Nuevos relatos publicados: 16

Asesoría de tesis

  • 12
  • 12.767
  • 9,58 (24 Val.)
  • 0

Es tu última asesoría sobre la tesis en Ideales de la cultura griega. Llegas tarde, algo muy poco común en ti; me gusta más tu anómala manía de llegar justo a tiempo, ese juego cronológico se me hace completamente enternecedor. De todos modos, esta mañana me siento un tanto conflictuado, las cosas no van bien con mi novia. Últimamente fantaseo con que otro se la coge, a mi novia, mientras yo me masturbo esquizofrénicamente; no sé si sea un caso de desapego zen o un eufemismo de la indiferencia. Llegas con pantalón de mezclilla, zapatillas altas y una blusa negra y un tanto desabotonada. Tu cabello alborotado me hace pensar en huracanes y países lejanos. Tu maquillaje un poco corrido te delata: te has enfiestado toda la noche, llegas sin dormir y todavía un poco ebria para que te hable acerca de la invención de la retórica por parte de los filósofos sofistas. Tú me habías dicho, por diversión y por hacerme encabronar, que, si todos los filósofos que cobran por transmitir conocimiento se llaman sofistas, ya todos los profesores de filosofía son sofistas. A mí no me incomoda, en verdad, el apelativo. Pero tu risa que es a la vez tan seductora e infantil, te dio un aire de burla…

Mi impulso fue simplemente morderte la boca para que te dejaras de reír. No lo hice, yo no hago esas cosas. Menos con una de mis alumnas y menos con una de mis alumnas casadas. Pero a nadie le hace daño fantasear, ¿no? Me acomodo los lentes, te observo de pies a cabeza, definitivamente juzgándote; quiero que se me note, lo perro y lo culero. Tú te disculpas, pero me parece ver, por dentro, tu alma riéndose a carcajadas de mí. No sé por qué me haces perder mi tiempo, si no vas a respetar nuestros horarios entonces que te asesore alguien más. Profe, le juro que es la última vez. Pues sí, porque es tu última asesoría, ya deberías tener la tesis lista y te veo enfiestada en lugar de redactando. Lo siento, profe, en verdad que usted se portó muy bien conmigo y nunca llego tarde, pero andaba celebrando que precisamente ayer por la mañana terminé de redactar mi tesis, así que ocupaba unas cuantas cubas para el estrés. Siendo así te felicito, sólo te faltó invitarme. Es porque usted no quiere, profe. Te sientas con las piernas abiertas, en posición relajada, entrecerrando los ojos, se nota que te mueres de sueño. Aprovecho que tienes los ojos cerrados para ver de reojo tu escote abierto, joder, cuántas noches he soñado con tocar esos pechos, con meterlos en mi boca y apretarlos fuertemente con mis dientes. ¡¿Y tu borrador?!

El grito te sobresalta y sacas de tu portafolio el gran grueso de la tesis, la reviso superficialmente y noto que has hecho un trabajo estupendo. Así te lo hago saber, has hecho un trabajo estupendo. Ya ve, profe, no se enoje conmigo, he hecho mi tarea, soy una niña buena. Eso, que tú lo hayas dicho con voz entrecortada, ebria, desvelada, recién cogida (lo adivino por la blusa mal abotonada) y con el cuerpo completamente relajado, arrojado hacia atrás, con las piernas abiertas, me ha puesto la verga más dura de lo que podría describir; me gustaría sujetarte de la mano y llevarla a mi erección, decirte, mira, Niña Buena, cómo me has puesto… Que sintieras mi sexo palpitar entre tus dedos. Ese tipo de pensamiento me lleva a expresarte de una manera que jamás creí lo haría con una alumna: Está bien, pero sabes que me molesta la impuntualidad, sólo tiempo tenemos en esta vida y no me gusta que desperdicien el mío, te mereces un castigo ejemplar. De repente vuelves a sobresaltarte, como la vez anterior, sales de tu sopor, pero esta vez cierras las piernas, te sientas derecha e inclinas la cabeza hacía mí, acercándote, y con una voz susurrante, como si me fueras a decir un secreto, me preguntas ¿Qué tipo de castigo, profe? ¿Soy una niña mala? Ahí mi mente me decía párate y vete, aléjate, esto no es buena idea. Pero mi erección, tan potente a esas alturas, me decía quédate, dile que sí, es una niña mala. Te lo digo, Sí, eres una niña mala. Me miras directamente a los ojos y te muerdes el labio inferior. Entonces no puedo evitarlo, pienso en tu boca, para ser exactos, en mi verga dentro de tu boca mientras tú la mamas y la agitas con tu mano, mientras veo tu anillo de casada, sujetarte de los cabellos y cogerte la boca tan duro que mi semen llene toda tu garganta, impidiéndote respirar por algunos segundos. Me adivinas, me lees; seguramente me he puesto rojo, de sólo pensarte, de pensar en tu piel de belleza latinoamericana, en tus ojos hermosos, en tus pestañas lindas, en tus labios deliciosos y en tu cabello negro, el más rico que he olido en mi vida. Pienso también, no lo dudes, en tus pechos, en tu vientre y en tus nalgas, pero sobretodo en tus piernas, tus pies y tu espalda. En pocas palabras, te lo digo con la mirada, Quiero cogerte de pies a cabeza, quiero cogerme cada parte de ti.

Adivinas, repito, mi pensamiento. Te levantas de tu asiento, te acercas a mí y me preguntas qué estoy pensando. A su vez, me pongo de pie, te quito de en medio y camino hacia la puerta. Puedo notar una mueca de decepción en tu cara, pero de nuevo se alegran tus ojitos cuando ves que sólo me acerqué a la puerta a poner el seguro. Me acerco a ti, te desabotono la blusa, quieres hablar, decir algo, pero te dejas hacer. Te callo, poniéndote un dedo sobre los labios. Desato tu sujetador, veo por primera vez tus pechos hermosos, exactos a mis manos, del tamaño exacto de mis perversiones; desabotono tu pantalón de mezclilla, lo bajo, me agacho para bajarlo hasta tus tobillos; acerco mis dientes a tus calzones para bajarlos con la boca también hasta los tobillos. Desabrocho con cuidado tus tacones, uno a uno, recargándolos en mis piernas; una vez que saco tu pantalón y tus calzones, vuelvo a poner tus zapatillas con mucho cuidado. Beso, no me puedo resistir, tus pantorrillas mientras estoy hincado. Me pongo de pie. Dices, Profe, béseme. A las putas no se les besa, sólo se les coge como las putas que son. Antes de que puedas contestarme algo, te pongo una mordaza en la boca, hecha con un pañuelo que encontré a la mano. Luego voy hasta mi mochila y saco unas cuerdas suaves, que pensaba usar con mi novia en la noche, pero algo mejor surgió. Las paso por tu cuerpo para hacerte varios amarres, cuidando la circulación, pero de ahí en fuera mi creatividad no tiene límites.

Por un momento, me parece, te espantas; tratas de escapar, te arrojo contra la pared. No te golpeas, quedas frente a la pared con las manos extendidas. Me acerco por tu espalda, abro tus piernas, bajo mis pantalones y restriego mi verga durísima contra tus nalgas desnudas; acto seguido comienzo a masturbarte y besar tu nuca. Estás mojada, no sé si de tu cogida anterior o si la situación te ha excitado, estás muy húmeda, meto mis dedos largos y gruesos sin piedad, aprovecho mi dedo pulgar para sobar tu clítoris mientras mis otros dedos se encargan de complacer tus labios vaginales. Meto mis dedos, abriendo tus paredes, presiono tu pared vaginal superior, tratando de encontrar tu punto de ebullición. Después del primer orgasmo todas se tranquilizan. Continuo mi labor, amarro tus manos y tus pies y te pongo sobre mi escritorio. Prendo la música, Rachmaninov. Al ritmo de las manos sobre el teclado, acaricio y beso tu cuerpo; me quito el cinturón y te digo al oído, Has sido una niña muy mala, una puta borracha, llegas a tu cita recién cogida, perra. Quieres responder, decirme algo, no lo concedo, en lugar de eso, aprieto más la mordaza. Tus nalgas están hermosas, se me antoja sodomizarte; pero antes de eso, te doy severos cinturonazos, la música fuerte disimula el ruido. Lloras. Azoto con mayor vehemencia, combinando por momentos con mi mano. Me encantan tus nalgas al rojo vivo, no soporto más y meto mi verga por tu culo estrecho. Conforme avanzo las lágrimas van resbalando por tus ojos. Verte así me excita muchísimo, más de lo decible. Sientes mi verga que, a pesar de no ser larga, es gruesa y va abriendo tu culo en dos, te sujeto de las caderas para arremeter con más fuerza.

Limpio tus lágrimas con mis manos y llevo el rocío hasta mi pene, le pongo un poco de saliva y vuelvo al ataque, pero esta vez retorciendo tus pezones. Estrujo tus pechos. Mi miembro contra tu culo hace música que combina perfectamente; observo tu espalda arqueada, sujeto tu cabello y te empalo sin misericordia. Te gusta esto, perra, te gusta. Gruñes como protestando. No me interesa y te lo entierro una y otra vez, una repetición caótica y deliciosa. Hace mucho tiempo que había soñado tenerte así. La excitación es demasiada, no puedo más y me vacío entero dentro de tu culo. Me siento libre, vivo, eres mi plano de inmanencia. Me siento parte del mundo. Te volteo sobre mi escritorio, estás llorando… Limpio tus lágrimas con mi pene flácido; sigues amarrada y amordazada; me gusta tu cuerpo así, caliente y rojo, dulce y desvelado. Acaricio cada parte de ti, pasando apenas mis huellas dactilares por tu cuello, tus hombros, tus pechos, tu vientre, tu ombligo, tu pubis, tus muslos, tus rodillas, tus pantorrillas, me detengo un tiempo en tus pies. Quito tus zapatillas, me acerco una silla y me pongo a chupar y lamer los dedos de tus pies, lamo y beso. Subo a besar tus pantorrillas. Me acerco hasta tus pechos, muevo mi lengua haciendo espirales en toda la circunferencia, hago círculos pequeños que se van cerrando en la punta de tu pezón; primero chupo el izquierdo, metiendo tu aureola en mi boca le doy aliento y luego le soplo, jugando un poco con las temperaturas, mi lengua no deja de jugar, la punta de mi lengua apenas toca la punta tu pezón, luego arremeto a chupar de nuevo, hasta que finalmente lo muerdo durísimo, haces un gruñido, mientras te vuelvo a morder aprovecho el largo de mi mano derecha para acariciar tu pubis, juego con tu clítoris. Luego muevo mi silla para el otro lado de la mesa, para ahora chupar y morder tu pecho derecho, mientras mi mano izquierda te masturba. Mientras más fuerte muerdo tu pezón más acelero el ritmo de la masturbación. Estás mojadita. Y amarrada, me excita verte así. Me has vuelto a poner duro, sin embargo, no completamente. Te quito la mordaza, pero cuando intentas hablar vuelvo a poner un dedo sobre tus labios. Me pongo de pie a la orilla de la mesa y volteo tu cabeza para meter mi verga en tu boca, te agarro de los cabellos para meterla brutalmente, tú mueves la lengua.

Hasta entonces me doy cuenta de lo mucho que estás disfrutando, disfrutas mamándomela como una prostituta profesional. Me vuelves loco, me pones durísimo. Qué rico me la mamas, putita, me encantas, me volteas a ver, me sonríes con los ojos mientras aumentas el ritmo, subiendo y bajando con tu lengua y con tus labios por mi miembro. Me parece que estás más hermosa que nunca así, con mi sexo dentro de tu boca. Cógeme, profe, cógeme por favor. Regularmente no recibo ordenes, pero lo cierto es que se me antoja mucho probar el estrecho de tu coño. Desamarro tus pies, los abro y te sujeto de las piernas para atraerte y meterte la verga; entra sin problemas, estás mojadísima, comienzas a gemir y te pido que no hagas mucho ruido. Perdone, profe, pero siento riquísimo. Te cojo duro, acariciando tus piernas que me encantan, me gusta ver tu cara excitada y el vaivén de tus pechos mientras mi pene bombea fuerte; por un momento pienso en venirme dentro de ti, pero luego se me antojan más tus labios. No puedo más y las asesorías no deben durar más de dos horas. Me acerco a tu rostro, meto mi verga durísima y caliente en tu boca y me vengo, gloriosamente, dentro de tu garganta. Te tragas todo el semen, haciendo muecas. Te pongo de pie y te doy otra nalgada, te digo que te cambies. Yo me pongo los pantalones y me arreglo un poco. Es mi manera de desearle buena suerte en su examen recepcional, señorita. Ambos sonreímos.

(9,58)