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Cosas nuevas

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Durante nuestro matrimonio casi todo tenía un sentido común. Tanto mi esposa Emma como yo trabajábamos, y tenemos sexo los fines de semana. No pensábamos en hijos, estábamos absortos en nuestra carrera laboral. 

Yo me escapaba con mi secretaria una vez por semana, teníamos sexo y a veces me deja darle por el culo. Hasta qué Emma descubrió mensajes en mi móvil. Entonces me pregunto el porqué. 

—¿Qué cosa te falta? ¿En qué te falle? —Me decía mientras se convertía en un mar de lágrimas. No me fallaste en nada. Soy yo quién se equivocó. Sólo quería tener experiencias nuevas.

—¿Ya no te gusto?

—Por supuesto que me gustas. Te amo, eres todo para mí.

 —¿Entonces?

—Mira mi amor. Nuestra vida se ha vuelto monótona. Deberíamos de intentar cosas nuevas.

—¿Cosas como que? —Me pregunto mientras se secaba las lágrimas.

—Pues, tu sabes. Lencería, juguetes, cosas...

—¿eso hacías con tu secretaria?

—No, eso quiero hacer contigo.

—Lo voy a pensar. 

Por supuesto yo no quería que lo pensara, Emma es una mujer hermosa es alta, casi 1.70 y con la piel canela más bonita del mundo. Sus tetas son pequeñas pero firmes, y tiene un culo de campeonato. Mis amigos siempre me molestaban diciéndome que, seguro ella se también se revolcaba con su joven asistente. Aunque sabíamos que su asistente es gay. Cuando por fin Emma se durmió, puse manos a la obra. Aprovecharía la ocasión y “salvaría mi matrimonio”. Suavemente tome sus muñecas y las amarre por atrás de su espalda, luego sus tobillos, vende sus ojos. Para cuando despertó estaba totalmente inmóvil.

—¿QUÉ HACES CARLOS?

—Lo que me plazca mi amor.

Le metí mi verga en la boca, y aunque se resistía, no tuvo opción y término recibiendo mi verga entera. La última vez que me la mano, paso la mayor parte del tiempo limpiándose la boca con toallitas húmedas y termine en la alfombra. Ahora podía terminar donde quisiera, y sabía dónde quería. En su cara. Siempre quise llenar esa carita de leche. Cada que podía, Emma me pedía que parara, pero sólo lograba excitarme más. Y empujaba mi verga hasta el fondo, sentía como se ahogaba y mantenía mi verga bien adentro. Cuando estuve a punto de venirme le quité la venda de los ojos. Quería ver su cara angelical sucia, profanada. Me corrí como nunca, su frente, sus párpados, la nariz, sus labios y hasta su pelo estaban batidos. Emma busco mi verga y continuó chupando. Por fin tenía a la puta que tanto deseaba. La coloqué boca abajo y le levanté el culo para chuparla, mi lengua jugaba con su clítoris. Coloqué un poco de crema en su ano y metí lentamente un dedo.

—Me duele, sácalo.

A mí, sus quejas me excitaban; así que busque meter un segundo dedo y después un tercero. Emma lloraba de dolor. Así que debía darme prisa. Me coloqué detrás y empujé mi verga, comencé a darle, mi cadera chocaba contra ella. Jamás había usado su culo. Sentía que explotaba ahí dentro, pero quería seguir profanando ese cuerpo virginal. Y me vine en sus nalgas, escurría por su espalda hasta su nuca. 

—No quiero a nadie más, sólo te quiero a ti. Así, como mi puta esclava. —Emma sólo jadeaba, las lágrimas le escurrían por la cara entre mi semen. Volví a colocarle la venda en los ojos. Y le metí sus bragas en su boca. —Duérmete. 

La abrace y poco a poco se fue calmando, hasta que se durmió entre sollozos. A la mañana siguiente la desate y la lleve a darse una ducha. Emma no pronunciaba palabra alguna. La bañe y la seque. Luego le escogí la ropa más provocadora que tenía para que fuera a trabajar. Pero sin bragas y sin sostén.

—A partir de ahora eres mi puta esclava ¿entendiste?  —Ella asintió, tomó su bolso y justo antes de salir, me miro y me dijo:

—Te amo.

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