Nuevos relatos publicados: 9

43.2 Telmo, un chico con corazón

  • 18
  • 14.403
  • 9,54 (13 Val.)
  • 0

Telmo me acariciaba con ternura, parecía que el muchacho fuera yo y él un hombre curtido y que hubiera pasado por todo en la vida.

-Tranquilo Daniel.  –me besaba el rostro pasando su mano para limpiar mis lágrimas, al cabo de unos minutos estaba más tranquilo y la rabia angustiosa pasaba.

-No resulta tan malo como tú lo ves. He tenido que soportar situaciones peores, bastante más degradantes. –su mano aprieta con fuerza la mía buscando que le comprenda, me giro hacia él y le abrazo besando su frente.

-Perdóname Telmo, no pretendía ofenderte.

----------------------------------

-He tenido que vivir mi vida sin tener a un familiar cercano, no recuerdo mis primeros años de vida, supongo que no serían tan malos estando al cuidado de las monjitas que llevaban la institución donde me dejaron.

-¿Y después Daniel?, cada seis meses o un año en una casa de acogida diferente, con gente que no era mala pero esperando de ti que fueras una persona normal, un niño sin traumas y sin problemas, que te deshicieras en cariño y mimos hacia ellos.

-En alguna ocasión te acogían por intereses espurios, con caricias que recibías en camas extrañas sin querer ni solicitarlas, y que te pedían que devolvieras cuando eras inocente y no entendías nada de lo que estaba sucediendo.

-Ese fue mi aprendizaje hasta que mis propios compañeros me violaron, y a partir de ese momento todo iba a peor, siempre he sido un niño delicado y frágil, de rasgos que según dicen parecen exóticos y hasta ahora ha sido un problema.

-¿Sabes lo que es tener que sentir gratitud, porque uno de los chicos mayores te tenga bajo su protección y solo te comparta con sus amigos? Llegas a agradecer esa situación de privilegio que da el ser guapo y deseado, y por lo menos has conseguido limitar el número de manos que acceden a ti.

-De la última casa de acogida tuve que huir por los malos tratos, vivir en la calle hasta que me devolvieron a aquella cárcel que no servía para protegerte. Una de aquellas tardes cuando anochecía y buscaba donde guarecerme para poder pasar la noche, me entretuve mirando la cartelera de un cine y un hombre se detuvo a mi lado, me miraba con lástima y me preguntó si tenía hambre. Habían pasado más de veinte horas desde que algo sólido había entrado en mi estómago.

-El bollo de mantequilla que me compro en una pastelería cercana me supo a gloria, aunque no me quitara el hambre, mi estómago continuaba rugiendo. Me pidió que le siguiera, tenía su coche cerca de donde nos encontrábamos y fui tras él.

-¿Qué podía hacer? No quería volver a la institución ni que volvieran a entregarme a una familia. No resultó tan difícil chuparle la polla cuando me lo pidió, ni dejarle que perforase mi culo, ya lo habían usado a la vez que me apaleaban, ahora nadie me golpeaba y después me dio dinero.

-En aquel momento me di cuenta de que mi cuerpo me servía para darme de comer. Aprendí rápido y los días que viví de esa forma no me faltaron clientes. Cuando la policía me localizó me llevaron a otro centro, ya resultaba mayor, conflictivo y muy avispado para mi edad. Por lo menos se terminó el peregrinar de un hogar de acogida a otro.

-A los dieciocho años ya eres mayor de edad y te ponen en la calle, se supone que estás preparado para vivir tu vida sin control alguno, te dan un trabajo mal pagado que no te llega para vivir y recuerdas que tu cuerpo puede darte lo que no puedes conseguir con tu esfuerzo.

-Seguramente no es tan simplista como te lo cuento, el resto ya lo conoces más o menos. Faustin y mi trabajo aquí es lo menos malo que me ha pasado.  –terminó de hablar y le veía sereno, como si la historia que terminaba de desgranar no fuera con él, o como si ya hubiera llorado para toda todo el resto de su vida y no le quedaran lágrimas. Yo aún las tenía para llorar por él, o pudiera ser que, por mí, para perdonarme el no saber entender la suerte que tenía, hacía tiempo que rodaban por mi cara bajando hasta mis labios mientras le escuchaba estremecido.

----------------------------------

Después de escuchar la historia de la vida de Telmo, contada con tanta brevedad y tacto para no inspirar compasión en exceso, permanecimos en silencio abrazados y desnudos sobre la cama, dándonos el calor de nuestros cuerpos.

Pasó su mano por mis mejillas y las secó, a pesar de que las lágrimas habían mojado mis labios los sentía tirantes y secos, me abrasaban y notaba la frialdad de sus dedos que los acariciaban.

-No tenía que haberte contado mí historia, mira cómo te he dejado. –le abracé y estreché con fuerza acariciando su pelo.

-No te preocupes por mí, soy un tío muy llorón, lo siento Telmo, lamento la vida que te ha tocado vivir.  –me separé de él y sus brazos no querían que me soltara del todo, seguían abrazándose a mí como si fuera una tabla de salvación en un mar tormentoso y salvaje.

Unió sus labios a los míos, no me moví y permanecía parado, sus labios rozaban los míos deslizándose por ellos hasta llegar a la comisura de mi boca y allí su lengua lamió causándome cosquillas, sonreí y aprovechó para introducirla en mi boca.

Empecé a responder a su beso, era en extremo dulcísimo y suave, su lengua se deslizaba en mi cavidad bucal como si se tratara de tibia agua, o gelatina acariciante.

Seguíamos desnudos en la cama, como Faustin nos había dejado, abrazados frente a frente, su pene golpeaba en el mío cuando se aproximaba a mí para juntar su cuerpecito con el mío como buscando protección.

-Daniel, deseo que me hagas el amor, ¿tú quieres?  -no hubo palabras por mi parte, solo caricias muy tiernas, besos sonoros como los que se dan a un niño al que quieres como si fuera tu hijo.

Después de estar un rato besándonos, se fue arrastrando pasando su lengua por mi cuerpo hasta llegar con su boca a mi pene, se colocó en sentido contrario a mí y encontré su verguita tiesa, deseosa de que la atendiera y la besé su capullo de punta rosa que iba enrojeciendo hacia su corona, la metí entera en mi boca y jugué con ella mientras acariciaba su culito breve y redondo, cuando lleve mi mano a su ano me asustó la facilidad con que podía meter mis dedos en él. Lo tenía muy dilatado de la verga de Faustin, imaginé que el mío no estaría mejor.

Me hizo suspirar satisfecho al recibir las caricias de su boquita en mi polla, hacía juegos con ella y sabía manejarla para extraer de mi mis mejores sensaciones y el mayor placer. Retorcía su lengua en mi glande golpeando con ella en mi frenillo fuente de sensaciones riquísimas para mí y a veces la metía muy rápido o muy lento con distintos movimientos de su lengua. Usaba sus labios para pasarlos a lo largo del fuste de mi falo, desde los testículos a la cabeza llenándome de sensaciones placenteras.

-Métemela Daniel. –cambié de sentido mi cuerpo y me metí entre sus acogedoras piernas, al principio las estiraba y encogía pasándolas por mis costados acariciándome con ellas, mientras miraba su cara de niño bueno, de joven que había sufrido tanto y ahora se conformaba simplemente con vivir y con un corto rato de cariño que le diera alguien como yo.

Descendí para comer sus labios rojos, para chuparlos y conocer la blandura de su lengua, aplastada por la mía, que se dejaba vencer en la lucha que sostenían entre ellas.

-Ya, ya, no puedo aguantar más.  –abrió sus piernas para cederme todo el sitio, y a ciegas llevé mi mano hasta mi polla para encararla apuntando en la entrada de su ano, no me dejaba mover abrazando mi cuello y besándolo.

Me levanté sobre mis manos y me metí muy profundo en él, tenía toda mi verga en su recto y se acariciaba su vientre, como si sintiera allí mi polla viva y palpitando, y la practicara caricias a través de su piel.

Sus ojitos me miraban extasiados, unas veces parecían rendijas y otras, cuando entraba mi verga, se abrían como platos en un inusitado asombro.

Agarró su verguita con fuerza, mordió su labio y cerro con violencia sus ojos marcando arrugas en su entrecejo, comenzó a temblar y le sacudieron fuertes espasmos al sentir como llegaba su orgasmo.

Eyaculó y su semen regó su vientre y su pecho, quedó exhausto y mirándome con la vista extraviada, perdida en mi rostro y una dulce sonrisa en su boca, moría de ganas de besar sus labios intensamente rojos y lamer las gotas de sudor que brotaban de su piel encima de su labio superior.

Sentí avanzar mi orgasmo imparable apretando mí bajo vientre, enterré mi polla en él y en el último segundo la saqué, mi eyaculación manchó su cara y terminó mezclándose con los regueros de su esperma que permanecían sobre su pecho y su vientre.

Estuve quieto un momento, clavada la verga en mi mano sin moverla, mientras mis testículos se vaciaban tiritando y encogiéndome sacudido por calambres de loca satisfacción.

Me incliné para recoger con mi lengua la leche que habíamos derramado y la fui llevando a su boca, cada vez que llegaba para compartir nuestro semen mordía mi lengua para arrastrar y quedarse con la leche de los dos mezcladas.

No descansé hasta que no quedó una gota sobre él, se perdieron las que salieron primeras y fueron a caer y desaparecer absorbidas entre las ropas de la cama.

-¿Podemos tomar una ducha?  –hablaba de levantarnos de la cama, pero no dejaba de abrazarme contra él.

-Gracias Daniel, eres el primer hombre que me ha llevado a este extremo, gracias, gracias.  –repetía sin parar y lo acompañaba con besos.

Nos besamos un rato más, resultaba difícil deshacer el abrazo y abandonar nuestras bocas aún sedientas de nuestra saliva y aliento.

La disco estaba en pleno apogeo y había gente joven que sobre todo bailaba, tuvimos la mala suerte de encontrar allí a Faustin, aún no se había marchado, al pasar por su lado nos llamó, creo que Telmo no le había visto, nos acercamos puesto que me llevaba cogido de la mano.

-¿Has conseguido consolar a la princesita?  -me deshice de la mano de Telmo para escapar, no quería soportar más impertinencias, no después de haber cumplido mi parte del trato.

Me alejaba cuando me sujeto de la muñeca y tiró de mi con fuerza, intenté resistirme, me iba arrastrando moviendo solo su mano, si seguía de esa forma acabaría con mi mano sobre su paquete y dejé de resistirme para acercarme a él. Me sujetó del hombro hasta llegar con su boca a mi oído.

-Escucha bien estúpida princesa, te voy a hacer un favor sin que me tengas que pagar. Aconseja a tu amiguito el árabe que se aleje de sus amigos, más pronto que tarde habrá detenciones y él puede encontrarse entre los escogidos.  –me empujó con su mano para apartarme de él.

Recordé que ayer mismo fueron detenidos dos muchachos de dieciséis años en España, porque pensaban viajar en la Semana Santa a Siria para unirse a los islamistas radicales, o esa era la noticia aparecida en los medios.

Reuní todas las fuerzas que me quedaban para hablarle.

-¡Gracias!  -me dirigió una maligna sonrisa, mostrando ese aspecto pérfido que aborrezco de él.

-Empiezas a agradarme princesa.  –sin más se volvió para seguir bebiendo su consumición.

Telmo marchó para atender a otro cliente y me metí entre los bailarines para pasar un rato mientras pensaba, no tardé en tener pareja de baile. Antes de marchar pregunté en la barra por Evans, había estado y vuelto a marchar con Rafael.

No quería estar más tiempo, tenía que volver al estudio. Analizaba las distintas posibilidades y no sabía qué hacer, lo que me había dicho Faustin podía ser grave, o no, en el primer caso lo mejor sería que se lo dijera a su padre, Anwar sabría qué medidas tomar, con esto conseguiría que Rayhan se molestara conmigo, podía decírselo a él y que me hiciera caso o pensara que era una exageración y no lo prestara atención.

No encontraba la fórmula mágica de comunicar esa noticia que no estaba confirmada, y cualquier decisión tenía sus pros y sus contras, me sorprendí cuando el taxi paró ante el portón de mi urbanización.

Pasé por el baño para lavarme la boca y atender de alguna manera mi culo que sentía relativamente dolorido. Para mañana estaría bien.

---------------------------------

¡Oh, oh, oh!, llovía como si fuera un diluvio lo que caía del cielo cuando dejé mi casa, corría como si huyera del diablo, cualquiera hubiera pensado que escapaba de la lluvia, pero no, había visto a Anwar salir de sus locales y dirigirse hacia mí, era de él de quien quería ocultarme, desaparecer más bien.

Aún no había tomado una decisión sobre lo que estaba dando vueltas en mi cabeza desde ayer, y tenía miedo de que se me notara mi lucha interior, por lo tanto, corrí y puse en marcha el vehículo, al ver que no me alcanzaba y con lo que llovía Anwar volvió sobre sus pasos con su andar indolente y cansino a pesar de la lluvia que le empapaba.

Para el mediodía había salido el sol y quedó un día espléndido, mi cabeza no dejaba de dar vueltas sobre lo que me contó Telmo de su vida y mi obligación de hablar con Ray, un día maravillo poco acorde con mis negros pensamientos.

En la cafetería de la piscina le conté a Rafael brevemente lo de la noche pasada mientras tomaba un té caliente, y sin comentarios pasamos a los vestuarios. Trabajamos muy duro en la piscina y el ejemplo nos lo daba aquel niño pequeño, pasaron más de noventa minutos hasta que di por finalizada la tarea, hacía tiempo que Rafael me esperaba sentado en el borde de la pila, hablando con los nadadores que se marchaban.

Podía haber eliminado toxinas de mi cuerpo, pero mi cabeza continuaba atrofiada dando vueltas sin parar a cosas a las que yo no podía dar solución.

-¿A ti te pasa algo hoy?, ¿o es por lo de ayer con Faustin?  -habíamos vuelto a la cafetería y volvía a tomar otra infusión, movía la cucharilla en mi taza de té sumergido en mis pensamientos, los dejé a un lado al notar la preocupación de mi amigo, no estaba bien que dejara de prestarle atención.

-Hay de todo Rafael, discúlpame por ser descortés, lo siento.  –le sonreí afablemente.

-Lo de Faustin ya es pasado.  –entonces le amplié lo sucedido, la vida de Telmo y el riesgo que podía correr Ray.

-¿Os folló de esa manera, y luego hiciste el amor con Telmo?  -ponía cara de asombro.  Asentí y Rafael se quedó pensativo, luego comenzó a aparecer en su boca esa sonrisa maliciosa, de esas que dan ganas de quitársela a besos.

-Era a mí a quien gustaba ese chico y vas tú y te lo follas.  –su alegre carcajada alivia el momento logrando que sonría.

-Es una cosa muy sería Rafael, me preocupa lo pueda ser de él y sobre lo Ray, ¿qué hago?  -cuando habló no me esperaba su respuesta.

-Como tú todo lo arreglas follando, cógetelo también y seguro que hallarás la respuesta.  –creía que era otra broma y le mire para ver sus gestos, pero estaba muy serio, más de lo que es habitual en él.

-Daniel deja que pasen las cosas, haz lo que puedas, pero no les des más vueltas, te volverás loco, ¿sabes la tarde que llevas?, ¿ha sido igual en tu trabajo?, ¡por Dios!, de esta forma te están pagando el sueldo gratis.  –sus ojos parecían reír y a la vez me estaba abroncando.

-Para ti con tu carácter todo es sencillo, no ves problemas por parte alguna, y todo se resuelve con divertirse.  –terminaba de hablar y me di cuenta de lo injusto que estaba siendo.

-Perdona Rafael, eres el pagano de mi frustración, otra vez te pido perdón.  –juraría haber visto un brillo de hermoso cariño en sus pupilas.

-No tomes muy en cuenta lo que te voy a decir, porque no te va a gustar. Mira Daniel, a veces quieres ser Dios, no el bueno que hace milagros y tiene a la gente contenta, más exactamente el Dios tonto que quiere cargar con todo lo malo del mundo sobre él…

-Lo siento, no eres Dios, eres un puto ser humano.  –me dejaba impresionado por el tono autoritario y hasta un poco enfadado con el que hablaba.

-Tienes a tu vista, cerca de ti, el ejemplo de chicos como Telmo que han logrado salir adelante, amigos tuyos, además, Evans, Lorian, Alan y si le preguntaras a ellos seguro que hay otros más. Deja a Telmo, hazle compañía como amigo, la que puedas y confía en él, tienes que darnos crédito a los demás, algo valdremos, aunque no seamos como tú.

-Sobre Ray, cuéntale lo que te han dicho y ahí termina tu responsabilidad. Ves, yo también siento tener que ponerte los pies en la tierra. –ahora sonreía de una forma tan bonita, tan abierta, tan confiada en la vida, que quería abrazarme a él. Estuve a punto de llorar, pero con Rafael no se puede estar mucho tiempo triste.

Cuando llegamos a mi casa me volví hacía él antes de que saliera del coche.

-Gracias Rafael, eres un amigo auténtico.  –se quitó el cinturón de seguridad y me abrió sus brazos.

-Ven bobito, todos tus amigos te queremos mucho, eres una persona muy singular y especial también.  –su abrazó era cálido y protector, me miró y sonreía con ese gesto tan alegre que lanza chispas y comenzó a besarme la cara con sonoros besos.

El padre de Ray estaba para marchar y detuve el coche para hablar con él, había decidido, después de la charla con Rafael, que debía darle el recado a Rayhan y era él mismo el que debía comentarlo con Anwar. Le pregunte por su hijo y me aseguró que se levantaba y estaba bien.

Antes de poner mis cosas en orden cogí mi móvil para llamar a Rayhan.

-¿Qué tal estás? Tu padre me dice que ya te levantas.

-Daniel, quiero verte para darte las gracias, aún me queda algún recuerdo, alguna señal en el cuerpo, nada que no cure el tiempo.  –su voz sonaba alegre.

-Necesito hablar contigo, puedo acercarme a tu casa.  –lo mejor sería hablar antes de comenzar a preparar mis cosas para el viaje con Gonzalo.

-No lo hagas, ya voy yo a tu estudio, así puedo salir a la calle sin que se oponga mi madre. Espérame salgo en un momento.  –reía como si nada hubiera ocurrido, no me dejó replicar y cortó la comunicación.

Coloqué mis cosas en su lugar, tenía que llevar alguna ropa a la lavandería, pero sería el próximo lunes o martes, Gonzalo estaba en Sevilla con sus abuelos y Borja, estaban invitados por unos amigos, a su abuela le encantan las procesiones y visitar las iglesias, me llamaría mañana para decirme la hora de su llegada.

Tenía un correo de mi madre con multitud de fotografías, habían estado en el pueblo de visita, me mostraba los campos floridos de los blancos almendros, los cerezos blancos y rosas, los rojos ciruelos salvajes, las nubes blancas de flores de los endrinos, parecía que el cielo había caído a la tierra señalando con su blancura las divisorias de los distintos terrenos. Un estallido de color visto desde la terraza del primer piso de su casa.

Este mediodía miraba el bosque que envolvía la fábrica, donde ya aparecían los retoños tiernos, los pimpollos de las nuevas ramas y hojas que nacían y no lo había sabido ver, disfrutar de la eclosión primaveral tan bonita y que me lo hacía pasar tan mal algunos años por mis alergias.

Llamaba juguetón, golpeando los cristales de las puertas que nunca abría. Cuando llegué a la principal estaba encima del felpudo, tan grande él que cabía por la puerta porque está ocupaba todo el espacio, desde el techo al suelo, respondí a su sonrisa con la mía, en una mano traía un paquete y en la otra un ramo de rosas rojas, de las que vi el otro día cuando estuve en su casa con Gonzalo.

Me aparté para dejarle paso y no se movió, inclinó su cabeza a la altura de la mía y tuve que besarle para que entrara, conservaba alguna pequeña marca en el rostro, pero su sonrisa decía que no pasaba nada, que era una dulce tarde de Abril como tantas otras.

Dejó lo que llevaba en las manos y sin quitarse su anorak rojo, que le sentaba tan bien a su morena cara, volvió donde yo estaba, me sujetó por la cintura y me elevó del suelo, me acercó a él hasta que nuestros rostros quedaron a milímetros de distancia y colocó sus aún hinchados labios sobre los míos, fue un beso suave donde lo único que hizo fue sujetar mi labio inferior entre los suyos y me apartó para mirarme fijo sin bajarme al suelo.

-Gracias, Daniel.  –y entonces me estrechó muy fuerte contra su pecho y pasé mis brazos por su cuello abrazándole a mi vez compulsivo. No dejaba de abrazarme y se hacía eterno el achuchón.

-Te abrazo por mis padres y mis hermanos que no lo van a hacer aunque quisieran, dice mi madre que eres como mi hermano y que he tenido mucha suerte al conocerte.

-Suéltame Ray, ya está bien, no ha sido para tanto.  –deposité un beso en su cuello.

-Entonces por lo que no ha sido.  -hacia el abrazo más estrecho.

-Me vas a romper las costillas, bruto, tienes demasiada fuerza.  –al fin me soltó, no sin antes volver a besar mi cara.

Cogí el ramo de rosas y lo llevé a mi nariz, olían muy poco, pero eran muy tiernas y suaves.

-Ahora las coloco, déjame, mira como están las del florero todas agostadas y secas. 

Al lado del florero esta la rosa que me regaló Gonzalo el pasado viernes ya seca, le pedí que no la tirara, tenía que guardarla con otros recuerdos, como la placa con la paloma de la paz de Pablo Picasso que me regaló Nico.

Su gusto para colocar los rosas era exquisito, y me admiraba que un hombre tan grande y en apariencia torpe, moviera con tanta delicadeza sus largos dedos entre las rosas distribuyéndolas, le miraba con una sonrisa boba y se dio cuenta.

-¿Qué?  -me preguntó arrugando los labios.

-Que pareces una mujercita por el cuidado que pones para colocar el ramo.  –comenzó a reírse, con esa risa fuerte de tono bajo que desmiente lo que yo había dicho.

-No olvides que mi cultura es miles de años más antigua que la tuya, algún refinamiento tenemos que haber logrado en tanto tiempo.  –abracé su cintura por detrás de él y apoyé mi cara en su espalda.

-Ray, ¿recuerdas aquel día que discutías con tu padre?, ¿cuándo te decía que tus amistades te traerían problemas?  -noté como su cuerpo se tensaba y dejó de hacer su trabajo.

-Me consta que es cierto y corres peligro a su lado, tienes que alejarte ellos, no me hagas preguntas y confía en mí. –se volvió para mirarme con su ceño fruncido y mirada recelosa.

-¿Qué es lo que tú sabes? –estaba muy próximo a mi frente y notaba su aliento en ella.

-Tienes que fiarte de mí y no hacerme preguntas, es muy serio, tanto que he estado por decírselo a tu padre, pero creo que debes de ser tú el que lo hables con él y buscar la mejor solución, por favor hazme caso.  –en lugar de darme una respuesta se puso a desenvolver el paquete que traía.

-He cogido en el camino algo para cenar, es comida china, no estará tan buena como la hubiera hecho mi madre.  –aparta los envases con la comida a un lado, me sujeta de la cintura y me coloca sentado en el mostrador, lo mismo que aquella vez en que lo nuestro comenzó.

Abrió mis piernas para meterse entre ellas y se adelantó hasta quedar pegado al mueble, nuestros pechos se tocaban y me tiré un poco para atrás, mi mirada le interrogaba.

-Déjame pensarlo un poco.  –había pasado sus brazos por mis hombros y me llevaba hacía él, nuestros labios se unieron en un beso donde solo besaba él. Murmuré entre sus labios.

-Por favor Ray. –sujetando mis brazos con sus manos se separó unos centímetros.

-Te prometo que lo hablaré con mi padre, con las mismas palabras con las que tú me lo has dicho, ahora que has conseguido lo que querías bésame, te necesito Daniel. –sus labios volvieron a los míos, hizo el beso más intenso exigiéndome que participara, tenía miedo de dañar sus labios, pero mordí su lengua cuando la tuve dentro de mi boca.

(9,54)