Nuevos relatos publicados: 13

La Soledad de los LLanos (Capitulo 9)

  • 19
  • 11.477
  • 9,00 (8 Val.)
  • 0

CAPITULO IX

Emprendió su viaje de vuelta a casa. Cabalgó por 6 días hasta llegar al pueblo de San Luis Potosí. Dormía cada noche en la soledad de los llanos y comía de la naturaleza. Estaba muy escaso de dinero. La mayoría de sus ahorros los dejó a la familia Sánchez en señal de gratitud. La conciencia lo estaba despedazando durante sus solitarias noches. No podía conciliar el sueño. El joven se había vuelto un manojo de nervios. Un día -después de varias horas de camino- se encontró totalmente solo en el monte. Estaba cerca de obscurecer y debido a su mala alimentación se sintió muy débil. Decidió detenerse. Hizo todos los arreglos necesarios para descansar un poco. La noche había llegado y no había manera de avanzar.

Construyó un refugio improvisado y se dispuso a dormir. Así pasaron varias horas. Su caballo estaba tranquilo. Su cabeza la recargó en la montura, la tomó como almohada. Su sarape lo abrigaba del frio del alba. Sin embargo su mente continuaba perturbada. Sintió el relincho de su fiel animal y se despertó asustado, inquieto. Cuando buscó al caballo con su mirada se encontró con la silueta de Agapito Ramírez. Estaba justo en frente. La impresión lo hizo levantarse y tropezar. Cayó entre unos matorrales. El bulto obscuro le reprochaba su pasado.

-¡tú me mataste¡….¡maldito asesino¡-

El muchacho trató de incorporarse, pero en ese momento sintió la presencia de alguien más. Se giró para encarar la nueva amenaza y su corazón estuvo al borde del colapso. Su cuerpo se congeló por completo cuando contempló a Leobardo Rodríguez. Estaba sonriente y sin su parche. Mostraba sin pudor el horripilante hoyo de su ojo tuerto. El sádico asesino carcajeaba de forma perturbadora y enseguida le mostró su herida en el cuello.

-eres más malo que yo, solo mira como me dejaste. Debiste unirte a mí, no pelear conmigo-

El muchacho se encontraba aterrorizado. Gritó despavorido ante las horrendas y tenebrosas apariciones que presenciaba. Trató de defenderse, pero no contaba con ningún arma. Su rifle 30-30 y su par de pistolas se encontraban perdidas en el fango del Picacho. Tembloroso hurgó entre su cuerpo. Buscaba una daga o algún tipo de arma para defenderse, pero desafortunadamente no encontró nada. Se levantó para huir, pero al llegar a su corcel contempló la escena más grotesca que jamás pudo imaginar. Su caballo estaba siendo montado por una persona con agujeros gigantes y asquerosos en la cabeza. Se observaba claramente la luna a través del mismo cráneo. El horripilante ser se dirigía al muchacho con actitud perversa.

-¿no creo que me reconozcas así verdad?- carcajeaba Adolfo Villarreal totalmente desfigurado.

La reunión de los 3 espíritus desarrolló el más profundo terror en el muchacho. Lo atormentaron por horas mientras huía a pie entre la maleza. Las espinas de nopal rasgaron sus piernas y despavorido buscó refugiarse de los espectros.

-¿Porque me mataste?... yo tenía familia- penaba el alma de Don Agapito mientras Luis se protegía detrás de un árbol.

-únete a mí, maldito asesino – exclamaba el Lobo.

-te crees hombre de honor, pero no eres más que un matón cualquiera- gritaba Adolfo Villarreal.

La desesperación consumió al muchacho. Sus pulsaciones cardiacas se revolucionaron de manera descomunal. No resistió un segundo más. Enseguida gritó ensordecedoramente para después despertar al instante. Estaba empapado, el sudor rondaba por su frente. Su respiración continuaba acelerada. Solo había dormido una hora sin embargo sintió pavor de volver a los brazos de Morfeo. Se levantó y apagó la fogata. Ensilló su caballo y prosiguió su camino aun entre la obscuridad de la noche.

***

EL RINCÓN DEL ÉBANO OLVIDADO

Don Pedro Ibarra cabalgaba junto con Ramón para realizar una transacción de ganado. Ambos trotaban lentamente mientras el Capataz hablaba de la difícil situación que vivían. Aprovechaba cada momento para instruir al joven sobre los negocios de temporada. Sin embargo, observó que su acompañante navegaba por el limbo. De inmediato le reprochó su falta de atención.

-¿entonces me entendiste Ramón?-

-si- contestó descuidado el segundo hermano.

-¿haber que te dije?- cuestionó de forma retadora el Capataz.

-¿este? ..yo, no… ¿este?- titubeó Ramón.

-debes poner atención, ¿Que no te das cuenta que tú eres la cabeza de la familia ahora?-

-¡como extraño a Luis¡- expresó un desilusionado hermano menor.

-sí, lo se… ¡que equivocada se dio tu hermano!- respondió Don Pedro mientras azotó las riendas.

Ramón no se sentía capaz de ser el sostén de la familia. No confiaba en su habilidad para administrar la hacienda. Su capataz le comentó que era inevitable la responsabilidad. Algún día tendría que hacerse cargo ya sea del Rincón del Ébano o de la nueva familia que formaría en un futuro. El joven continuaba confundido. No obstante Don Pedro le prometió que nunca los dejaría solos y pondría todo de su parte para alivianar las tensiones.

-es que no sé qué hacer Don Pedro…… Juanito no me hace caso y Chelo menos-

Expresaba decepcionado el segundo hijo de la familia.

-Esa no es tu responsabilidad Ramón, ellos son huercos igual que tú, déjalos ser, solo vigílalos para que no anden haciendo travesuras- respondió el siempre ecuánime Capataz.

-a Luis lo respetaban- comentó Ramón un tanto dolido.

-le tenían miedo, tú eres más comprensivo, mira… tu preocúpate por llevar las cuentas bien nada mas-

Ramón agradeció el comentario y le palmeó la espalda de Don Pedro.

***

LA MAQUINA EN TIERRAS JAROCHAS

Un pelotón de 50 hombres arribó a las costas del puerto de Veracruz. La población se mostró desconcertada por la llegada del convoy. Los observaban con asombro. Las camionetas se estacionaron fuera del Gran Café de la Parroquia. Un lugar muy tradicional del puerto. Allí mismo preguntaron por Esteban García Courier. Los alegres veracruzanos describieron amablemente la manera más adecuada para encontrar a la persona solicitada. Al instante emprendieron la ruta. El General Jiménez le ordenó descanso a sus pistoleros. Tadeoy El Gato harían la visita. Rafael contradijo la orden en privado. Comentó que no era inteligente ya que podían encontrarse al valiente muchacho por los terrenos cercanos a la casa de Esteban García Courier.

-¿Por qué los dejaste descansando?- reprochó el Gato.

-porque se lo merecen, tu y yo venimos en carro ¿pero los que vienen montando?.. ¡ya llevamos más de 1000 kilómetros recorridos!- contestó con decisión el jefe de la Cordada.

-por eso, ¿pero qué tal que nos topamos al huerco?- insistió Rafael.

-¿ah chingado?.. ¿No me digas que después de todo lo que has hecho en tu vida, le tienes miedo a ese escuincle pendejo?- respondió sorprendido Jiménez.

-no es miedo Tadeo, es precaución… según tu es un “pendejo” y por lo pronto ya se chingó a Villarreal, a Ramírez y al Lobo-

<<Siempre fuiste un ocasionado[1] Rafael>> pensó el General Jiménez.

***

El par de matones arribó al hogar de la familia García Courier. Se dirigieron a la puerta y tocaron sin recato. Los recibió una joven de aproximadamente 17 años de edad. Su hermosura dejo sin palabras a los mercenarios.

-buenos días, ¿en qué les puedo ayudar?-

Los pistoleros, aun asombrados por la belleza de la doncella, volvieron a sus cabales.

-¿aquí vive Esteban García?-

-sí, permítanme un minuto- contestó la joven.

La preciosa dama se adentró en su hogar y buscó a su hermano. Mientras los matones cruzaron miradas y se entendieron sin hablar <<Que hembra tan hermosa>>

-¿Esteban, Esteban?- alzó la voz la bonita adolecente.

-¡A cómo te gusta gritar mujer¡- contestó el hermano mayor.

-te buscan dos hombres-

- muy bien, gracias

Esteban se dirigía a la puerta cuando su hermana lo volvió a detener. Enseguida le murmuró algo al oído.

-están grandes y feos, parecen peligrosos, cuídate hermano-

-muy bien, vete al jardín trasero-

Esteban García recibió a ambos personajes. Los invitó a su imponente sala y allí sostuvieron una conversación amistosa, aunque con cierto grado de tensión. Los mercenarios se presentaron con nombres originales y sin mentiras. El veracruzano los observó con extrañeza. García logró recordar a Rafael Garza. En algún momento de su vida se lo había encontrado por las áridas regiones del noreste mexicano.

Esteban García Courier era una persona relativamente joven. Contaba con 31 años de edad al momento de aquella visita. Nació el 2 de abril de 1903 en un poblado llamado San Rafael Veracruz. Este municipio se encuentra a 162 kilómetros del puerto Jarocho. Era reconocido por la inmigración de franceses durante la época de Maximiliano. Su madre, -Doña Amalia Courier- era de ascendencia europea y su padre -Esteban García Toledano- era originario de la capital del país.

Su padre era un prominente empresario que se adelantó a su época. Tenía la visión de crear una raza de ganado pura y de muy bajo precio. Esta idea se originó después de un viaje que hizo a Francia con la familia de su esposa. Estuvo en contacto con criaderos franceses y llegó a la conclusión que una vacuna podría extraer el ADN del animal para mezclarlo entre el ganado mexicano. Era un movimiento arriesgado, pero de mucho beneficio si llegaba a funcionar. García Toledano probó su experimento en su regreso a Veracruz. Años después pudo constatar que la calidad del animal era superior a la de su antecesor charchino[2]. Desafortunadamente encontró la muerte en la ciudad de México el 19 de noviembre de 1910.

***

En enero de 1910 un norteamericano llamado Gregory Tunstall llegó al puerto de Veracruz procedente de la fuerte empresa petrolera Waters-Pierce. Estaba interesado en comprar terrenos con potencial. Negoció con propietarios y empresarios responsables de administrar las tierras ricas en petróleo de Veracruz. Entre estas personas se encontraba Esteban García Toledano. Gregory Tunstall y una comisión de 5 personas se reunieron a comer con García Toledano para exponerle su propuesta. La empresa Waters-Pierce logró convencer al tenaz empresario y llegaron al acuerdo de hacerlo accionista minoritario. El trato estaba hecho. Solo faltaban las firmas de las escrituras. Sin embargo, se tenía que viajar a la capital del país para hacer valido el trámite. Lamentablemente en aquella visita les tocó el estallido de la Revolución Mexicana. Ante el imperante desorden un escuadrón de rebeldes los asesinó en una toma de rehenes.

La viuda Amalia Courier se hizo cargo de todos los negocios de su esposo. Para su fortuna, su familia era muy unida y tenían mucha experiencia en el área comercial. Esteban hijo contaba apenas con 7 años. Sin embargo, su interés por los negocios era muy inusual. A diferencia de Luis, creció con mucho respaldo y cariño. En poco tiempo superaron la pérdida del jefe de la familia y llegaron a ser muy exitosos. El negocio fuerte de la familia Courier siempre fue el ganado. No obstante, recibieron una cantidad estratosférica de dinero a cambio de las tierras que pasaron a ser propiedad de la empresa norteamericana.

Esteban García Courier se hizo cargo de todo cuando cumplió 17 años de edad. Para ese entonces la familia García Courier ya estaba establecida. Su fortuna llegó en base al gran pago que obtuvieron por la venta parcial de sus tierras y por un enorme cliente que acaparaba el 70% de toda su producción de ganado.

***

-Así como lo oye Don Esteban, usted corre peligro y nosotros estamos aquí para servirle- expresó Tadeo con certeza.

-les agradezco mucho su atención, pero creo que esto lo puedo manejar yo solo- contestó Esteban con serenidad. Sin embargo, una carcajada sonora retumbó la sala de aquella enorme mansión.

-déjeme y le cuento algo que quizás usted no sepa- mencionó Rafael Garza Cantú.

-este huerco se metió solo a la hacienda de Adolfo Villarreal, <a quien no tengo que describir lo hijo de perra que fue>, para después asesinarlo en su propia fiesta, y delante de sus guardaespaldas. Cabalgó por más de 900 kilómetros hasta llegar a San Miguel el Alto Jalisco. Buscó a Don Agapito Ramírez, <el cual todo el pueblo adoraba> y lo mató en una cantina rodeada de sus amigos. Después se fue a la punta de un cerro <inaccesible por cierto> para enfrentarse al hombre más sanguinario e hijo de puta que he conocido en toda mi vida. Y lo despedazó a machetazos.

El Gato fue interrumpido por Tadeo. –te faltó mencionar que subió al cerro sabiendo que El Lobo tenía a su disposición 30 psicópatas que matan sin preguntar-

Rafael retomó la conversación sarcásticamente.

-¡gracias por el dato¡ …cómo le iba diciendo, este muchachito no le tiene miedo “ni al maldito diablo”, por lo tanto; dudo mucho que usted “pueda manejarlo solo”- terminó su discurso Rafael.

Esteban García Courier observó a los prepotentes pistoleros y les contestó con decisión.

-¿Entonces que me quieren decir con eso?... ¿Que solo ustedes pueden detener a un niño de 22 años que lo quieren hacer pasar por “Billy The Kid”? ¿O solo están en busca de la recompensa?-

Los pistoleros se observaron mutuamente y entre jadeos cómicos Tadeo contestó -pues el dinero no nos estorba-

-señores permítanme un momento- Esteban García Courier los dejó en la sala. Tomaron una copa de whiskey tradicional escoces durante su ausencia. Momentos después regresó con una bolsa repleta de dinero.

-esto es una prueba de mi gratitud por haber venido desde tan lejos a ponerme en aviso. Afortunadamente ya sabía de estas noticias que me traen. Tomen el dinero y les doy la voz de arranque para que asesinen a este bandido. Les prometo $500 pesos a cada uno de sus hombres, pero para ustedes dos subiré la recompensa a $1000 pesos-

Los mercenarios tomaron la bolsa. Con temple de acero aseguraron el cumplimiento del trabajo y posteriormente se fueron. La puerta ya se había cerrado, entonces Esteban se sentó en el sofá principal muy pensativo. Segundos después sintió la mano reconfortante de su madre. Ella mencionó que dichas noticias eran de esperarse. Esteban rezó por que los pistoleros encontraran al muchacho para su captura o asesinato.

-No hay que mencionarle nada de esto a Amalia-

-no lo hemos hecho en más de 18 años hijo-

-¿decirme que?- interrumpió la hermosa adolescente.

***

EL ROMPIMIENTO INMINENTE

-vendiste bien al súper-asesino. No cabe duda que funcionó. El mentao[3] Esteban trajo el dinero al instante- vociferó sonriente Tadeo Jiménez.

-yo no vendí nada…… el huerco es de respeto- contestó con seriedad el Gato.

-¡párate ahí ¡ - exclamó Tadeo -ten, agarra este dinero-

El líder corrupto repartió el efectivo que les entregó Esteban García Courier. Rafael sin ningún titubeo tomó su parte y meditó su futuro inmediato. Caminaron hasta encontrarse con el resto del escuadrón. El Gato siempre tuvo el presentimiento de que tarde o temprano sería emboscado. Nunca se sintió enteramente confiado, ni de Tadeo Jiménez, ni tampoco de sus secuaces. Hizo una buena aritmética mental con las bolsas prometidas. Concluyó que el recorrido no era un buen negocio. Repartir el botín entre 50 hombres era una clara señal del poco efectivo con que quedaría. Por una parte, estaba seguro que era mucho dinero el que estaba en juego. Existían diversas recompensas sobre el muchacho. Seguramente después del asesinato se cobrarían todas las bolsas prometidas. Tanto las legales como las del bajo mundo. Sin embargo, consideró mejor opción separarse del grupo. Lo hizo por mayor seguridad y por avaricia. Quería cobrar todo para el mismo. Un par de horas después se despidió de Tadeo Jiménez.

-bueno pos yo hasta aquí llego-

Tadeo se detuvo desconcertado. Enseguida reclamó aquella decisión.

-¿Qué paso cabrón?... ¡no te eches para atrás!  ya nos falta poco para hallar al huerco, no tarda en venir aquí, y entonces lo quebramos-

-mira Tadeo, ya sabes los correderos[4] del muchacho. No me necesitas, y para serte franco sé que me quieres matar. Nomás buscas la oportunidad, cosa que no te voy a dar-

Se clavaron mutuamente la mirada. Tadeo continuaría la tensa conversación.

-si te quisiera matar ya estuvieras muerto cabrón, ¿O qué? ¿Apoco puedes contra todos nosotros?-

-pos de perdido unos 5 se van para la pasta grande[5] conmigo, y planeo que tú seas uno de ellos- contestó con atrevimiento el desertor.

-pinche gatito, tan maricón que me saliste- carcajeó Tadeo mientras suavizaba el tema.

-antes que termine el año, yo voy a estar mucho mejor que tú, ¡te lo aseguro!- vociferó decididamente Rafael.

-¡pos entonces rúmbale a la chingada, así alcanzamos más dinero¡- exclamó con coraje el líder Cordado.

-¡esa es la actitud mi General¡ al fin de cuentas yo tengo otro trabajito por allí, y no pienso compartirlo con nadie. Disfrute la espera, me imagino que se quedara en Veracruz respondió Garza mientras montaba un caballo.

-hasta que llegue el huerco nomas- contestó sereno El General Jiménez.

-ta gueno, pos suerte- expresó Rafael mientras agitaba las riendas.

-¡maldito hipócrita¡- reclamó el líder criminal. Entonces Rafael se detiene.

-por cierto, no se haga pendejo mi General, venda los caballos de los muertitos, se ve que se está pelando[6] por hacerlo-

Instantes después de aquella declaración se perdió entre las calles del puerto para nunca más ser visto por allí. La voz de Aristeo Gutiérrez se cimbró en los tímpanos del General Jiménez.

-tenemos que matar al Gato, por desertor y traicionero mi jefe.-

Jiménez le restó importancia al hecho. Respondió que de encontrárselo nuevamente la orden era asesinarlo sin piedad. Sin embargo, para esta acción tendría que hacer una llamada al Gobierno Federal. Era necesario gestionar una orden de aprehensión y recompensa en contra del Gato.

-¡primero hay que ponerle precio a su cabeza, para que la matada costee[7]!-

***

EL VIAJE DEL ENCUENTRO CONSIGO MISMO

La desorientación y el cansancio hacían estragos en el muchacho. Todavía presentaba secuelas claras de aquellas intensas batallas que libró en la perla de occidente. Para un joven de 22 años era poco usual sufrir ataques de ansiedad. Estos se le presentaban en lapsos muy repetidos del día. Su respiración triplicaba la velocidad normal. El delirio de persecución lo mantenía siempre alerta, pero su desgaste físico y mental era demasiado notorio. Luis se había vuelto extremadamente desconfiado. Después de varios días cabalgando tuvo la sensación de haber perdido a sus perseguidores. Por momentos se sentía cada vez más cerca de su casa. Cada galope de su fiel caballo era sobre nopales y cactus.

Las pencas y magueyes habían desaparecido. Esto le indicaba que había dejado atrás el estado de Jalisco. Seguramente continuaba en territorio potosino. Había galopado por más de una semana. Según sus cálculos llevaba 280 o 300 kilómetros recorridos. Pasaron días enteros en los cuales no comía bocado alguno. Su condición física era deplorable. Para colmo de males sus angustias mentales lo condujeron al borde del rompimiento emocional.

No estaba totalmente seguro de su ubicación. Entonces decidió cabalgar por un día más. 45 kilómetros se aglomeraron a su record. Se sentía cansado, deprimido, ojeroso y con un gran cumulo de sentimientos encontrados. El horizonte rojizo le avisaba que había transcurrido otro atardecer. El dolor en su cuerpo le exigía descanso. El camino parecía no acabar. La soledad ya no era tan placentera como en otras ocasiones. Por momentos creyó escuchar voces y risas que se escondían entre los matorrales. Aseguraba ser observado al andar. El riesgo que su mente le jugara otra broma pesada era muy alto. Una visita más de sus enemigos caídos lo desconectaría de la realidad para siempre. El joven cerró sus ojos y dejó que su caballo lo condujera hasta donde tuviera que llegar. Empezó a respirar hondo y profundo para tranquilizarse. El camino que seguía fue desapareciendo gradualmente. Se detuvo sobre una loma y no divisó una sola vereda que le mostrara como continuar su travesía. Le tranquilizaba el hecho de haber perdido a sus hostigadores, pero el encontrarse totalmente solo y sin un alma física en kilómetros a la redonda lo afectó mentalmente.

***

El muchacho estaba al borde de la locura. Volteaba para todos lados y solo observaba monte, matorrales, huizaches, mezquites, chaparros, y todo tipo de ramas espinosas. Forzaba su vista al máximo y simplemente no encontraba rastro de nada. Los coyotes empezaron a aullar. Su desesperación lo desbordaba. El muchacho se encontraba perdido, sin comida y con los nervios de punta. Cabalgó su bajada de la pequeña loma y para su fortuna logró escuchar unas notas de acordeón. Su corazón volvió a triplicar su velocidad, pero esta vez fue de emoción positiva.

Al fin se encontraría con una persona que lo pudiera ubicar. Sinceramente no sabía ni que rumbos había tomado. Pronto escuchó la melodía más cerca. Divisó a lo lejos una pequeña y descuidada cabaña donde -por supuesto- podría dormir. Estaba cansado de pernoctar a la intemperie. Cabalgó un poco más rápido para llegar al desolado rancho. Bajó de su caballo y caminó con dirección a la puerta principal. Al escuchar aquel instrumento de viento se imaginó a un viejecito tocando magistralmente esos acordes, y en efecto, fue tal y como lo había pensado. Entró sin muchas formalidades y se encontró con un anciano de entre 75 a 80 años tocando un acordeón viejo y sucio. Los compases musicales daban las notas de “La Evangelina”. Una polka compuesta por uno de los mejores acordeonistas de la época, El famoso Antonio Tanguma Guajardo. El anciano dejó de tocar al sentir la presencia extraña.

 -¡Buenas tardes¡-  exclamó Luis denotando un cansancio palpable.

 -buenas tardes hijo, ¿Quién eres?- contestó el anciano

 -no se apure, solo quiero que descanse un rato mi caballo, y a luego me voy-

 -ah ta bueno, me llamo Eustolio García, pero me dicen Don Tolo- 

 -un gusto Don Tolo, ¿de pura casualidad no tendrá agua para tomar?-

 -Si mijo, claro que sí, déjame traerte algo-  El anciano se levantó con dificultad para atender al joven. Sin embargo, el muchacho notó que era ciego. En seguida se ofreció en hacerlo el mismo.

 -no se apure Don Tolo, yo voy por el agua, nomás dígame donde-

-ahí ta el jarro arriba de la alacena-

***

Conversaron por varios minutos. De pronto la obscuridad de la noche les avisó que era hora de encender las lámparas de gas. Don Tolo no las necesitaba desde hacía más de 15 años. El muchacho con amabilidad se ofrece nuevamente a proveer de luz aquel pequeño hogar. El anciano se lo agradeció. Siguieron la conversación y en un aplomo de confianza el joven le contó todas sus andanzas por los rumbos del occidente. Don Tolo comentó su satisfacción que alguien anduviera por aquellas desoladas tierras. Siempre se había caracterizado en su juventud por ser un hombre de amplias conversaciones. El joven le pidió permiso para quedarse por esa noche. En realidad, necesitaba descansar.

-si no es mucha molestia, le pido posada[8] para quedarme esta noche, en la mañana me voy Don Tolo-

-¿pos que son esos prontos huerco?, descansa, la verdad se te nota que andas muy mal-

-¿y cómo sabe usted?- sonrió el joven.

-pos andas arrastrando las patas como macho[9] prestado-

El joven soltó una fuerte carcajada y de pronto pensó para sí mismo.

<< ¿Hace cuánto que no me reía?>>

Optó por preguntar la principal cuestión que tenía en mente desde que divisó la cabaña. Tomó la taza con agua y bebió un poco. Suspiró aliviado y después preguntó su duda.

-¿Dónde estamos?-

-En medio de la nada mijo- contestó el viejo.

-¿La Nada San Luis Potosí?- ambos carcajearon por la broma bien intencionada del joven.

-no, aquí es Tamaulipas- replicó el anciano.

-¿En serio Don Tolo?…… ¡yo soy tamaulipeco!- exclamó el muchacho.

-pos si pero tú eres de los Ébanos ¿dijiste?-

-si-

-aquí estamos en un rancho solitario que le pertenece al Ejido de Don Manuel-

-no conozco- expresó su duda el joven.

-cerca de Tampíco-

<< ¡Hasta donde vine a dar!>> -pos estoy muy lejos de la frontera-

-lejísimos huerco… te faltaran como unas 100 leguas-

-¿y cuánto es eso?-

-unos 500 kilómetros- describió el sabio hombre.

-¡semana y media¡- desesperó Luis.

-mira muchacho, te oyes cansado, mejor quédate unos días, sirve duermes y comes bien, ya después te vas-

-pos si, bueno Don Tolo, le agradezco mucho su amabilidad, lo dejo porque me voy a dormir si no es mucha molestia-

-para nada muchacho, descansa yo también ya me voy a dormir-

El joven se levantó de su silla y a paso arrastrado apagó los candiles

-buenas noches Don Tolo-

***

Al día siguiente el muchacho corroboró lo que el anciano había comentado la noche anterior. <<si estamos en medio de la nada>> El pueblo más cercano era un ejido sin nombre al que conocían como “Don Manuel”. Allí habitaban 5 familias y se encontraban a casi 80 kilómetros de distancia. De todas formas, no quiso regresarse. Los días en casa de aquel amable viejecito fueron recompensas de oro para Luis. Encontró todo lo necesario para recuperarse. Se tomó unas pequeñas vacaciones con su nuevo amigo. Disfrutó 3 noches y 2 días en aquel lugar. Una vez más acomodó sus sentimientos. Por las tardes contemplaba de nueva cuenta lo hermoso de la soledad en los llanos.

Al tercer amanecer se encontraba listo, cargado y abastecido para emprender el viaje a casa. Como cada mañana se levantó observando al cielo para pedirle a Dios que lo cuidara de todos los peligros. Simplemente deseaba volver a ver a su familia. Después de unos minutos de oración se colocó el sombrero y montó su caballo. Pensaba despedirse de Don Tolo, pero el viejo lo interrumpió para pedirle un último favor.

-muchacho, antes de que te vayas quiero pedirte algo-

-claro que si Don Tolo, lo que sea-

-¡quiero que me mates!-

Su sonrisa se desvaneció ante aquel mortal requerimiento. La sorpresa fue monumental. Aquellas palabras removieron la perdida ansiedad del muchacho. Se cerró en su concepción de lo correcto. Agitó su cabeza negativamente mientras le contestaba con 3 rotundos “NO”.

-¡NO NO NO…. No puedo hacer eso Don Tolo!- contestó contrariado. Sin embargo, el anciano expondría sus razones.

-mis hijos… Ya no vendrán por mí, hace meses que no sé nada de ellos. Los que me traen de comer son gentes del ejido Don Manuel, y pos a veces... - suspiró depresivo -a veces me quiero quitar la vida-

El muchacho lo miró compasivamente. Don Tolo sacaba la basura dentro de su corazón y seguía comentándole la razón de su pedido.

-yo soy buen Cristiano… y no quiero ofender a “Dios Nuestro Señor” si me mato-

El joven contestó contundentemente.

-yo tampoco quiero ofender a Dios-

-¡pero tú ya has matado¡- replicó el anciano.

-y eso se lo tendré que explicar a Nuestro Señor, lo siento Don Tolo, no puedo hacer lo que me pide- terminó la conversación tajante.

Un momento de amargura invadió al joven cuando notó la tristeza acumulada por años de Don Eustolio García. Pensó comentarle que volvería para llevarlo a Los Ébanos, pero no estaba seguro de hacerlo. Tenía una encomienda pendiente. Por esta razón no quiso crearle falsas expectativas. Los minutos transcurrieron en silencio y el ambiente se impregnó de tristeza y dolor. El anciano rompió el hielo.

-¿ahí tas todavía mijo?-

No se agregó ni una sola palabra. Solo se escuchó el galopar de aquel jinete que se alejaba para nunca más volver.

Próximamente el Capítulo 10...


[1] Ventajoso.

[2] Palabra usada específicamente para describir animales de poca calidad.

[3] Persona que es nombrada con regularidad por su fama o notoriedad.

[4] Caminos, rutas.

[5] Expresión utilizada para referirse al cementerio, panteón o campo santo.

[6] Expresión utilizada para referirse a la “desesperación” por realizar una acción determinada.

[7] Llevar a cabo determinada acción que tenga particular lucro.

[8] Lugar especialmente acondicionado para recibir y hospedar viajeros y turistas.

[9] Animal de sexo masculino que resulta del cruce de una yegua y un burro, o de un caballo y una burra, son animales estériles y por lo regular se utilizan como bestias de tiro, ya sea para carretas o para arados. En el argot del noreste mexicano, un “macho prestado” se utiliza al máximo de sus capacidades.

(9,00)