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41.2 Gonzalo en Lille

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Rafael y Evans necesitan estar solos, desconozco el para qué, pero presiento que sobro. Los dejo para intentar encontrar a mi pareja de baile, antes paso por los aseos y desde la zona de acceso, donde en esos momentos no hay público, llamo a Gonzalo.

-Mi amor, esperaba tu llamada.  –escucho sonido de voces.

-Estoy en una cena, espera que me levante.  –escucho que habla con alguien próximo sin entender lo que dicen.

-Ya estoy contigo, ¿cómo te ha ido, estás ya más tranquilo?  -me sale la risa.

-¿Tranquilo?, estoy totalmente relajado, he venido a bailar con un amigo y te hablo desde los aseos.

-Entonces lo dejamos para mañana, seguramente me quedaré en España hasta el viernes, Carlos me tiene organizado un extenso programa de trabajo y escucha…   -deja de hablar y entiendo que quiere que le preste atención.

-Esta mañana he estado con tu madre, acudió al cementerio y pude hablar unas palabras con ella.  –esperé a que continuara.

-Creo que no confía plenamente en mí, pero no te preocupes, me atendió muy bien y de todas formas no puedo exigir nada de ellos.  –parece un poco herido y no tiene razones para sentirse de esa forma.

-No te preocupes Gonzalo, te siguen queriendo, igual que siempre, también necesitan un tiempo, ellos no podrán olvidar lo que han querido al defensor de su hijo, el amor que te tienen no ha menguado, sienten miedo por los dos, por ti y por mí, que volvamos a hacernos daño, pero no te alarmes la cercanía hará el resto.

No escuchaba más que lejanos ruidos y tuve que continuar.

-Borja me ha llamado para decirme lo de tu hotel, está cerca del centro y de mi casa.  –parece suspirar aliviado.

-Te amo y espero que el viernes llegue pronto, ahora baila y diviértete.

Nos despedimos, Gonzalo tiene que volver a la mesa y yo a bailar un rato antes de marchar.

Como siempre es un delicioso delirio el bailar con Paul, movemos nuestro cuerpo más de una hora hasta que le reclaman para atender a un cliente, vamos a sus lavabos particulares, tiene que arreglarse para su encuentro, en su caso se da una rápida ducha mientras le observo y hablamos, refresco mi cara aprovechando sus aseos, pienso que tengo que retirarme y voy a buscar a Rafael para decírselo.

Cuando vamos hacía la mesa donde le espera su cliente, me coge del brazo y me habla al oído para hacerse escuchar.

-En la barra tienes a tu amigo con Evans y a mí me esperan dos clientes a quien atender, me hubiera gustado haber tenido más tiempo para estar y bailar contigo.  –toca mi cadera como único gesto de despedida y se encamina a una mesa cercana, hay dos hombres bebiendo, son algo mayores y toma asiento sonriendo, como si fuera un encuentro con viejos amigos y deseado por todos. Su trabajo ha comenzado.

-Voy a marchar, estoy algo cansado.  –Rafael me mira con cierta desilusión.

-Tú puedes quedarte, es pronto para ti, cogeré un taxi y no tienes que preocuparte.

Hablo un momento con ellos y creo que en este momento vuelvo a ser un estorbo.  Cuando llego al estudio me doy una ducha rápida para estar preparado y no tener que hacerlo a la mañana y me meto en la cama, no tengo muchas horas para dormir.

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En el trabajo volvemos a normalidad, relativa porque ahora hay que atender lo que ha quedado atrasado. El accidentado evoluciona favorablemente y eso favorecerá que la presión de la inspección se suavice.

Me detengo en Carrefour para comprar cervezas y fruta, Rafael está en la puerta de acceso al pabellón de piscinas, viene a mi encuentro cuando me ve, trae una gran sonrisa en su cara de oreja a oreja y se me cuelga del cuello para besarme en ambas mejillas y la boca.

-¿Qué te sucede hoy?, ¿qué hay de extraordinario?   -tiene ganas de hablar y no sabe por dónde comenzar.

-Se lo he pedido, ya está.  –le miro sorprendido, aunque adivino de que me está hablando.

-¡Habéis follado anoche!  -sujeta mi brazo entre risas.

-Te estás volviendo más bruto que yo, no hemos follado, pero está todo aclarado, hemos hablado y me ha contado algo de su pasado que seguro que tú sabrás. Después de lo que ha sucedido en su vida quiere que vayamos despacio. ¡Me desea! Él también quiere que hagamos el amor, pero quiere conocerme antes un poco más. En una palabra, que no quiere follar por follar y que para eso tiene hombres a montones.

Parece satisfecho del resultado obtenido, esperar es lo que Evans le ha pedido, siempre tan metódico y frío para expresar sus sentimientos.

-¿Sabrás esperar?   –le miro con desconfianza.

-Lo haré, no creo que tarde mucho en conseguir convencerle de que me interesa de verdad.  –tira de mi para que me dé prisa.

-Quiero salir esta noche a tomar unas cervezas por la ciudad y luego ir donde él, le voy a perseguir hasta cansarle.  –se ríe estridente y con ganas, estoy seguro de que será así, conseguirá lo que se propone.

Aprovecha para jugar con todo el que encuentra, exterioriza la alegría que le llena hoy. Cuando llegamos al estudio me ayuda a llevar mis provisiones y Ray sale para ayudar también.

No sé lo que hablarían el otro día, el jueves pasado, pero parecen viejos amigos y se sientan a tomar una cerveza y charlar, parece que alguna vez se ven, aunque de lejos, en las fiestas de los jueves a la noche. Rayhan me ha cambiado las flores, tengo que contarle a mi madre el detalle que tiene y el uso que está dando a su florero y que a mí me encanta.

Estoy un rato con los dos, Rafael quiere que salga un rato a tomar algo y hablar con los amigos, pero me niego.

-Mañana viene un amigo de España, quiero estar con él y todos los días no puedo estar de fiesta. –no insisten y respetan mi decisión.

Como la vez pasada salen juntos de mi casa, antes me abrazan y les observo caminar hablando y como Rafael mueve sus manos en animada conversación, les pierdo de vista al traspasar la puerta personal hacia la calle.

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Me siento inquieto y deseoso de que pasen las horas, y recibir una llamada que me diga que ha llegado. Intento concentrarme en mi trabajo que para eso me pagan y apartar las imágenes que llenan mi imaginación.

Con el cielo cubierto no ha sido posible presenciar el eclipse de sol anunciado para hoy, solamente hemos podido notar una mayor oscuridad y como la temperatura bajaba en unos segundos, un minuto terrible de silencio como si el mundo hubiera muerto.

Todo pasa y al final me despido de Elie, quizá es la primera vez que me despido con un rápido -hasta el lunes-. -estoy aparcando el coche en el patio y aún no he desconectado el manos libres cuando recibo su llamada.

-Pequeño, estoy en el hotel y no te he visto.  –es tal mi alegría que la risa alegra el aire mientras abro la puerta.

-Estoy dejando el coche en el parking, me preparo y llego en un momento. ¿Qué tal tu viaje?  -no quiero prolongar la charla y deseo desconectar el móvil para ir a su encuentro.

-¿No sería mejor que me dijeras que me amas?  -su voz suena como la regañina a un niño que no ha hecho bien sus tareas.

-Sabes que te amo, te amo mucho, eres mi amor.  Gonzalo tengo que cerrar el coche para llegar hasta el hotel. Un beso mi amor, bienvenido a la ciudad. –no espero su contestación y corto la comunicación.

Dejo mis cosas y voy corriendo al baño, tomo una ducha, me limpio y preparo, quiero causarle la mejor impresión y escojo con cuidado mi ropa, me miro al espejo coqueto y me echo la colonia de Nico que creo es ideal.

Me observo una pequeña huella roja sobre el labio superior, seguramente causada por la maquinilla de afeitar, me aplico una crema y vuelvo a mirarme, es la primea vez que me veo tan preocupado por mi aspecto.

Son diez minutos andando el tiempo que me lleva estar ante la fachada del hotel. El Western es un moderno edificio cuya fachada había visto alguna vez al correr por las calles, de novedosa arquitectura y con unas peculiares ventanas ovaladas que le confieren un aspecto futurista.

Me indica por el móvil la planta donde se encuentra para que suba, me detengo ante la puerta moderna y de madera clara, con el número inmenso en brillante acero pegado sobre ella y llamo con mis nudillos.

Me abre Gonzalo, no podía ser otro, está hablando por el móvil sostenido con su mano izquierda y con la derecha abraza mi cintura para tirar de mí hacia el interior de la habitación. Me da un rápido beso en los labios y continúa hablando. Me aprieto a su cintura y le acaricio esperando sus atenciones.

Le escucho impaciente a que deje de hablar, está impartiendo instrucciones a su piloto, quiere que vuele U.K, no le apetece que pasen el fin de semana, él y su ayudante de vuelo, en Lille, y que él hará la vuelta en el Eurostar. Al final termina la conversación y lanzo mis brazos a su cuello, está en camisa y noto su calor.

-Gonzalo, mi amor.  –no puedo seguir hablando porque mi boca se ocupa con sus labios.

Después de unos minutos le permito hablar, lo ha intentado en alguna ocasión y mi boca le ha callado con mis besos al principio suaves y luego llenos de pasión.

-Daniel, mi pequeño, mi amor, estas tan guapo.  –sujeta mi rostro entre sus manos y luego besa mi frente. Suena su móvil y lo lleva a su oído.

-No tienes que preocuparte, podéis ir tranquilos, tus niños y vuestras mujeres no me perdonarían el pasar el fin de semana sin sus maridos, no es necesario que volváis a recogerme, ya he reservado mi billete para el domingo.  –se despide y me mira enarcando sus cejas.

-Lo desconecto, de otra forma no nos dejarán tranquilos. -sus brazos me rodean con fuerza en un abrazo muy estrecho, busco sus labios sin cansarme de ellos.

-Gonzalo, estos días me han parecido un año.  –aún no me he quitado mi abrigo y él me lo va retirando.

-Lo primero de todo quiero verte, a veces me gustaría cansarme de mirarte pero no puedo, te deseo Daniel.  –me besa hasta ahogarme y me lleva fuera del pequeño hall hacia la habitación, retiro mis zapatos empujándolos con mis pies. Y tiro de él para caer sobre la inmensa cama.

Nos besamos apasionados mientras nos quitamos la ropa hasta quedar desnudos, se aleja para mirarme y caer sobre mí para besar de mi cuerpo lo que le ha llamado la atención, mis tetillas o mi vientre, o todo, todo él.

-Te adoro, te quiero tanto. –y besa, y vuelve a besar sin parar mi pecho, mi abdomen y lame lujurioso mis tetitas para volver a mis labios.

Estoy encima de la cama y tumbado boca al cielo, con mis piernas en sus hombros, él encima de mí me penetra a ritmo lento, ambos desnudos, disfrutando de la visión de nuestros cuerpos, entrando y saliendo de mí mientras nos sonreímos dichosos.

A mi derecha un inmenso espejo conforma las puertas del armario, llega desde el suelo hasta el techo, basta que gire la cabeza para verle como se hunde en mí y me penetra con su pene tan enorme que no sé cómo puede entrar en mi cuerpo.

Pasa su pecho sobre el mío a muy pocos centímetros, su lento entrar y salir parece un acomodar su potente virilidad a mi recto con pequeños y cortos empujones de su pelvis.

Quiere sentir mi calor que envuelve su verga, y es su roce en mi ano el que me lleva de su mano a otros mundos. Disfrutaba de su fricción en mi entrada y en mi recto, notaba cada detalle de su verga, su abultada vena superior cuando su pene, sin piedad, atravesaba mi cuerpo.

No es así, pero me parecía sentir que era la primera vez en que mi ano se estiraba tanto. La imagen que reflejaba el espejo era impresionante e impactaba mi consciencia, su gran tamaño a pesar de su delgadez, con sus espaldas tan anchas y sus brazos tan potentes sobre mí, que, encogidas mis piernas a sus costados, parecía un niño a pesar de tener la misma edad, sus piernas, arrodillado ante mí, se flexionaban para entrar y salir de mi cuerpo, semejaban torneados muelles donde sobresalían sus tendones como si fueran de acero.

Mis manos tan finas y delicadas acariciaban sus largas y varoniles pantorrillas tirando de ellas para que entrara más, era innecesario pero el instinto me guiaba.

Su verga me llenaba del todo y notaba su potente empuje en el fondo de mi vientre, llenando mi cavidad y apretando para traspasar la barrera que encontraba, la quería atravesar y yo quería acogerle, pero mi excitación no me permitía concentrarme y ayudarle en su deseo.

Era tal mi éxtasis al estar así con mi hombre, mi Gonzalo, que jamás había llegado a soñar momentos de tal plenitud y placer. Abrí más mis piernas para él pero me favorecía a mí, notaba pequeños y continuos orgasmos en mi ano. Me sentía dominado y solo le dejaba hacer. Gemía como loco empapado en su sudor, y me miraba con lujuria mi cara ofrecida de chico pequeño y enamorado entregado a él.

Se inclinó para besarme y toco mi pecho con el suyo dejándome su sudor, me beso en los labios y deslizo su boca hasta mi oreja.

-Me encanta tu entrega, sentirte todo mío.

En ese momento sentí que el mundo desaparecía, que perdía la razón y comencé a temblar como poseído, un tremendo orgasmo me mataba y me dejaba sin sentido, mis músculos estaban tirantes causándome calambres como si una corriente eléctrica fluyera por mi cuerpo y eyaculé llenándome de mi semen.

En mis espasmos podía sentir su venoso miembro en mi recto, lo sentía latir ancho y gordo ocupándome todo, noté su orgasmo mientras me bombeaba furioso, la lluvia de su esperma en mi vientre, su grito ahogado como un bramido y la dureza de su poderoso cuerpo que me aplastaba.

-Gonzalo, la siento, te noto dentro, mi amor, la quiero.

Sentía un calor abrasador en mi ano y él seguía eyaculando.

-Te gusta, te gusta mi amor. –era un grito que precisaba respuesta.

-Amor mío, es glorioso.  –se agitaba intentando coger aire para poder hablar y seguía vibrando dentro de mi culo, acariciaba su espalda y su cuello mientras besaba su cara intentando que llegara la calma a mi hombre.

Le sonreía dichoso mientras miraba su cara con sus ojos cerrados y respirando suavemente. Acaricié con suavidad sus labios con mis dedos.

-Tengo que lavarme, me has llenado de tu semen.  –abrió sus ojos, le brillaban como luceros en la noche.

Bajó de la cama y me llevó en sus brazos al baño, el plato de la ducha forma un enorme cuadrado, me depositó en el suelo, casi todo el techo esta agujereado en una ducha gigante y cuando abrió la llave caía como una lluvia muy suave, una de las paredes es un inmenso espejo en el que se reflejaban nuestros cuerpos con las gotas de agua que resbalaban por ellos.

Me coloca un albornoz blanco y unas zapatillas de la misma tela y me va secando mientras acaricio su alborotado pelo.

-Tengo que ir a Estados Unidos en junio, los asuntos que tengo que tratar me llevarán casi un mes.  –siento un golpe en el corazón cuando me lo dice.

Me siento inundado de tristeza, un mes sin verle y estar sin él me va a parecer una eternidad. Pasamos a la habitación y nos vamos vistiendo en silencio, se coloca una ropa como si fuéramos a ir a la opera o un concierto, con corbata y unos zapatos que brillan como si fueran de charol.

Gonzalo se sienta en la butaca que hay al lado de la ventana y me mira en silencio un momento, sus labios se estiran para esbozar una sonrisa que me inspire confianza.

-Ven, ven aquí.  –me señalaba sus rodillas, me acerco y sujeta mis pantorrillas para que tome asiento sobre ellas, abraza mi espalda y me estrecha en su pecho.

-A ver pequeñín, no es un capricho, yo también trabajo, de otra manera, pero tengo obligaciones, además no me has dejado acabar de explicarte lo que pienso. Por favor no me pongas esa carita tan triste.  –coge mi barbilla para besar mi nariz.

-Tú sabes que mis abuelos tienen que viajar a U.S.A varias veces al año, una de ellas en verano, y también conoces como les acompañaba en ese viaje. Mi abuelo ya no puede ir y es mi responsabilidad. Hay rumores de acercamiento hacia Cuba, los inversores no descansan.

-Pero puedes enviar a Borja, o a Julio, ¿cómo voy a pasar un mes sin estar a tu lado?, ahora que te he recuperado y te tengo…, pero tienes razón, si es tu obligación debes hacerlo.  –me acuna en sus brazos y sella mi boca con sus labios, creo que voy a llorar.

-De eso se trata, Borja no puede apartarse muchos días de mis abuelos, Julio tiene sus ocupaciones, su mujer y su niño…, además por su importancia debo de ser yo, quiero que me acompañes, que vengas conmigo así no tenemos que separarnos.  –es meloso como un gato y pasa sus dedos por mi rostro antes de besarlo.

-¿Y mi trabajo?  -se me ha encendido una lamparita de esperanza.

-Tienes vacaciones y podrás cogerlas, o pedir unos días de más sin que te paguen por ellos.  –para Gonzalo todo es muy fácil y entiendo que tiene obligaciones y deberes, y yo tengo jefes y horarios, y debo contar con ellos y desde ahora quiero con todas mis fuerzas estar con él.

-Está bien, hablaré con André, pero por favor no intervengas, déjame a mí.

Me acuna entre sus brazos y piernas como si fuera un bebé.

-Lo lograrás, a ellos les dará lo mismo, tienes que coger tus vacaciones en algún momento. -me deposita en el suelo y se pone en pie.

-¿Qué quieres hacer? Podemos cenar en el hotel y volver luego a la habitación si te apetece.  –le miro un poco cohibido.

-No he traído ropa para cambiarme, creía que…, bueno que deseabas estar solo en el hotel y que iría a mi casa a dormir.  –me coge con cierta violencia en sus brazos.

-Pero Daniel, ¿cómo se te ocurre pensar algo así?, quiero que estés conmigo, a mi lado. El coger un hotel ha sido por no darte trabajo. Mi bebé, pequeño, no sabes lo que te quiero.  -me besa con delicadeza posando sus manos en mi cuello para llevar mi boca hacia él.

-Ya está bien, hacemos lo que tú quieras, podemos ir a tu casa a buscar alguna ropa, tú lo dispones todo, estamos en tu ciudad y tú eres el anfitrión.

Me acerco a él y le quito la corbata abriendo el cuello de su camisa.

-Luego te cubres el cuello con la solapa del abrigo, si tuviera un fular estarías delicioso, vamos a dar una vuelta para enseñarte el ambiente del centro y luego vamos a mi casa.

Salimos del hotel y vamos hacia la Gran Plaza, agarro su mano con la mía y busco su mirada, siento que la felicidad me hincha el pecho, poder pasear así por Lille envuelto en el calor que me transmite su mano.

-Gonzalo, te amo, te amo, no sabes lo que feliz que me siento. –como respuesta abraza con ternura mi cintura y me arrimo para dejar mi cabeza en su brazo.

En el primer bar que entramos y que frecuentamos los del grupo no encuentro a ninguno de ellos, más tarde es en el de mi amigo el camarero donde está Ramón con su novia, Natalia y en la barra veo a Rafael entre otros.

Les presento a Gonzalo como un amigo de España, Rafael trae unos paquetes en sus manos y se me queda mirando, me ve cogiendo su mano.

-No me digas nada, seguro que es Gonzalo.  –me pongo un poco rojo, pero creo que ninguno se ha dado cuenta. Deja la comida que trae sobre la mesa y me abraza y me besa ligeramente los labios. Gonzalo nos observa.

-Es Rafael mi compañero de piscina.  –Gonzalo va a estrechar su mano y se la tiende, pero Rafael le abraza y besa en las mejillas.

-Vaya, o sea que tú eres el que el que le trae loquito al chiquillo, tengo que contarte cosas.  –le miro negando con la cabeza.

-Rafael, por favor, no le enredes.  –es capaz de decir algo que no deba, por lo menos por ahora.

-¿No le puedo decir lo bien que nadas para que esté preparado? –Gonzalo se echa a reír.

-¡Oh!, no te preocupes, conozco todas sus virtudes desde que teníamos cuatro años.  –Rafael le mira asombrado y hace ver un gesto de sorpresa exagerado.

-¡Coño! Cuánto tiempo.  –el grupo se ríe de su salida de humor.

-Bueno sentaros y vamos a comer algo que yo quiero marchar, ¿qué vais a tomar?

Hace señas al camarero y encarga cerveza para Gonzalo y agua para mí, pide algo de más de comida y nos sentamos todos para hablar y reír sus ocurrencias.

Al principio le he visto un poco rígido y cohibido, pero va cogiendo confianza y habla con todos, retoman la conversación en la que estaban inmersos cuando llegamos, las noticas que van llegado del atentado de Túnez y los detalles que se van sabiendo.

-Tienes que decirle a tu amigo Rayhan que evite meterse en líos, va a terminar teniendo problemas, ayer hubo grupos que increparon a los gendarmes y estuvieron a punto de cargar contra ellos.

Le escucho preocupado, pensando en los temores que mostraba su padre y sus recelos hacia sus amigos.

Media hora después Rafael se despedía, marchaba con Natalia y otro más a la disco, imagino que para ver a Evans y pasar la noche en el baile. Se despidió de nosotros y en este momento estuvo más serio.

Marcho él y poco después llegó Luis con su novia, nos movimos a otro bar que estuviera más tranquilo camino de la Catedral, Gonzalo repitió la cerveza y yo no tome nada en esta ocasión.

Nos despedimos de ellos, queríamos ir hasta mi casa para recoger algo de ropa y mi neceser de baño.

A Gonzalo le gustó el estudio o quizá lo dijera por cumplido, pero se sentó en la butaca y esperó pacientemente a que recogiera mi ropa, llené la bolsa de los fines de semana con lo que creí que iba a necesitar y metí pantalones de deporte y el chándal de Nico por si quería utilizarlos si salíamos a correr.

-Es bonito y alegre, y parece un poco pequeño.  -miró las flores y la fotografía de mis padres.

-No se trata de que parezca pequeño, realmente lo es, pero también es suficiente para lo que necesito, cuando quieras podemos marchar.

 

Paseamos lentamente hasta llegar al hotel.  En unas de las caferías tomamos un té para seguir hablando. Insiste sobre la importancia de su viaje a U.S.A., y todas las oportunidades de negocio que representará la apertura de relaciones entre los dos países. Son temas que no me interesan, aunque me gusta que me hable y escucharle, también coge mis manos para besarlas a veces. Nos metemos en la cama después de lavarnos la boca y se aprieta contra mí.

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