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Noches y Noches

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Noches y noches pasan más su recuerdo, su recurrente perfume pervive en mí como si todo hubiera sucedido ayer.

Saqué mi polla del condón, pagué a la puta y ésta se marchó.

Noches y noches pasan, como si su pasar fuese el lamento de su pérdida. Sólo he dormido solo desde entonces. Me sentí sucio después de lo de la puta, necesitaba ducharme. Sólo te puedo recordar cuando el agua libra la batalla contra la gravedad al surcar mi cuerpo. Las gotas se enroscan alrededor de mis níveos cabellos y lamen los morenos pezones, invadidos por el oscuro vello que puebla mi pecho, mi abdomen y mi sexo. El jabón se escurre entre los surcos de mis redondas nalgas y el placer me abrasa cuando paso la alcachofa con hidromasaje sobre mi pene tumescente. Poco a poco el agua se introducía entre mi pellejo y el resto de mi carne palpitante, roja, anegada de sangre que se hincha de nuevo tras el último orgasmo y sale a relucir mojada, húmeda, dispuesta para recibir y repartir gozo.

Mi cipote es largo pero amable, grueso pero gentil; a mis cincuenta años aún conserva el ardor juvenil y esta morena fusta aún ha hecho reír y llorar a más de una puta y más de un puto. Pero a ninguno como a ti. Era, si no recuerdo mal, la misma noche de octubre de hace dos años. Se hará de día lentamente, pero tu cuerpo, tu cuerpo desnudo vuelve a mí. Descorcho una botella de champagne y comienzo a mamar como un cabrito. "Como un cabrón", dirías tú, Saulo. Sí, como un cabrón.

Las noches pasaban monótonas y aburridas. Axuán, el arquitecto del momento, presentaba su última bodega para la familia pija del momento. Se presentaba otra de esas noches amargas en que sonreirías con desgana mientras simulabas participar en una conversación que no te interesaría, y, quizás, te acabarías follando a alguna muchacha o a algún hombre (los Uzandagui-Azpirén eran conocidos por su libérrima conducta). Nada fuera de lo habitual. Se preguntó qué haría de sí mismo, 48 años, un porvenir por delante, y más vacío que ningún billete puede comprar, por más leche que tragara, por más coños que follase, nada podía llenarle. Borja María de Uzandagui-Azpirén le condujo hasta la sala principal del palacete. Axuán anticipaba lo que le esperaba hasta el último rincón de aquella sala: alcohol, cocaína, mariconas de alta sociedad, putas hermosas buscando su oportunidad, y cuatro periodistas arrimándose a cualquier fuente de podredumbre para cubrir sus espaldas.

—Te encuentro cansado y hoy deberías ser la estrella —le reprochó Borja.

—Para mí esto no es ninguna fiesta, sólo un pandemonium.

—Te he guardado coca. Ha venido Lorena Ibárrez. Es más puta que las gallinas, pero, o sea, súper-discreta.

—Hoy no quiero follar —mintió.

—Como si no nos conociéramos, o sea tío. También está un amigo suyo, un jovencito…

—Odio los hombres jóvenes. O son unos afeminados repelentes o unos chulos descerebrados o unos putitos.

—La verdad, no sé qué será éste, porque yo cuando lo vi ni pensé que le fueran las trancas… mira… está ahí.

Elevaron la mirada hacia el altar mayor de la nada sacra sala y allí, en grotesca estampa, Lorena Ibárrez intentaba sacarse de encima a los moscones que la rondaban mientras que un hombre joven, quizás veinteañero, se aburría soberanamente. Axuán lo vio y pensó que parecía completamente ajeno a todo lo que ocurría a su alrededor. Se miraron y una extraña chispa encendió a ambos. La extraña pareja formada por Borja y Axuán se acercó. Borja comenzó a hablar con Lorena y Axuán se acercó a… ¿a quién?:

—Hola —acertó a decir un desinteresado Axuán cuando el muchacho le miró y se sintió tan desnudado por esa mirada que no le hubiera extrañado que el joven hubiese iniciado una felación. Era joven, sí, pero tan hombre como él, sobre todo con sus negros cabellos que disgredían completamente el pijo gusto de los allí presentes y la corta barba, muy extraña a su edad.

—Hola, Axuán —contestó el joven, burlón. Axuán quedó hipnotizado por los turgentes labios. ¿Cómo la chuparía?

—Eeh… verás, creo que…

—Te faltan las palabras. Bueno, a mí también. Hoy es la inauguración de esta bodega, tu bodega, la más pija de mis amigas me ha llevado con ella y desaparece con el tío más rico del lugar y hasta mí viene Axuán Aguirre, que además de ser un gran arquitecto está tan bueno que por la polla debe echar leche azucarada —"Cualquiera diría que te faltan las palabras", pensó el arquitecto.

—Para bueno, tú, que tu leche debe ser condensada —ahora el muchacho se sorprendía; no estaba acostumbrado a que la gente pudiera responder sus impertinencias— Pero yo juego con desventaja, porque ni siquiera sé quién eres —Axuán al joven del hombro y lo llevó hasta un gran ventanal.

—Tranquilo, puedo ir solo —el joven prosiguió— Bueno… lo cierto es que normalmente los grandes hombres como tú, ricos y famosos, no se fijan en los chicos como yo salvo para follar —otra vez su dinero. ¿Y su vacío? No se podía cubrir ni con todo el dinero del mundo.

—¿Y no te gustaría follarme? Porque a mí me encantaría follarte —¿por qué no un buen polvo?— Pero no me has dicho cómo te llamas…

—Me llamo Saulo. Y sí, quiero follarte y que me folles —situó la mano de Axuán en su paquete, lleno y pulsátil.

—Muy bien… Saulo. ¿Y quién eres tú?

—Soy estudiante. De bellas artes, y además toco el contrabajo… —gimió al sentir la enorme entrepierna del arquitecto cuando éste le obligó a tocar sus huevos al mismo tiempo que besaba su cuello. Los pelillos de la barba canosa le proporcionaban unas cosquillas y unos pinchazos como nunca había gozado antes —¿Y tú quién eres? ¿Quién te crees que eres tú para magrearme aquí, ponerme caliente, follarme y luego dejarme? —llegados a este punto, Axuán se sorprendió:

—¿Qué dices?

—Tengo 22 años, pero no soy gilipollas. ¿Qué quieres?

—Quiero que te calles o dejes de decir gilipolleces, porque esa boca debe servir para algo mejor. Quiero que nos desnudemos ahora mismo y hacerte el amor hasta que mi semen te acabe inundando. Quiero chuparte hasta que te derritas en mis labios. Quiero decirte toda clase de guarradas… Quiero que esta noche no la olvides. ¿Tú qué quieres?

—Yo quiero todo. Vámonos a mi estudio. Follemos allí. Quiero que seas mío, porque hay algo de ti que no quieres confesarme…

Más tarde, en el piso de Saulo, prosiguieron las charlas y ciertas caricias. Saulo ya conocía el vacío de Axuán y se propuso llenarlo. Le dijo que iba a enseñarle algunos cuadros suyos y le dejó junto a un sofá cubierto por un lienzo blanco. Cuando Saulo volvió, ya no llevaba ropas y Axuán admiró el varonil cuerpo, fuerte, velludo y de anchas espaldas, de carnales muslos, de un sexo rojizo que se alzaba húmedo, esperando una contingencia contra la cual estrellarse, un culo para alzar en vilo al mundo, redondo y respingón.

—Ahora te toca a ti, amorcito. Quiero desnudarte y comerte todo, todo, mi cabrón.

—Pues cómeme, mamón, que tengo preparada una sorpresa para ti.

Saulo desnudó con verdadera ansia a Axuán, repasando con sus dientes los morenos pezones, el velludo pecho, la pequeña tripita sexy, los mulos anchos, las caderas rítmicas, sensuales, hasta que arrancó los pantalones y se encontró con una enorme polla, morena, de cabeza roja y tan húmeda como la de él. Alzó la mirada, satisfecho, y con sus manos bajo las duras nalgas peludas de Axuán, se dispuso a besarle, la barba salpimentada, madura, experimentada, contra el brío de la otra barba, negra, joven y ardiente. Las dos bocas quedaron saciadas, Saulo buscó el sexo, lo encontró, lo besó, ¿una reverencia?, y acto seguido le puso un condón y lo chupo con fervorosa pasión, todo el miembro que cabía en su boca, hasta la raíz fue chupada, Axuán acariciaba sus cabellos, Saulo lo chupaba mientras él se sentaba en el sofá, de pronto Saulo levantó sus piernas y allí encontró el adorable agujerito de Axuán, también moreno y rodeado de vello salpimentado.

Lo lamió, lo chupó, Axuán gozaba cuando la lengua del joven le penetraba. Axuán se levantó, ya bastaba, le puso otro condón a Saulo y la chupó con toda la experiencia de sus 48 años. Saulo chilló y Axuán se asombró de la sensibilidad del muchacho mientras pasaba sus dientes por el frenillo, lamía las gordas bolas, se tragaba la juvenil polla. Con un rápido giro de sus piernas Saulo se puso en cuatro. Axuán entendió y se dedicó a chupar el ano, introducía su lengua y sus dedos por él, cuando Saulo le pidió a gritos que se lo follara. Obedeció. Introdujo su estaca poco a poco, saboreando cada centímetro de enculada y finalmente se la clavó por completo. Dejó aposentado su pene ahí dentro- ¡qué caliente se estaba ahí dentro!- y comenzó el mete-saca, cada vez más hondo, cada vez más rápido, más duro, ambos gemían, Axuán se la sacó, y Saulo, con cierto enfado por haberle privado del placer le empujó contra el suelo y levantó sus piernas. Axuán se dio cuenta y le sonrió:

—¿Te molesta que te la sacara?

—Me molesta que más no me follaras, pero ahora te vas a enterar.

—¿Sí? Fóllame, chaval. Demuéstrale a mi culo lo que tu polla puede hacer.

-A sus órdenes, señor.

Saulo preparó digitalmente el ano de Axuán para la follada que habría de aguantar. Axuán gemía de placer y suspiraba cuando los dedos de Saulo rozaban su próstata. Saulo miraba embelesado el rostro de Axuán y lleno de amor embistió de lleno en su agujero. La penetración prosiguió, Saulo se inclinó y besaba a Axuán mientras se la metía. Las lenguas de nuevo salieron y se cruzaban en el aire como pequeños látigos carnosos hasta que las bocas las sellaron. Saulo acariciaba el cipote de Axuán en cada embestida con sus manos, mientras que Axuán azotaba a Saulo. Estos golpes y caricias enardecieron a ambos, pero la edad algo tenía que valer y fue Saulo el que se derramó.

—Quería sentir tu leche… condensada —se quejó débilmente Axuán. 

—Lo siento… fóllame… fóllame… fóllame hasta que estalle de tu puta leche.

Aquellas palabras cachondearon a Axuán, que levantó al agotado Saulo hacia el sofá y levantó sus blancos tobillos hasta los morenos hombros del maduro. Se la metió de una sola estocada y Saulo chilló del placer de sentirse sometido a tal hercúleo miembro. Aquellos gritos cachondearon aún más a Axuán que inició un ritmo demoledor. Saulo aproximó sus labios a los de Axuán y sintió como todo él era invadido por aquella enorme verga caliente. 

—Cómo te quiero —alcanzó a decir Axuán.

—Quiero todo. Recuerda, mi gran cabroncete-amor. Recuerda que te quiero todo. Recuerda que te quiero todo tú. Dámelo todo.

—Me llenas Saulo.

—Lléname de tu leche. Quiero sentir tu lefa incluso saliendo más allá de mis orejas.

Axuán continuó moviéndose más y más deprisa… finalmente Saulo sacó la gigantesca polla, liberándola del condón y la chupó mientras exprimía los gordos huevos de Axuán. Axuán se dejó llevar y en un empellón se corrió en la boca de Saulo, que bebió todos sus jugos.

—Esto sí que es leche condensada. Qué bien sabes, amor.

—Ya me hubiera gustado a mí probarte, cabrón. La próxima vez quítate el condón. Yo estoy sano.

—Así que habrá próxima vez… te adoro, mi cabrón. La tienes más larga y cachonda que un chivo.

—Por supuesto. Hacía tiempo que nadie me follaba así. La próxima vez, sin condón…

—No, mi amor —el rostro de Saulo se ensombreció— Todos tenemos nuestros secretos. Te voy a poner una canción. Es muy triste, pero todo lo placentero y bueno, como lo que hemos hecho ahora, tiene su lado sombrío. A veces sólo sale por la noche. Noches y noches he estado esperando alguien como tú. No sé ni cómo ni por qué te elegí. Prefiero no saberlo. Ése es tu vacío: querer saber todo. Como Fausto.

Encendió la minicadena y sonó el disco que había puesto: "Noche tras noche recuerdo tus caricias, tu dulce voz/ mi recuerdo crece muy adentro y revive mi dolor…".

Así comenzó el año más dulce de mi vida. Con esas escapadas a la Peña de Francia donde hacíamos el amor. El Madrid de los Austrias que tanto te entusiasmaba. Tu primera exposición. Aquellos extraños barrios testigos de nuestras correrías. Y nuestros polvos. Nadie ha vuelto a tocar mi cuerpo como entonces lo tocabas. Nadie besa, nadie folla como tú. Tú, y sólo tú. Hasta que descubrí tu gran secreto, por qué llevabas condones…

 

"No pude pensar en nada más, desde que dijiste adiós, / no pensé más que en el día en que volverías". Como decía aquella canción. Pero sólo me quedan noches. Solas. Vacías ahora más que nunca. Ahora lo comprendo: estaba vacío de ti como ahora lo vuelvo a estar. ¿Por qué no podrías volver? Sólo me quedan noches solo. El día vendrá y yo no puedo dormir. Noches y noches.

(9,50)