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Nos hemos citado en un bar

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Nos hemos citado en un bar; llego, me siento y observo los afiches colgados de la pared, posters de bandas de rock y pantallas gigantes, en la esquina más oscura del local hay un billar. Suena Hotel California, un clásico dicen. Prendo un cigarro y sin soltarlo, con esa misma mano tomo mi trago de whisky. El sitio es agradable, pienso que incluso si me dejas plantado, la tarde es amena y no es un desperdicio estar ahí. Para matar el tiempo me he llevado un libro de E. M. Cioran, Ese Maldito Yo, son aforismos y así no me quedo a media lectura. Apenas pido el segundo whisky cuando apareces en la puerta, con tan sólo pasar todas las miradas de ebrios perdidos voltean a verte; traes un vestido negro, corto, anteojos de corazón y unos labios brillantes. Me saludas con una sonrisa amplia y al ver tu boca pienso en colibríes, en el corazón de los colibríes. Tus ojos delineados me miran desde una dimensión desconocida, desde un universo paralelo. Hay algo en tu pupila que me recuerda a mi infancia; hay en la ternura de tus manos algo que me hace pensar en el olor del pan caliente. Clavas tu pupila café en mis ojos, me preguntas cosas, no puedo contestar, estoy perdido. Siento tu pupila desgarrándome, incendiándome.

Hablamos un poco de literatura, de filosofía, de la vida y de la muerte. Me dices que no tienes mucho tiempo, que tus hijos, que tu esposo, que nadie sabe que estás aquí frente a mí, cruzando las piernas y prendiendo un cigarrillo. Tú pides un vodka con jugo de naranja. Una bebida de niñas, te digo y me río. Tú me miras con un poco de rencor. Me excita la manera en que fumas, inhalando despacito. Te tengo una sorpresa, te digo. Saco de mi pantalón un pequeño paquete de polvo blanco; es material que me mandaron de Nueva Italia, te digo, y te enseño el paquete; tú sonríes y me dices que ya no le haces a esas mamadas, entonces aprovecho para preguntar si le haces a otro tipo de mamadas. Sonríes coqueta y colorada, dices que sí, que bien sé que sí. Poquito. ¿Poquito? Sí, poquito. Vamos, pues, una raya y ya. Vamos al baño de damas, está solo a esta hora de la tarde, tomamos cocaína con una llave y la inhalamos, un llavazo por orificio de nariz. Regresamos a nuestros asientos, pedimos otro trago cada quien, para desaparecer la molesta sensación de tierra en la garganta.


—Tenía mucho tiempo sin hacerle. Tú sacas lo peor de mí.

—Yo también tenía como tres años. Los años de universitario no vuelven, ni las drogas ni la soltería. Me gusta pensar eso, que saco lo peor de ti.

—Ya me está pegando. Está buena, ¿dónde la conseguiste?

—Un amigo me la envió de regalo de cumpleaños.

—Ah neta se me olvidó tu cumpleaños… Perdón, los niños no me dan tiempo de nada. Te lo compensaré, ¿qué quieres de regalo?

—Tus calzones, pero quitándotelos ahorita, aquí.

—¿Delante de todos? Jajaja, estás, pero bien pinche loco y pendejo.

—Pues dijiste que qué quería de regalo…

—¿Estás jugando verdad? Aparte de todo, ¿qué le digo a mi esposo de los calzones? ¿se los tragó un perro?

—No, un lobo feroz.

—Graciosito.

—Hermosa.

—¿Y eso?

—¿No estamos jugando a decir verdades?

—Eres demasiado extraño.

—El treintaysiete veces extraño. ¿Apoco tu esposo te revisa si traes o no traes calzones?

—No, pero no lo haré. Ya te dije. Mejor cuéntame qué es eso del treintaysiete veces extraño.

—Pues cuando iba en la universidad, había una chica darketa en mi salón. Me gustaba mucho, pero era básicamente su olor, como a incienso negro y a maderas, no lo sé, olía como esas esencias que venden los jipis, pero con el PH de su piel la combinación era exacta. Por su solo olor podía saber si ella estaba o no en la escuela. Pero bueno, el día que por fin me decidí a declarármele charlamos previamente mucho, y ella me estaba diciendo Eres muy extraño. Pensé que era bueno, ya que se supone que a los darks les gusta lo extraño; me dijo treinta y siete veces que era muy extraño, las conté. Cuando me le declaré me dijo que no, y me di cuenta que era demasiado extraño hasta para una darketa y eso que a esa gente le gusta beber sangre ¿no? Pero bueno por eso algunas de mis amigas me dicen el treintaysiete veces extraño.

—Jajaja, así te llamaré yo también.

—Puedes decirme como quieras, siempre y cuando me regales tus calzones.

—¿Oh y sigues? ¿Para qué los quieres? ¿Te vas a masturbar con ellos verdad? Pinche puerco.

—Ya me conoces.

—Oye… ¿y cómo vas con tu novia?

—Eso es muy difícil de platicar, tengo que hacerte una confesión, acércate.

Lo dudas un poco, bebes el trago de un sorbo como para darte valor y te acercas; me dices que te cuente; percibo el olor de tu cuello, el olor de tu cabello recién lavado, eso me encanta. Acerco mis labios a tu oído y lo lamo, beso tu mejilla, beso tu boca, tratas de alejarte, pero te atraigo con mi mano izquierda. La mano derecha la meto debajo de tu vestido y acaricio tu pubis por encima de los calzones. Respondes el beso, metes tu lengua en mi boca y abres un poquito las piernas para que haga a un lado las bragas y sobe tu clítoris. Dejas de besarme y te alejas.


—Esto está mal, está muy mal.

—Yo lo sentí todo muy bueno.

—Para ti todo es un juego, tú porque no quieres a tu novia pero para mí sí es importante la fidelidad.

—¿Apoco unos inocentes besos y un poquito de magreo es infidelidad? Además sí quiero a mi novia y la quiero mucho, pero eso no tiene que ver con el deseo que siento por otras mujeres.

—Para ti es sólo sexo, pero las mujeres no podemos coger sin un poquito de cariño. Eres un pinche animal.

—Soy un perro de traspatio y sólo quiero roer tus huesos. Mira bien sólo sé ladrar. (Ladro)

—No hagas escándalo. Además, eso es de José Cruz. Me acuerdo que en otra época eras más creativo.

—¿Crees que yo no te quiero?

—Me quieres coger. No debí venir.

—Después de tantos años, ¿crees que te quiero o no?

—Creo que sí, que detrás de esos litros y litros de alcohol que tienes en lugar de sangre y detrás de esas miles y miles de revistas pornográficas que tienes en lugar de corazón, creo que sí me quieres.

—¿Quién ha sido tu confidente todos estos años? No puedes decir que no siento nada por ti, te quiero muchísimo. Y sí tengo ganas de cogerte, la verdad. No podría decir que hacerte el amor… No te haré un camino de pétalos a la cama… Eso lo hago con mi novia, a ti quiero cogerte como a la más puta de las mujeres.

—¿Camino de pétalos? Me cuesta trabajo imaginarlo, eso es demasiado cursi incluso para mí, jajaja. Y extraño mi época en que era la más puta de las mujeres, jajaja, pinche vodka me está haciendo efecto. ¿Sabes qué creo? Creo que te quedaste con esa imagen de mí, y creo que a la que deseas es a la chavita que fui y no a la señora que soy. Después de mis hijos mi cuerpo no es el mismo y después de ponerle diario con mi marido de seguro que ya ni aprieto igual, el famoso dóberman.

—Jajaja. Vamos a ponerlo así, a ti te cogería de catorce años, te cogería de diecisiete, te cogería de veinte, te cogería de a veinticinco, te cogería de a treinta, te cogería de a treinta y cinco, te cogería de cuarenta, te cogería de cincuenta, te cogería de cincuenta y cinco, te cogería de sesenta y me cogería a tu cadáver…

—¿Y de cuarenta y cinco, no? Qué decepción, yo pensaba darte las nalgas a esa edad… jajaja.

—A ti nada más te gusta jugar conmigo y con mi libido… Oye y ¿qué es eso de dóberman?

—¿No has escuchado eso de que unas mujeres traen perro? Porque te aprietan tan rico que es como si te atrapara un perro. El mío es dóberman porque atrapa y no suelta hasta desangrar a la víctima jajaja o bueno, traía dóberman allá en mis años mozos.

—Eso se me hace muy naco para ti. Jajaja, si lo había escuchado, pero nunca creí que tú lo dijeras.

—Sorpresas te da la vida. Además, yo soy poquito naca, pero tú eres un enfermo psicópata…

—¿Y ora por qué?

—¿Cómo que por qué? Dijiste que te cogerías mi cadáver… Eso más que excitante, da miedo.

—Mejor vamos por otras rayas….

—¡Vamos!

Caminamos al baño, en mi cabeza suena algo parecido al soundtrack de una película de Tarantino. Otra vez el baño está desierto, inhalamos frente al espejo. Dices que está muy buena, te digo que estás más buena tú y te atraigo para besarte en la boca. Me respondes el beso, siento tu arete jugando dentro de mis labios; me tomas de los cabellos, me atraes hacia ti y me muerdes durísimo, me provocas una ligera herida. Es riquísima tu técnica para besar, tu aliento es fresco, es muy excitante. Levanto tu vestido para acariciar tus piernas y me avientas, dices que eso no está bien, que no debes hacerlo, que mejor te vas. Te sujeto, no dejo que te vayas, te vuelvo a besar y me muerdes la boca. Te tomo por la fuerza, te cargo y te llevo a un rincón del baño, pataleas, me dices que estoy loco, que estoy completamente pendejo. Saco de mi pantalón una navaja, y le pongo justo en tus mejillas… Algo balbuceas, paso la navaja por tus mejillas, por tu cuello, por tu vientre, por tus piernas. Levanto tu vestido, bajo tus calzones y los corto con la navaja. Los restos los pongo en mi bolsillo trasero. No hagas nada de lo que puedas arrepentirte, me dices y te contesto De esto no me arrepentiré.

Subo tu vestido hasta dejar al descubierto tu pubis, te digo que lo detengas así, agarras tu vestido, así que empiezo a lamer tu vagina y tu clítoris, a pasar mis labios por tus muslos; para mi sorpresa estás muy húmeda, en poco tiempo te corres en mi boca; para tu sorpresa, ya que estás frente al espejo, ves que tus gestos son placenteros. Sin embargo, sigues balbuceando que no, que esto no está bien, que no deberías, callo tus soliloquios a besos y mordidas en los labios, en mi boca tengo tu sabor y el sabor de mi propia sangre por la mordida que me diste. También te muerdo fuerte y desabotono tu vestido; tu sostén es rojo igual que tus calzones, lo desabrocho y quedan al descubierto un par de magníficos senos; los chupo, los muerdo durísimo, te salen algunas lagrimitas; te pongo de rodillas, te limpio las lágrimas con mi glande y te lo meto en la boca, apenas unas tres embestidas a tu boca y escuchamos que alguien se acerca… Te digo que nos metamos en el baño, dices que no, que ya paremos. Te amenazo con la navaja y te obligo a meterte en el baño. Apenas cabemos, saco los restos de tus calzones y los pongo en tu boca a manera de mordaza. Dos chicas entran platicando de tontería y media. Yo estoy demasiado caliente, no espero a que se larguen, en lugar de eso te comienzo a coger durísimo en el baño, te tomo de las piernas para metértela más profundo, gimes un poquito, aprietas; puede que las dos chicas se hayan dado cuenta… De cualquier modo, el morbo puede más y en lugar de irse se quedaron a escucharte gimotear.

Decido darles un buen espectáculo y te volteo para metértela por el culo. Lloras y pataleas, tus bramidos se alcanzan a oír pese a la mordaza. Embisto sin misericordia, tu cara está pegada a la puerta, pero no me detengo; gracias a mis brazos largos alcanzo a acariciar tus tetas, retuerzo tus pezones y acelero el ritmo; mi verga está durísima y cada vez se pone más gruesa dentro de ti… Lloras, pides, imploras. No me detengo; al final sólo te pongo de rodillas sobre el váter y meto mi verga en tu boca tomándote de los cabellos hasta correrme dentro de ti; aun después de eyacular dejo mi verga dentro de ti. La lames bien, sé que te gusta el semen… He dejado un mar blanco en tu boca, se desparrama un poco por la comisura de tus labios. Nos limpiamos un poco, estoy lleno de sudor. Meto de nuevo tus calzones en mi pantalón. Cuando salimos del baño, vemos que las otras dos chicas se están besando. Bebemos un trago más, me miras con furia. Salimos, nos subimos a mi auto. Me sigues mirando con furia. Mira, perdón por lo de la navaja, sé me hizo muy excitante, te digo. Luego miras al frente unos minutos, el sol se está metiendo en el horizonte. Me dices, casi como un secreto, Vamos a un hotel, si lo vamos a hacer, que sea bien.

(9,50)