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43.4 De visita en Dunkerque

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Es una cena sencilla, excepto un pescado a la brasa que está para chuparse los dedos. Nico habla de las conversaciones que ha tenido con Carlos y sobre lo que quiere de él, ha hablado ya con el estudio y enviado ideas. No entiendo de lo que hablan y a Gonzalo creo que no le interesa mucho, aunque le escucha con atención.

Me llama más la atención lo que Lorian tiene que decir sobre la moda y sus proyectos, también Gonzalo es todo oídos y le hace preguntas que éste responde, demostrando que sabe de lo que habla.

Cuando volvemos al hotel hace muchísimo frío y les propongo salir mañana a correr.

-No he venido preparado, no tengo ropa para correr, parece que a partir de ahora cuando esté contigo, tendré que venir preparado para hacer deporte.  –el comentario de Gonzalo hace reír a Nico y Lorian.

-No te preocupes que yo puedo dejarte algo.  –seguro que Nico viene bien equipado.

He salido del baño y estoy esperándole en la cama cuando escucho el ruido de la maquinilla de afeitar, me levanto y vuelvo al baño, Gonzalo está en este momento afeitándose.

-¿Qué haces Gonzalo?  -me abrazo a él y me mira en el reflejo del espejo.

-Lo que me pediste en el coche cuando veníamos, parece que te molestaba la barba de Nico.  –me puse a reír estrechando su espalda contra mi pecho.

-¡Oh! Qué tonto eres, vamos a la cama.  –le voy empujando abrazado como estaba hasta llegar y abrazados caemos revueltos. Luchamos y no me deja que muerda su barbilla aún con la barba, se está recuperando y vuelve a estar más fuerte.

Me desespero dando patadas en el aire hasta que se coloca sobre mí y su peso hace que me rinda, sujeta mis muñecas sobre mi cabeza y respira agitado en mi cara.

-¿Te das por vencido?  -me dice muy serio y no puedo reprimir la risa.

En realidad, lo que quería era besarle, mi boca queda a escasos centímetros de la suya, con la otra mano me sujeta de la cintura y me aprieta contra de él poniendo nuestros cuerpos en contacto. No me besa y su boca busca mi oreja haciéndome estremecer. Desciende para prenderse en mi cuello justo en el hueco de la clavícula, su erección era patente y le sentía hirviendo en mis muslos. Abracé su cabeza y la llevé para colocarle de frente y le besé abrazado de su cuello.

-Daniel, mi amor, te amo. He pasado una terrible semana pensando en ti.  –susurraba blandamente en mi cuello, besándolo y mordiéndolo en ligeros y suaves mordiscos con sus labios.

Su pene sobaba mis pantorrillas con su punta muy cerca de mis testículos, llevé mis manos a sus costados y dejé que fuera resbalando hasta que su boca llegó a mis tetillas que lamió. Le dejé hacer adoptando mi rol de pasivo, un poco afeminado por los grititos que daba y que repetía al ver cómo le excitaban.

-¡Ayyyy!   ¡Ayyy!  Sí, si mi amor, yo te amo también te quiero Gonzalo.

Me di cuenta de que eso le gustaba, verme sumiso y entregado, permitiéndole hacer a él; no era brusco, pero si dominante y si movía una pierna quería que la mantuviera allí. Detalles muy sutiles que marcaban la diferencia de un activo que quiere controlar y ser el que manda. No me sentía a disgusto en ese papel que me había reservado y me limité a dejarme querer.

Suspiraba y gemía en siseos siguiendo las lamidas que iba dando a mi cuerpo, desde mis pectorales hasta bajar a mis pies, comenzó a besarlos, los acariciaba y metía mis dedos en su boca para chuparles, era imposible no sentir las cosquillas que me causaba.

Intentaba retirarlos, pero no me dejaba hasta que comenzó a meter los dedos en su boca y chuparlos haciéndome temblar de placer. Cuando comenzó el camino inverso, hacía arriba, me tenía ya deseando que su hombría me abriera. Se entretendría más mamando mi verga mientras jugaba con su mano en mi ano metiendo la punta de sus dedos. Me colocó un poco de costado y se posicionó detrás de mi hasta quedar a la altura justa para penetrarme, elevé mi pierna izquierda y dejé mi culo preparado para que comenzara a penetrarlo.

Empujó con pequeños golpes de cadera hasta que su glande estuvo dentro de mi ano, dejé mi pierna en el aire y bajé mi mano para abrirme más tirando de mi nalga. Su brazo derecho pasaba debajo de mi espalda hasta llegar a mi pecho con su mano y la izquierda tiraba de mi cadera, comenzó a entrar con suavidad a pequeños golpes y al final me encorvé un poco para que entrara más.

Se quedó parado mientras mordía mi hombro y yo disfrutaba sintiéndome lleno de su verga, mordiendo mis labios por el placer que sentía y lanzando pequeños lamentos. Comencé a moverme atrás para meterla y adelante para sacarla, mi culo se acostumbró a su polla y mis movimientos eran más rápidos mientras acariciaba mi vientre o sostenía mi pierna en el aire, cuando notó mi movimiento sin control tomo mi labor y fue él el que se metía y salía de mi interior, golpeando con su pelvis en mis muslos.

Cuando se cansó de la postura, que era bastante fatigosa a ese ritmo, sin salirse de mí, me giró lo que me faltaba para que quedara con mi pecho sobre la cama boca abajo y la cabeza inclinada de costado para respirar.

Estaba aprisionado por su peso sobre mí, entrando y saliendo con rapidez, pero mi culo le impedía meterse muy profundo ya que tenía mis piernas cerradas con él montado a horcajadas. Suspiraba sin cesar emitiendo pequeños quejidos de sumo placer.

Deseaba tenerme clavado de esa manera y no me resistí, a veces me montaba muy rápido y otras lentamente que eran las que más disfrutaba, con el roce suave de su pene en mi ano, sintiéndolo resbalas por los anillos que cerraba para aprisionarlo.

Cuando me penetraba suave salían de mi garganta lamentos que eran de placer y gozo, eso le excitaba y volvía a darme su verga más rápido hasta que volvía al ritmo que más placer me daba. Me montaba y yo mansamente me dejaba llevar, creo que él notaba lo que me daba más placer que no tenía que ser lo mismo para él.

Continuó enterrando su verga con maestría y sudor, cada vez que paraba y se apoyaba en mi espalda me la humedecía dejándome su sudor sobre la piel. Sujetó mis hombros con sus manos y se colocó entre mis piernas que abrí para que ocupara su lugar, tiro de mi cabello para levantar mi cabeza y venir a besarme.

Ahora sus testículos se aplastaban en mi perineo y mis huevos, y sus entradas eran profundas llenándome de él, sus besos en mi espalda me hacían suspirar, pero muy fuerte, haciéndole ver mi rendida aceptación.

Le escuchaba su sordo respirar y esperaba que se fuera muy dentro de mí, que me llenara para poder separar mi verga del colchón, la tenía muy dura queriendo eyacular, pero me dolía por lo aplastada que la sentía contra la cama. Sentía un placer extremo cuando la clavó y se quedó un momento quieto descargando su semen en mi interior, en contra de lo que pensaba sentí llegar mi orgasmo y eyaculé manchando la sábana y el colchón.

Quedé aplastado por él que respiraba agitado a mi espalda, me mantuve quieto y tranquilo recibiendo sus últimas gotas de vida que le salían de su verga.

 

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A primera hora de la mañana llamaron a la puerta, me levante bostezando y somnoliento, me coloqué con rapidez mi pantalón de dormir y fui a abrir, era Nico que al verme con solo el pantalón se imaginaría lo que había sucedido y se puso rojo, yo también.

Su sonrisa tardó unos segundos en iluminar su cara, traía en su mano ropa de deporte para Gonzalo. Este preguntó desde la cama quién era el que hablaba conmigo, le pidió que entrara. Poco quedaba para la imaginación cuando Nico vio a Gonzalo desnudo sobre la ropa revuelta.

Corríamos sobre la arena bajo un cielo cubierto de grises nubes, Nico se deslizaba a mi lado con sus elegantes y largas zancadas y delante de nosotros Gonzalo y Lorian. Nos esforzábamos sin hablar, pero eso no evitaba que pensara. La ropa de Nico le iba un poco pequeña, Gonzalo era ligeramente más corpulento o Nicolás le había entregado una ropa que le quedaba escasa.

Recordé el momento en que Nico penetró en la habitación. Sin pudor de cualquier tipo, Gonzalo se levantó desnudo como estaba y comenzó a probarse la ropa que Nico le llevaba, quedé asombrado de la naturalidad que demostraban en su trato, incluso gastándose bromas y haciendo risas, me sentí tan diferente a ellos en ese momento. Aun no se me había pasado la vergüenza sobre lo que Nico pudiera haber pensado y ellos estaban tan tranquilos con uno de ellos en pelota.

Comenzó a caer una fina lluvia que a ninguno importaba, Nico giraba su cabeza para mirarme en algún momento y me sonreía dichoso de ese instante, miré hacia el mar tan plano que teníamos al lado, se veía la fina lluvia caer sobre la lámina de agua lisa y me sentí feliz a pesar de la tristeza del nublado día.

Para la vuelta de aquella interminable playa, Gonzalo me acompañaba, corría peor que Nico, aún le faltaba entrenamiento, si le tuviera a mi lado saldría a correr todos los días. En un momento paró en su carrera y yo quedé unos pasos por delante, respiraba agitado y retrocedí hasta llegar a su lado, los otros nos pasaron no sin dejar de lanzarle una sátira por su poca resistencia.

Comencé a reír de la broma mientras él me miraba sofocado.

-Me queda mucho por aprender a tu lado.  –su mirada era risueña, le tomé por la cintura y tiré de él.

-Aunque no corras es mejor que andemos, no quiero que te quedes frío envuelto en esta agüilla que cae.  –el agua que corría por su rostro estaba caliente cuando, a pesar de su cansancio, tuvo fuerzas para besar mis labios.

Nos bañamos y ahora sí que se afeitó como a mí me gusta, no es que quiera verlos perfectos, y estéticamente resultan muy sexys y deseables con su barba, pero causan daños en mi piel y eso me disgusta, luego la tengo roja y debo aplicarme cremas. Tengo la mala suerte de ser muy sensible de piel y sufrir de alergias.

Hubiera deseado hacer algo con él, no sé, comerle la polla o que me la metiera en un acto rápido, me apetecía y resultó una tentación muy grande tenerlo desnudo en la ducha y que me rozara con su cuerpo, habíamos quedado para comer y tampoco quería llegar en el postre y tenerles esperando.

Todo resultó muy bien, bajamos y como había dejado de llover buscamos un restaurante fuera del hotel, estuvimos en un par de bares hablando y bebiendo antes de encontrar el que les gustaba, porque eran ellos los dirigían la orquesta, Lorian y yo nos limitábamos a seguirles como buenos compañeros.

Había buena química entre ellos, a veces parecía que discutían cuando hablaban de coches, de motores y de deportes, fútbol, sobre todo, pero terminaban riendo.

-Tú no entiendes de motores Gonzalo, eso habría que preguntárselo a David y no está de acuerdo con lo que tú dices, el motor wakel va mejor para la aviación.  –Gonzalo le preguntó sobre quien era David, él le conoció en Cranfield alguna una vez y durante momentos muy cortos, no le recordaba.

La conversación se prolongó mucho tiempo después de la comida en otro bar, donde ellos estaban la mayor parte del tiempo en su conversación hasta que Lorian y yo, puestos de acuerdo, les pedimos que saliéramos para pasear por las calles y ver escaparates.

En el puerto estaba un barco de vela que se podía visitar, la verdad es que solo podías hacer una visita programada y sin muchas expectativas de ver algo extraordinario, pero el puerto encerraba más atracciones como los transbordadores que iban hasta Dover. Anduvimos sin parar toda la tarde hasta que anocheció.

He de reconocer que visitar escaparates con alguien como Lorian es una experiencia que no se debe dejar de experimentar, pasamos por una galería cerrada, o cubierta más bien, podíamos habernos pasado allí todo el tiempo y Nico y Gonzalo querían comprarnos cosas, como ropa y todo lo que a Lorian le llamaba la atención, pero no lo consentimos, Nico estaba deseoso de dar un disgusto a su padre utilizando su tarjeta, con esa generosidad y atención tan genuina en él.

Nos quedamos a comer algo de cena en un restaurante cercano al puerto, yo lo que quería y necesitaba era descansar los pies, y me daba igual el lugar que eligieran, estaba contento con ellos y era suficiente el tenerlos a mi lado pasándolo bien.

Esa noche Gonzalo me hizo el amor como más me gusta, aunque de todas las formas me agrada, comenzó muy suave y sutilmente en la ducha, o mejor sería decir durante el camino de vuelta al hotel, su cortejo empezó al salir del restaurante, en los siguientes lugares donde estuvimos no se separó de mi y sus manos se movían ligeras por mi cuerpo, con la disculpa del jersey que lucía o sin motivo alguno, el caso era tener ocupadas sus manos en alguna parte de mi anatomía.

Resultaba obvio su deseo, para mí y los demás de nuestro entorno, pero no se precipitaba y disfrutaba de su galanteo, yo me dejaba festejar y me agradaba, era un agasajo muy fino que no desentonaba, basado en pequeños detalles como hablarme al oído y aprovechar para besar mi cuello, coger mi mano y simplemente besar la palma, pasar su mano por mi cintura para dejarme pasar por una puerta o ayudarme a quitarme el abrigo. Cosas muy sencillas realizadas con mucho amor y sin connotaciones sexuales que llegarían después.

La primera muestra fue cuando de repente vi como su verga se iba poniendo dura debajo de la ducha, antes incluso de tocarle, solamente con verme desnudo. En un momento dado paso sus brazos debajo de mis sobacos y los llevo detrás de mi nuca, allí entrelazó sus manos dejándome prisionero a su antojo, tiraba de mi cuello hacia abajo y me obligaba a inclinarme rindiéndole mi culo, donde su pene ya duro, quería entrar entre mis muslos.

-Cómo me gustas Daniel. –podía notar su lengua en mi espalda a pesar del agua tibia que nos caía, abrí ligeramente mis piernas para que su verga entrara entre ellas y comenzó a sacarla y meterla como si me estuviera follando, notaba el paso de su pene por mi perineo y al salir por el frente, como rozaba mis huevos.

-¿Quieres que lo hagamos aquí?  -le veía tan excitado que le pregunté, a mí no me hubiera importado, me había llevado a un grado de temperatura muy peligroso.

-Sería muy rápido y quiero que dure una eternidad.  –me estremecí de deseo.

-Suéltame Gonzalo, vamos a terminar de ducharnos.  –sería lo mejor porque si continuaba así conseguiría que me fuera de lo excitado que me tenía. Salió para dejar que me limpiara y preparara para él.

Se tumbó encima de mí cuando llegué a su lado, su abdomen sobre el mío, acogido entre mis piernas que apretaban su cintura, y a pesar de que su verga continuaba en su máxima dureza me besaba con dulzura entre suspiros entrecortados por su respiración agitada.

-No quiero volver a perderte, no podría perdonármelo, quiero estar tranquilo a tu lado pero no puedo evitar desearte y te estaría follando siempre.  –jolín, me ponía a mil lo que me susurraba en la oreja.

Notaba como mi culo se abría sin que lo tocara y mi polla no daba más de dureza, era mi hombre de verdad, el que me cubría con su cuerpo, el que llenaba de besos mi rostro y mis labios, aquel al tanto amé y amaba.

-Gonzalo nunca dejare que te separes de mí, haré lo que tú quieras, pero no dejes de amarme.  –me penetró con mucha dulzura, tuve que esforzarme para notar cómo se deslizaba en mi interior, estaba enloquecido por sus besos, me iba penetrando sin dejar de besar mi boca hasta que me llenó de él.

Se quedó quieto mirándome en silencio, beso la punta de mi nariz y sonreí gozoso. Su peso me aplastaba y no quería que cambiara de posición, así quería permanecer para siempre, aplastado entre su cuerpo y el colchón, dejándome amar y mirando su cara de placer embelesado.

Empezó a besar mi pecho, a lamer mis tetitas y chuparlas, luego paso sus brazos por mi espalda juntando nuestros pechos y elevaba su culo para sacar su verga, volviendo a bajarlo para penetrarme de nuevo.

Decía palabras que casi era imposible escuchar en mi oído, de agradecimiento y después de un largo rato de placer notaba que estaba cansado de su esfuerzo, mordió mi oreja y me susurró que quería correrse y cambiar de posición.

Me colocó en el borde de la cama elevando mis piernas hasta sus hombros y volvió a meterse en mi muy profundo, me la enterró toda hasta que jadeó más rápido y con su verga clavada hasta el fondo comenzó a correrse, meneé mi culo lo que podía y apretaba mis esfínteres para darle todo el placer del mundo.

Era un deleite ver sus gestos de placer, aunque estaba imposibilitado de muchos movimientos por mí posición y estando él en el suelo.

Masturbé mi polla un par de veces y basto para que me llegara el orgasmo y saliera mi esperma con fuerza.

Se quedó de píe ante mí, un poco inclinado, entrando y saliendo para descargar sus testículos totalmente.  Me empujó sin salirse para tumbarse sobre mí.

-¡Qué buena estas preciosa!  -procesé lo que acaba de escuchar. Sonreí para mis adentros, pero se me quedó cara de sorpresa.

-Gonzalo, me acabas de tratar como a una chica. -le hablaba al oído mientras le besaba. Levantó su cabeza y parecía sorprendido también.

-No me he dado cuenta, será que ahora te veo así, intentaré no repetirlo si te importa.  –le abracé pasando mis manos por su espalda y acariciándole con amor tremendo.

-No me importa Gonzalo, puedes tratarme como quieras, sabes que para ti soy tu mujer, tu amante, o lo que desees de mí, es solo que me ha sorprendido.

No era tal la sorpresa que mostraba ante él, ya había notado que ciertos hombres tendían a tratarme como a una chica, no todos y parece que él era uno de los que me veía de esa manera, aunque solo fuera en los momentos sexuales íntimos.

Nos quedamos acostados, acurrucado en su pecho y envuelto en sus brazos

-No me importa nada si estoy así contigo Gonzalo, deseo que nunca termine esto.

Besó mi frente y continuó abrazándome mientras caía en el sueño, era muy tarde y había terminado rendido.

 

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Como era de prever me desperté cuando la habitación estaba iluminada por la luz del día, me asomé a la ventana y me alegró ver que lucía el sol entre las abundantes nubes que le permitían aparecer tímido de vez en cuando. Gonzalo estaba aún dormido y no quise despertarle, me deslicé de la cama y fui al cuarto de baño.

No tenía ropa que ponerme a mano y me coloqué una camiseta larga de Nico que utilizaba para estar en la cama, me llegaba hasta cubrir la parte superior de mis nalgas, suficiente para estar en la habitación haciendo mis labores, tenía que empezar a meter mis cosas en la maleta.

Cuando volví a la habitación continuaba durmiendo, sin hacer ruido coloqué mi maleta sobre el puf rígido que había delante del gran espejo y comencé a realizar el trabajo más desagradable de todo el viaje, llenar la maleta para la vuelta.

Percibí movimientos en la cama y me giré, había despertado y me miraba curioso con una sonrisa granujienta que le hacía parecer un lobo queriendo comer a su presa.

Me acerqué para darle un rápido beso, intentó cogerme, pero estaba apoyado sobre sus codos elevando su cabeza y no le dio tiempo, escapé riendo alegremente.

-¿Qué estás haciendo tan temprano? Vuelve a la cama conmigo.  –me tentó como si fuera el diablo, pero pensé que no.

-¿Sabes la hora que es?  Las diez de la mañana, quiero que demos un paseo antes de comer y el día está tan bonito. Tenemos que preparar el equipaje para dejarlo en recepción.  –le miré y parecía decepcionado.

-¿Ya se terminó?, ¿tan pronto?  -se colocó de costado sosteniendo su cabeza en su mano, no parecía que tuviera prisa en levantarse y tiré de la sábana que le cubría para destaparle, como todas las mañanas debía tener ganas de ir al baño, su polla lucía preciosa con el glande oculto por el pellejo del prepucio, pero ya bien dura y apetecible.

Dejé de mirarle y volví a mi trabajo, estaba agachado, doblando con cuidado mi nuevo jersey y envolviéndolo en el papel de seda, se colocó detrás de mí, no le había escuchado, fue su calor corporal el que me informó de su presencia, me abrazó pasando sus brazos por mi pecho y sus manos en mis pectorales por encima de la tela, su pecho sobre mi espalda y su esponjosa verga entre mis nalgas.

Me di cuenta de mi desnudez cuando su polla entró en contacto con mi piel.

-Estas provocándome con tu culo, ¿no te das cuenta?, ¿siempre estas así vestido?  -se apretaba mucho contra mí y bajo sus manos a mi abdomen para apretarme más aún.

Intenté levantar mi cuerpo y ponerme recto, mordió mi espalda con la camiseta, curvó su cuerpo para que su pene, ya consistente, picara entre mis piernas intentando meterse entre ellas, las separé un poco, apretó su culo y la metió, tenía sus pelos acariciando mis nalgas y la bolsa de sus testículos pegando en mis muslos.

Intenté colaborar con él abriendo más mis piernas, bajo sus manos de mi cintura hasta mis muslos y apretó para que no los abriera, su verga estaba cada vez gorda y dura, permanecía sin hablar mientras él jadeaba en mi espalda, tiró de mi camiseta y la subió hasta mi cuello para lamer mi piel de la espalda y morderla con sus labios.

Acaricié mi pene que despertaba a la llamada sexual del macho, sentía en mis genes su mandato. Apoyó su mano derecha en mi cuello y la izquierda en mi cintura, ejercía una fuerza continua que me indicaba sus deseos.

Caí de rodillas sobre la alfombra depositando sobre ella mi pecho, él no se arrodilló estaba inclinado y comencé a notar su dura verga en contacto con mi ano, metió una pierna entre las mías y las separó, respiraba muy agitado, sentí como caía su saliva en mi ano y en los glúteos, la llevó con su verga hasta mi entrada para humedecerla y comenzó a ejercer fuerza como si quisiera meter su miembro, y a dar golpecitos con su polla.

Escuchaba el golpeteo húmedo que me excitaba deseando que terminara sus juegos, cerré mis ojos y llevé mi mano a mi miembro del que caía un hilo de precum.

Se inclinó y sentí su aliento en mi ano, después su lengua, pero fue poco tiempo, volvió a elevarse y a jugar con su verga en mi entrada, hasta que con una pierna entre las mías y la otra a mi costado pude sentir su polla, guiada por su mano en el glande, apretándole contra mi ano para que entrara y comenzó a penetrarme.

Lo metió sin pausa y con fuerza y cuando sus huevos toparon con mis nalgas paró, yo boqueaba dolorido y a la vez con un extraño placer que nacía en mi ano y discurría por mi espalda hasta explotar en mi cerebro.

Flexionada sus rodillas dejando caer su cuerpo que se enterraba con fuerza en el mío, así estuvo un par de minutos entrando y saliendo, ese placer que bajaba por mi columna me hacía ver lucecitas de colores encendiéndose y apagándose como si fueran chispas, y de pronto sacó su verga de mi agujero, recogió la saliva que tenía en su boca y la dejó caer, no la sentí, podía haber hecho diana directamente en mi recto.

Volvió a meterla y a entrar y salir mientras emitía animalescos gruñidos, yo solo suspiraba por el gusto que me daba y apreté mi culo cuando comencé a llenar la alfombra de mi semen, era tremendo el placer y por poco no me sostienen mis rodillas y caigo encima de mi esperma.

Contraía mi abdomen en olas que llegaban a mi estómago cortando mi respiración, pocos segundos después se vaciaba en mis entrañas, dejaba toda su simiente en el fondo de mi vientre, me había repuesto un poco y abrí los ojos, me miraba desde arriba sonriendo, rojo como el fuego y chorreando sudor, no me gusto el no poder besar sus labios en ese momento, estábamos unidos y le sentía lejano.

Tuve que volver a ducharme y limpiar la alfombra con mi camiseta.

Pasaba sus manos por mis lomos, bajando hacia mis glúteos retirando el gel de mi cuerpo y alguna vez besaba mis hombros.

-No podía contenerme Daniel, estabas tan erótico enseñando tu culito.

-¡Qué no importa Gonzalo!, si lo he pasado muy bien, entérate de una vez, te pertenezco y te quiero tanto que no me importa cómo me lo hagas, además me has hecho disfrutar, no te cortes ni te retengas nunca.

Después de las horas pasadas en su compañía, Gonzalo charlaba con Lorian muy entretenido, esas originales ideas suyas sobre la moda y su modo de hablar había secuestrado su atención.

Paseábamos por el inmenso arenal muy cerca del mar, al igual que ayer el agua parecía un espejo, sin olas ni hondas que lo movieran, como un inmenso animal gelatinoso a la espera de despertar.

Hacía frío a pesar del tímido sol que a veces aparecía y cruzaba las solapas de mi abrigo con mis manos enguantadas. Estábamos solos en la inmensidad del arenal y no se veía a nadie en lo que nuestra vista alcanzaba.

La arena estaba plagada de cantos rodados que, en alguna parte lejos del agua, se hacía difícil caminar sobre ellos, por eso andábamos justo a la orilla, Nico se agachó para recoger uno de esos cantos aplastado y plano, lo lanzó con fuerza y rebotó sobre la lámina de agua en un salto de varios metros, los dos golpes habían producido hondas concéntricas muy suaves en el agua donde la piedra golpeó.

Volvió a recoger otra y experimentó con ella, esta vez fueron dos veces las que rebotó sobre el agua hasta que se hundió, Lorian dejó de hablar con Gonzalo e imitó el lanzamiento de piedra sin éxito, Nico lo hacía cada vez mejor y llegó a conseguir cuatro rebotes mientras los demás mirábamos.

Lorian comenzó a saltar gozoso como un niño y se colgó del cuello de Nicolás besándole, éste no respondía a sus expresivas muestras de alegría, solo sonreía y se dejaba querer.

Nico caminaba a mi lado y podía escuchar la charla de Gonzalo y Lorian donde se mezclaban sus risas. El viento bajaba varios grados la temperatura del mercurio, pero era todo tan grandioso y de belleza tan salvaje, que no me importaba pasar el frío que notaba en mi nariz, seguramente roja como un farolillo.

-Quiero volver a Madrid.  –giré la cabeza para mirarle sorprendido.

-¿Vas a dejar tus estudios y tu trabajo?  -encogió los hombros y estiró sus brazos, sus manos dentro de los bolsillos del abrigo lo estiraban apretándolo a su cuerpo.

-No estoy hablando de que sea de inmediato, cuando termine el curso, por el verano y así podré descansar, o ir a hacer compañía a Jaime que volverá a Bristol. Creo que podré seguir mi doctorado en España el próximo curso.

-¿Y tu trabajo con Tommy?, te gusta lo que estáis haciendo.

-Sí, es verdad, pero vine a Francia por un motivo y nada me retiene ahora.  –siento mi pecho oprimido y sé que soy el responsable de su decisión tan prematura.

-Lo lamento Nico, siento ser la causa de tu vuelta, también de haberte hecho daño y causado dolor, si pudiera remedirlo lo haría. Perdóname.

Retuve mis lágrimas apretando con fuerza mis dientes. Se detiene y me sujeta del brazo.

-¡Ayy! Te obligaré a llorar, soy un torpe. Ven aquí.  -me abraza sobre su pecho.

-Tú no tienes culpa de nada, sabíamos que a partir de septiembre volverías a cambiar de lugar de trabajo, no sabes dónde te enviaran e igual no hubiera podido seguirte.

-Debes dejar de sentirte culpable. Gonzalo me va a matar si cree que soy el responsable de que estés así.    –abrazo un momento su cintura hasta serenarme, Gonzalo y Lorian nos miran a unos pasos de distancia sin intervenir, nos reunimos con ellos y emprendemos el camino de vuelta al coche de Nico que hemos utilizado para llegar hasta aquí.

Todo se va sucediendo muy rápido a partir de este momento, comemos en una terraza cerrada y con calefacción. Nico y Lorian parten antes que nosotros, su viaje a Paris es más largo que el nuestro.

Querían haber prolongado un día más nuestro encuentro ya que en Francia el lunes es festivo, pero Gonzalo tiene el compromiso de recoger a sus abuelos y llevarlos a su casa en U.K., hoy domingo.

-Tenemos que hablar, ¿te pensarás lo de venir el fin de semana próximo a Londres?  -le miro un poco sorprendido,

-Sabes que haré lo que me pidas.  –siento que voy a tener que consentir en muchas cosas para poderle tener, claro que él también lo deberá hacer.

-Puedo venir a buscarte y hacértelo más fácil.  –en esto no cederé, pienso que representa un peligro tantas horas de vuelo, cuando yo puedo hacer el viaje muy cómodo en el Eurostar.

-A ver Gonzalo, desde Lille estoy a una hora de Londres en un cómodo tren, tardas más tiempo tú en tus movimientos para ir y volver a los aeropuertos, iré yo por mi cuenta.  –no responde y hace un movimiento de asentimiento con su cabeza.

Cuando estamos entrando en la ciudad recibe la llamada del piloto, están esperándole en el aeropuerto, me deja a la puerta de mi casa y le urjo para que la despedida sea rápida, tiene que cumplir con su programa y no debe hacer esperar a sus ancianos abuelos.

 

Encuentro el coche limpio y la nota de los gastos de Ray en el estudio, como tengo mucho trabajo me pongo a ello con ganas y voy recibiendo las llamadas de Nico y Gonzalo para decirme que han llegado bien a su destino.

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