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Sofía & Victoria (I) — La Ducha

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Sofía es una chica normal de 18 años que va en su último año de secundaria; en su entorno no resalta mucho y es posible a su forma de vestir, pero debajo de los anchos pantalones y las grandes chamarras hay una chica en pleno desarrollo sexual. Sofía es una chica de 1.70 de estatura, tiene el cabello negro y lacio hasta la cintura, el cual lleva de forma descuidada sujeto con una clásica cola de caballo; sus grandes ojos castaños son el rasgo más característico de su cara pero quedan ocultos detrás de unas sencillas gafas, su piel morena le da un toque exótico que permanece oculto debajo de las anchas ropas; sus pechos son de talla mediana pero firmes, cada uno esta coronado por un claro y hermoso pezón rosa que se camufla con su piel; sus caderas son algo anchas y custodian un hermoso y virginal pubis que no ha sentido más caricias que las propias en sus noches de soledad.

Victoria es una chica despreocupada, va a mitad de camino en su paso por la secundaria; se puede considerar una chica popular entre los chicos y las chicas del instituto donde estudia. Muchos la buscan por su forma agradable de ser, otros por simple atracción física; a diferencia de Sofía, Victoria no duda en mostrar su juvenil cuerpo luciendo escandalosas faldas o pantalones muy ajustados sin olvidar las descotadas blusas. Su estatura es de 1.68 la cual realza con extravagantes zapatos de tacón alto; su cabello rubio rizado siempre está bien cuidado y acompañado de algún adorno que le haga juego; su piel blanca la hace parecer una muñeca de porcelana. Físicamente es muy parecida a Sofía, pero sus tiernos pechos son un poco más pequeños, pero igual de firmes y redondos, las aureolas son pequeñas al igual que los pezones dándole un toque de niña. Sus caderas eran un poco más pronunciadas dándole forma a un redondo y firme trasero, centro de las mórbidas miradas de los chicos y de una que otra chica. A contrario de lo que muchos piensan sólo sus fantasías y deseos ocultos dan placer en las noches a su sexo.

Sofía y Victoria no van a la misma clase, no viven en la misma zona y mucho menos han cruzado palabras en toda su vida, y muy posiblemente nunca se han tropezado en los pasillos del instituto. Pero todo eso cambiaría un día; después de una agitada mañana de clases ya que se encontraban en fechas de exámenes el único momento que tenían para despejar era la hora del almuerzo, pero no eran las únicas que lo pensaban. Sofía se había tardado más de lo debido en la prueba que estaba presentando por lo que fue la última en salir, cuando llegó al comedor lo encontró repleto, no cabía ni un alfiler; en su búsqueda de un lugar donde disfrutar de sus alimentos pasó cerca de la mesa donde se encontraba Victoria quien de manera alegre llamó su atención.

 

— ¡Hey! —gritó Victoria haciendo señas con las manos.

— ¿Me hablas? —preguntó Sofía un poco extrañada viendo hacia los lados verificando que se tratase de otra persona a la que llamaban.

— Sí, te hablo a ti ¿estás buscando un sitio?

— Así es, pero todo está repleto como puedes ver.

— Ven, siéntate a mi lado —le invitaba la alegra chica.

— Un placer, mi nombre es Sofía —se presentó formalmente la chica.

— Hola, soy Victoria —le sonrió.

— Al parecer estamos un poco ajustados —comentó la chica un poco apena por incomodar a quien amablemente le había hecho un lugar.

 

Y así fue como ocurrió el primer contacto entre ambas chicas; el almuerzo transcurrió de forma tranquila y amena donde pudieron conocerse más. Los días pasaron y los encuentros casuales entre ambas chicas se hacían cada vez más frecuentes hasta el punto que llegaron a intercambiar números telefónicos. Sofía se sentía un poco extraña con esta relación, no estaba acostumbrada a tener una amistad tan cercana.

Los exámenes finales se hacían cada vez más complicados y ocupaban más el tiempo de los estudiantes del instituto; se acercaba la fecha de la prueba más importante de Sofía, la que marcaría su futuro y su acceso a la universidad, por lo que decidió quedarse un poco más de tiempo cada día para estudiar en la biblioteca. Era jueves de una semana muy movida, ya empezaba a caer la tarde cuando Sofía salió de la biblioteca después de un par de horas de estudio; le parecía hermoso el atardecer que estaba admirando, por un momento olvido todos sus problemas. Pensaba que a esa hora ya no se encontraría nadie en el instituto, pero escucho un ruido acercarse a ella, cuando volteó hacia el lugar de donde provenían pudo distinguir a la chica rubia que la había acompañado en los últimos días.

 

— Hola Vicky —le saludó con cariño— ¿Qué haces aún aquí?

— Sofí; pues se me hizo un poco tarde y voy algo apurada al gimnasio.

— ¿Gimnasio? —preguntó extrañada Sofía.

— Tú crees que este cuerpo se mantiene solo —decía mientras daba una vuelta tocando sus curvas.

— No sé qué decirte.

— ¡Tengo una idea! —dijo Victoria un poco exaltada.

— Que no sea lo que estoy pensando.

— Vamos juntas al gimnasio ¿te parece? Nos hará bien para olvidar el estrés del instituto.

— No me parece buena idea, además no tengo ropa adecuada para eso.

— Es lo de menos, tengo una muda extra, somos casi de la misma estatura así que te debe quedar.

 

Victoria tomó a Sofía de una mano y la llevo casi a rastras con ella sin darle mucho tiempo a reaccionar. Como era algo tarde no había mucha gente en el gimnasio, razón por la cual a Victoria le gustaba ir a esa hora. Pasaron a los vestidores y Victoria sacó de su bolso la otra muda de mallas que llevaba ofreciéndoselas a Sofía; procedieron a quitarse las ropas que llevaban para colocarse las mallas. Sofía se sentía un poco apenada, nunca se había desnudado frente a otra persona, a pesar de que era otra chica igual sentía vergüenza; el rubor de su rostro aumentó estrepitosamente cuando Victoria la halagó por el cuerpo que tenían.

Después del incidente en los vestidores se dirigieron a hacer ejercicio; un poco de estiramiento, algo de aeróbicos, otro poco con las bicicletas estáticas, cerrando con una rutina de spinning fue suficiente para que Sofía se sintiera por demás agotada mientras que Victoria apenas si estaba cansada. Sofía sólo se había dedicado a estudiar por lo que las actividades físicas no eran su fuerte.

La hora que duró el entrenamiento se le hizo eterna a Sofía, ya era el momento de volver a los vestidores y prepararse para que regresaran a sus casas. Al entrar se dieron cuenta que eran las únicas mujeres en los vestidores por lo que no se preocuparon mucho en el momento en que se quitaron las mallas un poco húmedas por el sudor. Victoria se quitó toda la ropa para poderse dar una ducha, Sofía nunca antes había visto a otra mujer desnuda y quedó como hipnotizada al tener a Victoria en frente; su mirada quedo fija en el sexo de su compañera, era un poco abultado con unos finos labios rosas, totalmente depilado. Victoria se dio cuenta de que era observada, pero esto no le molestó; cuando Sofía salió de su trance pudo darse cuenta que su amiga le miraba; avergonzada giró el rostro y continuó desvistiéndose.

Una ducha de seguro quitaría de la mente de Sofía lo que acababa de ocurrir, nunca se había fijado así en otra chica, era una nueva experiencia para ella, tenía una mezcla de curiosidad y temor por lo ocurrido. De vuelta a la realidad se percató de que estaba acariciando su sexo de forma inconsciente y sus pezones habían reaccionado ante tal estímulo tornándose duros. Sacudiendo la cabeza intentó quitarse de la mente esos pensamientos que tanto la turbaban.

Su tranquilidad se vio terminada cuando unas manos desconocidas la tomaron por la cintura, quiso gritar por el susto, pero nada salió de su boca; sintió más calma cuando unos pechos rozaron su espalda; tenía que ser ella, Victoria. Unos labios buscando su cuello y ante el roce dejo caer su cabeza hacia atrás soltando un pequeño gemido. Su intimidad estaba siendo violada, pero ella no oponía resistencia alguna; era nuevo para ella sentir otras manos que no fueran las propias dándole placer.

Giró y sus labios buscaron esos labios con los que acababa de tener contacto y ambas chicas se fundieron en un apasionado beso; las manos de Sofía comenzaron a recorrer el cuerpo de su amiga, explorándolo centímetro a centímetro; sus pechos, su cintura, su trasero, comenzó a bajar por el vientre hasta llegar a su sexo; sus dedos expertos en el auto placer comenzaron a estimular el clítoris de su compañera quien demostró lo bien recibida que eran esas caricias con gemidos de placer.

El agua tibia caía sobre el cuerpo de ambas chicas que no dejaban de explorar este nuevo placer ya sea con sus manos o sus bocas. Victoria separó sus labios de los de Sofía y comenzó a abrirse paso hasta la gruta del placer, rozando sus labios bajo por el cuello de su amiga, siguiendo por los pechos donde se detuvo un momento para disfrutarlos chupando los erectos pezones para después tomarlos con los dientes, acción que fue correspondida con un leve gemido de dolor placentero. Siguió su ruta bajando por el vientre, en este momento se encontraba arrodillada frente a la chica; sin dudarlo se aferró a las piernas de su compañera y hundió su cara en su pubis. Un grito sordo de placer se perdió entre las paredes de la ducha; Sofía instintivamente se aferró a la chica que le estaba dando placer atrayéndola más hacia su sexo, volviéndola presa de su pasión.

Victoria podía sentir el aroma del sexo de Sofía, un aroma que la embriagaba y la poseía; su lengua recorría de forma hábil el sexo de la chica probando las primeras gotas del néctar que salían de la gruta del deseo. Dejándose llevar por la lujuria tomó una de las piernas de Sofía pasándola sobre su hombro para así tener un mejor acceso a su sexo; los delicados labios rosas se abrieron y comenzó a brotar los deliciosos juegos que Victoria se disponía a de gustar. Su lengua se abría paso entre los labios y se detenía en el clítoris, el centro del placer; daba la impresión de que era algo que había hecho muchas veces, pero ambas eran primerizas en el arte de placer entre mujeres. Victoria se adueñó del clítoris de Sofía estimulándolo con su lengua, a veces tomándolo entre sus labios succionándolo; los minutos transcurrían, pero para ellas el tiempo parecía detenerse, los primeros indicios del orgasmo cercano estaban presentándose. Sofía sentía las primeras contracciones de su vientre, más abajo sentía su sexo palpitar, los pezones le dolían de los erectos que estaban, la respiración se le entrecortaba. Cerró los ojos y sin importarle su entorno comenzó a gemir a todo pulmón disfrutando al máximo el orgasmo que le había brindado su compañera.

Agotada por el orgasmo se dejó caer deslizándose por las baldosas hasta quedar sentada en el suelo, donde Victoria la estaba esperando; con el revés de su mano se limpió los restos de la abundante corrida de Sofía, ambas se miraron fijamente, se podían notar sus mejillas coloradas. Victoria se acercó a Sofía y la rodeó con sus brazos. Así permanecieron por largo rato, el agua tibia aún caía sobre ellas.

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