Nuevos relatos publicados: 13

Mi adolescencia: Capítulo 39

  • 8
  • 11.496
  • 9,16 (19 Val.)
  • 3

Cuando ya estuve vestida de nuevo me obligó a arrodillarme delante de la webcam y me puso su pene delante de mis labios. Estaba claro que quería inmortalizar ante el vídeo que estaba grabando con la webcam una felación como la del día anterior. Yo me quedé cortada y un poco descolocada. Pero a Iñigo no pareció importarle que yo no estuviese por la labor, porque empujó su pene hasta mi boca hasta que, por puro instinto involuntario, lo introdujo en mi boca. Aunque lo cierto es que una vez dentro de mi boca sí que me dio morbo todo aquello porque recordé de repente todo lo que había pasado en mi habitación el día anterior y lo memorable que fue aquella felación. Por lo que sin pensármelo mucho allí estaba yo a mis 18 años haciendo por segunda vez en mi vida una mamada a un chico. Por segunda vez en mi vida haciendo una mamada a Iñigo y lo que siempre me pareció repugnante, vejatorio y asqueroso me encantaba cuando se lo hacía Iñigo. ¿Sería por estar enamorada por primera vez en mi vida? ¿Sería porque Iñigo era igual de morboso, fetichista y obsesivo que yo? No sé. Solo sé que lo disfrutaba. Aunque desde luego él lo disfrutaba mucho más a juzgar por los gemidos de placer que entonó sin cesar.

La felación duró un rato considerable. Él cual empleó Iñigo en mirar continuamente en el monitor del portátil para cerciorarse de que se estaba grabando todo perfectamente. De repente, con algo de brusquedad, sacó el cuello de mi camisa por fuera del jersey y tiró de él como indicando que acelerara el ritmo. Por unos segundos fue él el que impuso el ritmo, pues si tiraba del cuello de mi camisa hacía arriba yo aceleraba un poco más, mientras que si permanecía sin tocarme el cuello yo seguía a mi ritmo de siempre. Finalmente, muy complacido por todo lo que estaba ocurriendo (también yo estaba muy complacida, he de reconocerlo, si fuera cualquier otro chico jamás hubiese disfrutado con eso, pero con Iñigo era diferente). Él no dejaba de sonreír, y no dejó de hacerlo en ningún momento. Se llevó la mano a la cartera que guardaba en uno de los bolsillos de su pantalón y sacó un preservativo. Con mucha delicadeza me colocó de nuevo mirando hacía la webcam del portátil. Se puso el preservativo y empezó a penetrarme de nuevo en la posición del perrito. Yo estaba muy excitada, he de reconocer, pero podía ver en el monitor que él en esos momentos estaba mucho más excitado y me deseaba con pasión.

Las embestidas al penetrarme no fueron nada fuertes. Al contrario. Fueron muy suaves y lentas, como si estuviese saboreando cada una de ellas, como si las estuviese disfrutando lenta y pausadamente, como si hubiese disfrutado al máximo con la felación y ahora solo quisiese deleitarse en plan lento penetrándome por detrás. Solo hizo dos cosas aparte de penetrarme. Una quitarme lentamente poco a poco el jersey el cual tiró lejos de donde estábamos. Me quedé en camisa. Y la segunda cosa que hizo fue desabrocharme poco a poco la camisa mientras veía como lo iba haciendo en el monitor del portátil. Me desabrochaba un botón, me abría lo que podía la camisa y me penetraba de nuevo por la excitación que eso le producía. Me desabrochaba otro botón y volvía a repetir el mismo proceso. Así hasta que desabrochó todos los botones y me abrió la camisa del todo. Estaba claro que el morbo fetichista de esa ropa (y sus connotaciones con Scarlett Johansson en la película) le alteraban y entonaban muchísimo. No llego a quitarme la camisa del todo, pues cuando se disponía a hacerlo, se aceleró involuntariamente por la excitación en sus embestidas y acabó corriéndose.

Si antes de eso tenía una sonrisa perenne en los labios, después de correrse su sonrisa era más acentuada y expresiva que nunca. Con sumo cuidado, y sin dejar de sonreír en ningún momento, se salió de dentro de mí, se sacó el preservativo repleto de semen y se acercó a tirarlo a la basura. Acto seguido, con toda la normalidad del mundo, se acercó a mis labios y me besó al mismo tiempo que cerraba el programita de grabación que había estado ejecutando el portátil hasta ese momento. Sin lugar a dudas, fue uno de los momentos más eróticos, sexuales y morbosos de toda mi vida. Cierto que no hacía ni un año que había perdido la virginidad, pero en esos 11 meses que habían pasado mi vida sexual, por un motivo u otro, fue tremendamente intensa, placentera y gozosa. Aunque siempre, de forma discreta, confidencial y anónima, pues nuevamente no le podía contar a mis amigas que tenía una relación con Iñigo ya que habíamos acordado no contárselo a nadie para no hacer daño a Pilar. Aunque si soy sincera, al igual que me pasaba con Rafa, el llevar en secreto en plan confidencial una relación le daba incluso más morbo al asunto.

Pero pronto iba a descubrir que el llevar en anonimato y privacidad esta relación secreta con Iñigo tenía también su contrapartida negativa y pronto iba a ocurrir algo que me hizo sentirme muy celosa, extremadamente celosa. Ocurrió a los pocos días de haber llevado a cabo esa fantasía de grabarnos haciéndolo vestida así. Desde ese día, Iñigo y yo habíamos estado muy cariñosos, muy fogosos y muy entregados el uno al otro, haciéndolo cada dos por tres como si la vida nos fuese en ello (aunque ya de forma normal, es decir, sin webcam y sin tener que vestirme de ninguna forma especial).

El problema se desencadenó cuando una vez tomando cañas toda la pandilla, Pilar se puso muy tontorrona al lado de Iñigo, no es que él le diera pie a nada, pero claro, oficialmente estaba soltero y sin novia, y Pilar había sido su novia oficial desde siempre, por lo que si alguien tenía derecho legítimo a tontear de nuevo con él esa era ella. Y eso me carcomió el alma. Me puso muy celosa e irascible, aunque me esforcé en que nadie notara que algo me preocupaba y seguí tan normal. Aunque por dentro me hervía la sangre al ver como Pilar tonteaba tan descaradamente con él. Incluso hasta se me pasó por la cabeza tontear yo en ese momento con Edu para así llamar la atención de Iñigo y parase a Pilar. Hubiera sido fácil, Edu desde que cortamos muchos meses atrás no había dejado de insistir para que volviésemos y yo siempre me negué. Por lo que en cuanto le hubiese insinuado algo hubiera tonteado conmigo todo lo que yo hubiera querido. Pero eso me pareció rastrero (tanto para Iñigo como para Edu) y me obligué a no pensar más en ello.

Nada más salir de las cañas y llegar a casa llamé al móvil a Iñigo para quedar esa tarde para uno de nuestros encuentros. Y él me dijo que no podía porque estaba ocupado con cosas que tenía que hacer. No sé si me mintió o me dijo la verdad. Solo sé que ese comentario fue el desencadenante para activar mi mente e imaginarme lo peor. Es decir, que en esos momentos estaría enrollándose bestialmente con Pilar, que estarían jugando juntos a esos juegos eróticos fetichistas que tanto le ponen a Iñigo o que directamente estarían follando. Al fin y al cabo, Pilar era una chica muy guapa y había sido su novia durante mucho tiempo, por lo que todo lo que estaba pensando no era nada descabellado. El pensar una y otra vez todos estos asuntos solo consiguió que me agobiara mucho más. Casi me puse histérica. No me conocía a mí misma. Por lo general soy muy tranquila, pacífica, calmada y me tomo las cosas con mucho relax, pero aquella tarde me carcomían los celos. Y eso me obligó a volver a llamar otra vez a Iñigo por teléfono para vernos, aunque fuera solo un rato. El que tardase tanto en cogerme el móvil me mosqueó más todavía, no quise ni pensar las cosas que estaría haciendo que le impedía coger el móvil. Y encima, cuando me lo cogió y se lo comenté, me volvió a repetir que no podía a lo largo de todo el día. En ese momento ni todas las tilas del mundo me habrían tranquilizado.

(9,16)