Nuevos relatos publicados: 11

¡Revancha otorgada! (II)

  • 5
  • 20.077
  • 7,83 (23 Val.)
  • 0

Sí: el chico aquel que había sido capturado en el parque por sus amigas que lo violaron entre todas, y con especial entusiasmo por parte de la María, habiendo él y ella acordado luchar entre ellos solamente para tener que dejarse ella violar por él a su total antojo si ahora él la vencía sin que sus amigas esta vez incidieran como había susedido cuando entre todas lo "cocharon", ahora... ¡otra vez volvía él a quedar sometido, y otra vez la María volvería a "cocharlo"!

Sacrificadamente había el chico aquél luchado contra la hermosa muchacha, pero ésta había logrado dominarlo completamente dominado al extremo de maniatarlo con sus medias y desnudarlo completamente desnudo, y en medio de la eufórica algarabía de sus amigas que ahí eran testigos de todo aquello, otra vez la muchacha volvería a hacerle sentir todas las cosas que él ya había muy fuertemente experimentado días atrás.

Desesperado pero encendido en calentura sexual atroz, el chico aquél se retorcía desesperado sabiendo ya muy bien, que la María era una verdadera diabla haciéndole cosquillas y encendiéndolo en excitaciones monstruosas. Y ella, gozando en burlona mofa hacia él, bailaba brazos en alto mientras le hacía las más socarronas morisquetas antes de comenzar a poner sobre él sus manos, en otra manera de torturarlo previamente a la manera física de torturarlo cuando comenzase a "cocharlo".

Sí: sin tocarlo todavía, la María ya estaba logrando hacerle sentir, verdaderas desesperaciones monstruosamente bestiales. Y sus amigas, ahí saltando frenéticamente eufóricas y burlonas, más aún ayudaban a que el muchacho aquél, quedase como una "manjar más sabroso" al paladar de la María que iría "a saborearlo".

Esta vez, sin estar él sujetado por las otras como había resultado la anterior vez cuando entre todas juntas "lo cocharan", esta vez, amarradas sus manos detrás y amarrados también sus pies, estaba igualmente indefenso, y la María...podía hacer con él lo que hacerle quisiera igualmente como la anterior vez. Y aunque se retorcía y se revolcaba por el pasto como una manera de tratar de evitar lo inevitable, la María aún más se divertía torturándolo con esa manera sádica de hacerle toqueteos y cosquillas sin que él pudiera nada evitar.

Si se arrollaba, ella metía por algún lado sus manos, manoseándolo a su antojo. ¡Además, lo tenía completamente desnudo! Si él se arrollaba protegiendo sus huevos y su empinada verga para defenderse del manoseo de la María, la María le pellizcaba rudamente las pantorrillas, y de inmediato él retraía sus piernas estirándolas, y ahí. ¡las manos de la María iban derechito a los huevos y la verga!

Aquello era un desespero de gritos y chillidos de él, y carcajadas de la María y todas las demás chicas que gozaban de aquella cosa ahí.

La María, hacía lo que quería con él.

-¡Hazle saltar la leche, María!

Era el clamor de las otras, mientras la María reía mirándolo y haciéndole mil morisquetas y torturándolo con extremo placer desesperado.

Ahora, ya la María le había ordenado no intentar defenderse arrollándose, pues eso, le costaría apretones de huevos con el consabido sufrimiento atroz, y él...entendió enseguida eso, y ahora, debía él extenderse sumisamente dócil al deseo de ella de manosearlo como quisiese, y él...debía aceptarlo soportando estirado y boca arriba, el manoseo y cosquillas que ella le hacía.

Así, pues, estaban ahora las cosas.

Los diez dedos hábiles y súper ‘cosquilleantes’ de la María, eran un sutil tocar y no tocar...hacer y no hacer...arrancando del chico aquél, mil gemidos y grititos y desesperaciones y pataleos de pies amarrados mientras todas ellas allí, agachaditas junto a él tendidito y desnudo, era el juguete erótico de la María que se reía divirtiéndose.

-¡María...hazle saltar la leche, María!

-¡María...pajéalo, María!

Y las manos de la María comenzaron con exacerbada acción sumamente eficaz en su hacer cosquilleante en todo el cuerpo del muchacho concentrándose ahora en aquellos inmensos huevos y aquella enorme pija gruesa y larguísima y dura, y ahora el muchacho aquél parecía quedar como poseído por una desesperación alocadamente lujuriosa, y otra vez comenzaba él aquéllos sus dichos de...

-"¡Ay María!!! ay, María!!! ay, María!!! ay, María!!! ay, María!!! ayyyyy, Maríííaaaa!!!!"

Y las carcajadas de las muchachas estallaban en grotesco coro sonoramente socarronas y estridentes, al tiempo que un prolongadísimo chorro cremoso de abundantísimo semen comenzaba a saltarle como un géiser blanquísimo por la verga al muchacho, aumentando todavía más aquellas carcajadas de todas ellas, mientras él ahora largaba un alarido como de Tarzán seguido inmediatamente por un prolongadísimo dicho característico de él así diciendo:

"¡Aaaayyyy Maríííaaaa!!!"

Las muchachas aquéllas, parecían desfallecer ya de tanta risa y carcajada ahí al aire largando.

Y habiendo todas ellas ya sabido que aquel muchacho cuanto más lo hacían acabar más él se calentaba y más potentemente su fertilidad se daba, la María...hasta se babeaba de placer sabiendo lo que podía de él obtener.

Ahí sobre él y riéndose impúdica, la María no podía evitar las babas que le caían, y caían éstas, sobre el cuerpo y las bolas del muchacho. Sí: aquello, era como una verdadera orgía violatoria donde una dominación femenina absolutamente total, dábase entre aquella muchacha y aquél muchacho, en un verde y amplio marco natural de un cómplice y solitario parque donde sólo ellos ahí estaban.

-"¡Fóllalo, María!!!

-"¡Mámalo María!!!

-¡Que te chupe los pies, María!

-¡Que te chupe el culo, María!

-¡Que te chupe el coño, María!   -Todas, ahí, eufóricas y desvergonzadas, gritaban así diciéndole a la María.

Y la María, riéndose y a la cara mirándolo a él, haciéndole morisquetas así le decía:

¿Has escuchado, verdad…? ¿Qué eliges primero…?

Y como él no se decidía...comenzó a decidir ella.

 

(Continuará)

(7,83)