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Dos surfers y un cholito

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En Viernes Santo pasado estuve en una playa de Panamá. Estaba llena durante el día, pero tengo una esquina muy especial donde acampo, propia y con vista directa al mar. Ese día, durante la tarde fui a comer a un restaurantito cercano y conversando con la señora, a la que conozco, me presenta a su hijo (que yo había visto hacía varios años), uno de los clásicos "cholitos" con cabello, largo y rojizo del sol, piel oscura y curtida, musculitos típicos de los chicos delgados que se la pasan surfeando y nadando. Una nariz aguileña, totalmente lampiño y con una sonrisa fácil. Me llamó la atención más de una vez. Le comenté que iba a estar en la playa X y me preguntó si podía ir a acampar con sus amigos. Por supuesto le dije que sí y que la cerveza iba por mi cuenta. Esa noche me aseguré que mis otros acompañantes se quedaran bien lejos de donde yo me iba a quedar.

Cuando vi llegar las camionetas viejas a mi camping me llamó inmediatamente la atención sus ocupantes. Dos rubios, canadienses, no mayores de 20 años, con cuerpos tatuados, fibrosos y en shorts sin camisas. Venían con sus tablas de surf y tiendas de acampar, acompañados de, llamémosle Kikito. Se acomodaron bajo un árbol, un poco lejos de mí y se fueron a nadar. Traían un cooler lleno de cervezas y me dijeron que podía tomar las que quisiera, yo también tenía mi guarnición lista.

Como a eso de las 10 de la noche, después de varias cervezas, me fui a acostar y los dejé a los tres bien picaditos con los tragos. En unos minutos sentí el olor inconfundible de la marihuana y las risas de los tres. Me quedé viéndolos desde mi tienda y de repente veo como kikito, muy sexi, se pone a bailar y a menearse frente a uno de sus rubios acompañantes. Se reía sin control, como si nunca hubiese fumado un batecito. Ni un solo pelito en el cuerpo, ni siquiera bajo las axilas. Me imaginé a ese chico del campo rasurándose y me eché a reír.

Mi sorpresa fue mayúscula cuando uno de los chicos comenzó a sobarle los muslos y las nalgas. Estoy hablando de tres pelaos que no mostraban la menor indicación que fueran gays, por ningún motivo. Yo me quedé tranquilo viendo desde mi tienda y el otro rubiecito se puso de pie y agarró a Kikito por la nuca y lo besó intensamente, metiéndole la lengua hasta la garganta.

A todo esto, seguían fumando yerba como bestias y tomando alcohol, no sé qué era, pero olía fuertísimo. Yo salí de mi tienda y me senté en una piedra. Ellos estaban totalmente sumergidos en su fiestecita. Podía ver las pingas paradas de los tres, los canadienses no tenían muchas nalgas, pero se les marcaba una vergona. En cambio, a Kikito le quitaron el boardshort y se le notaban sus nalguitas oscuras, paradas, lampiñas, duras. Yo comencé a pajearme lentamente mientras veía como los tres se pegaban entre sí, sudados y meneándose para puntearse unos con otros.

La fogata que tenían casi estaba apagada pero la lámpara de baterías marcaba todo lo que pasaba. En un momento vi a uno de los surfers embarrarse la pinga de saliva. Se le veía una montaña de pelo rubio, claro y unas piernas velludas. Se puso detrás de Kikito y pude ver como éste se quedaba quietecito, esperando. Estoy seguro que no era la primera vez que le daban pinga a ese pelaito. Se echó para atrás un poquito y comenzó a menear el culito mientras el otro lo trababa. Mientras tanto su amigo lamía la cara, el pecho y pajeaba a Kikito, todo esto mientras seguía fumando su porrito de marihuana. 

El que le estaba dando huevo le daba duro. Se notaba como los dos cojones le colgaban y se meneaba de atrás adelante, con ganas. Los tres se mantenían ahora en silencio y sudaban como bestias.

Mi verga me dolía mientras me pajeaba, era un showcito solo para mí. Vi como el del pelambre se meneaba más y más hasta que se vino adentro de Kikito.

El otro arrodilló al cholito y lo puso a mamarle la verga. Al principio no podía ver claro, pero después me di cuenta que tenía una pinga curva, de tamaño normal, sin vellos y con un tatuaje en la parte inferior del muslo. Vi como le agarraban el cabello a Kikito y le obligaba a zamparse el pingón hasta el fondo de la garganta. Al rato se pajeaba y pajeaba, pero demoraba en venirse. Llegó un momento en que la verga se le bajó y entonces se arrodilló frente al cholito y le chupaba la pinga y los huevos mientras le hurgaba el culito lleno de leche de su amigo. De repente le dijo algo a su amigo y me fijé que el otro surfer, el que se vino dentro del culo de Kikito, comenzó a orinarle encima. Chucha, que arrechera ver eso.

Se vinieron los dos y se metieron en una sola tienda de campaña, sudados, llenos de leche y arena. Esperé unos quince minutos y me acerqué con cuidado. Los tres tirados, uno encima del otro y tomé varias fotos con mi celular y me fui a dormir, no sin antes hacerme como 4 pajas. Lo más rico es que en la mañana me levanté y estaban dormidos, los tres. Empaqué todo y me retiré tempranito, como si nada.

 

Ayer volví a pasar por el mismo restaurante y pregunté por Kikito. Me dijo su mamá que estaba surfeando. ¡Ya sé cómo va a ser mi siguiente acampada y con quien!!

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