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El encuentro (2ª parte)

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Llegando al aeropuerto, tras dos horas y media, la azafata que me despertó con la comida, pasa de nuevo despertando a con todos los demás pasajeros dormidos. Era una de las ventajas de ir en primera. Baje medio atontada, entramos en el gusano que nos llevó hasta la terminal. Hacía un frió de muerte fuera. En el interior del O´Hara, sobre las 23 horas. Con el equipaje en un carrito, fui en dirección al parking, a la tercera planta. Me esperaba mi flamante BMW verde metalizado. Lo había dejado al cuidado uno de los empleados, previo pago naturalmente. Salí en dirección hacia mi casa, a las afueras de esta ciudad. Tras unos kilómetros, por fin entraba en la enorme recta que daba al final con mi casa, fui conduciendo lentamente, como queriendo saborear cada acera, árbol, casa, persona que paseara con su perro...

No había nacido aquí, pero me encontraba muy a gusto en esta ciudad ventosa. Gire a la derecha y ahí estaba el kiosco, pare frente a él, como cercionandome que seguía ahí y continué unos metros más. Levante el mando a distancia y abrí la puerta del garaje, cerré la puerta tras de mí. Aparque pegada en la puerta de emergencia, que daba a mi casa. Me inundo una gran paz. Lo mejor era irse, era poder volver a tu hogar. Hacía muchísimo frió fuera, pero no lo sentí al entrar, tal era la ilusión por mí vuelta. Inspire profundamente todos los viejos olores del garaje, que me volvieron de nuevo.

Quería darme un baño largo... muy espumoso, con muchas... muchas sales. Ese por el cual suspire durante una semana. Precisaba quitarme tantas horas de espera, de agotamiento y otras cosillas... que todavía llevaba sobre mí piel, como su aroma, su saliva, sus flujos. Acerque la palma de mi mano a mi nariz. Inspire profundamente. Todavía olía a su sexo dulzon, a su perfume a esencias. Como intentando esconderme, lamí la superficie de cada uno de mis dedos, con deleite. Me excitaba ese olor en mis dedos. Me acerque al mueble bar, que estaba casi a las afueras de mi casa, para que estuviera en su punto, cogí un borgoña, una copa y subí a mi dormitorio. En la chimenea unos tronquitos, que prendí y chisporroteando al instante tras el cristal, dando calor y luz a la habitación... Vida.

Deje la bebida sobre una madera que hacia de repisa sobre la bañera. Primero tiré un buen chorro de esencias de lavanda en el fondo, deje correr el agua y las sales las deje flotando sobre las burbujas que producían las esencias. Volví a la habitación. Di una profunda inspiración en el interior del armario, olía a lavanda. Me encantaba ese aroma. Era muy relajante. Saque uno de mis pijamas afelpado... uno con ositos en su chaqueta, mi favorito. Me lo pase por la cara, mimándome con su perfume a suavizante. Volví a entrar, dejando la toalla y el pijama sobre el radiador de uno de los laterales del baño, para que estuvieran calientitos al ponérmelos. Encendí un innumerable número de velas, que tenía en una repisa a propósito, que hice construir, en la pared, para ese fin, y apague la luz, dejándolo todo en penumbras. Volvía a bajar las escaleras, mientras se llenaba la bañera, recogí el portátil, el maletín y me prepare algo para comer, para después del baño. Otra vez en la habitación puse el sándwich sobre la mesita, el Pc y el maletín, en un lateral, sobre mi cama.

Me fui desnudando por el camino. Fui tirando la ropa en todas direcciones. No era una persona desordenada, y odiaba el desorden en los demás, pero hoy era de fuerza mayor. Ya no podía con mis viejos y cansados huesos. Una vez en el borde de la bañera, un vaho impresionante rodeaba toda la estancia. Fui entrando lentamente, primero una pierna, luego la otra, las rodillas, los muslos, agarrada en los bordes, fui bajando, al llegar a mi sexo, me ardían los labios, debían de estar al rojo vivo, por las constantes fricciones de mi amante fugaz. Aguante un poco, cerrando los muslos al paso del agua y proseguí... la cadera, el abdomen, las tetas quedaron flotando como dos islas, los hombros...

El agua estaba muy caliente, ardiendo diría, me había pasado un poco, pero a medida que mi cuerpo se acostumbraba, fui arrellanando en el fondo y me relaje en ese magnifico liquido incoloro, pero muy aromáticas. Metí la cabeza bajo el agua, dejando mi nariz fuera, para poder seguir respirando y oír los latidos de mi corazón, entre otros distorsionados ruidos propios de una casa vieja. Tras un buen rato, estire los brazos y con mucho cuidado me serví una copa de vino, estaba un poco caliente. Quería deleitarme con su buqué entre los labios, era la velada perfecta. Tenía los ojos cerrados. Natal apareció en mi mente, tan soberbia... tan desnuda... tan irreal... tan lejana, en este momento. ¿Cómo pude ser capaz de dejarme llevar por su furor... en un lavabo publico?. ¡Donde cualquiera que entrara, nos hubiera podido ver... desenfrenadas!. ¿Tanta necesidad tenias... de echar un polvo?. ¿Tanto estrógeno retenido... fue el causante... de todo esto?. ¡Eres tan puta como ella... reconócelo... Debo olvidarme de ti... cuanto antes!. ¿Pero como?...¡Si te tengo constantemente en mi pensamiento!. ¡Quizás... con el trabajo... me la quitaría de mi cabecita calenturienta!.

Arrugada como una pasa, salí de la bañera. Antes de vestirme, me acerque al espejo de tres partes del lavabo, sonreí al comprobar que era de mármol. Llevar el pelo húmedo, peinado hacía atrás, pude ver el chuponarro que asomaba mi cuello. Estaba morado y enorme. No sabía muy bien que hacer. Nunca antes había tenido que tapar alguno. ¡Quizás se podía tapar con maquillaje... Con una bolsa de hielo o por que no... enseñarlo, para que les dejara boquiabiertos a todos esos empleados... cotillas y mal intencionados, que se deban en gustazo de psicoanalizar mi vida sexual!. ¿No sé que té pasa... guapa?. ¡Lo taparas como todo el mundo... con un pañuelo y nada de ir enseñando... tu hazaña al mundo!. Me mire detenidamente, dándome un par de vueltas, no podía entender que vio ella en mí. ¡Para tu edad no estas mal... si se te acerca un/una cincuentona... hasta un/una cuarentona!. Pecho soberbio... algo grande, aunque ella no pensaba lo mismo... Un par de michelines en el abdomen.

Cadera, no era excesiva, pero sí un poco amplias. Los muslos y piernas... están bien... pueden pasar... Que decir de mi moño... escaso, rojizo... pero dejaba entrever unos labios prominentes, si miraba en el espejo. Pero por lo demás... Soberbia. Pase uno de mis dedos por ellos... me escocían pero era agradable su tacto. Lo repase en toda su extensión, dando casi la vuelta a mis nalgas. Al regresar, lo hice entre ellas, muy lentamente, repase mi ano, era extraño tocar algo tan rugoso por fuera y tan seco, sino había lubricación extra. No quise entrar demasiado, me hacia daño. Entre mis labios, eso si que ya estaba bien lubricado, por mi vagina, abrí un poco más mis muslos y resbale dos dentro de ella. Cerré a su contacto de gusto, los muslos. Moví las caderas, arriba y abajo, produciéndome placer. No quería tener un orgasmo y saque los dedos, pero aun así... mí flujo resbala por mis dedos. Lave las manos y fui hacia la estufa que mantenía calentito mi pijama, me vestí y deje la botella en una repisa, dentro de la habitación. Antes rellene mi ultima copa.

Entre directamente en la cama. Encendí la lamparilla de la mesita. Comí primero y me recosté sobre una pila de cojines, para poder estar más cómoda. ¡Por fin tranquila en casa y en tu cama!.¡No sabes como te echaba de menos!. A un lado, mi Pc y un sin fin de papeles arrugados, escritos a mano. Eran borradores de los distintos comentarios de otros médicos, que se negaban a creer en su eficacia. Los tendría que pulir y pasar por mi Pc, primero, solo eran como referencias para mis próximas alegaciones.

Los informes de la conferencia ya casi los tenía pasados. Los tendría que presentar la comisión del hospital, el lunes, ante el consejo medico del hospital donde trabajaba. Era importante tenerlos como referencias, para posibles correcciones del plan inicial. Con el Pc en mis rodillas, mi mente empezó a divagar... de nuevo. ¿Más trabajo... si cabe, para mí?. ¿A ver sí ahora... tendré que viajar más a menudo... a los diferentes estados?. ¡No tengo ganas ni de pensarlo... por ahora... será lo que será!. ¡Estas en casa y nadie te sacara... en estos dos días... Si tienes que viajar más... no quiero... Bueno ya veremos... Tampoco me importa mucho!. Cansada de tanto ajetreo. ¡Lo terminare mañana!. Deje las gafas, metí los papeles en el portátil, lo deje todo sobre la mesita de noche y me deslice en los almohadones. Apague la luz, apoye la cabeza sobre todos los cojines. Me coloque boca arriba, cerré los ojos. Ahí estaba de nuevo... ella. Sonreía involuntariamente, con solo pensar en ella.

Tenía mucho sueño, pero estaba ansiosa... excitada y no me podía dormir... al mirar el reloj, eran las 4. Solo pasaría mis yemas por mi abdomen, pensé, como acariciándomelo, sin ninguna intención, para tranquilizarme. Pero cada vez mi mano baja más abajo, primero por los muslos, acariciándome inocentemente, recorriéndolo y enredando mis uñas entre el vello pubico.

Abrí las piernas un poco, para poder acariciarme por dentro, suministrando suaves masajes de arriba a bajo por mis muslos, todo lo que daban mis brazos. Necesitaba una masturbación lenta, con mucha suavidad, no quería un orgasmo rápido, sino largo y profundo, como ella me había proporcionado. Era agradable. Con los ojos en penumbra, con la única luz de la chimenea, que alumbraba, miraba al techo.

Pensé que hacia muchos años, desde la universidad, que no tenía necesidad de masturbarme, con tantas ansias. Por esa época las masturbaciones eran de rápidos orgasmos. Estrés ante los exámenes e infinidad de otras pequeñas cositas, lo provocaban. Me lo había montado con tíos en sus habitaciones, sin más motivo que follar por follar... pero hoy... era a consecuencia de ella. ¿Qué me has hecho... esa guarra?. ¡Me a despertado los instintos animales!.

Estaba pensando en sus labios calientes y húmedos, cuando nos besábamos con tanta desesperación y angustia por comernos por dentro. ¡Vaya... vaya... cada vez estas peor... Alexa!. Me levante y saque de un pequeña caja fuerte, escondida bajo una madera, dentro del armario empotrado, lo abrí y saque un pequeño vibrador, de dos penes, de unos 15 cm y volví con él a la cama. Separe los labios, conecte el aparato, a una marcha lenta y lo introduje, haciendo que entrara y saliera rítmicamente. Luisa, mi anterior pareja me había introducido en este mundo de estos placeres y nunca la estuve más agradecida.

Sentí como me iba mojando, hinchando, me relamí los labios. El ritmo se iba incrementando, a medida que aumentaban mis jadeos. Lo saque y aumente su velocidad, lo deje esta vez a la mitad, sin tocarlo. Cruce los brazos sobre mi torso y me quite la chaqueta del pijama. La humedad fue bajando hasta mi ano, era una sensación, al principio extraña, jamás la había sentido antes o eso pensaba. Con ambas manos apreté mi pecho, el uno contra el otro, frotándolos, mientras con mis dedos recorría, en círculos, mis pezones erectos, rígidos como la caoba. Una continuo con el masaje, mientras que los dedos de la otra bajaban, hasta meter uno dentro de mi recto. Lo moví rítmicamente, sin prisas, avanzando, luego con dos, lentamente en mi interior.

Mi cuerpo respondió de inmediato. Sentía el hormigueo en mi abdomen. Empuje el pené hasta el fondo, sin pararlo, introduciéndose, a la vez, en ambos orificios. Levante las rodillas, con la vibración que me daba en el hueco, entre ambos orificios, tuve otro de esos orgasmos en que me orine encima. Me asuste y lo saque de inmediato, estaba sin aliento. Era la segunda vez que me pasaba. Fui al baño a lavarme, estaba empapada de mi propio liquido, lo olí, era algo dulzon. Al volver a la habitación me cambie de pantalón y me volví a poner la chaqueta, todavía mis pezones estaban tiesos, se marcaban por ella. Comprobé que la sabana bajera estaba seca y me volví a meter en la cama.

Quede dormida de inmediato muy relajada, con la imagen de Natal en mi mente. Con la que soñé. Su aroma, estaba en mi almohada, aun cuando jamás había estado en mi casa. Alcance un sueño tan profundo y reparador, que hacía años que no dormía tan bien. Pero por la mañana no puede recordar de nada del sueño.

Cuando desperté... era hora de dormir, de nuevo. Me levante y me puse un jersey de cuello alto, que se me había quedado larguísimo, lo utilizaba a modo de albornoz y entrando en la oficina, con una taza con café, me puse a trabajar un poco.

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