Nuevos relatos publicados: 13

Mi hermosa hermana me esclavizó.

  • 8
  • 70.365
  • 9,63 (38 Val.)
  • 0

La hermosura sensualmente despampanante de mi hermanota mayor, siempre fue cosa que me tuvo hirviendo. Desde mi temprana niñez cuando vivía yo oliendo y chupando sus medias sudadas o sus bombachas y tanguitas, creciendo así en esa permanente calentura atroz por ella y siendo siempre de ella su más sumiso alcahuete.

En casa, somos mamá, ella, y yo. Mamá siempre supo que yo estaba enamorado de ella, pero sólo reía y reían las dos.

Los años pasaban y pasaban y yo vivía en esa constante tortura de estar cada día más caliente por mi hermosa y escultural hermanota, y ella siempre teniendo hacia mí ese cariño de hermana buena que jamás quería aprovecharse de mí, pero que yo sentía como una tortura ya que mi más ardiente deseo, era el de sentirla sobre mí haciéndome las cochinadas más puercas.

Cuando cumplí mis 18 añitos, me hicieron una fiestita a la que vinieron muchas amigas tanto de mi colegio como de la facultad a donde ella concurre; y en dicha fiesta, varias andaban demostrando hacia mí, "demasiados afectos", por decirlo de alguna manera...

Me hacían posar junto a ellas para tomarse una y mil y cien mil fotos que inmediatamente subían a sus ‘fei’, y había muchas, donde me hacían posar junto a ellas, en maneras bastante subiditas de audacia. Mi hermana... empezaba a quedar algo más que inquieta y celosa.

Debo decir, aunque quede inmodesto, que mi figurita masculina está bastante más que aceptable en ese gusto femenino de vernos a los hombres, y ya ahora, con esa edad a la que había llegado, pues... las muchachas tal vez tenían justificados sus motivos por los cuales así comportarse cuando mi cumple.

Bien; la fiesta terminó y cada cual se fue para su casa, y cuando quedamos solos... mi hermosa hermana era una fiera conmigo: Por cualquier cosita me peleaba -cosa jamás común así en ella para conmigo-, y yo me amilanaba sin defenderme ni contestarle siquiera, -cosa que más a ella la enfadaba-, y aquello era evidente que lo suyo, no eran cosa más que... ¡celos! Sí, ¡aleluya!: ¡celos! ¡Celos! ¡viva la pepa!

Al siguiente día, mi hermana rendía en la facultad, uno de esos exámenes bien cojonudos y de los cuales sacárselo de encima, era como ganar una batalla final de las trascendentales en la carrera. Y va, y... ¡lo salva aprobándolo con sobrada suficiencia exitosa! Era "el anochecer de un día agitado", y era, además, uno de esos calurosísimos días de primavera con una humedad de esas bien puercas done la ropa se te pega al cuerpo y se transpira constantemente, y llega mi hermosa hermanota estando yo solito en casa ya que mamá estaba de viaje fuera del país, y eufórica y a las carcajadas por su éxito, entra alzando sus brazos viniendo hacia mí en carrera alocada abrazándome y nos reímos alocadamente celebrando su éxito y saltábamos en loca alegría y yo sentía sus sudores y sus axilas sudorosas pegadas en mi cara que yo besaba y besaba y ella reía y reía y se monta sobre mis hombros montándome así al tiempo que me ordenaba llevarla y pasearla a caballito aunque mi cuerpo es mucho más pequeño que el de ella y mucho más delgadito aunque sí muy fuerte y viril, y ella, inmensa y abundante en carnes aunque no gorda pero sí robustísima, igual me montaba y me hacía llevarla cosa que yo inmediatamente comencé a cumplir, al tiempo que ella me gritaba eufórica de la alegría:

-"¡arre caballitoooo, arreeeee, arreeeeee!!!"

Debo decir que, en ese momento, yo tenía puesto únicamente un pequeño slip, ya que había recién salido del baño de darme una refrescante ducha, y mi hermana, estaba montándome... prácticamente desnudo. Iba y venía yo con ella montada en mis hombros en un constante reír a carcajadas de los dos, y ella alzando sus brazos victoriosa y yo... en las glorias sintiéndola con su enorme peso encima mío montada y yo andando con ella encima. Sus piernazas inmensísimas colgaban desde mis hombros y yo las veía ahí contra mi cara y sus pies enormes golpeaban sobre mis piernas simulando un espoleó cual si golpeara con las espuelas a un caballo para hacerlo ir más rápido. Mi excitación y placer, ¡estaban por los cielos de la felicidad!

Saltaba yo con ella brincando como loca encima de mi cuerpo así eufórica y a las carcajadas, y mis fuerzas se multiplicaban por la sexual excitación y el placer bestial, y mi inmensa hermanota hermosa largaba las carcajadas notándolo.

Entonces... mi verga se empinó de manera tan alocada, que se escapó por uno de los costados de mi pequeño slip, quedándome completamente de afuera y apuntando gruesa y larga y dura, bien hacia el techo. Las carcajadas de mi hermana, eran una sonora continuidad por demás estridente y socarrona, y sus pies... atraparon mi verga y ahí, comencé a corcovear como un potro en una jineteada. Ella, a las carcajadas encima mío montada, parecía como una domadora domando a un caballo, mientras, con sus pies, amasaba mi verga que me hacía sentir cosquillas atroces. Vestía mi hermana un ajustadísimo pantalón fino que se ajustaba a sus carnosas piernotas, y con rapidez asombrosa se quitó el fino cinto de cuero que en el pantalón llevaba, y comenzó a propinarme la más deliciosa de las azotainas azotándome con el cinto así montado yo por ella, y como domándome en esa jineteada donde yo corcoveaba por las cosquillas que me estaba haciendo con sus pies en mi empinada verga, y ahora, bajo sus cintazos en continuidad veloz y creciente. ¡Mi placer y felicidad... era como cosa que yo jamás había imaginado que pudiera ser tan fuerte y dichosa!

Mi adorada hermana me azotaba a las carcajadas y dándome cintazo tras cintazo así en una alocada sucesión continua y rapidísima sonando aquel cinto en mi desnudez, y mis piernas iban quedando surcadas por infinidad de aquellas finas marcas rojas que iban aumentando en cantidad y trazos en todas direcciones, mientras mis gritos... eran de un placer, por demás evidente. Mi hermana... no paraba de reír, reír, y reír... hasta que extenuada y jadeante por la paliza que me había dado con tan exagerado entusiasmo, paró de darme cintazos y quedó riéndose entre agitados jadeos y montada en mis hombros conmigo suspirando y gimiendo de sexual excitación atroz.

-¡Bájame! -Me ordenó. Inmediatamente la bajé, y su orden ahora fue:

-"¡Échate en el piso acostado boca arriba, vamos!!!"

Inmediatamente eso hice, y descalzándose, comenzó a caminar sobre mi cuerpo pisándome, y colocando sus pies en mi boca, me los hizo lamer y chupar, sintiendo yo el gusto salado y delicioso de sus sudores y el olor de sus pies. ¡Mi felicidad, crecía y crecía...!

Luego de cumplir un buen rato con esa tarea, arrancó mi slip quitándomelo de un solo tirón, y ahí, se abalanzó sobre mi cuerpo comenzando a hacerme una colosal mamada mientras se desnudaba simultáneamente sin quitar mi verga de su boca mamándome, y quedando completamente desnuda, se acomodó sobre mí haciéndome un perfecto 69, y comencé a mandar lengua a lo loco en su raja y su culo. A los gritos y lamiendo y chupando, experimenté el primer orgasmo con ella así en esa posición y ahí sobre el piso de la sala donde nos encontrábamos comenzando nuestra relación incestuosa primera.

Me mamaba y me devoraba aquellas descargas de semen que las sentía yo escapar de mi verga sintiendo hasta el ruido que hacía la leche en su trayecto desde mis huevos, y mi hermanota divina y salvadora de exámenes, festejaba su éxito universitario así haciéndole eso a su enamorado hermanito.

Para continuar, giró acomodándose sobre mí en posición de follarme, y comenzó a hacerlo en un mete saca subiendo y bajando como una diabla con resorte. ¡Yo... aullaba como perrito! Sus jugos y mi leche hacían una mezcla loca y lujuriosa de sonoridad obscena, y ahí en la sala se oían además de mis gritos y mis gemidos de placer y los gemidos de placer de ella también, aquellos líquidos y viscosos sonidos de nuestros fluidos en aquel ¡flas-flas-flas-flas-flas-flas! cuando ella subía y bajaba follándome ahí en el piso.

No sé...pero perdí la cuenta de las veces que nos corrimos ahí así follando.

Fue, el bautismo de nuestra incestuosa relación que me dijo ella enseguida de quedar los dos exhaustos y tendidos en el piso abrazados y hablando, que lo había ella decidido ya, la noche anterior cuando en mi cumple, las chicas le habían despertado el aletargado deseo de hacerme por fin... "su esclavo". Una graciosa mueca acompañada de guiño y sacadita de lengua se dibujó en su hermoso rostro al eso terminar de decirme, y un prolongadísimo beso con nuestras lenguas jugueteando en nuestras bocas, selló aquel amor que en nosotros... ¡por fin comenzaba!

(9,63)