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Escribiendo juntos.

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Me gustaba leer sus textos, eran interesantes, ingeniosos, bien escritos y sumamente excitantes, mentía como una perra, eso es cierto, lo notaba en los textos que metía pollas, alguna habría probado pero ni de coña como allí lo contaba, en cambio, en los lésbicos, la plasticidad con la que relataba sus encuentros, a veces casi musical, denotaba claramente sus inclinaciones sexuales, y por eso me gustaban más sus relatos porque demostraba una imaginación infinita.

Yo de vez en cuando le comentaba algún texto, sobre todo si me hacían gracia, en uno de ellos se había follado a un negro con ojos azules y con mucho pelo en el pecho al que llamaban Teen Wolf, para matarla, ¿cómo se le ocurrió eso?, y como en una noche de luna llena la había penetrado salvajemente hasta que ambos aullaban al compás del orgasmo, vamos, una corrida lobera.

Me hizo tanta gracia que le pedí si podía utilizar a Teen Wolf en uno de mis relatos, que ese personaje de ojos azules y pelo en el pecho que se dedicaba a follarse a chicas vírgenes en noches de luna llena merecía probar su propia sangre y tener  por fin una experiencia anal en toda regla, le iba a buscar a un Lobezno digno de él, y lo escribí, no hace falta contar que el relato nunca pasará a los “anales” de la historia por su gran erotismo, aunque cuando fue cambiado a la sección de humor, la cosa se tornó algo más positiva, Teen Wolf el folla vírgenes nunca volvió a ser igual.

En fin, que de esa estrecha colaboración nacieron otras, nos intercambiamos personajes, ideas, incluso experiencias, algunas se publicaban y otras simplemente se quedaban ahí porque tengo imaginación, pero no tanta como ella. El hecho es que al poco tiempo decidimos quedar, vivíamos relativamente cerca, iríamos con nuestros portátiles y escribiríamos algo juntos pero al mismo tiempo, un personaje cada uno y una bonita y guarra historia que contar.

Yo nunca la había visto, me la imaginaba inteligente y simpática, baja, rechoncha y con tetas gordas, pelo corto y bigote, jaja, el bigote no, lo acabo de poner porque suena fatal todo lo dicho antes, absurdos estereotipos, pero vamos, la idea es que no iba yo predispuesto a follar, en serio, solo a pasar una tarde literaria junto a alguien a quien apenas conocía pero que me aportaría originalidad, musicalidad y literatura es estado puro, alguien de quién aprendería a pulir mis escritos y a no ser tan directo e impulsivo, además, era jueves y ya decía mi madre que en un jueves no te acostarás sin haber aprendido nada más.

Llamé a la puerta, estaba nervioso, a fin de cuentas que coño pintaba yo en el piso de una lesbiana bisexual a las cinco de la tarde de un septiembre caluroso en una ciudad que no era la mía, y la puerta se abrió, y la sorpresa saltó, era una monada de chiquilla, algo hippie, morena, ojos negros, pelo corto, un pequeño piercing en la nariz y una sonrisa increíble, la cubría una camiseta de tirantes oscuros que marcaba unos senos que sobresalían con su delgado cuerpo, y una falda de esas largas y sueltas que dejan a tu imaginación el saber lo que allí se esconde. Me quede callado, me había sorprendido,- ¿Ana?-, le dije casi balbuceando, -¿Andrés?-, contestó ella con la misma cara de sorpresa que tenía yo, al parecer la idea que se había hecho de mí nada tenía que ver con lo que tenía ante ella, posteriormente me había confesado que se esperaba un hombre mayor, con pelo desaliñado y gafas, interesante y seguro, algo hippie y bohemio, y se encontró todo lo contrario, un tio con bermudas y camisa de manga larga remangada, con náuticas de diseño, pelo corto engominado, moreno de sol, no guapa pero si atractivo, pero alguien con quien jamás se habría tomado una cerveza en toda su vida.

Tras dejarme entrar y saludarnos nerviosamente, tras unos segundos de incómodos silencios, me puse hablar, -jo, no me esperaba una tía como tú, me esperaba una bollera gorda y rechoncha con un consolador como collar-, ella se rió, esa brutal exageración había roto el posible frío que pudiera existir, era como hablaba cuando chateaba con ella, -que fuerte-, dijo ella, -ni de coña me hubiese esperado un tío como tú, vaya tela, tengo al hijo de Aznar en mi casa-, nos reímos durante un rato mientras me guiaba por el pasillo hacia una estancia pequeña bastante iluminada y decorada con láminas de fotografía en blanco y negro, cortinas de color naranja, estanterías repletas de libros desordenados, una mesa antigua en el centro flanqueada con sillas de esas que mi abuela tiene todavía por casa, y un sofá de color gris de dos plaza que miraba a la ventana, una mesilla que aguantaba un equipo de música medieval, y tras una charla sobre lo bonita que es la vida, y servirnos unos extraños whiskys con cola light, sin comentarios, nos sentamos sobre las sillas de mi abuela, que por cierto eran comodísimas,  y con nuestros portátiles encendidos comenzamos a escribir nuestro relato.

Lo bueno de trabajar con gente inteligente y con ganas de crear es que todo es más fácil, las ideas fluyen más rápidas, las discusiones por memeces desaparecen y para lo importante las oposiciones contrapuestas se acercan porque se argumentan y en este caso enseguida llegamos a lo que queríamos escribir y como queríamos escribirlo, lo teníamos fácil, sería una historia sobre nosotros pero intercambiándonos los papeles, dos personas a las que les gustaba escribir, que se conocen y que tras varias líneas escritas acompañadas de alguna que otra copa,  descubren que no solo les une su pasión por la literatura sino que una extraña atracción que les sumerge en una experiencia que jamás habrían podido imaginar, a fin de cuentas y aunque hasta el momento no lo parezca, nos habíamos juntado para escribir un relato erótico, y eso es lo que íbamos a escribir.

Yo comencé a hablar sobre mi cuerpo, bueno, el de ella, yo era ella, y  tengo que reconocer que la tía me gustaba, y aproveché para decirle que se levantase y se pasease por la habitación para poder describirla bien, que incluso bailase para ver como se movía, ella lo hizo sin problemas, incluso le divertía la idea de verse observada y dibujada a través de las letras de un desconocido conocido que en cierto modo le atraía por su forma de ser. Más difícil fue cuando yo tuve que levantarme y pasearme, pero ya que estábamos hasta casi me desabroché la camisa para darle una mejor idea de lo que ante ella tenía.

Habíamos definido el hilo conductor de la historia, los personajes y faltaba ver quién empezaba con la seducción, cada uno iba escribiendo su parte de la historia, pero decidimos cambiar, ella decidió cambiar, lo fácil hubiese sido que cada uno escribiese desde su punto de vista pero no, esa parte la íbamos a escribir juntos, vista desde fuera, así es que cogió su portátil, la silla de mi abuela, o de la suya, y se sentó junto a mí, -bueno, como empezamos, ¿es la tía la que se lanza o el tío?-, me dijo mientras le daba otro sorbo a la tercera copa que nos habíamos servido, -empieza el tío-, le dije, -y te recuerdo que ese eres tú-, mientras la miraba fijamente a esos ojos negros que tenía, -vale-, dijo ella, -yo empiezo, pero quiero verte la polla, tengo que saber lo que tengo entre las piernas para ver lo que te hago-, medio riéndose y con una cara de pícara que hizo que eso que yo tenía entre las piernas empezase a despertar, -si lo quieres ver, lo vas a tener que hacer tu, yo paso de quitarme nada-, le dije, si quería guerrilla la iba a tener.  – ¿Con que esas tenemos?, eh, gírate, que este relato lo tenemos que terminar si o si-, y yo me giré, y ella casi sin pensarlo se puso de rodillas mío y empezó a desabrocharme las bermudas, -pero no te emociones mucho, que te estoy viendo la cara y va a ser que no-, me decía mientras ya me había quitado las bermudas y estaba a punto de hacer lo propio con el bóxer que cubría mi miembro que ya estaba bastante animado, y me lo quitó, y allí se le apareció mi polla que estaba bastante dura por todo aquello, ella se quedó mirando, -que rápido te has animado, no está mal, nada mal, además depilado, y descapullada-, no paraba de mirarla, -cógela, no te va a morder-, le dije, -¿tendrás que saber como está y como se siente, no?, ella me miró, su sonrisa había desaparecido de la cara, la notaba nerviosa, su respiración se había acelerado, volvió a dirigir su mirada hacia mi erecto miembro, y la agarro, primero con fuerza para sentir toda su dureza y luego aflojo la mano y la deslizó por todo el tallo, -me estoy poniendo cachonda, ¿lo sabes?-, me dijo, -me estoy poniendo y mucho-, volvió a agarrar mi polla y empezó a subir y bajar su delicada mano sobre ella, observando como la piel que lo cubría se movía, como mi glande se hinchaba más y como mi cuerpo se ponía tenso ante todo aquello.

No hizo falta que fuésemos hablando más, no había más de que hablar, se notaba que no tenía mucha experiencia en aquello porque se la metió en la boca al momento, casi sin esperar, no paso su lengua por ella para saborearla, la engulló directamente hasta la garganta y comenzó a hacerme una mamada espectacular, una de sus manos acariciaba mis huevos y la otra me apretaba fuerte el muslo mientras seguía follándome con su boca. –Ana para-, le dije, -ahora me toca saber a mi como soy, te recuerdo que tenemos que escribir un relato-, y reincorporándola del suelo, me acerqué a ella y comencé a oler su pelo, mi manos la cogieron su cintura y con delicadeza cogí su top y se lo quité lentamente, le acaricié el pelo, y mis manos bajaron buscando el cierre de su sosten, que encontraron y abrieron con rapidez para poder ver los pechos que tenía ante mí, hermosos, redondos, con unos pezones grandes y duros, ¿puedo probarlos?-, le dije, ella me cogió la cabeza y los acercó a sus senos, mi lengua los saboreó delicadamente, con movimientos circulares, estaban duros, eran gruesos, mis manos acariciaban su cintura, sentía como su cuerpo se erizaba y fui bajando poco a poco hasta ser yo el que estaba de rodillas.

Ella tenía los ojos cerrados, y sus manos seguían en mi cabeza, acariciando mi pelo, le desabroché la falda que cayó de un tirón sobre el suelo, olí su sexo, cubierto por un tanga de color negro que fui quitando poco a poco, su sexo estaba brillante, una ligera mata de pelo lo cubría, pero suave, muy suave, me acerqué y lo probé, estaba caliente, estaba mojado, estaba sabroso, y comencé con mi lengua a saborearlo una y otra vez. Ana comenzó a jadear, apretaba su sexo contra mi boca, mi manos sobaban su duro culo y ahora fue ella la que habló, -Andrés, para-, y casi tirándome del pelo me fue subiendo hasta que nuestras bocas se encontraron, y nuestros ojos se miraron, y nos besamos, nuestras lenguas se juntaron y nuestros cuerpos se abrazaron, sus manos acariciaban mi espalda todavía cubierta por la camisa, busque su cuello, mis manos apretaban su culo, y mi polla, totalmente dura y gorda se rozaba por su barriga. –Vamos al sofá, la quiero dentro-, me dijo mientras me cogía de la mano y me llevaba al sofá donde me empujó y me sentó con brusquedad, sus ojos, su expresión habían pasado del nerviosismo inicial, del desconcierto por la situación a un estado de lujuria que me había contagiado.

Me quitó la camisa y poniéndose de rodillas sobre mí, agarro mi polla y la fue colocando a la entrada de su sexo, empezó a rozarla sobre su clítoris, empecé a reconocer la música chillout que nos había acompañado toda la tarde y a la que no le había prestado la más mínima antención, y de repente empezó a dejarse caer sobre mi, escuche como sus ahhhh se hacía largos, le entraba con dificultada pero le iba entrando y se iba acomodando a ella hasta que se la clavó entera, se movió un poco y buscó mi boca, y buscó mi lengua y empezó a moverse más rápidamente, mis manos la cogían por el culo y la ayudaba a que fuese subiendo y bajando por mi miembro, me cada embestida era mas placentera, se echó para atrás y comencé a chuparle sus pechos con fuerza, sus movimientos se iban acelerando, sentía que se iba a correr de un momento a otro, y yo sentía que mi polla iba a estallar, y comenzó a correrse, empezó a chillar como una histérica, a duras penas podía mantenerla sobre mí, hasta que desfalleció sobre mí.

Escuchaba sus jadeos, mi polla todavía la tenía ensartada sobre su maravilloso coño, me había follado vilmente, ella,  -me ha encantado, va a ser un relato muy bueno, porque todavía faltas tu-, y diciéndome eso fue saliendo de mi despacio hasta dejarse caer hacia mi izquierda. La miré y ella me miró y con su mano derecha empezó a masturbarme, -sigue dura, muy dura-, me dijo, -lo está, tu me la has puesto así-, contesté, ella aceleró el ritmo, y con una ligera mueca en su rostro me dijo –me estoy acordando de tu Teen Wolf, y ya que estamos quiero que me lo hagas por ahí -, y girándose se puso a cuatro patas ofreciéndome su pequeño y prieto culo.

La acomodé a mi altura y con un dedo empecé a dilatar su ano, entró con facilidad, primero uno y luego otro, y comencé a follármela con los dedos, miré su cara, tenía los ojos cerrados, estaba disfrutando de todo aquello, y yo estaba que reventaba así es que coloque mi polla sobre su pequeño y oscuro agujero y empecé a apretar, -despacio, que hace mucho que no entra nada por ahí, muy despacio-, y así lo hice, me costó bastante lograr meter mi glande, ella mordía un cojín naranja que había sobre el sofá, mis manos la tenía cogida por las caderas y poco a poco mi polla fue entrando en ella, no la metí toda, solo la mitad, era suficiente, y empecé a follarme ese culo que era una maravilla, ella comenzó a gemir fuerte de nuevo, ví como una de sus manos se acariciaba ese precioso coño que hace unos instantes había explotado sobre mi, mis movimientos se volvieron más rápidos, y cuanto más rápidos eran, mas profundamente la penetraba y mas hondamente se la metía, hasta que no aguanté mas y comencé a correrme dentro de ella, la empujaba con fuerza, los dos gritábamos, notaba como su mano había acelerado el ritmo y como se estaba corriendo al mismo tiempo que yo, tras varias sacudidas y vaciarme de semen dentro de su culo, la solté y me senté reventado y sudado junto a ella, resoplando por el esfuerzo, y todavía erizado por las sensaciones que acababa de experimentar.

No dijimos nada durante un rato,- ¡vaya relato!-, me dijo mientras cogía su ropa y se marchaba al baño. Yo me vestí y me serví una copa, el hielo ya estaba desecho, pero me daba igual, necesitaba algo de beber porque estaba exhausto, me senté y empecé a escribir, pero nada salía, algo había pasado en aquella habitación que cambiaría mi forma de ver la vida, que cambiaría mi vida, me recosté un poco sobre la silla, mi corazón seguía latiendo con intensidad, mordía mis uñas pensando en todo aquello,  todavía sin dar mucho crédito de lo que había pasado, porque había sido maravilloso, nunca me había sentido tan acompasado con nadie como aquella tarde.

Ana entró con el pelo mojado, se había cambiado de camiseta, una larga que a duras penas le cubría los muslos, se sirvió otra copa y se sentó sobre el sofá, me miró, tenía los ojos vidriosos, no de llorar, los tenía diferentes, -¿y ahora que?- me dijo,  -me acabas de trastocar mi vida, nunca me imaginé que me pasase esto, no me lo puedo creer, no se que coño habrás sentido tu, pero tengo el corazón que se me sale-. Me puse de pie, o cogía mi ordenador, lo cerraba y me marchaba, que hubiese sido lo más prudente y lo más lógico dada nuestras respectivas situaciones, o me acercaba al sofá y me jugaba un -¡que haces vete de aquí!, y lo hice, me lo jugué, pero no encontré un vete, encontré un abrazo, y un beso, encontré una historia, un relato, la encontré ella.

Nunca terminamos el relato, de hecho dejé de escribir durante mucho tiempo, comenzamos una relación que fue maravillosa por todo, leíamos juntos, veíamos la vida juntos y nos amamos juntos y seguimos juntos, que coño, a mi me gustan que las historias terminen bien, y esta tuvo una final feliz, bueno, muchos, pero eso son otras historias.

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