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41.3 Principio de acuerdo

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Ronroneo como un gato apretando mi cara en su pecho. Nos alumbra la luz del baño que no hemos apagado y la tenue que entra por el gran ventanal ovalado.

-¿Puedo pedirte una cosa?  -su boca susurra las palabras en mi oído.

-Soy todo tuyo Gonzalo puedas pedirme lo que quieras, deseo que me tengas confianza y te sientas en la libertad para tomar lo que te he ofrecido con sinceridad.

-Quiero que volvamos a hacer el amor.  –su lengua recorre toda mi oreja mientras habla. Mi reacción es apretarme más contra él.

-Gonzalo quiero volver a amarte esta noche, tenerte dentro de mí, que me folles cuando y cuanto quieras.  –a veces me desequilibra y no sé lo que pensar, puede coger lo que quiera y sin embargo pide permiso como si temiera que me fuera a negar.

Abrazo su cuello con pasión y sollozo cuando comienza a mover sus caderas, en un delicioso vaivén constante y firme que me marea en oleadas de placer. Busco sus labios para fundirnos en un beso loco de deseo y amor, hasta derramar mi semilla en un orgasmo que me obliga a apretar su verga en mi ano. Mi semen empapa nuestros cuerpos y escucho su risa nerviosa, le abrazo para retenerle.

Busca su placer entrando y saliendo de mi culo, su palpitante y candente miembro, me llena y grita ahogado cuando termina por correrse e inundarme con su esperma.

Esperamos un momento para recuperar las fuerzas antes de empezar a besarnos de nuevo con las respiraciones entrecortadas y silbantes.

En la ducha continuamos besándonos, son besos suaves y llenos de ternura ahora, abrazados debajo del agua cálida que cae del techo, mirando nuestras figuras entrelazados formando solamente una en el espejo y practicándonos caricias sin parar el uno al otro.

Enlazo mis piernas en su cintura y chupo sus labios.

-Mi vida, amor mío, te amo.  –me ato a él con mis brazos y mis piernas en un reconfortante abrazo y nuestras caricias no cesan a pesar del extremo cansancio.

Terminamos de ducharnos y me lleva a la cama de nuevo, descansamos tendidos el uno al lado del otro y volvemos a besarnos, no me canso de saborear sus labios, de recorrer nuestros cuerpos y recuperar los momentos perdidos del pasado.

Juegan nuestras entrelazadas lenguas rozándose tímidas, a veces buscando nuevos contactos, y otras envalentonadas exploran profundidades ignotas, rincones desconocidos hasta ahora.

-Mi bebé querido, eres lo que más amo en este mundo, el tesoro que un día perdí como un tonto.  –consigue que algunas lágrimas broten de mis ojos envuelto tiernamente en sus brazos, tan fuertes, tan delgados.

-Necesito que te cuides para que podamos estar toda la vida juntos como ahora, si me faltaras me moriría Gonzalo, que te he probado y no podré vivir sin ti desde este momento.

Me vuelve a abrazar, ahora dándole la espalda y se pega a mí transmitiendo su seguridad y fortaleza a mi alma. Vuelven mis sentimientos que creía olvidados, cuando era niño y dependía tanto de él, de su ayuda y su presencia a mi lado, siempre como una sombra que sin tocarme me protegía, así me sentía ahora, como un niño sometido voluntariamente a su compañero, al que ama sin saberlo en su corazón de infante.

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La ligera niebla que nos cubre oculta el sol, si hoy hubiera sido el eclipse solar tampoco lo hubiéramos podido ver, habría tenido lugar antes de que nos levantáramos. Con la hora tan tardía tampoco vamos a correr, pero si a caminar por las calles de la parte vieja de la ciudad.

A Gonzalo le admira todo, el edificio del teatro de la ópera, la Grand Place de Charles De Gaulle, luego la Catedral.

-¡Qué bonita ciudad!, anoche teníais un agradable ambiente entre vosotros, parecía como si estuviéramos en España, me sentía muy a gusto y muy bien.  –no puedo evitar el reír alegremente.

-¡Oh!, no has visto nada aún, es una ciudad maravillosa con gente amable y simpática, donde al cabo de poco tiempo te sientes acogido, es cierto Gonzalo, a mi me encanta y seguro que lloraré cuando la tenga que dejar.

-¡Y donde todos se besan!  -desbordo en una risa alegre ante su sorpresa, se ha dado cuenta de cómo la gente se besa y es un saludo muy común entre amigos, a mi no me llama ya la atención, se han vuelto escenas normales para mí.

Comemos en un restaurante al lado de la casa de Rafael, camino de la Catedral, hay música y turistas que ocupan varias mesas alargadas, viven sus días de fiesta plenos de alegría.

Le observo comer, le cuesta llevar el tenedor a su boca.

-Come por favor Gonzalo, ¿no te gusta?, podemos pedir otra comida.  –solo me mira en lugar de comer.

-Me encanta la comida que has elegido, pero me gustas mas tú pequeño.

Su mirada de cariño es igual a la que pude sentir aquella tarde en la arena de la playa. Jugábamos a la pelota, celebrábamos el cumpleaños de Iñigo, su casa está pegando al paseo y solo había que cruzar el paso de cebra, ¿qué edad teníamos?, ¿diez, once años?

Caí al lado del agua sujetando la pelota, la arena húmeda se pegó en mi cara marcándola de tenues rayas de color al ser raspada, se agachó a mi lado y paso su mano por mi rostro para limpiármelo, sus dedos parecían un aleteo de plumas y le mire a sus ojos preocupados por lo que me hubiera pasado, su dedo pulgar se detuvo en mi labio inferior arrastrando la arena envuelta en mi saliva. En ese momento se rompió el encanto al ser arrollados por los amigos que se tiraban sobre nosotros en un amasijo informe de cuerpos luchando por la pelota.

Sujeté su mano con fuerza.

-Ahora es el momento de comer y de recuperar fuerzas, esta tarde voy a darte una paliza y me vas a pedir un descanso.  –le debí convencer y su tenedor comenzó a viajar del plato a la boca.

Volvimos a pasear hasta que nos cansamos y decidimos regresar al hotel, me quité los zapatos y fui al baño, cuando regreso le encuentro tumbado en la cama, en la pared de enfrente tiene una enorme pantalla y está escuchando las noticias.

Me tiendo a su lado y voy viendo pasar las imágenes sin presarles atención, solo siento su mano que sujeta la mía con los dedos entrelazados. Voy entrando en una agradable somnolencia, un sopor que me arrastra al sueño por el calor que hay en la habitación.

Una llamada del móvil me espabila, es Rafael que me habla muy suave.

-No quiero molestar.  –se escucha su pícara risa. -¿Se animan los amantes a divertirse un rato? No me digas que no, vamos a bailar y así podrás saludar a tu amigo, y antes de que me preguntes, aún no ha sucedido nada.

-No se Rafael, hemos llegado en este momento al hotel.

-Háblalo con ese hombre tan guapo, tampoco hay que salir ahora, venga no te hagas de rogar.  –le digo que me espere mientras consulto con Gonzalo.

-Es Rafael y quiere saber si le acompañamos a bailar a la noche. –se vuelve para mirarme y suelta mi mano.

-Lo que tú quieras, yo estoy de invitado.  –le doy mi acuerdo, pero con alguna condición.

-De acuerdo, pero estaremos como máximo dos horas, quiero correr mañana.  –quedamos para comer algo antes de ir a la disco, en un bar de su calle, al lado de donde hemos comido y nos despedimos.

Nos situamos enfrente el uno del otro y se acerca hasta quedar pegado a mí, su mano acaricia mi cara peinando mis cejas.

-¿Cómo has cambiado?, tienes amigos a montones y te sabes desenvolver, ¿recuerdas lo tímido que eras?  -besa con ternura mis labios veinte veces en piquitos cada vez más largos.

-A veces a tu lado me siento igual que entonces, pequeño y frágil, igual es para que me mimes y me beses lo que no me has besado.

Sus besos suben de intensidad y noto en mi pierna su perentoria necesidad, no porque la tenga excitada, porque se frota contra mí excitándome también. Sin hablarnos, porque no queremos despegar nuestros labios, comenzamos a quitarnos la ropa que ahora nos sobra, hemos entrado en calor en todos los sentidos, me coloco de rodillas para tirar de sus pantalones, su bóxer contiene su enorme y ya húmedo pene, lo tiene con una gran mancha de precum.

Lo huelo y lo lamo antes de retirar lo último que se me separa de su viril miembro y quedo absorto admirándolo, la punta roja sale de su prepucio sin descapullar del todo, una gota de líquido discurre rápida por su tallo hasta perderse en la negrura de sus pelos que ascienden por parte del tallo de su verga.

Quiero seguir mirando como mana de él ese líquido que brilla tanto, coloco las almohadas contra la cabecera y me siento apoyando mi cabeza en ellas.

-Ponte a caballito encima de mi pecho, déjame que juegue con ella.  –se sonríe juguetón y no me lo discute, se coloca como le pido, sus gordas y peludas pelotas quedan debajo de mi barbilla rozando mi pecho y su glande por encima de mis vista, sujeto su verga para llevarla a mi boca, lamo los líquidos que le salen pasando mi lengua por su cabeza y meto su gordo glande con el pellejo en mi boca, lo chupo engolosinado.

Está más caliente que mi boca, levanto mis ojos para encontrar los suyos que me miran pendientes de mis maniobras, mis manos sujetan sus glúteos y le voy trayendo hacia mí. Metiendo toda su verga en mi garganta hasta sentir los pelos de su pubis en mi nariz.

Me deja hacer a mi manera, sin forzarme para nada, soy yo el que va sacando y metiendo su verga en mi boca, a la profundidad que quiero en cada momento, chupando algunas veces su glande que se escapa de mi boca emitiendo un sonido, que cada vez que lo oye, pone en tensión los músculos de su cuerpo.

Mi placer es inmenso y creo que el suyo no es menor, pero soporta la extrema tensión de desear follar mi boca con fuerza y deja que sea yo el que lleve el control de todo, se limita a jadear cadencioso al ritmo de mi mamada y a veces tiene que apoyarse en la pared con sus manos, elevando sus rodillas para separar su polla de mis labios cuando su placer se lo exige.

Estamos así mucho rato, cuando su rigidez disminuye le masturbo con fuerza golpeando con su verga en mi cara, me encanta su morena polla, su suavidad al discurrir por mi boca, los suspiros que consigo que lance al aire, la tensión de sus piernas cuando quiere vaciarse y suspendo la mamada, apretando con mis dedos su glande causándole daño.

Veo en su cara la decepción plasmada cuando espera satisfacer sus ansias de eyacular y le corto el orgasmo. No he sabido medir los tiempos y cuando está en lo profundo de mi garganta siento que su corrida se aproxima, como discurre su semen por el conducto, y tengo el tiempo suficiente para dejar únicamente su glande apretado entre mis labios mientras le masturbo con fuerza para que sienta el mayor placer que pueda proporcionarle.

Su instinto le lleva a querer meter su polla hasta el fondo cuando le llega el orgasmo, y me suelto de sus nalgas abriendo mi boca para que me use, me la folla varias veces y su semen sale chorreando por mi barbilla hasta mi pecho, hasta que exhausto se queda quieto respirando con dificultad, en esa postura se va recuperando, temblando algunas veces cuando le chupo la verga para limpiarla de todo rastro de su leche.

Se va escurriendo de mí, deslizándose a lo largo de mi cuerpo, y con su lengua va recogiendo el semen que ha caído sobre mi pecho, y cae a mi lado con su brazo sobre mi vientre sujetando mi tieso falo.

-Esto es demasiado Daniel, me estás dejando asombrado, mamas como un profesional.  –sus palabras no me ofenden, en absoluto, muy al contrario, me ponen rojo de vergüenza por su forma de decirlas, y el deseo tan primitivo que encierran.

-Discúlpame no quería decir eso, es que lo haces muy bien, tienes una boca divina. –le sonrío sin darle importancia.

-Pensarás que soy un lujurioso, y tienes razón al pensar así, no puedo reprochártelo porque es verdad, me gusta la obscenidad hasta cierto punto y tú me pones muy cachondo, demasiado, y te veo tan sensual que me erotizas, porque por mí no pararía de mamar tu pene, de comerte a besos Gonzalo.  –hago un descanso para tomar aire y refrescar mis pulmones.

-Pero lo que no te guste puedes decírmelo y lo dejaré de hacer, atemperaré mis ganas de ti.  –me mira en silencio sus ojos chispean de risa y besa mi boca donde aún perdura el sabor de su hombría y su semen.

-Quiero que seas así, un vicioso de mí como yo lo soy de ti, me encanta como eres. Yo también soy un salido, ya lo irás comprobando, los últimos meses que estuve con Ál, usé en varias ocasiones los servicios de chicos, y también alguna chica de una agencia, y una vez pedí que fueran dos. ¿Qué opinas ahora sobre mi inocente pureza? Soy más libertino que tú.

Estuvimos un rato hablando de esas cosas y de otras, mi polla había vuelto a su tranquilo reposo y no me importó, había disfrutado la mamada y su placer como si me la hubiera practicado él a mí. Nos preparamos y fuimos al encuentro de Rafael, después de cenar cogimos un taxi que nos llevó a la disco.

Cuando encontramos a Evans saludó a Gonzalo como si le conociera, adiviné que Rafael le habría hablado, me animó a bailar con Paul cuando me pidió que fuera a la pista con él hasta que le llegara su primer cliente, Rafael nos acompañó y Gonzalo y Evans se quedaron hablando.

Aunque había dicho que nuestra fiesta sería por dos horas, resulto un poco más larga y al fin nos despedimos de ellos, en el taxi me decía lo que le estaban gustando mis amigos, que en Londres no se podía relacionar como lo hacía aquí y su movimientos estaban más medidos, le imaginé teniendo que asumir funciones de su abuelo, siempre rodeado de gente mayor e importante, caímos rendidos en la cama y no podíamos pensar en otra cosa que el descanso, de verdad que necesitaba correr y respirar el aire de los jardines y del amanecer de Lille.

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Hacía mucho frío y no podíamos parar o moriríamos helados, no tuvo problemas en colocarse las mallas de Nicolás, una camiseta y su chaqueta de chándal, pero preguntó a quién pertenecía el equipo.

-Es de Nico que aún tiene algo de ropa en mi armario, no la necesita y algunas veces la uso yo para estar más cómodo en casa.  –me suponía un gran esfuerzo hablar de mi relación con Nico y de nuestra convivencia, era lo que había en mi pasado y ahí estaba, teníamos que asumirlo y aceptarlo y hasta ahora no había visto muestras de rechazo hacia mis amigos ni a mi vida pasada.

Llegábamos a los Jardines Vauban y le notaba cansado, cruzamos el puente para pasar al otro lado del canal que utilizaba el agua del Deûle.

-Si quieres podemos pasear en lugar de correr, las márgenes del río se ven mejor paseando y si vamos a buen paso no nos quedaremos fríos. –se detuvo y miró a su alrededor. Una sonrisa preciosa iluminaba su rostro.

-Gracias, pero el deporte que practico últimamente no es precisamente correr.  –comenzamos a caminar a lo largo del río a paso rápido, recuerdo aquellos días del colegio, donde todo era jugar al fútbol con Raúl y Sergio, y correr en los entrenamientos, su vida había cambiado y se había vuelto sedentaria.

Llegamos hasta las esclusas y volvemos por el mismo camino, a veces agarrados de la mano cuando reducíamos la marcha hasta llegar al hotel.

Estábamos un poco mojados por el sudor y comencé a quitarme la ropa, al estar húmedas las mallas se habían pegado al slip, salieron las dos piezas hechas un lío, tuve que sentarme para poder sacármelas por los pies, fui al baño a por una toalla pequeña para secarnos la cabeza mientras escuchaba a Gonzalo hablar y se iba desnudando.

Tenía la cara tapada pasando la toalla por ella cuando noté un repentino silencio en su charla, me giré para mirarle, tenía su vista fija en la parte baja de mi cuerpo, eché un vistazo al espejo y los colores ascendieron a mi cara.

Me había dejado puesta la camiseta de Nico que empleaba a veces en casa para estar cómodo por lo grande que me estaba, me cubría justo hasta el comienzo de mis nalgas y ahora, al estar con los brazos alzados, se me veía parte del trasero en una pose bastante insinuante y provocadora.

Tenía fijada su mirada en mi culo que no terminaba de verse y frotaba su polla que iba despertando al sentir las caricias de su mano, nuestras miradas se encontraron y corrí hacía el baño adivinando sus intenciones de pillarme, reía nervioso y excitado mientras me colocaba debajo de la ducha y abría el paso del agua dejándome puesta la camiseta.

Me abrazó por detrás jugando e intentando levantarme la tela.

-Ves cómo me pones solamente con verte un poco las nalgas. Eres tan sexy, tan…, tan…  -no encontraba las palabras que me describieran y le dije en plan de broma.

-¡Tan puta!  -me besó para taparme la boca.

-No, tan perfecto, tan dulce.  –parecía avergonzado de mis palabras, bajé mi mano al encuentro de su virilidad, aunque era difícil poder cerrar mi mano y cogerla en su totalidad por su grosor, me encantaba su forma un poco plana del fuste combinando con el redondo y alargado del glande que tan bien se ajustaba a mis labios y a mi boca.

Le devolví el beso apretándome contra él, moví mis caderas para que su polla se colocara al lado de la mía, sobre la piel de mi vientre, sentí su estremecimiento.

-Quiero ser tu puta, lo que tenga que ser para ti, deseo gustarte y que no tengas necesidad de llamar a una agencia para que te envíen sus servicios de carne.  –retira con suavidad la camiseta que tengo pegada al cuerpo.

-Se te ve tan deseable, me excitas tanto, contigo no tengo necesidad de estar con otros. Aquellos dos chicos de que te hablé, solamente me la mamaron y luego hicieron el amor entre ellos, yo solo miraba mientras me masturbaba excitado, sabían hacerlo muy bien. ¿Otra perversión de mi mente?  -reía suavemente y seguía acariciándome.

-Quisiera ser como ellos para ti, saberlo hacer mejor que la gente profesional de una agencia de esas, y excitarte hasta que me desees más que a nadie. –no hablaba porque su boca estaba ocupada mordiendo mi oreja como si fuera a comérsela

-Gonzalo, si alguna vez estuviera como Ál, quiero que sigas haciéndome el amor, aunque me esté muriendo, no me dejes nunca de querer.  –sus dedos se habían metido entre mis nalgas tirando de ellas y dejando expuesto mi ano a sus dedos.

No hablaba, solo actuaba besando mi boca desesperado, sus manos no dejaban de acariciar mi culo amasándolo entre sus fuertes manos, elevé mi rostro para recoger el agua que bajaba de los pelos de su axila y lo bebí.

Movía su cuerpo frotando su verga en el centro de mis abdominales donde se juntaban las dos pollas, parecía que me estaba follado el vientre y en esa posición calculé hasta donde me llegaría cuando estaba dentro, un estremecimiento de placer me sacudió por entero.

-¿Quieres que te la meta?  -mi respuesta fue darme la vuelta y apoyarme en la pared, agachando la cabeza en una entrega subordinada total a él, colocó sus manos en mi cintura para que rindiera más mi cuerpo y elevara mi culo a la posición que quería para penetrarme de la mejor manera.

Golpeaba con su miembro en la entrada de mi culo y se arrodilló para comerlo, pronto mis suspiros llenaban el reducido habitáculo, acallando el ruido de la lluvia que continuaba cayendo del techo. Estuvo un buen rato lamiendo y besando mi ano, mordiendo mis redondos culos logrando que gritara y suspirara sin parar.

Quería meter su polla sin dirigirla, sujetando nervioso mis caderas con sus manos y terco insistiendo una y otra vez en meterla, resbalaba con el agua y salía disparada hacia arriba unas veces y otras hacia abajo golpeando en mis testículos, me estaba desesperando a pesar de que le abría mi culo con mis manos que palpitaba esperando su visita.

Llevé mi mano a su verga y la coloqué en la entrada de mi ojete, la mantuve allí para que no escapara hasta que fue entrando en su totalidad, cuando mis dedos tocaron la vellosidad de sus huevos la retiré para que no tuviera obstáculos.

Cada vez hundía más mi cabeza y elevaba mi culo para que entrara más y más en mi, mi baba caía de mi boca que no podía cerrar, tenía que respirar por ella de la angustia que atenazaba mi pecho, llevaba con fuerza hacía él mis caderas estrellando mi culo en sus hinchados testículos, era mi cuerpo el que se movía y el suyo permanecía quieto, le ayudaba en su trajín enterrando su verga en mi, a veces se detenía para hacer palanca con ella en mi recto o moverla en círculos.

Ya no podía soportarlo más y me llegó el orgasmo, comencé a eyacular como un loco y a contraerme en salvajes espasmos, echando para atrás mi culo con mucha fuerza, apretaba mis esfínteres queriendo estrangular su polla que comenzó a derramar su tibio semen en mi ser, no quería en ese momento moverme, deseaba sentir sus convulsiones al llenarme. Se abrazó a mi cintura pasando sus bazos por mi vientre y pego su pecho a mi espalda, me montaba entre estertores y llevé mi mano hacía atrás para acariciar su nalga.

Me temblaban las piernas mientras con sumo cuidado me lavaba pasando sus manos por mi piel, me abrazaba por detrás dejando su polla pegada en la parte alta de mis nalgas, acolchada como si fuera una esponja caliente.

-Te adoro, te quiero mucho, Gonzalo, ¿sabes que a veces me duele el pecho de los sentimientos que tengo?  Un día me va a reventar y tú serás el culpable. Me compraré ropa sexy para gustarte o le pediré a Nicolás que me pase sus camisetas viejas.  –no decía nada solo mordía mis hombros y mis orejas con sus labios.

Salimos para pasear y buscar un lugar donde comer, me acordé de Martine y nos acercamos hasta allí, nos recibió muy amable, como siempre, y mientras esperábamos que una mesa quedara libre, nos invitó a unos fritos y un vino blanco.

-Tengo que cuidar a mis buenos clientes.  –reí por su comentario, siempre nos ofrecía una sorpresa diferente.

Habíamos dejada preparada su maleta en recepción junto con mi bolsa y pagada la cuenta, éramos de los últimos clientes que abandonaban el restaurante y Martine se sentó un rato con nosotros.

Le extrañaba lo bien que habla Gonzalo su idioma, dijo algo así como que los españoles mantenemos aún el recuerdo de cuando estuvieron los franceses de Napoleón en España, lo dijo en una jerga extraña, como si fuera un refrán que utilizaran al referirse a nosotros.

Nos quedaba poco tiempo y prefería ir a la estación de Lille Europe por si surgía algún problema. El taxi nos llevó en un momento, podíamos haber ido andando, pero la maleta que llevaba Gonzalo era grande y difícil de arrastrar por las adoquinadas calles.

Tomamos un té en la misma estación y paseamos por ella para que la viera, le encantó, aunque de diferente manera y por distintos motivos que a Nico.

La vigilancia seguía constante y le extrañó que fuera superior a la que había en los aeropuertos, aunque él no los tenía que sufrir, le permitían acceder sin control al ser vuelos particulares. Tenía que pasar esos controles de seguridad y nos despedimos, le vi encaminarse al acceso de andenes tranquilo, yo también lo estaba, iban a ser cinco días los que tardaría en tenerle de nuevo conmigo

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