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Completamente perdidos

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Era aquél, un grupo colegial donde la hermosura asombrosa de absolutamente todos los chicos y chicas, se daba de manera unánime.

Los chicos varones, eran a cuál de todos, más ardientes en sus deseos de entregarse al sexo de manera desenfrenada, alocada y viril.

Veían a sus amigas de clase como las fieras hambrientas ven a su presa, y ellas, que eran también chicas dotadas de ardorosas pasiones, los veían como un bebé sediento y con hambre, ve a la teta.

Era cosa obvia que el desenfreno sexual entre ellos iba a darse en cualquier momento. Pero lo que sucedió aquella tarde allá en el colegio, marcó para siempre un destino que signó a aquel grupo, como un grupo en el cual las mujeres, sabrían aprovechar la oportunidad que la suerte les había servido como en bandeja para adueñarse por completo de sus amigos, pues... los capturarían en una trampa en la que habían quedado atrapados, pudiendo ellas hacer con ellos, lo que les vino en ganas.

Las cosas diéronse así, para que ello así sucediera:

Habiendo los varones cometido una gravísima falta que hasta peligraría para ellos la aprobación del año si ella era descubierta, en determinado momento queda esa situación  en punto tal que las autoridades del colegio advierten la falta y comienzan a buscar con frenética furia a los culpables, haciendo a los chicos aquellos entrar en pánico y en tal desesperación, van todos a esconderse allá en un olvidado y enorme salón que se usaba como depósito de cosas y donde se guardaban también, colchones.

Las chicas los descubren allí escondidos, y rápidamente todas, con maliciosidad y astucia, deciden aprovechar aquella situación para chantajearlos ofreciéndoles el silencio de no delatarlos, a cambio de que todos, absolutamente todos, se dejen usar por ellas como "juguetitos sexuales" ahí mismo, por todas ellas.

Allá, en aquella alejada y solitaria parte de aquel inmenso colegio, chicos y chicas iniciaban la más acalorada discusión en la cual la desesperación más atroz dominaba a los varones, y donde la euforia triunfal exultaba a las chicas.

—¡O aceptan ya, ya mismo lo que les decimos, o ya, ya mismo, vamos y contamos TODO!!! —Les decían ellas con tajante determinación, mientras en sus rostros se dibujaban las más perversas miradas de dominación hacia ellos.

Ellos, que las habían oído decirles que si no querían ser delatados deberían desnudarse completamente desnudos y entregarse a ellas para que les hicieran todo cuanto ellas hacerles ahí quisieran sin tener ellos el más mínimo derecho a hacer otra cosa que no fuera obedecerlas en absolutamente todo y entregarse mansitos como corderitos a todas ellas, ellos... ¡no podían creer lo que les estaba pasando!!!

—¡No, nononononono por favor nooooo, eso noooo, por favor chicas, nooooo!!! —Ardían ellos en desesperación atroz suplicándoles implorantes a ellas que ya, los tenían como atrapados de los huevos a todos.

—¿Ah...? ¿no quieren aceptar? ¡Pues bien!!! ¡Los delataremos, YA!!! —Exclamaron al tiempo que daban la vuelta como encaminándose hacia la delación decidida, lo que arrancó la desesperada decisión de los chicos a gritarles desesperados que sí aceptaban, y entonces, sonrientes y triunfales, ellas...se metieron con ellos encerrándose en el salón.

—¡Son unas cerdas!!! —Exclamó alguno entre llorando y riendo. Ellas, reían con las risas más puercas que puedan imaginarse; y comenzaron a ordenarles entre risitas y morisquetas:

—¡A desnudarse...toditos!

La orden, comenzaba a cumplirse entre las murmuraciones ya resignadas de los varones que medio reían y lloraban entre el reír de todas ellas y alguna carcajada de algunas, y aquello, era el comienzo de una verdadera orgía loca en la cual las muchachas irían a desarrollar sus más desenfrenadas pasiones con aquéllos sus amigos a los que irían a exprimir como jugosos limones para una sedienta degustación de acaloradísima tarde agitada.

Cuando ya la desnudez era completa en cada uno y aquellos inmensos falos delataban en ellos la calentura imponente que los dominaba, y sus henchidos testículos delataban también la sobrecarga de semen que hablaba con su lujurioso lenguaje lo que ellos en verdad eran, ellas... se extasiaron risueñas y lascivas en aquella contemplación que les aumentó como un voraz incendio que comenzaba, sus sentidos lúbricos los cuales irían en segundos más, a estallar en aquella orgía presta a comenzar ya.

Diez eran ellos; diez también, ellas eran. Una exclamó:

—¡Chicas... uno para cada una… prontas, listas, YÁ!!! —Y se abalanzaron sobre ellos!

(Continuará)

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