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La nueva socia del gimnasio

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Llevaba diez años yendo al mismo gimnasio cerca de casa, casi siempre a la misma hora, hacia media tarde y según se iban acercando las fechas veraniegas, se iba llenando de personal femenino que se querían quitar en "cuatro días" los atracones de la navidad y los otros tantos de las cortas vacaciones de semana santa. Yo solía tener buena relación con los monitores y una tarde, uno de ellos, el de sala, se tuvo que ausentar por un problema familiar, dejándome al cargo a mí, por si viniera alguien nuevo y le tuviera que explicar y aclarar para que servía cada máquina y los diferentes ejercicios para según qué zona muscular del cuerpo.

Una tarde hacia esa hora, llegó una sensual, madura, muy tetona y algo culona, para que la contara para que servía cada máquina y donde debía empezar y poco a poco y gradualmente, iríamos haciendo ejercicio en cada máquina que ella necesitase. Ella era muy atractiva y bastante provocativa, pues, aunque llevaba un body imitación pantera, le resaltaba y acentuaba su orondo culo y tetas. Sus deportivas de marca eran rosas y llevaba una cinta blanca en el pelo para que la retirara un poco su muy extensa melena rubia.

Empezó montando en bici estática para, a continuación, charlar con ella sobre lo que quería, hablamos, me lo contó y casi enseguida me puse a ello. Le fui mostrando máquina a máquina y para lo que servía cada una y ella fue tomando nota mental y a la vez me hacía alguna extensa observación sobre lo que ella buscaba y necesitaba. Cuando ya se hizo una idea de lo que realmente quería me lo explicó más a fondo y me puse a hacer una tabla. Mientras ella pedaleaba en la bici de ciclo-indoor no me quitaba ojo y yo a ella tampoco, se daba cuenta de que algo en mi interior se movía y es que ella era de esas que no son indiferentes a los hombres. Los pocos hombres que allí había no la quitaban ojo y hasta más de uno venía a comentarme algo sobre los ejercicios y de paso algo sobre la sexy nueva socia.

Yo la indiqué algunas máquinas por donde debía de empezar, cuantas series debía hacer y con cuanto peso y ella empezó… de vez en cuando la miraba para ver sus progresos. Yo estaba al tanto de ella y de vez en cuando hacerla cambiar de máquina según lo que ella me había pedido. Después de haber pasado por cinco máquinas y hacer dos ejercicios distintos con mancuernas, ella me hizo una seña con el dedo para que me acercara y me espetó:

—ya que te has portado bien conmigo, me gustaría, cariño, devolverte el favor.

Yo tragué saliva y casi me da un síncope, pues no esperaba esta respuesta de esta felina madura.

—¿cómo te llamas? —le pregunté yo.

—Soraya me llamo —afirmó ella.

—yo soy Lorenzo —repliqué yo. Y casi sin querer, nos dimos dos besos— Pues tú me dirás Soraya, ¿que deseas? —agregué yo.

—quedamos en la entrada y hablamos, Lorenzo —contestó Soraya.

Nos fuimos a las duchas y yo estaba algo nervioso, pues tenía la ligera sensación y sospecha que, sin querer, ni buscarlo, había ligado y hasta un poco tonteado con una mujer de estas características. Al salir ella vestía sexy y provocadora con una blusa que empezaba desde los hombros y llegaba hasta menos de media rodilla, con un par de gafas oscuras y unas muy sexys sandalias con cintas de oro. Salimos en dirección a su casa y me dijo que no vivía muy lejos del gimnasio. Me contó que llevaba un año viuda, que hacía tiempo que no se aireaba, pues se sentía triste por la muerte de su marido y que quería poco a poco salir con hombres y que mejor manera de empezar a conocerlos que en un gimnasio y no la vulgaridad de siempre de ir a las discotecas.

Seguimos andando y charlando. Llegamos a su casa, nos metimos con presteza en el ascensor y ella se abalanzó sobre mí y empezamos a comernos a besos. Me puse muy caliente y cachondo y se me hizo "la tienda de campaña" en el muy ajustado slip que yo usaba. Al salir del ascensor ella lo tocó y rio divertida. Marchó hacia su habitación y yo me quedé en el salón a esperarla. Cuando regresó, venía de la cocina y me ofreció whisky para que me relajase, mientras daba sorbos, veía los cuadros y fotos que allí había, pero nada presagiaba lo que me esperaba. Cuando más distraído estaba, esta zorra madura apareció como una verdadera zorra en celo, llevaba un provocativo sostén negro muy sexy con florecitas y un tanga muy lascivo con los mismos colores. Ella me empezó a desnudar lenta y lascivamente hasta dejarme solo con mi mini slip rojo.

Nos empezamos a besar con lengua y lujuria y le fui quitando el sostén mientras le chupaba una teta y luego otra y luego le lamía y besaba sus nalgas, le seguía comiendo las tetas y ella me tiraba del rabo con avaricia lujuriosa, para luego lamerle otra vez las nalgas, hasta que ella se quitó el sostén y más tarde el procaz, obsceno y libidinoso tanga. Soraya me quitó el slip. Yo le comía el coño, mientras ella tiraba del clítoris y yo le comía y lamía totalmente los labios vaginales exteriores e interiores y la apertura vaginal mientras ella había caído en un paroxismo sexual y me insultaba sexualmente…

—eres un cabrón, me estás matando de gusto —afirmaba entre gemidos— hacía tiempo que no sabía lo que era un macho como tú —mencionaba entre jadeos.

Yo la seguía comiendo el coño. Subí a comerle las tetas y ella seguía exhalando y resollando de placer y soltando insultos sexuales. Cuando ya estuvo más lasciva, le di un fuerte empellón y mi verga fue tragada por su profundo coño y ella desfallecía de placer y seguía soltando palabras soeces cual zorra de burdel.

—eres un malnacido hijo de puta, hacía más de un año que el cabrón de mi marido no me follaba y se fue al otro mundo casi sin haberme catado.

Yo alucinaba con lo que ella soltaba entre vagidos, sollozos y sofocos y no paraba de taladrar aquel palpitante coño. Luego se metió mi rabo en su boca y mamaba mi rabo mientras se sobaba y tocaba su clítoris y vagina durante un rato. Yo la llamaba zorra y fulana y ella me besaba con lengua y me lo agradecía mamando más mi rabo. Mamaba y mamaba mi rabo y nos pusimos a hacer un 69 con toda lujuria. Luego se puso otra vez a mamar mi rabo y yo masajeaba su vagina y ella entre gemidos y vagidos me insultaba chabacana y soezmente.

—eres un cabrón, me estás haciendo sentir como una fulana caliente, haz de mi tu puta.

Me puse detrás de ella y comencé a comerla el ojete y gemía y berreaba del placer anal que yo le daba con mi lengua.

—Sí, cabrón, cómeme el culo —me gritaba Soraya.

Agarré sus nalgas y apunté en dirección a su culo y de un golpe entró toda, mientras ambos gemíamos de placer. Luego ella se sentó sobre mi verga y le volví a clavar mi rabo en el culo y ambos gemíamos de placer. Se la volví a clavar por detrás, esta vez en el coño y seguíamos gimiendo y dando mil vagidos y gañidos de placer. Más tarde, la puse patas arriba y le volví a clavar mi rabo y nos insultábamos sexualmente con vehemencia y lujuriosa procacidad.

Finalmente, la metí mí ya enhiesta, pero dura verga de semental en su sensual boca y se tragó toda mi lefa, yo prorrumpí en un orgasmo brutal y caí rendido. Nos tumbamos en la cama y descansamos brevemente comentando el polvo.

—eres un cabrón, has sacado de mi la zorra que llevo dentro, hacía tiempo que un hombre no me follaba así —dijo Soraya— y eso me ha gustado —añadió.

No podía creer lo que me había dicho, pues no esperaba que aquello pasara, y añadí yo:

—me ha gustado follarte, cariño, me has hecho sentir un verdadero semental, un real actor porno.

 

Nos levantamos, ella me llevó a las duchas y todavía le dio tiempo para volverme a calentar y comerme el rabo y que se tragase otra vez mi lefa. Soraya me miró sonriendo y con picardía. Nos secamos, nos besamos, nos vestimos y nos dimos los teléfonos para quedar para otro día.

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