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43.3 ¿Placer, deber?

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Resultaba inevitable responder a los besos del tierno y enorme muchacho, tan viril y deseable, tan auténtico en sus muestras de cariño, y a las caricias de sus grandes manos.

Lamía con delicadeza mis labios con su lengua rosa, me los chupaba con ansia y descendió a mi cuello, comía mi lóbulo y besaba detrás de mí oreja metiendo su lengua en ella, sus lamidas por detrás del pabellón auditivo causaban que se me erizara la piel. Solté un ahogado suspiro de gozo y eché mi cabeza a un lado para que continuara besándome allí.

 

-Necesito de ti, eres tan dulce, el único que me hace gozar de esta forma. –hablaba sin dejar de besarme.

-¿Y Denís?, ¿Ray que hay con Denís? –casi no podía hablar de los temblores que me producía sentir su boca en mi cuello, mordiéndolo con suavidad y abriendo mucho su boca, se le escapaba la baba dejando la huella de su saliva en mi piel.

-Hace más de un mes que no estoy con él, realmente con nadie, ¿me dejas que me quede esa noche contigo?  -no lo pensé más y pasé al ataque, a besarle en su cara teniendo cuidado con las marcas de los golpes que aún tenía.

-Puedes quedarte, pero vamos a cenar lo que has traído.  –en lugar de dejarme me sujetó para llevarme en sus brazos al sofá, me dejó en el suelo y abrió la cama, me senté en ella subiendo la sudadera de mi chándal por la cabeza, bajé mi pantalón tirando del elástico y quedé desnudo ante él. Ray se había quitado ya su ropa y se comenzaba a bajar el bóxer.

-No, déjame que lo haga yo.  –sujeté con mis brazos las columnas de sus piernas y lo llevé hasta mi para apoyar mi mejilla en el bulto que se movía debajo de la tela.

 

El olor que despedía, como siempre, me embriagó, tenía una gran macha de humedad y la lamí, sentí el sabor de su precum en mi lengua y fui mordiéndole el bulto en toda su longitud, apretaba mi cabeza contra su entrepierna deseoso de llegar a más.

 

-Llevo más de un mes sin hacer nada, por favor mámala ya.  –no quise hacerle padecer y bajé su bóxer, el calor y olor que desprendían sus órganos reproductores me llegaban abrasándome, descapullé su verga y metí el capullo en mi boca chupando con glotonería de él, la punta de mi lengua entraba por el agujero de su polla, acariciaba a la vez su escroto apretando sus testículos, si tuviera el mismo manto de pelos que los de Faustin serían mucho más grandes, desde luego para mí me sabían más sabrosos.

Poco después su polla resbalaba por mi garganta arañándola, después de meterla unas cuantas veces sujetó mi cabeza para follar mi boca metiendo la mitad de su polla, bombeó muy rápido y le ayudaba oprimiendo mis labios alrededor de su falo, comenzó a temblar y se corrió.

Tenía mucha razón, se notaba que sus testículos estaban repletos de semen, fabricado en tantos días de abstinencia, tuve que empezar a tragar desde el primer chorro que llenó mi cavidad bucal y luego los otros, no sabría cuántos porque cuando llegue a siete había perdido la cuenta, mi empeño era tragar y tragar, su esperma era más denso que en anteriores ocasiones, pero el mismo sabroso sabor.

Me había sabido a poco por lo rápido que eyaculó y creo que a él también, su polla no perdía consistencia, le mire desde abajo sin dejar de lamer lo último que salía y recoger lo que aún quedaba en los pliegues de su prepucio, pasé mi mano por el tallo de su verga, para sacar lo que quedaba en el conducto, para que no se perdiera nada, le enseñé mi lengua en un gesto travieso y deglutí lo que quedaba en mi boca.

 

-¿Te habrás quedado más tranquilo ahora?  -me sujetó de los brazos para ponerme de pie, me abrazó aplastando su verga contra mi estómago.

-Sabes que no, esto ha sido un anticipo, un entrar en calor para la carrera que viene ahora. ¿Tienes una cerveza?  -no esperó mi contestación y fue hasta el frigorífico, era un raro espécimen de macho prodigioso, verle así de imponente, tan grande y con su verga tiesa como si fuera una lanza que le saliera de entre sus piernas, con los cojones colgando, andar tranquilamente con su caminar tan masculino y característico de macho. No podía apartar mi vista de su cuerpo y mi verga derramaba su esencia babeando por él.

 

Volvió con una lata en su mano, se sentó y abrazándome me arrastró hasta quedar tumbado a su lado, refugié mi rostro en su pecho.

 

-¿Qué problemas tienes con Denís?  -se sentó para beber un trago, mi cabeza resbaló hasta su entrepierna quedando apoyada en su verga.

-Dice que le causo dolor, no deja que se la meta entera y me deja con las ganas, además creo que prefiere a otros chicos con el que le he visto, o estar con los amigos de su barrio.  –deja la lata en el suelo y se vuelve a tumbar, me arrastra colocándome a horcajadas sobre su vientre.

-Eres el mejor Daniel. –su mano a pesar de ser grande es muy suave y mi polla parece un juguete entre sus dedos, la acaricia haciendo que mi deseo aumente, lo nota ante la rigidez con que la tengo.

Deja de hablar para colocarme de rodillas en la cama, hundo mi cabeza en la sábana y saco mi culo para ofrecérselo, le da una lamida y suspiro, su lengua no está ensalivada y me raspa.

 

-Tienes el culo rojo, quien ha sido el bestia que te la ha metido.  –río divertido por su expresión tan bruta, no le voy a contar quién es el responsable de que lo tenga escocido. Para entretenerle elevo más mi culo en una ofrenda total.

 

Escupe en la entrada de mi ano y esparce la saliva con su lengua, ahora es un placer divino el que me llega.

 

-¡Ahh! Sí Ray, me gusta así, por favor ve suave. –es de locura la mamada de culo que me hace, mojándolo en todo momento, su lengua entra con esfuerzo y sus dedos con facilidad, es un tiempo largo el que juega con mi ano preparándolo para lo que va a recibir, se levanta y va al baño, vuelve con mi crema mágica y me la esparce en la entrada metiéndola con sus dedos.

 

Está en todo mi adorado Rayhan, tan grande y tan delicado a la vez, se coloca de rodillas detrás de mí y empuja de mis caderas para colocar mi ano al nivel de su verga, se ha aflojado un poco durante el tiempo que ha dedicado para mi satisfacción y placer a comerme el culo, la comienza a pasar por la raya que unen mis nalgas, dejándola resbalar por mi ano y dando pequeños golpecitos con ella, a veces en mis glúteos y otras en la misma entrada.

Quiero que me la meta, pero no digo nada, estoy así tan a gusto, sintiendo como se comienza a endurecer y coger consistencia, estoy abierto todo lo que dan de sí mis piernas, con el pecho sobre la cama y mi cabeza ladeada mirando sus fabulosas piernas, sintiendo el palpitar de mi sexo deseoso de derramarse en placer.

La va metiendo muy lento, para no causarme daño, pero muevo mi trasero pidiéndole más acción, va a su ritmo sin prisas, solo noto su impaciencia en como oprime mi cintura con sus manos, pero la verga va entrando muy lenta hasta que llega al final, mi ano está estirado al máximo, apoya su pecho en mi espalda y tira de mis hombros para levantar mi pecho del colchón. Permanece quieto respirando sobre mi piel.

 

-Lo tienes muy caliente, me gusta estar dentro de ti.  –pronuncia algunas palabras en árabe y besa y lame mi espalda produciéndome escalofríos.

-Está muy rico, me encanta también el sabor de tu piel. –alarga sus manos para llegar a mis tetillas y las va acariciando mientras mete y saca un poco su polla.

-Estoy muy bien Ray, no siento ningún dolor. –llevo mi mano para sujetar su muslo y empujarlo contra mí para que me penetre hasta el fondo.

 

Comienza a moverse y yo a gemir.

 

-Sí, sí, Ray, dámela toda, ¡uyyy!  -no podía contener las expresiones de mi placer. Estuvo unos minutos y me dio la vuelta, colocó mis talones en sus hombros y pude ver su cara, su mirada lujuriosa, sus labios negros en su boca cerrada, ahora sus penetraciones eran muy profundas, pero no sentía dolor alguno, podía llegar a donde quisiera con su polla, estaba allí para acogerla entera en mi vientre.

 

Seguía bombeando y sudando por la energía con que me penetraba ahora, llevé mi mano a mi glande y solo con tocarlo tuve mi primer orgasmo, la leche impactó en mi mano y resbaló por mi falo hasta bañar los pelos de mi pubis y mis huevos.

Sentía que me moría de placer y no podía abrir mis ojos, solo sentir su gran verga entrar y salir, el golpeteo rítmico de la bolsa de sus testículos golpear en mi culo, los abrí cuando quedó clavado sin moverse y sentí sus tiritones nerviosos al vaciarse en mi vientre, llenándome de su semen en largos chorros calientes.

Tenía sus ojos cerrados, ahora enseñaba el rojo del profundo de sus labios y la saliva espumosa que les daba brillo, los abrió y se quedó mirándome muy fijo, le sonreí agradecido y dichoso. Se dejó caer sobre mi pecho, notaba su peso que me encantaba, aunque me ahogara, su hondo respirar, su verga durísima llenándome, sus húmedos labios que me besaban expresándome también su agradecimiento.

Le abracé para que se estuviera quieto, me estaban volviendo loco sus besos y su polla que no se dejaba de mover sin perder su dureza.

Pues así, sin sacarla de mi culo, pero si cambiando de postura volvió a follarme de nuevo, a dejarme su simiente en mi vientre que se mezclaba con la anterior, esta vez no le acompañé, y hubo una tercera vez después de un breve descanso, sin sacarla, solo perdió un poco de fuerza que recuperó enseguida, y volví a ver el cielo llevado de su mano, a saltar en al algodón de las nubes en un suave placer que me embargaba por completo.

Mi Ray y sus dieciocho años, y sus muchos días sin desahogarse, hicieron el milagro de que me follara tres veces seguidas sin abandonar mi culo, y la primera vez, su primer orgasmo, donde me regaló su rica crema para que no olvidara su sabor.

Solo me había corrido dos veces, él cuatro, pero lo que puedo asegurar es que disfruté lo mismo, que su placer era él mío, cuando me llenaba y veía el gozo reflejado en su cara, cuando su cuerpo dominaba el mío entregado a su ser plenamente, cuando sus dulces besos me llevaban al delirio, cuando me olvidé y mordí sus labios logrando un quejido de dolor que salió de su garganta.

Le deseé y le tuve para mí, yo me entregué en mi rol de pasivo que es el que más satisfacciones me da, pero a su vez, él actuó en el suyo como todo un poderoso macho semental que me montaba sin cansancio, sabiendo disfrutar de mi cuerpo y devolviéndome el placer.

Fuimos al baño para lavarnos y para expulsar su semen del que tenía el recto lleno. A pesar de tanto frotar su verga con mi ano no había sufrido tanto, su leche había servido de lubricante a las mil maravillas, por simple curiosidad miré lo que había echado y era una cantidad ingente de esperma.

Reí gozoso para mí al ver lo que había tenido dentro y el cansancio nos venció, al menos a mí fue así, me abrazó con mi culito apoyado sobre sus órganos viriles, ahora con pantalón de pijama y me dormí entre sus poderosos brazos.

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Cuando desperté un rico olor a té llenó mis fosas nasales, ¿o fue el olor el que me despertó? Me estiré y bostecé ruidosamente, se acercó hasta la cama, se había colocado un pantalón de chándal de los que tenía Nico allí, le estaba pequeño y apretaba sus fuertes piernas, el elástico no llegaba para cubrir los vellos de su pubis y su culo se veía altivo, redondo y suculento.

Aparté los pensamientos pecaminosos de mi cabeza, dejé de mirar su cuerpo nacido para dar satisfacción sexual a cualquier hombre o mujer y miré su rostro, centré allí mi mirada, no quería mirar más abajo.

El desayuno que me preparó estaba exquisito, o era que tenía hambre, la comida de la noche estaba aún sobre el mostrador, había quedado olvidada allí, hubo otras cosas más importantes que hacer.

Ver así a Ray, prácticamente desnudo, era una tentación muy grande, demasiado para mí porque ese pantalón le hacía verse muy sensual y erótico.

No me había dado cuenta, pero eran casi las doce de la mañana del viernes.

 

-Tienes que vestirte, eres una tentación.  –me miró sonriendo alegremente.

-¿Y tú no?, con ese pantaloncito que llevas y que ha sido un freno esta noche.  –reí con él, pero seguí comiendo mi rica tostada con mantequilla y mermelada de naranja agria.

-No me importa desnudarme y volver a empezar lo que interrumpimos anoche.  –le creí, de verdad que pensé que era cierto, yo hubiera continuado también, pero…, había un pero muy importante, Gonzalo llegaría en unas horas y me parecía una pasada recibirle con el culo lleno de leche de otro hombre. Lo que había pasado a la noche estaba bien, pero…

-Es mejor que nos lavemos y vistamos, tengo que preparar mi maleta.

 

Cuando me despedía de Ray, después de aprovechar la cena, ahora convertida en comida del mediodía y no estaba nada mal, le miré con una súplica muda que él entendió muy bien.

 

-Te prometo que hablaré con mi padre y creo que tienes razón Daniel, seguiré tu consejo, gracias por todo, si vas a estar fuera llevaré a lavar tu coche y cargarlo de combustible. Me besó muy tiernamente en la frente y se marchó.

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Tenía mi equipaje preparado y me dispuse a escuchar música mientras esperaba pacientemente las noticias de Gonzalo, escuchaba los lamentos angustiados del piano, en el Concierto número uno de Tchaikovsky.

Sus vigorosos acordes estrangulaban mi alma, ¿en qué amante suyo estaría pensando cuando escribió ese concierto en un principio tan fuerte y apasionado?, para mi lleno de poesía y desmesurados deseos carnales.

Imaginaba a un bello joven esperando su caricia al final de cada acorde, el correr de sus dedos por su cuerpo en lugar de por las teclas del piano, descubriendo con su tacto el cuerpo del efebo, amado por el alma del gran genio provinciano.

Agradecí que me distrajera la llamada de Gonzalo, se me saltaban las lágrimas al escuchar, llenando de sentimiento mi corazón, la bellísima pieza del homosexual, que escribiera a su hermano sobre lo que él llegó a considerar su vicio, el amor hacia las personas de su mismo sexo.

Estaban llegando al aeropuerto de Lille-Lesquin, cogería un coche que tenía ya alquilado y en breve llegaría a mi puerta.

Estaba para terminar el concierto cuando sonó el timbre del portón exterior lo tenía todo preparado y cerré la puerta dejando atrás el mundo de mis sueños.

Me esperaba de pie al lado del su coche alquilado, y antes de saludarme quitó de mis manos la maleta para meterla en el capó del vehículo, abrió sus brazos para recibirme en ellos.

Habíamos tomado la ruta cuarenta y dos y teníamos por delante una hora de autopista, el navegador del coche nos guiaba y una vez normalizada la marcha se distrajo para mirarme un segundo.

 

-Ten cuidado hay ratos en que llueve fuerte.  –sonrió y miró para el frente, colocó su mano derecha sobre mi pierna.

-Deseaba volver a verte, estaba tan nervioso que no he cogido los mandos ni un solo momento en todo el vuelo y ahora te encuentro a ti angustiado, ¿por qué?

 

Cogí su mano y la llevé a mi boca, fui besando cada uno de sus dedos, pasando mis labios desde las uñas hasta terminarlos y dejé mi mejilla en el dorso, notaba el fino vello negro de sus falanges en mis labios mientras miraba el perfil de su rostro, lo que se me ocurrió decirle no estuvo muy acertado.

 

-¿Ya no te afeitas todos los días?, te vas a parecer a Nico.  –me di cuenta de la improcedencia de mi comentario, pero no vi reacción alguna en él salvo una ancha y hermosa sonrisa.

-Ya que lo nombras llámale y dile que en una hora estaremos en el hotel.  –antes de abandonar su mano volví a besarla de nuevo, ahora por el lado de la palma y comenzó a encoger los dedos, nervioso.

-Me haces cosquillas, ¿cómo está tu amigo el árabe?  -me cogió de sorpresa y por un segundo pensé que había adivinado la noche que pasé con él, sentí el calor en mi rostro, pero él iba atento a la carretera sin mirarme.

-Está muy bien, ya se levanta y anda por la calle.  –quería cambiar de conversación y no acordarme, estando él ante mí, de lo pasado esta semana.

 

Para distraerme llamé a Nico como me había pedido, estaban paseando por el pueblo y me dijo que nos esperarían en el hotel.  Agradecí en ese momento el no verme a solas con Gonzalo y tener nuestro tiempo ocupado hasta que mi ánimo se volviera a sentir bien. Llevábamos un rato en silencio mirando el paisaje que se deslizaba a nuestro lado.

 

-¿Me vas a contar el porqué de tu preocupación? –notaba como se le ponían blancos los nudillos de sus manos al sujetar con fuerza el volante, la piel en sus pómulos ya no estaba tan tirante y su rostro estaba sereno, como le recordaba de siempre. Acerqué mi mano para colocarla en su muslo.

-No estoy angustiado ni preocupado, no me pasa nada, quizá me sienta melancólico.  –antes de que me volviera a preguntar continué.

-Antes de que tú llegaras estaba escuchando a Tchaikovsky, estuve recordando su historia tan triste, vivir la homosexualidad en aquella época que le tocó a él y a su hermano, y pienso en la suerte que tenemos hoy los homosexuales, por lo menos en algunas partes del mundo.  –puso su mano sobre la mía y la comenzó a apretar.

-¿Solo es eso? Bueno, vamos a disfrutar de la suerte que tenemos.

-No es lo mismo para ti que para mí Gonzalo, a ti también te gustan las chicas y en aquella época podrías haber vivido sin problemas, pero un homosexual al que solo le gusten los hombres, tenía que ser terrible el vivir sin tener a quien querer y podérselo decir.

-Tienes razón, pero no te pongas triste por eso, nos esperan para pasarlo bien, ¿de acuerdo?  -callamos durante unos momentos y luego surgieron otros temas.

-Mis abuelos desean que vayas a Londres un fin de semana, querrán ver cómo nos llevamos y esas cosas que a ellos les deja tranquilos.  –se reía no sé de qué.

 

En el parking exterior del hotel había pocos lugares sin ocupar, tenían que tener muchos huéspedes, sacó las maletas y pretendía llevar las dos.

 

-Gonzalo puedo llevar mi maleta.  –me miró encogiéndose de hombros y me la dejó llevar. Llamé a Nico, estaban en el bar y aparecieron al momento, Nico me plató un beso en cada mejilla y Lorian me besó en los labios, Gonzalo y Nico se dieron la mano, pero muy bien y le presenté a Lorian, este se abrazó a Gonzalo y le besó igual que a mí.

 

Gonzalo abrió mucho los ojos y me miró, yo me encogí de hombros y le sonreí malicioso. Cogimos la llave de nuestra habitación y Nico llevó mi maleta. De verdad que no me ofende que me traten como a una fémina, pero estos dos se pasan un montón, lo mismo que hacía también Jaime o David, no sé cómo me ven.

Llegamos ante la puerta de nuestra habitación y Nico dijo que iba a recoger unas cosas a la que compartían ellos, que volvía en un momento. Lorian se quedó con nosotros, no había escatimado gastos, la habitación reservada era enorme.

A la derecha estaba la zona de dormitorio y de frente, al lado de la ventana, la de estar y enfrente de la cama una puerta que supuse que sería el baño. Ya no me extrañaba nada de mis amigos, estaba empezando a acostumbrarme a vivir envuelto en sus lujos y a entender que tampoco les podía privar de ellos.

Nicolás tardó unos minutos en volver, traía un paquete en sus manos envuelto en papel marrón y con un lazo dorado, me lo alargó, sonreía invitándome a abrirlo.

Debajo del papel marrón llevaba otro de seda blanco y contenía un jersey, lo extendí, era divino y parecía de seda en lugar de lana, todo lleno de puntitos entre amarillos verdes y azules. Haciendo un gradiente que comenzaba en un hombro con los verdes azulados hasta terminar en la cadera derecha en oblicuo con los amarillos y lo mismo por la espalda, su cuello era en pico y de mangas muy ajustadas lo mismo que el cuerpo.

No sabía que decir y me quedé absorto mirándole. Lorian comenzó a acariciar una manga.

 

-¿Te gusta?  -era Lorian el que preguntaba con cara entusiasmada. Miré a Nico y fui donde él para abrazarle.

-Gracias Nico.  –se dejó abrazar y carraspeo.

-La idea fue de Lorian, yo solo he puesto lo que no tiene importancia.

-¡Jolines! Es precioso, gracias a los dos.  –y los dos me abrazaron mientras Gonzalo miraba.

 

Nos dejaron para que deshiciéramos las maletas y quedamos para ir a cenar más tarde y andar un poco por las calles.

El jersey había quedado sobre la cama y después de colocar nuestras ropas en el vestidor, me acerqué y lo cogí para llevarlo a mi cara, su tacto era delicioso y pensé como acariciaría mi piel cuando lo tuviera puesto en contacto con ella.

 

-Tócalo Gonzalo, vas a ver lo suave que es, no parece lana, pero la etiqueta está muy clara “Dressed wool”, ¿a qué es bonito?   -me miró sonriendo y me abrazó.

-Es bonito, pero no más que tú.  –me lo quita de las manos para tirarlo sobre la cama, me abraza y busca mi boca, besa con dulzura mis labios.

-¿Te lo vas a poner?, les darás una alegría.  – sigue abrazándome, no me suelta.

-Me da pena estropearlo, es tan etéreo y delicado.  –me va quitando el polo blanco que llevo dejándome desnudo de la cintura hasta el cuello, el jersey tiene etiquetas que hay que retirar y voy a mi neceser para coger una tijera.

 

Me doy una vuelta para me vea, la imagen que me devuelve el espejo me gusta, es como llevar una segunda piel, pero muy cálida.

 

-¿No me dices nada?  –le miro y me muevo coqueto estirando mi cuerpo.

-Estas muy guapo, pero tú lo eres sin más y estas para comerte.  –se acerca y pasa su mano por mi pecho.

-Voy a tener celos de que los demás te regalen lo que te gusta. En serio que te sienta muy bien.  –me cuelgo de su cuello y le pido que me bese.

 

Cuando los encontramos abajo, abro mi abrigo para que me vean y Lorian me guiña un ojo.

 

-Chicos me gusta, ahora más que antes. –salimos sin rumbo fijo y llegamos delante de una bolera restaurante, Nico quiere que entremos a cenar, y si hay alguna pista libre a jugar una partida de bolos.

 

 

Reservan una mesa y piden una cerveza mientras preguntan si hay alguna pista libre, tenemos suerte y pasamos un rato alegre tirando las bolas en lugar de los bolos, me tienen que enseñar ya que pocas veces he jugado, aunque si lo hice en U.K., y Canadá.

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