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La amiga sexy de mi novia (1)

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Sonia había venido otras veces a comer a nuestra casa. Cuando mi novia me la presentó la primera vez me gustó una barbaridad, pues era muy "neumática" y bajita y su tipo me ponía muy cachondo. Una tarde, mi novia me dijo que Sonia vendría a pasar cuatro días con nosotros y que luego se iría definitivamente a Inglaterra, pues allí había encontrado trabajo de "au pair" y que se quedaría definitivamente a vivir allí. Los dos primeros días iban pasando lentamente y muy despacio y yo esperaba el tercer día que sabía que la tendría para mí solo, pues mi novia se iba a trabajar muy a primera hora y vendría muy tarde. Al regresar del gimnasio, ella se acababa de levantar y la vi muy sexy a pesar de la cara de recién levantada que tenía. Usaba un depravado tanga rojo muy libidinoso y sexy y una pequeña blusa que le transparentaba sus duras tetas y eso me abrió los ojos. Se fue a la ducha y dejó desasistidamente el tanga en una percha del cuarto de baño, momento que esperé para cogerlo y olerlo, ¡qué bien olía!, no solo por el suave perfume que llevaba, sino que además porque olía a zorrita en celo, y eso aumentó más mi libido.

Mientras se duchaba y sin decirla nada, la preparé un reparador desayuno con un café, un zumo de kiwi recién hecho y dos tostadas con aceite de pan de molde. Ella terminó de ducharse, se embutió dentro del blanco albornoz que le dejé para esos días y vio que le preparé el desayuno. Ella, muy agradecida, me dio las gracias y un beso en la mejilla, cosa que me electrizó bastante. Mientras desayunaba, yo recogía la casa y hacía las habitaciones para que ella se sintiese cómoda y a gusto y me volví a sentar junto a ella. Despreocupadamente ella dejó entrever su provocativo canalillo y resaltaban tanto sus fenomenales y muy sugerentes tetas que tan burro me ponían. Terminó de desayunar y yo había hecho las labores que mi novia me había encomendado. Ella regresó al cuarto de baño para terminar de asearse, porque quería ir con ella a hacer una visita turística después de comer. Ella vestía sexy, yo no paraba de mirarla, siempre estaba simpática y parecía que también sonreía con la mirada y yo estaba solícito y complaciente a cualquier cosa que me pidiera.

Fuimos a un museo y yo casi fui su guía contándole mil y unas historias sobre los cuadros y esculturas que vimos en aquella exposición. Al salir me pidió que fuéramos a comprar ropa, pues lo necesitaba. Yo la di mi opinión sobre lo que ella compraba a cada momento, pues estaba empezando a notar cierta atracción de ella hacia mí y eso me estaba entusiasmando. Terminamos de hacer las compras y regresamos a casa atravesando unos parques anejos a nuestro barrio y fuimos charlando sobre ellos y nuestras miradas eran de pasión callada. Al llegar a casa, ella fue a su habitación y yo me senté un poco a descansar, cuál no sería mi sorpresa que Sonia apareció ante mí con un provocativo tanga igual que el que había llevado toda la noche para dormir y unos fenomenales zapatos rojos de tacón de aguja que elevaban su culo y sus fenomenales tetazas.

—Hola muñeco —dijo Sonia —¿te gusto? —replicó.

Me dio un vuelco el corazón, pues no esperaba esta respuesta de ella, yo solo dejé que las cosas fueran ocurriendo sin forzar.  

—Te voy a premiar y mucho —dijo Sonia —has sido atento conmigo y quiero follar contigo —añadió.  

Vino a mi lentamente, me levanté, me pegó un lascivo y libidinoso morreo con lengua y nos abrazamos con sicalipsis y lujuria. Ella me agarró fuertemente del culo para que el abrazo fuera más fogoso y pasional y advirtió que yo llevaba un tanga. Al desnudarme ella y bajarme los pantalones, babeó de lujuria y vicio y vio mi enorme erección y empezó a lamer mi tanga con mi dura polla dentro

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