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Como me volví una zorra − Parte 3

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Para contexto, era yo en el colegio quien daba las mejores mamadas.

En los siguientes años no hubo mucho más que eso, éramos mis mamadas y yo contra el mundo. Muchas de las otras chicas de mi clase me pedían consejos incluso cuando iban a tener sexo, porque no sabían cómo satisfacer al chico. Así que me volví la tutora sexual de otro grupo de estudiantes.

De lo poco que cambió: tuve tan sólo otro novio, pero terminamos cuando lo encontré con otra en un baño público (asqueroso), estuve varias veces en casa de David haciendo más que unas largas tareas, pero no con él sino con su hermano. Desde eso mantuvimos una relación muy... estrecha.

Pasaron los años y llegó la graduación. Para entonces ya tenía 18 y un alma corrompida por el deseo. No pasaba más de tres días sin tocar vergas y sin sentir una boca sobre mi entrepierna. 

Salí la semana anterior con Ana, una amiga, para comprar los vestidos. En el centro comercial nos encontramos con varios de los del colegio y ninguno dudó en hacernos señas y muecas, silbaban y se tocaban el paquete. A veces me parecía muy extraño ver eso. 

Mi vestido terminó siendo negro con falda larga y ceñido al cuerpo, lo que me hacía ver como una Kardashian, pero, al fin y al cabo, yo siempre he amado mi cuerpo. A pesar de que no me hacía falta demasiado para rellenar por completo las copas del vestido, Ana me convenció de comprar rellenadores con tiras. Así que mis tetas parecían más que melones, comparado con el cuerpo de una chica de 18 años común y corriente. 

Saltemos al día de la graduación.

No tuve una cita, fui en grupo con varias chicas. Pero eso no evitó que perdiera mi virginidad en una suite de hotel, con el hermano de mi mejor amigo. 

No sé cómo ni porqué llegó él allí, pero casi daban las 2 cuando apareció detrás de mí, me alzó y me llevó así hasta su camioneta. Me dijo que me tenía un regalo de graduación. Entramos al hotel y me vendó los ojos y me condujo hasta allí. Un toque bastante romántico para lo salvaje de esa noche. 

En realidad, perderla no fue gran cosa para mí. Creo que después de todo ya no era lo mismo. No me dolió tanto como creí y al poco tiempo ya no sentía dolor alguno, solo placer. Y me encantó. Todo.

Empezó con una embestida, para que no fuera tan difícil el dolor y más corto. Luego lento y suave, mientras que pasaba la incomodidad. 

Casi cinco minutos después era yo quien pedía más. Mas todo: profundidad, rapidez, fuerza. Me encantaba sentirlo dentro de mí. Cómo nuestra piel se tocaba, el modo en que no había límites.

Siempre me gustó que me agarraran fuerte, y él lo sabía, me apretó las tetas con las manos, me mordió y me dejó algunos hematomas, pero no importó. Casi todo el tiempo él estuvo sobre mí y no pude evitar rasguñarle la espalda. 

Lo hicimos varias veces, cada vez mejor. Inevitablemente me metí la verga en la boca más de una vez y él igual conmigo. Y me sabía a gloria. Amé poder estar desnuda con él, dejar que me viera, que no hubiese nada separándonos.

Pasó una semana de eso, hasta que volví a estar con alguien más. Un amigo de David, que me había presentado hacía tiempo, Botero. Lo había visto muchas veces, pero por algún motivo nunca me había atrevido a hablarle, se veía como uno de esos tipos imposibles de tocar. Y tenía una pinta del cielo.

Llevábamos tiempo hablando de vernos y salir a bailar, y lo hicimos. Fuimos a una discoteca y bailamos casi tres horas sin parar. Obviamente, como buena zorra, me pegué todo el tiempo a él, le restregué el culo y lo toqué incluso. Pero nada parecía funcionar, sólo se reía y seguía bailando. En algún momento me dijo que iba por otro trago y me dejó sola en la pista. Bailé sola en la espera, sin importar las miradas obscenas de los caballeros presentes y las malas miradas de sus acompañantes. Seguí hasta que, de un momento a otro tuviera una mano en el culo apretándome las nalgas con fuerza. Me detuve en seco y di la vuelta preparada para golpear. Aunque no tuve tiempo porque unos labios me encontraron la cara. Botero estaba besándome sin reparos. Sus manos viajaban por todo mi torso y volvían siempre a mi culo como si fuera el centro de gravedad. No me pudo importar menos que me tocara frente a todo el mundo.

Nos detuvimos para respirar y ambos sonreímos. Me tomó de la mano y me llevó al baño de hombres, estaba vacío. No tuve tiempo de cerrar la puerta cuando ya me estaba desvistiendo. Sin duda alguna quería sexo y rápido. Pero yo también quería y no tenía problema con dárselo. 

Me bajé el vestido, la tanga, me levantó y sentó sobre el lavabo para empezar a meter y sacar. Una y otra vez, gruñía en el proceso y eso me encantaba. No pude contenerme y grité varias veces su nombre (Juanda) gemí más de lo que puedo recordar. Me alzó y me dio la vuelta, poniéndome con la cara al espejo y me abrió las piernas, estábamos así cuando un tipo entró al baño. Odié profundamente no haber cerrado con seguro. Casi me dio un infarto, pero Botero parecía no haberlo visto. El tipo se quedó mirando unos segundos y encontró mi mirada en el espejo (yo no podía ni siquiera mirarlo mal o con pena, el placer era demasiado como para ocultarlo) y me sonrió.

-Qué ganas de esas tetas, bebé. -dijo con un tono inundado de alcohol. 

No fui capaz de articular una respuesta, cerré los ojos e hice como si no estuviera allí. Seguimos hasta que ambos nos vinimos y al volver a abrirlos el hombre ya no estaba.

Me senté nuevamente en el lavabo escuchando a Botero suspirar más de una vez, dejando la leche salir. Me agaché un poco y le lamí la punta donde tenía el producto sobrante, el resto estaba en el piso. Lo miré y me sonrió.

-Estas muy buena, May. Y me encantas. -dijo- Deberíamos tirar más seguido.

-Pienso lo mismo. -respondí. Y como tenía de costumbre, me puse la mano en la vagina, acariciando suave. Siempre lo hacía luego de que me hicieran una mamada, ya era natural. Para él fue un signo de excitación y su mano viajó directo, a su ahora, dura verga. Puse mi mano sobre la suya.

-Deberíamos bailar un poco más. -dije.

-Bueno, cómo tú quieras. Tú mandas. -me dio la mano para bajarme del lavabo y me dio una nalgada cuando me agaché para alzar mi vestido. Ambos salimos de allí riendo.

En el centro de la pista había mucha gente, pero para lo que él tenía pensado era perfecto. Bailamos una o dos canciones más hasta que él me levantó la falda del vestido y puso la mano en mi vientre. Empezó a bajar de a pocos hasta que tocó la zona más húmeda. Pasó los dedos por encima de la tanga unas cuantas veces y luego apoyó el mentón en mi hombro para meter los dedos debajo de la tela y acariciarme. Puse mi mano en mis nalgas donde estaba la cremallera de tu pantalón y al abrirla noté que no se había vuelto a poner los calzoncillos, así que de primero sentí su pene en mi mano. No me disgustó en absoluto.  

Era tanta la masa de gente, que nadie siquiera notó que estábamos masturbándonos el uno al otro, y estuvimos así unos buenos cinco minutos hasta que el ritmo cambió a una canción más lenta y la gente se empezó a sentar. Cuando sucedió eso, le guardé el pene otra vez y le subí la cremallera, él sacó la mano. Me di vuelta para mirarlo y vi que estaba lamiéndose los dedos. 

*****

Bueno, si quieren escribirme, prometo responder esta vez:

[email protected]

 Mis mejores orgasmos para todos,

 

Amy Bauman

(8,89)