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42.1 Los problemas de Rayhan

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Los días iban pasando sin grandes acontecimientos, era una buena señal de que todo marchaba bien en mi trabajo y la relación con Gonzalo se volvía más fluida a medida que hablábamos.

Además de las cosas que se dicen los amantes cada día, cada hora, cada segundo que tienen oportunidad, avanzábamos en nuestras confidencias más oscuras, de alguna forma le hacía ver retazos de mi vida en estos últimos años, sin entrar en detalles morbosos, desnudaba ante él mi relación con los hombres que eran mis amigos y con los que había tenido contacto sexual o afectivo. No temía lo que había hecho ni estaba arrepentido, sentiría simplemente, lastimarle y buscaba detenidamente las palabras.

Mis entregas a mis amigos habían sido plenas de cariño y amor, también deseo de ellos, aún tenía esos sentimientos. No había reproche alguno de su parte y servía para que nos conociéramos, para que no surgieran equívocos que pusieran en peligro nuestro amor.

Conocía mi relación con Nico, por supuesto, y le conté todo lo demás, le hablé de Rayhan, Rafael, Lorian, Vasiliy, Robin, todo, todo sobre mis amantes sin detalles innecesarios, él se los imaginaría. Descargando mi conciencia, dejando de alguna manera el balón en su terreno para que al saber pudiera decidir.

No podía faltar David, Evans, Alan, Paul, aunque no hubiera habido actos sexuales con ellos. Deseaba, necesitaba que conociera a fondo el cambio drástico que había experimentado como persona en este tiempo.

Él a su vez fue sinceró, entendía todo lo que había sido mi vida este último año, pero no podía ocultar sus celos, de alguna manera existían. Su vida tampoco había estado exenta de hombres y mujeres a pesar de tener a Ál.

Teníamos que continuar aprendiendo leyendo en nuestros corazones.

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No faltaban mis flores frescas recién cortadas, Ray no había podido llevar mi coche a lavar y llenarlo de combustible, no me importaba, podía detenerme hoy mismo a la vuelta del trabajo, así pagaba con la tarjeta que mi padre tenía a mi nombre ya que se empeñaba en que gastara su dinero.

El martes, aunque sin relación directa conmigo, las noticias de los medios conmovieron los corazones de muchos europeos. Un avión de Germanwings se había estrellado en los Alpes franceses, perdieron su vida las 150 personas que viajaban en él. Me impresionó el grupo de jóvenes alemanes de quince años, niños aún, que volvían de pasar sus fiestas en España Barcelona a sus casas.

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El miércoles llegó a mi buzón un mail de RR.HH en UK, enviaban los certificados de las retenciones que me habían practicado para mi declaración de renta. Tuvieron el detalle de poner a nuestra disposición la asesoría que precisábamos

Habían publicado la memoria de la empresa en la web, y nos adjuntaban a todos, un enlace, para que accediéramos al lugar de la intranet y que la viera el que estuviera interesado en el resultado económico de la empresa, el año fiscal en UK vencía en marzo y ya tenían para publicar todos los datos.

Entre otras noticias de la empresa venía la de nuevos nombramientos en el Consejo, en representación de los grandes accionistas aparecía la fotografía de Gonzalo con el resto. No había duda de que esto confirmaba como su abuelo iba cediendo en él algunas de sus funciones.

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Cuando le hablé a André de que deseaba coger algunos días de vacaciones entre junio y julio no le concedió mayor importancia, solamente me pidió que le concretara las fechas.

Gonzalo me indicó los días de nuestro viaje, comenzaría el trece de junio, una tremenda casualidad, justamente ese día se cumplía un año de aquel en que visité a Nico en Bristol por vez primera. La vuelta sería el día cuatro o cinco de Julio, así pasaría las tres quintas partes de las vacaciones que me correspondían este año.

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El martes y jueves estuve en la piscina con Rafael, no me habló sobre lo alegre y contento que le veía, para mí su júbilo era un síntoma de cómo marchaba su vida, quiso que el jueves pasáramos un rato juntos, antes de que fuera a encontrarse con Evans, se veían casi todos los días en la disco y muy poco tiempo fuera del trabajo. Tuve que negarme, debía hacer mis trabajos de casa y dejarlo todo preparado para pasar el máximo del tiempo con Gonzalo.

Borja le había reservado habitación en el mismo hotel, le encantó la vez pasada y pensaba en tenerla reservada para todos los fines de semana del año. Intenté quitarle esa idea de su cabeza, no me hizo caso y habló en recepción, le dijeron que no había problema, pero que si surgía algún impedimento avisara con antelación.

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Salía para mi trabajo contento y pensando en la llegada de Gonzalo, es cierto que los días habían pasado rápidos, pero deseaba tenerle de nuevo junto a mí.

Estaba abriendo la puerta del coche cuando el padre de Ray se me acercó, le saludé con la alegría propia de mi estado de ánimo en ese momento, al escuchar su voz le miré sorprendido por su tono y me fijé más en él. Ahora que su barba está más larga se parece menos a su hijo, me encontré su cara preocupada, con dos grandes arrugas que cruzaban su frente, como si fueran dos rayos cayendo del cielo.

No sabía cómo dirigirme a él, nunca le he llamado por su nombre, y a pesar de ser tan amable y sencillo, con esa hermosa sonrisa que tiene, continúo sintiéndome intimidado ante su voluminosa figura.

—¿Sucede algo grave Anwar?  —me mira fijamente a los ojos y ahora no puedo dudar que sea su padre, son idénticos con sus largas y pobladas pestañas, bellísimos de verdad. Tarda en responderme y le vuelvo a preguntar inquieto.

—¿Le ha sucedido algo a Rayhan, dígame?  —ahora me mira transmitiendo su dolor en la mirada.

—Es posible que usted pueda ayudarme, le han detenido.  —al fin habla y me veo obligado a cerrar la puerta del coche y acercarme a él, cojo entre las mías su mano derecha, su ruda y callosa mano de trabajador, tan grande y tan fría.

—Pero ¿qué ha sucedido?, ¿qué motivo han tenido?

—Anoche durante la fiesta de los jóvenes, desconozco lo sucedido. Hubo protestas y la policía realizó algunas detenciones.  —lo estaba escuchando sin podérmelo creer, era imposible que Ray hubiera hecho algo injusto.

—Llegó un amigo a casa ya muy tarde, le habían llevado al hospital, me acerqué hasta el centro donde le habían llevado para curarle de las heridas que tenía, no deben de ser graves, la gendarmería se lo llevó después de que los médicos le atendieran.

—¿Cómo está?, ¿le ha podido ver?  —el pobre hombre encoge sus hombros aturdido.

—No sé a qué comisaría le han podido llevar. He hablado con la Prefectura y dicen no conocerlo.  –en ese momento recordé que Faustin trabajaba en la Préfecture du Nord y tenía que saberlo. El problema era que no tenía su teléfono y llamar a esas horas a la Prefectura resultaría complicado poder hablar con él.

Evans lo tendría, pensé que haría pocas horas que se habría metido entre las sábanas, pero el problema requería de cierta urgencia. Tardó en contestar y se cortaba la llamada, al menos no lo tenía desconectado e insistí hasta que escuché su somnolienta voz.

—Evans, perdona mi llamada, pero es urgente, por favor, necesito llamar a Faustin.  –me escuchó sin interrumpirme y sin hacer preguntas que eran difíciles de responder con brevedad.

—Espera un momento que lo busque.  –al cabo de unos segundos el ansiado número estaba en la memoria de mi móvil.

—Gracias, Evans y perdóname por haberte levantado.  –sonó su risa y un bostezo.

—Déjame dormir Daniel, déjame que igual te he dado el número equivocado. Un abrazo para ti madrugador y quiero verte.

No respondía mi llamada, ¿pero todo el mundo tardaba tanto en estar en su trabajo? Mientras esperaba le explicaba al padre de Ray que tenía un conocido que nos podría dar información, nos estábamos quedando helados en la calle y le hice señas para que me siguiera hasta el estudio.

Reconocí su voz, aunque hablaba irritado, contrariado con alguien que a su vez le hablaba a él.

—Faustin, soy Daniel, el español amigo de Evans.  –creo que para su despierta mente eran suficientes datos.

—¿Y qué quieres ahora de mí?  —su voz sonaba insolente y chulesca.

—Se han producido unos arrestos la pasada noche y…  —le explique lo poco que sabía al respecto.

—¿Qué interés tienes tú por ese chico?  —tenía que ser muy discreto, no por Faustin, por el padre de Ray que estaba atento a cada palabra que decía.

—Es un amigo…  —le escuche reír sardónico.

—¿Tú un amigo de eso? No importa, voy a realizar alguna gestión, dame sus datos.  –fui contestando a un cuestionario que parece que tienen establecido.

—Dame una hora para buscar lo que quieres, la información será privada, ¿puedes pasar por las oficinas de la Prefectura? Solo, debes venir tú solo.  –elevé mis ojos para encontrar los negros de Anwar que me miraban expectantes.

—De acuerdo estaré ahí como dices.  –me dio los datos donde debía dirigirme.

El padre de Ray lo había escuchado todo, o al menos lo más necesario, le pedí su número de móvil para ponerme en contacto con él cuando supiera algo y que estuviera tranquilo, todo se arreglaría o eso era lo que yo pensaba.

Llamé a la fábrica para decirle a André que tenía un problema y llegaría tarde o quizá no lo hiciera, le dejé el recado a Elie, él se encontraba en plena vorágine de trabajo. Tomé un taxi para ir al encuentro de Faustin, podía haber ido andando, pero la impaciencia no me dejaba vivir.

Al parecer el amigo Faustin no era un cualquiera, tuve que pasar el control de varios secretarios antes de me dejaran en una sala esperando, el tiempo transcurría y me frotaba las manos, nervioso, inquietud que se iban incrementando según pasaban los minutos.

Cuando pensaba que se habían olvidado de mí, abrió una de las puertas una muchacha relativamente joven y guapa, vestida de traje negro y me pidió que la siguiera.

En la siguiente puerta que abrió y detrás de una mesa impresionante se encontraba Faustin, se levantó y vino hacia nosotros, me estrechó la mano como si fuera un conocido importante y la chica cerró la puerta tras ella dejándonos solos.

—¿O sea, ese agresor de la autoridad y destructor de bienes públicos es amigo tuyo? Tienes amistades mal influenciadas amigo Daniel, tu amigo se encuentra en una situación complicada, delicada diría yo.

—Es un chico incapaz de hacer daño y no creo que lo haya causado, para nada.  –se sonríe y avanza hacia la mesa, abre una capeta que tiene depositada en ella.

—Mira, echa un vistazo y dime si es este el angelito que buscamos.  –en efecto hay varias fotografías que muestran a Ray con una barra de hierro o madera en sus manos, se sostiene en ella manteniéndola apoyada en el suelo.

—¿Esto no prueba nada?  —no se le ve en actitud violenta dañando bienes o agrediendo a los gendarmes.

—Eso depende del informe que acompañe a las fotografías y otras que hay y se pueden acompañar de los daños causados esa noche.  –deja la carpeta sobre la mesa y se vuelve hacia mí, alarga su mano y acaricia mi barbilla, simplemente pasando uno de sus dedos por ella.

—También pudo ocurrir que fueran otras personas y él estuviera allí de paso, claro que sería difícil de explicar cómo ha sufrido las heridas que tiene, pero todo puede haber sido un error como sucede otras veces.  –me mira con una sonrisa perversa en sus labios.

—No sé cuál es la versión que te parece más justa, está en tus manos que sea una u otra.  –se sienta en el borde de la mesa y se cruza de brazos.

—¿Qué es lo quieres?  —mis palabras salen sin fuerza de mi boca.

—Nada, nada, yo no quiero nada, hago mi trabajo como es justo y luego tú puedes hacer lo que sabes qué deseo de ti, si estás de acuerdo tu amigo se podrá marchar a casa esta tarde, sin cargos porque no ha hecho algo punible.  –espera mi respuesta que no llega, me siento humillado, degradado en mi auto estima y continúa.

—Creo que necesita volver pronto a su casa, los inspectores pueden excederse en los interrogatorios y bastante mal está ya, aunque le han atendido muy bien en el hospital.

—De acuerdo haré lo que tú quieras, pero esta tarde debe estar en su casa y sin represalias posteriores.  –sonríe triunfal, saboreando su victoria.

—Tengo el honor de poder lucir algunas medallas y de todas formas tienes que fiarte de mí.  –salgo del despacho molesto y enfadado conmigo mismo, aunque de algún modo satisfecho de haber intentado solucionar el problema, antes de volver al estudio llamó al padre de Ray para decirle que a la tarde estará en su casa y que todo se ha resuelto, que la policía había cometido un error al detenerle. Sus palabras de gratitud compensan en parte mi decepción y la convierten en agridulce gloria.

Cuando llego de vuelta al estudio se vuelven a repetir sus palabras de agradecimiento, pero ahora le tengo presente y me sonrojo de vergüenza, es un padre que ama a su hijo y no sabe lo que hacer para demostrar su gratitud.

Llego a la fábrica a la hora de comer, cuando quiero excusarme ante André, con una disculpa que me invento, me dice que no tiene importancia y que no debo preocuparme.

Lo que ahora me inquieta es el pago que debo realizar al mezquino y ruin Faustin, no ha concretado nada, yo entiendo que con ser su puta una vez será suficiente recompensa por su hazaña, porque no hay duda de que es eso lo que quiere.

Me ducho y preparo para ir a recoger a Gonzalo a la estación, cuando recibo la llamada del padre de Ray estaba a punto de salir, el muchacho se encuentra en casa y le han metido en la cama para que descanse, ha llegado prácticamente inconsciente, no había llamado para que se le recogiera a la salida de la comisaría.

Pensaba ir andando a la estación y allí coger un taxi para ir al hotel y cambio de idea, meto mi bolsa en el coche. He decidido ir a verle y así comprobar si es necesario llamar a un médico, o si fuera más grave ingresarlo en un centro hospitalario.

Gonzalo nota mi preocupación en el mismo momento de verme y tengo que explicarle lo sucedido y los propósitos que me animan para ir a visitarle.

Obvio decir el abrazo sin fin que me ofreció y los besos que nos dimos.

Su casa está al otro lado del río, en una zona donde conviven empresas y pequeñas viviendas, y en una calle mal asfaltada y llena de socavones, la casa que me indicaba el navegador se componía de dos pisos, tenía una pequeña zona de acceso y jardín y a continuación de ella se hallaban otras iguales a esta, separadas todas por pasillos de verde hierba, golpeé en la verja de hierro, no veía un timbre por parte alguna.

Pasó un tiempo y no aparecía nadie, cuando volví a llamar se abrió la puerta vecina y apareció una mujer vestida con una túnica árabe y el rostro tapado, detrás de ella asomaban su cara unos chiquillos.

Solamente me dirigió la palabra para indicarme que teníamos que ir dando la vuelta por detrás de la casa, creo que le di las gracias e hicimos el recorrido hasta el final de la calle y llegar a un camino sin pavimentar que daba a un canal del Deûle.

Al otro lado había un jardín—huerto más grande, estaba parado un coche con una cruz azul pintada en su puerta, supuse que era un vehículo de la sanidad. La puerta estaba entreabierta y accedimos por ella hasta llegar a la casa. No tuve necesidad de llamar, en ese momento salía por ella Anwar acompañando a un señor que portaba un maletín, se despedían en ese momento.

Le pedí ver a Rayhan y nos llevó atropelladamente a una habitación, mis ojos tardaron unos segundos en acostumbrarse a la poca luz que allí había. Me acerqué a la cama donde estaba tendido Ray, tenía la cabeza vendada, sus labios hacían una mueca rara que sería una sonrisa, tenía sus bonitos labios tumefactos y abultaban el doble de lo que eran.

Me incliné hasta él para mirar en sus profundos ojos negros. Quería hablarme con ellos, pero fueron sus magullados labios los que hablaron.

—¡Gracias Daniel!  —las lágrimas comenzaron a rodar por mi cara.

—¿Qué te han hecho Ray?  —cogí su mano para besarla, tenía algún arañazo sin importancia.

Estuvimos un rato hablando con sus padres, su madre envió fuera de la habitación a tres chavales que estaban allí mirando curiosos, en silencio y adorando la cama donde permanecía su hermano.

Les pedí que me llamaran si necesitaban algo, quería marchar, me sentía abochornado y confundido por sus muestras excesivas de agradecimiento, recordé los dulces que llevó un día Ray, y la comida que preparó en otra ocasión, y también le agradecí todos sus detalles, sin olvidarme de las flores.

Marchaba tranquilo sabiendo que no había nada grave y que se recuperaría en poco tiempo, era un chaval fuerte y contaba con dieciocho años, ahora más tranquilo podía darme cuenta de la humildad de la casa, limpia y cuidada como el hermoso huerto del fondo con un par de pequeños árboles frutales y los verdes rosales de rosas rojas y blancas.

Llegamos al hotel, era imposible aparca el coche en las calles adyacente y Gonzalo me pidió que lo metiera en el parking, desde allí accedimos a recepción para recoger la llave.

Había caído la noche y no nos apetecía salir por la ciudad a cenar, bajamos a la cafetería del hotel y allí pedimos la cena.

Desde que dejamos la casa de Ray habíamos hablado muy poco, todo relativo al tráfico y esos temas del traslado. También había permanecido en silencio durante el tiempo que duró la visita y solo habló para saludar a Anwar y su esposa, no se acercó a la cama donde yacía Rayhan.

Me miraba continuamente, seguramente se sentiría molesto, había venido de tan lejos para estar conmigo y yo le metía de lleno en mis problemas con los que él no tenía nada que ver.

—Mañana te compensaré, tenía que ir a verle.  –sujeté su mano derecha con mi izquierda por encima de la mesa y le miraba desolado, afligido por no haberle dado lo que él venía buscando.

—Lo lamento de verdad, dime algo.   –le miraba apenado.

—¿Qué quieres que te diga?, no hay palabras para explicarlo. Te rodeas de gente tan extraña, mafiosos que viven al filo de la ley, prostitución, gente de vidas no muy claras.  –todo lo que decía era cierto, pero yo no lo veía como él lo explicaba.

—Hay otra mucha gente además de esa.  –no quería defender mis ideas si nos llevaban a una discusión sin sentido, le miré dolorido por él.

—No te lo estoy diciendo como un reproche Daniel, es que eres tan peculiar a veces. Como un niño al que habría que comer a besos por sus buenas acciones o darle unos azotes por poner en evidencia sus sentimientos y en peligro su seguridad.  –sonreía y apretaba con fuerza mi mano.

—Cada día descubro nuevas cosas en ti, que, aunque me puedan enfadar, me hacen quererte más, ahora no estoy molesto contigo, de ninguna manera, me asombro ante tu capacidad de empatizar con los demás. —mi mirada debe transmitirle mi enorme gratitud y limpia las lágrimas que corren por mis mejillas.

—No vamos a ponernos sentimentales que tenemos que cenar, ¿no deseas verme gordo?  —deja mi mano para coger el cuchillo y sonríe delicioso.

—Siempre siendo amigos y no llegaré a conocerte nunca.  –yo creo que sí que me conoce, pero le cuesta mirarme.

La habitación no es la misma de la vez anterior, aquella tenía el TV en la pared enfrente de la cama y esta lo tiene en una mesa lateral, creo que aquella estaba mejor dispuesta para verla más cómodamente, ¿pero qué pienso?, si para mí es como si no existiera.

Nos lavamos la boca y permanezco un tiempo más en el aseo, me miro en el espejo y me encuentro ojeras que oscurecen mis párpados.

Cuando salgo del baño me dirijo rápidamente a la cama, al levantar la ropa pude verle totalmente desnudo, sentí un estremecimiento por lo que significaba, tenía las mismas ganas de mí que yo de él.

Mantuvo la ropa en alto para que me tendiera a su lado y me ayudó a quitarme mi pantalón y slip que me terminaba de poner, quedamos desnudos los dos enredando nuestras piernas como si estuviéramos bailando.

Es tanto su encanto, la cercanía con que le siento que deseo desde ya  su virilidad y gozar de ella.

Me mantiene unido a su cuerpo con sus brazos y notaba la pasión en su pene que pulsaba y se estremecía mientras crecía llevado por su fiebre. Empuja contra mi muslo, nuestras bocas se unen en un sensual beso donde su lengua lamía la mía, mis dientes, mi paladar y mis labios excitándome más aún.

Comienza a acariciar mis tiesos pezones con sus dedos, juega en las aureolas y los pellizca con suavidad tirando de ellos, es un experto y me lleva al placer chupándolos, los da lamidas suaves en círculos y luego chupa metiendo en su boca mis aureolas mientras muerde mis pezones. Alucino del placer que siento, ya lo había experimentado con anterioridad, pero no con él, ni con este sentimiento de entrega que sabía despertar en mí.

Acariciaba con mimo su cabeza prendida en mis pechos, como si fuera un bebe que me mamara y era el delirio ante sus chupadas y aspiraciones, como si de ellos pudiera salir leche.

Llevo mi mano a su verga que empuja en mi cadera, ¡qué suave me parece a pesar de su dureza!, la aparto de mí y bombeo masturbándole lentamente, empieza a emitir quejidos aun mamando de mis tetillas.

Su polla va cogiendo más consistencia a cada momento que pasa, engorda y crece hasta parecerme increíble, la humedad empapa mi mano y siento mi boca hambrienta y deseando su sexo, no podía desasirme de él, sus brazos rodeaban mi cintura y sus manos en mi espalda llevaban mi pecho a su boca.

Quería darme la vuelta, ofrecer mi entrada al pene que babeaba en mi mano, sentirle dentro de mí perforando mis entrañas a la vez que besaba su boca.

Una de sus manos abandonó mi cintura para deslizarse hasta mi ano, ahora tenía más libertad para moverme, comienza a tirar de mis pelitos, los pocos que tengo, como si quiera arrancármelos, me coloca para comerse mi culo, lo abro a su boca golosa y a su lengua que quiere penetrarlo. Siento calambres en mi vientre y como de mi verga salen hilos de precum.

Maneja sus dedos con precisión y maestría, entrando en mí y saliendo, frotando los anillos de mi ano, lamiendo mi entrada al mismo tiempo, me siento su esclavo entregado en alma y cuerpo, mi sometimiento es voluntario y placentero, me adapto a él dócil, siguiendo sus más mínimas indicaciones que a veces son simples movimientos de sus manos, para abrirme, para relajarme y dejar que haga de mí su voluntad.

Se cansa de lamerme el culo y me lleva hasta su verga, resulta un acierto, si hubiera seguido follando mi culo con su lengua y sus dedos, todo habría terminado muy rápido, me deja que descanse para poder bajar mi excitación. Ahora, con su permiso, podía lamer su falo que despierta mi glotonería, y paladear su sabroso sabor que me chifla.

Me pide entre suspiros que le chupe los testículos y no soy remiso a su ruego, los meto uno después de otro en mi boca chupando de ellos, me pide más, no sabe lo que está diciendo.

—Así, sí, Daniel, muérdelos.  –estaba muy excitado y cachondo empujando mi cabeza contra su escroto y esa cachondez despertaba mi lujuria, masturbaba su verga con una mano, con la otra acariciaba su perineo y su ano y mi boca no dejaba de chupar sus huevos.

Jadea como un loco cuando mete toda su polla en mi boca, cuando la nota deslizarse por mi garganta y no quiere sacarla, empuja de mi nuca y me ahoga, la saco y montones de baba, junto con su precum, salen de mi boca resbalando hasta sus huevos, juego unos minutos a sacarla y meterla, desde luego que estaba aprendiendo a hacerlo muy bien.

Sin palabras y respirando como un caballo en la monta, me coloca de cara a él y sube mis piernas a sus hombros, unos segundos más tarde suspira hechizado de placer al tener su todo su pene en mi vientre, resulta imposible de plasmar en palabras lo que siento, miraba su cara poseído de lujuria con los ojos cerrados, mordiendo su labio y rechinando sus dientes.

Abrazo su cuello con mis piernas y sus nalgas con mis manos para soportar los estremecimientos que sacuden mi cuerpo al eyacular sobre mi pecho y mi vientre, destrabo mis piernas exhausto, rendido por el tremendo orgasmo.

Su pene vuelve a entrar y salir de mi culito con terrible salvajismo, moviendo mi cuerpo entero, me atraviesa y noto como su orgasmo avanza en él, como se va a correr por sus incontrolados movimientos, empuja y desgarra mi interior con sus embestidas salvajes. Jadea y se queda quieto un momento hasta que la mete todo lo que puede y preña mi vientre con su simiente, son unos cuantos chorros, tres o cuatro abundantes donde se mete con más fuerza y después baja la intensidad de sus penetraciones.

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Su aliento muy caliente golpea en mi cuello, paso mis manos por su espalda y envuelvo lo que puedo de su cuerpo con el mío, lo estrecho muy fuerte mezclando mi semen con nuestros sudores.

 

—Gracias Gonzalo, te amo, te quiero tanto.  –no me puedo contener y vuelvo a llorar como un tonto, no merezco un hombre tan dulce y bueno.

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