Nuevos relatos publicados: 7

Depravado sexo en el chalet abandonado

  • 15
  • 30.261
  • 9,46 (13 Val.)
  • 0

Me llamó mi tía para que pasara 15 días con ella en el apartamento que ella heredó de su madre, mi abuela, en una muy conocida población de la costa alicantina. Yo la dije que sí, pues había estado echando horas extras en el trabajo y había renunciado también a las vacaciones de Semana Santa para tener días libres y tomármelos cuando a mí me apetecieran. Preparé la maleta, metí dos bañadores, un par de tangas para irme de putas o por si me salía algún ligue libidinoso en forma de zorra en celo, ropa veraniega y tres equipos ciclistas para ir por allí con la bici, así como también calzado ciclista. Cogí también mi bici, la desmonté para que cupiera bien dentro del coche y a la mañana siguiente muy a primera hora de día eché a rodar el coche tranquilamente para pasar unos relajantes días en la playa junto a mi tía y a los posibles ligues que se me pusieran "a tiro".

En el viaje me crucé con todo tipo de "fittipaldis" y "fernandos alonsos" de risible y alocada guardarropía, pues raro era el que no pisaba a fondo y se creía que la autovía era su particular carrera de fórmula uno. Siempre paraba según lo estipulado para no llegar cansado y agotado, pues casi siempre a pesar de que respeto el descanso, siempre me pasa que los últimos diez kilómetros se me hacen eternos. Al llegar al pueblo, ya había bullicio pre-vacacional, no había mucha gente, pero la temperatura invitaba a darme baños sin parar. Llegué fatigado del viaje, los serviciales y solícitos porteros me esperaban, pues mi tía había dado aviso de que llegaría antes de comer y ellos me ayudaron y auxiliaron con la maleta y mi bicicleta. Metí todo en el ascensor y ya me esperaba impaciente mi tía. -Hola Carlos -dijo mi tía, -hola tía Raquel -repuse yo.

La puerta del apartamento estaba abierta, así como la del ascensor y comencé a introducir mi maleta, así como también la bicicleta que dejé en la terraza. Cerré la puerta del ascensor, di un beso de bienvenida a mi tía y dejé la maleta en la habitación que había dispuesto mi tía. -Date prisa, que nos espera Natalia en el restaurante para comer -agregó mi tía. Me di una ducha rápida, me puse unas sandalias y un bañador, así como también una camisa para ir a comer con mi tía y su amiga en el restaurante en el que ellas habían quedado. En el camino charlamos del día que me había hecho durante el viaje, que tal viaje había tenido y sensaciones por el estilo. Yo estaba preparado para darme un atracón de lo que fuese, pues tanto de estrés de viaje me había abierto el apetito. Yo conocía a su amiga Natalia que permanecía soltera a su pesar pues candidatos y novios nunca le faltaron, pues siempre fue una bella y atractiva hembra, y que de vez en cuando pegaba sus polvos como cualquiera hembra soltera.

Ellas hablaban de sus cosas en la comida y de vez en cuando recibía alguna concupiscente mirada de Natalia a la que la brillaban los ojos con mi presencia. Comimos, terminamos tomando unos copazos de cognac en el mismo restaurante y nos retiramos al apartamento, pues yo estaba cansado del viaje y ellas también de los largos paseos. Natalia no apartaba sus ojos de mí y yo tampoco de ella, pues siempre me pareció una morbosa hembra que tenía la sensación de que era la típica que los "mataba" "a la chita callando". Llegué a la habitación y me tumbé en la cama, solo con el bañador. Al cabo de dos horas de siesta desperté con una terrible y amenazante erección producto de que hacía muchos días que no follaba con la imbécil y estúpida de mi novia y que detrás de mi habitación hubiere una caliente hembra en celo con libidinosas y depravadas ganas de rabo. Me levanté y descalzo entré en la habitación que compartían mi tía y su amiga Natalia, entré y allí estaba su amiga, bien abierta de patas y sin ropa de cama que la tapara. Tenía el vello púbico totalmente afeitado.

Entré a preguntar:

-hola Natalia, ¿dónde está mi tía?

-Ha salido a pasear por la playa y luego irá a hacer unas compras en el súper que ya sabes que está en el centro del pueblo y es posible que tarde algunas horas añadió ella.

Yo la miraba fijamente a sus tetas y ella miraba en dirección a mi bañador y a la brutal erección que yo tenía.

-¿Soy culpable de eso? -dijo Natalia.

-…puede -agregué.

Me hizo señal para que me acercase a ella cosa que hice y ella me bajó el bañador

-Hacía tiempo que no tenía una verga tan dura como esta en mi boca -confesó Natalia.

-¿te gusta mi rabo? –pregunté.

-Pues claro que me gusta, cabrón, sino no te habría dejado pasar y ahora no te la estaría lamiendo y chupando.  

Natalia me trabajaba el rabo como una profesional. Ella estaba tumbada en la cama y yo a su lado de pie. Saqué mi rabo de su lasciva y hambrienta bocaza y me situé a su lado y vino a mí, me abrí de patas y siguió mamando y lengüeteando mi falo. Veía que la muy guarra, disfrutaba como una perra en celo y como llenaba de babas mi enhiesta, pero dura verga. Cuando más lascivo y caliente me encontraba la solté -Quiero que me muerdas el rabo y la bolsa de los cojones, que eso me pone más rijoso y salido -ordené. Se debió quedar pasmada pues me miró boquiabierta sin decir nada y a renglón seguido inició mi petición. Ella me mordía y mordisqueaba mi falo y bolsa testicular y yo gemía y gruñía de placer sexual. Me encontraba en un delirante y excitante paroxismo sexual y me hacía sentir como un lujurioso gigoló pagado por una clienta.

Cuando más enardecido y enfervorizado me encontraba, Natalia acertó a lamerme el ojete y me empezó a gustar, por puro morbo. Yo seguía gimiendo apasionadamente y me lo llenaba de babas. Dejó de lamerme el ojete para chuparse bien y a modo el dedo medio y llenarlo de babas. Yo seguía "todo corrido" de placer por los continuos mil lametones que me había dado la muy puerca en el ojete. Cuando menos me lo esperaba y más confiado estaba, comenzó a perforar y taladrar mi ojete con su dedo medio, ya que ambos estaban bien ensalivados. Yo aumenté mis vagidos, gemidos, suspiros y mil jadeos de la follada que la muy puta me estaba metiendo con el dedo. A la vez, ella me estaba chupando la verga sin parar y me daba pequeños mordiscos que me hacían estar en un auténtico clímax sexual. Sacó su lasciva boca de mi enhiesta verga y comenzó a insultarme sexualmente -Eres un maricón, te estoy matando de gusto con mi dedo y gimes como un cabrón -afirmó. Ella taladraba y presionaba su dedo contra mi cavidad anal y yo seguía bufando, soplando y resoplando de placer y la devolvía sus insultos -Eres una puta golfa, me gusta lo que me haces, me estas matando de gusta, cariño -le solté.  

Al ver que mi rabo ya estaba bien duro y todavía más erecto si cabe. quitó su perforador dedo de mi ojete y la muy puta se montó sobre mi verga y comenzó a cabalgarme como una amazona impúdica. Yo la mordisqueaba sus pezones y la sobaba los tetones con lúbrica fruición de placer y ella me seguía insultando sexualmente -cabrón, hijo puta, me estás destrozando el coño y me estás matando de gusto -yo la respondía con el mismo tonto depravado, pues la calentura de nuestros sexos en celo nos empujaba a parlotear como una puta y su chulo -eres una zorra libidinosa, que gusto me estás dando en el rabo, ¡so puta! Natalia seguía y continuaba dando botes con mi rabo dentro del coño y yo me sujetaba a la cama con las palmas de las manos. A renglón seguido, desmontó de mí y la muy pécora se puso a cuatro patas, en doggystyle, y me conminó a que la taladrase el ojete, pues quería catar la dureza de mi duro rabo en sus entrañas anales. La agarré bien fuerte de las nalgas y di un empellón en dirección a su ojete y entró toda de sopetón. Ella pegó un fuerte bramido parecía que la cabeza se le fuera a escapar y comenzamos un infinito e inacabable metisaca en el que continuábamos sacando nuestros más sucio, vulgar y chabacano lenguaje sexual.

-Eres un cabrón, me estás matando de placer, estas perforando mi culo y noto como te gusta -confesó Natalia−. Te estoy consintiendo que me folles como un cabrón porque hace tiempo que no sé lo que es un semental como tú -agregó.  Eso me produjo más libidinoso morbo y añadió lascivia a la libertina jodienda. Yo me puse más cachondo y la seguía perforando el ojete. La insulté más procaz y muy sexualmente porque estaba todavía más obsceno y lujurioso que ella. Después de taladrarla más, volví a encajar y empotrar mi duro rabo dentro de su hirviente coño de zorra en celo, nos insultábamos concupiscente y obscenamente hasta que tuvimos un orgasmo brutal a la vez y la llené con toda mi pringosa y grasa lefa.  

Pegamos unos aullidos y vagidos formidables presos de nuestra explosión sexual y nuestra lujuria carnal. Al cabo de más de media hora, Natalia se había metido en la ducha a ducharse y limpiarse nuestro enardecimiento sexual cuando llegó mi tía. Yo regresé a mi cuarto como si nada hubiera ocurrido. A la mañana siguiente, había planificado salir a primera hora en dirección este que había unas duras subidas en rampa y unos maravillosos chalets, al final del todo había uno que solo quedaban los restos y ya lo había conocido y yo hasta había echado algún libidinoso casquete con alguna guarrilla lugareña. Empecé a subir balanceando mi bici y me iba encontrándome a mí mismo, pues ya había subido aquellas mismas empinadas rampas otras veces. Subían lentamente coches y hasta algún ciclista que como yo deseaba llegar a la cumbre donde ese chalet abandonado se encontraba.  

Subía e iba arribando lenta y pausadamente a la cumbre y disfrutaba del ejercicio. Ya me iba acercando al chalet y me estaba acordando de las experiencias que allí tuve. Al llegar allí, paré, me bajé de la bici y bebí un largo trago de agua con sales minerales para reponer fuerzas y comí un plátano para restablecer todo el azúcar perdido durante el trayecto. Agarré la bici por el manillar y me subí a la terraza que había junto a las escalinatas que arribaban al chalet. Allí estaba tumbada sobre una toalla, una hembra madura muy aparente y apetitosamente deseable con las piernas dobladas y con notables ganas de rabo. Yo la miraba con deseo y concupiscencia y me dijo: -Hola, ¿parece que nunca has visto una mujer desnuda por estos pagos? -yo me quedé petrificado, pues mi primera reacción hubiera sido follarla ahí mismo, pues el morbo y la cachondez que tenía en ese momento era de puta lujuria. Me propuso que la pusiera la crema bronceadora. Tenía una faz muy femenina, buenas tetas, un sabroso culo lascivo y unas buenas piernas femeninas, torneadas en el gimnasio de su ciudad. Me dispuse a darla la crema y hablamos y hablamos y me presenté -me llamo Carlos -enuncié yo, -y yo Pamela -añadió ella.

Me contó que hacía pocos días que había llegado sola y que estaba buscando compañía masculina sin más y que la relación que buscaba era lo que durase sus cortas vacaciones de diez días. Yo la seguía poniendo crema y de golpe se me puso duro el rabo y ella lo notó. No podía quitar de mi vista ese fenomenal cuerpazo de zorra en celo que me estaba produciendo un arrebato sexual total. Me levanté después de haberla untado bien la crema solar y me pidió que diera una vuelta sobre mí para ver cómo me quedaba mi equipo ciclista. La pillé mirándome el culo y luego el rabo y creo que se relamió… Yo de ella no podía quitar la vista y me daba más ganas de desaforarme sexualmente, pero me contuve, pues quería que ella fuera mía con su beneplácito y aquiescencia. Al ver que ya no podía más de mi cachondez, ella me empezó a desnudar lenta y lascivamente a la vez que me miraba con procacidad y lujuria. Ella se sintió culpable de haberme puesto cachondo y excitado y decidió bajarme el bulto duro que yo tenía. Al quitarme el maillot y luego el culotte, observó que yo usaba un procaz tanga muy sexualmente obsceno y dio un lúbrico rugido sexual de lujuriosa aprobación, me quitó los zapatos, los calcetines y hasta los mitones y nos quedamos frente a frente, ella desnuda y yo solo con el tanga. Nos tumbamos uno al lado de otro.

Aprovechando que estábamos solos, comenzó a lamer lúbricamente mi obsceno tanga de chulo de putas con su sabía y libidinosa lengua de golfa depravada, a la vez que yo moría de placer gimiendo, jadeado y dando mil vagidos placer sexual como un macho en celo, me mordía sabiamente el rabo y la seguía mirando con deseo, lujuria y mucha concupiscencia y ponía los ojos en blanco al dejarme llevar de su maestría sexual. La insultaba sexualmente debido a mi cachondez, me di la vuelta y comenzamos a hacer un pornográfico 69 y solo se oían los chupeteos, lamidas y mil lengüetadas sexuales que mutuamente nos dábamos. Hasta que ella me pidió que comenzara por follarla bien el ojete porque hacía tiempo que nadie se lo barrenaba. La lamí el ojete durante largo rato y gemía y jadeaba como una zorra en celo. Yo llenaba de saliva su ojete y gemía cual guarra lasciva y muy salida. Cuando ya la tuve bien ensalivada, la agarré bien de las nalgas y la clavé con dureza mi enhiesta, pero dura verga. Ella, la muy puerca dio un bramido de placer al recibir mi todo mi inmenso pollón.

Me pedía que siguiera y siguiera y me insultaba concupiscente y sexualmente con frenesí, estuve en un continuo metisaca, petándola y entaponándola y dándola rabo y gemíamos los dos. Cambiamos varias veces de postura y el frenesí sexual iba en lujurioso aumento y el intercambio de sucio y procaz lenguaje sexual también. Aquello parecía una película pornográfica mezclada con un chabacano concurso de palabras sexuales. Yo me notaba cada vez más duro el rabo y ya por último Pamela se sentó sobre mi verga para cabalgarme cual libidinosa amazona sexual. Botaba y botaba sobre mi vergón y yo lamia y mordía sus sexys tetazas de hembra madura en celo y me seguía insultando más y más y yo más y más estaba cachondo. Al final después de haberla petado, metido el rabo en boca y coño, ambos pegamos un fenomenal y soberbio alarido presos de la explosión y detonación sexual de nuestros obscenos cuerpos en celo. Yo me quedé destrozado y de mi cuerpo todavía manaba algo de lefa y del muy agitado coño de Pamela, parecía salir humo. Tomamos la poca agua con sales que quedaba en la botella y Pamela me acompañó hasta abajo y apenas quedaba gente en el inicio de la playa, cosa que Pamela aprovechó para acercarse al mar y llenar de agua y echarnos un poco y refrescarnos después de haber pegado este maravilloso, entusiástico y depravado polvo.

Nos separamos ahí y quedamos esa noche que iría a buscarla a su hotel, que, afortunado de mí, no estaba lejos de la zona donde mi tía tenía el apartamento.

Había empezado una relación de las que a mí me gustan.

(9,46)