jiménez como en los viejos tiempos. El Líder Cordado se colocó exactamente a la derecha de la puerta principal. Notó que estaba abierta. La cabaña parecía deshabitada. En ese momento El Gato se percató de un bulto recostado en el suelo.

-Tadeo…. ¡mira!- le indicó la dirección.

-no hay nadie en la casa- aseguró Jiménez.

Los pistoleros caminaron con confianza y se llevaron la sorpresa del día.

-¡Puta madre!- exclamó Garza mientras giraba su cabeza del asco producido.

-no me acordaba lo maricón que te pones a veces… ¿mira nomas?, el Huerco tiene muchos huevos-  expresó Tadeo ante lo observado.

-¿no habrá sido uno de su grupo?, acuérdate que son unos animales- comentó El Gato mientras escupía.

-¡en serio Gato!... ¿por qué te pones así? ¿cómo no te dio asco cuando le sacaste el ojo en Matamoros?-

***

Los pistoleros discutían diferentes teorías cuando escucharon dos disparos en el horizonte. Se observaron con sorpresa e inmediatamente comprendieron lo sucedido.

-¡el campamento!-

***

15 Cordados cuidaban la artillería pesada a las faldas del cerro. No podían subir el armamento a la expedición y se quedaron en el campamento. Uno de los hombres llamado Aristeo Gutiérrez caminaba fuera de la zona cuando escuchó el corte de cartuchos de varios rifles.

-¡arriba las manos cabrón!- Aristeo obedeció sin reparos.

El resto de los pistoleros estaban totalmente descuidados. Algunos tomaban café mientras otros desayunaban. Un par orinaba a las orillas de los vehículos. El ataque fue certero. Aristeo volvió desarmado y con un rifle apuntándole en la nuca. Observó que sus compañeros también estaban sometidos. Dos de ellos habían muerto de varios disparos. Gutiérrez no pudo contener su ira y los maldijo.

-¡hijos de puta! …no saben con quien se están metiendo-

-¡cállese el hocico!... ¿quién es el que tiene el arma apuntando?- reprimió el enemigo.

Román Sandoval tomó el mando de la situación. Hincó a los 13 rehenes restantes mientras sus hombres robaban todo lo que encontraban. Uno de sus secuaces descubrió el arsenal de armas.

-jefe, mire nomas lo que me encontré-

El nuevo líder se encaminó a su compañero y levantó la lona protectora en uno de los vehículos. Observó atónito el cargamento y enseguida aplaudió jubiloso.

-¡con estas máquinas nadie nos podrá detener, ni siquiera los federales¡-

La alegría era evidente en la banda de Román Sandoval. Hubo gritos y disparos al aire. Desbordaban felicidad por el descomunal hallazgo. Tenían inventario por años. Era tiempo de seguir la escuela dejada por Leobardo Rodríguez. Román ordenó matar a los 13 pistoleros de La Cordada. Los mercenarios estaban hincados, con las manos tomándose la nuca. Román llamó a uno de sus secuaces y le ordenó ejecutar a los enemigos. Se tomó un revolver de la cintura y se lo entregó para que empezara la masacre. Uno de los prisioneros habló de forma retadora. Preguntó si no tenía el valor para hacerlo por sí mismo. Sandoval se dio la vuelta. Retomó el arma que había entregado y le disparó sin piedad.

<<¿Qué decías?>> preguntó sarcásticamente el nuevo líder criminal.

***

Esta acción sacó de quicio a los rehenes. Los reclamos de piedad se acentuaron. Excepto por un prisionero que reía ante la terrible situación. Román se extrañó de esta conducta y caminó hasta él.

-¿de qué te ríes?- preguntó con arma en mano.

El mercenario carcajeaba psicóticamente. Su mirada estaba clavada en el vacío.

-¡contesta cabrón¡- reclamó Sandoval.

El pistolero reaccionó. Hizo contacto visual con Román y respondió espeluznantemente.

-¡te vas a morir!- sonrió de manera diabólica.

Dos segundos después, la cabeza de Román Sandoval voló en pedazos. Una lluvia de balazos aniquiló el campamento. El rugir de los mausser provenía de entre los arbustos. Disparos de todos calibres atravesaban los cuerpos de la banda criminal. El polvo emergía del suelo por las balas fallidas. Pedazos de leña caían despedazados de los árboles que servían como refugio en la batalla. El salvaje regreso de La Cordada arrasó con los criminales del Picacho. Los sobrevivientes huyeron entre la pradera. En menos de 12 horas se habían quedado sin líder nuevamente. Pero eso ya no importaba. Solo buscaban subsistir de la cruel emboscada. La balacera monumental se extendió por hora y media. Las detonaciones llegaron por todos lados. Los bandoleros estaban siendo superados en número y en estrategia. Al final del combate se vieron rodeados y decidieron rendirse. Muy mala idea.

***

Rafael y Tadeo caminaron entre cuerpos desmembrados. Por su parte Don José Domínguez no daba crédito al enfrentamiento que presenció <<el rumor sobre La Cordada era cierto>>. El General Jiménez ordenó que limpiarán el área del combate. Amontonaron todos los cuerpos sin vida de sus enemigos. Por su parte Rafael Garza Cantú asesinaba sin compasión a los 5 criminales que sobrevivieron. Una vez reunidos todos los cuerpos, sacaron combustible de sus camionetas. En seguida los quemaron en presencia de Don José. La Cordada se comportaba como auténticos animales. Según su punto de vista no había diferencia entre estos y los muertos. Dentro de su corazón sintió alivio por el final de los malhechores. Sin embargo, no estaba de acuerdo con los métodos utilizados.

-completa la frase Gato… ¿El que a hierro mata?- comentó Tadeo.

- ¡se lo carga la chingada!- contestó sin ninguna rima el pistolero neoleonés.

Don José les expresó su repudio y recriminó el acto de barbarie.

-General, eso no estuvo bien, a pesar de haber sido unos criminales ellos merecían un juicio y ser encarcelados-

-Don José, le dije que no nos subestimara… ¡maldita bola de animales!... primero debimos cortarlos en pedazos… y luego quemarlos-

El honrado Policía de San Miguel quedo atónito ante la respuesta de Jiménez. Buscó quien lo apoyara en su versión y entonces preguntó a El Gato.

-Rafael... ¿tú crees que estuvo bien lo que hicieron con ellos?-

-mejor pregúntele a los familiares de todos los que asesinaron estas lacras, tal vez ellos le den la respuesta que busca Don José-

***

Don José se excusó de aquellos pistoleros. Llamó a sus hombres para abandonar la causa de La Cordada. Simplemente no estaba de acuerdo con su modo de operar. Tadeo le agradeció su asistencia y le prometió ayuda si alguna vez la necesitaba. Rafael Garza escribió una pancarta donde avisaba a todos los pueblos vecinos que no tenían por qué temer. El grupo criminal de Leobardo Rodríguez había sido aniquilado por completo. Clavó una estaca en medio del muladar de cuerpos calcinados. El escrito era claro y entendible.

A todos los ciudadanos y pobladores de la región, les comunicamos de la manera más atenta que ya no tengan miedo a ninguna banda de criminales, y para los bandidos, esto es lo que les pasara si siguen atormentando a la población.

Atte La Cordada

Los pistoleros recogieron la totalidad del campamento. Verificaron que la artillería estuviera completa. Tadeo elevó su voz y con un grito ordenó alistarse para continuar con la misión.

-¿y ahora que hacemos Gato?-

-vamos a tumbar unas cuantas puertas de por aquí-

-¿y si no encontramos al muchacho?..- cuestionó nuevamente Tadeo.

- nos vamos a Veracruz...-

***

AÑORANDO EL REGRESO

VISITAS INCOMODAS

-te estas desangrando de nuevo, ni siquiera te han cerrado las antiguas heridas que te curé

¿y ahora otra vez? El Doctor observó con recelo y enojo al muchacho herido.

-pues sí, me tengo que cuidar más ¿verdad? -contestó el joven con una tímida sonrisa.

Mientras atendía al enfermo el Doctor Zaragoza miró a la familia Sánchez y se aseguró de que no escucharan lo que iba a mencionar.

-Los chismes corren muy rápido por aquí ¿sabías?... Por allí se escucha que un joven fuereño, y muy valiente según dicen, mató a Leobardo Rodríguez…. ¿si sabes quién es verdad?-

-No, la verdad no se Doctor-

-Era un bandolero, un ladrón, un asesino de por aquí que tenía muy asustada a toda la gente, pero, aun así, toda la tropa anda tras el que lo mató-

-¿A si?- respondió fingidamente el muchacho.

-Si… dicen que el asesino es joven, forastero, de vestimenta y acento norteño, tez aperlada... ¡y pide refugio con Don Felipe Sánchez! -  Exclamó enérgicamente el

Doctor.

Ante el reclamo airado la familia dirigió su atención a ellos. Sin embargo el medico los tranquilizó.

-todo está bien...-

Enseguida susurró.

-Mira muchacho, yo sé quién eres y que haces…. Si perjudicas a Don Felipe y a su familia te juro que yo mismo te traigo a la tropa-

Segundos después dio su diagnóstico. Le recetó unas medicinas y reposo absoluto. Instantes después se marchó. Sin embargo, el herido joven logró alcanzarlo justo en frente de su carro.

-¿Qué haces muchacho?..¿No ves que estas muy débil?-

-Doctor, necesito hablar con usted-

-¿Haber, de que quieres hablar?-

-Mire, yo sé que usted se dio cuenta quien soy desde la primera vez que me vio, Yo lo respeto mucho, en verdad y sin mentiras, le tengo estima-

-¿Y eso que?- contestó el medico

-vale más que no se ponga bravo[3] conmigo Doctor, yo lo menos que quiero es perjudicar a Don Felipe, solo quiero agarrar fuerzas pa’ irme, pero si por allí sé que un Médico le dijo a la tropa sobre un fugitivo por estas tierras, se lo juro por mi madre santa que antes de que me cuelguen.. usted me va estar esperando en el cielo-

-Claro que no nos vamos a encontrar, porque tú vas al infierno- respondió férreo el Médico.

-Pa’l caso es lo mismo, usted se muere primero, ¿entiende?-

Tras unos segundos de silencio. El Doctor comprendió la seriedad de las palabras. Asintió con su cabeza en señal de acuerdo.

-Que le vaya bien Doctor- exclamó Luis.

-¡La Cordada¡- replicó el Medico antes de irse.

El joven frunció el ceño y pidió que se explicara.

-¿qué me quiere decir con eso?-

-¡te anda buscando La Cordada!- comentó el medico

El corazón del muchacho se detuvo por unos segundos. Desde pequeño había escuchado anécdotas de este Grupo de limpieza. Sin embargo, jamás había comprobado su existencia. Para él era solo un mito.

-La Cordada es solo un invento para que la gente se porten bien- expresó incrédulo el joven.

-pues ese “invento” acabó con toda la banda de criminales del Lobo- contestó con sarcasmo el Medico.

<<¿Aquellos que me detuvieron en el cerro?... ¡no lo puedo creer!>>

-¿Quién le dijo eso?- cuestionó alarmado Luis.

-¡espérate, todavía no termino muchacho!… ¿sabes lo que hicieron con ellos?-

-no-

-los masacraron y los quemaron...... ni siquiera a los Cristeros los mataban así-

El joven dirigió su mirada al vacío horizonte. Se encontraba preocupado. El Doctor Enrique Zaragoza tomó con delicadeza el volante mientras esperaba la respuesta. El vaquero simplemente contestó de igual manera.

-¡Que le vaya bien Doctor¡-

 

***

Al as 3 p.m. del siguiente día se escuchó un ruido lejano proveniente de la brecha[4]a San Miguel. Pensaron que eran truenos del cielo, anuncios de otro torrencial. Pero al reconocer lo despejado del mismo salieron a cerciorarse. Don Felipe caminó varios pasos fuera de su rancho. Segundos después su curiosidad se transformó en asombro, y del asombro pasó al terror. La Cordada se aproximaba a toda velocidad. Camionetas, Carros y Caballos levantaban una enorme nube polvorienta. Parecían decididos a lo que sea. Don Felipe recordó instantáneamente los tiempos de la Guerra Cristera donde miles de familias murieron a manos de las sanguinarias fuerzas federales. Volvió a sentir esa horrenda punzada estomacal. Regresó a su casa de inmediato y obligó al muchacho a esconderse en el granero junto con su hija. Los jóvenes entendieron la gravedad del asunto con solo ver el rostro de Don Felipe. La Señora Nora derramó lagrimas ansiosas solo de considerar una nueva Cristiada.

Los muchachos se adentraron en el granero. Nora se dirigió a un sótano escondido en el que la pequeña puerta estaba cubierta con paja. Se introdujeron allí y esperaron a que pasara el momento de tensión. Los mercenarios tocaron fuertemente la puerta. Don Felipe les abrió. Al otro lado se encontraban Tadeo Jiménez y El Gato.

-buenas tardes-

-buenas tardes señores, ¿Que se les ofrece?- respondió amablemente el campesino.

-andamos en busca de un bandido que anda suelto por estas tierras, ya mató a dos personas, una en San Miguel y otra en Arandas-

-¡ah pues suena peligroso!- contestó consternado Don Felipe.

-no solo eso, en Reynosa Tamaulipas acabó con la vida de uno más-

-¿entonces son tres?- exclamó Don Felipe.

-¡bueno pa las matemáticas¡- contestó irónicamente El Gato.

-mire señor, necesitamos que nos diga si lo ha visto, es delgado, mide como 1.78 de estatura, blanco con pelo castaño, anda vestido con atuendos norteños-

-no me suena[5]- replicó el campesino.

-pues yo creo que sí, ¡Ya se sonó a tres[6]¡ - comentó Rafael mientras jugaba con un vaso de la mesa.

Tadeo observó a su compañero con desprecio e ignoró sus comentarios.

-señor, ¿lo ha visto?- preguntó volviendo al tema.

-no, no lo he visto-

-¿y usted señora?...¿no lo ha visto?-

-no- contestó Doña Nora.

Tadeo observó con el mismo desprecio a la pareja y simplemente se disculpó por el inconveniente. Ambos pistoleros se despidieron. Don Felipe cerró la puerta y se dio la vuelta para ver a su mujer. Se recargó por unos segundos y suspiró con descanso. Contempló a su esposa y le sonrió. Intentó decirle algo, pero en ese mismo instante la puerta voló en pedazos. Don Felipe cayó boca abajo. Su esposa gritó estremecedoramente y este hecho alarmó a los jóvenes en el granero. Tadeo, El Gato y tres pistoleros entraron a la fuerza. Inspeccionaron todas las habitaciones. Tumbaron y destruyeron todo a su paso. Levantaron camas, movieron mesas, destruyeron platos, vasos de barro, sillas y demás muebles. Salieron al patio y divisaron el granero. Don Felipe abrazaba a su esposa. Estaban invadidos de terror.  

<<si encuentran al muchacho, nos van a colgar a todos>>

***

Los cinco pistoleros inspeccionaron el patio y después ingresaron al granero. Revolotearon todo el lugar. La paja se esparció totalmente por la superficie. Los mercenarios guardaron silencio absoluto. Esperaban escuchar alguna anomalía. Algo fuera de lo común. Luis le tapaba la boca a Nora dentro del sótano. La chica derramaba lágrimas inquietas. La preocupación por sus padres la hicieron gimotear de ansiedad. El pequeño ruido captó la atención de Tadeo. Enseguida caminó lentamente hasta el atrayente sonido. Pateó una cubeta para despejar el área. Removió algo de paja y al instante encontró la causa. El líder de La Cordada observó a sus pistoleros. Carcajearon estruendosamente y enseguida persiguieron a un inquieto roedor. Rafael Garza se retiró después la actitud infantil de sus compañeros. Posteriormente salieron del granero. Se dirigieron a la Familia afligida e hipócritamente comentaron;

-¡Usted disculpe!- a continuación se marcharon.

Horas después el joven decidió partir. No quería volver a exponer a la familia Sánchez. Ni siquiera esperó a recuperarse completamente. La siguiente madrugada ensilló su caballo. Empacó sus cosas y se fue en silencio. Al abrir la puerta principal lo sorprendió una persona afuera. El muchacho tuvo que controlar su caballo ante el reparo animal. Aquella persona era Don Felipe.

-¿Que hace despierto a estas horas Don Felipe?- tartamudeó el vaquero.

-asegurándome que todo este sereno…. ¿y tú qué haces?... ¿Te vas?-

El muchacho entristeció en segundos. Cabizbajo le afirmó su cuestión.

-¿Ni siquiera tienes la decencia de despedirte de mi señora y mi muchacha?-

-Don Felipe, yo no soy...- En ese momento es interrumpido.

-Yo lo se muchacho, yo sé todo, sé quién eres… para serte sincero, estaba aquí afuera para asegurarme que no vinieran por ti.-

-Don Felipe yo estoy muy agradecido con usted, de verdad que no tengo palabras, pero me tengo que ir de esta manera, no quiero causarle un mal, además no soy un buen hombre... ¡he provocado mucho daño por acá!- comentó apesadumbrado.

-Ni siquiera tienes la edad de un hombre, eres un muchacho todavía, no sabes ni lo que dices, eres un héroe Luis… ¡mira que matar al Lobo Rodríguez no cualquiera!, hace mucho que la gente vivía con miedo por el- expresó con agradecimiento Don Felipe.

-Pues sí pero… ¿Que me dice de Don Agapito?... .él era un buen hombre- expuso delicadamente.

-Todos nos equivocamos alguna vez…. pero me imagino que debes haber tenido una razón muy poderosa-

El vaquero casi derramó una lagrima, pero logró contenerse.

-Don Felipe, por años he estado decepcionado de México, de su maldito gobierno, del salvajismo de sus criminales, la hipocresía de su gente, he tenido experiencias donde la avaricia destruye familias, pero usted... usted hace que vuelva a tener fe en las personas. Busque debajo del colchón, allí les dejé algo como agradecimiento... adiós-

La despedida fue sumamente emotiva. Se fundieron en un fraternal abrazo. Enseguida montó su caballo de nuevo. Azotó las riendas y se marchó para siempre.

 

Próximamente el Capítulo 9....


[1] Palabra coloquial utilizada en la época revolucionaria para referirse a la próxima ejecución o asesinato de una persona

[2] Frase que se refiere a hacer las cosas rápida y correctamente.

[3] Envalentonarse.

[4] Camino.

[5] No reconozco la información.

[6] El personaje del “Gato” implica con un juego de palabras en doble sentido que el sospechoso –Luis de la Garza- se puede “sonar” –golpear o hasta matar- a Don Felipe en una confrontación física o armada.

(9,10)