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44.2 Bajo cierto control

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Después de que hubo eyaculado recogí con la mano su esperma que cayó en mi pecho, lamí mis dedos para limpiarlo todo y le contemplé rendido y sonriendo satisfecho con los ojos semi cerrados.

Se quedó mudo, muerto, o eso creía yo, pero comenzó a acariciar mi cabeza y tirar de mis sobacos hasta que tuvo mi polla a la altura de su boca y la tragó, tuvo que mamarla muy poco tiempo, a la vez estimulaba mi ano metiendo sus dedos hasta que se los aprisione llevado de mi orgasmo que terminó por llenarle la boca de esperma que tragó, todo fue a parar a su estómago, no se le escapó ni una gota.

Llegué a sus labios y le besé con pasión y estuvimos unos minutos descansando, reponiéndonos de nuestro excitado esfuerzo.

-Tú dirás dónde nos podemos limpiar y lavar la boca, por mí no lo haría porque tu sabor me deleita. -saltamos de la cama y fuimos a su baño que era una maravilla, pero eso es lo de menos y no tiene importancia, lo mejor eran sus caricias que me hacían desear volver a empezar a comérmelo.

-Llevaba cinco días contando los segundos para tenerte mi amor.  -volvía a empalmársele la verga.

-Ya lo he notado, estabas lleno de leche y no podía tragarla.  -me abrazó y besó mi cuello, ¿que tendré en este cuello que tanto me excita que lo besen?

-Aún tengo mucha leche para ti.  –le acaricié la verga que se le estaba poniendo dura.

-Te creo, pero será a la noche, no sé lo que van a pensar de nosotros y aún no he colocado mi ropa, voy a escandalizar a tus abuelos, ¿qué van a decir?

- Daniel, no van a decir nada, que nos queremos y que vaya suerte que ha tenido su nieto, pueden pensar lo que es natural, somos jóvenes, también ellos lo fueron.  –una sonrisa muy pícara, ligeramente obscena curvaba sus labios en una mueca significativa del vicio que sentía por mí.

-Vamos anda, te voy a enseñar los alrededores, para que no te pierdas.  –tuvimos que deshacer mi maleta para cambiarme de ropa, pero no la colocamos como era mi propósito, y cuando estuvimos preparados, cogió mi mano y tiró de mi hacia el pasillo que conducía a la parte de atrás de la casa.

Íbamos a pasar delante de una puerta y recordé que era donde habían improvisado una habitación de hospital para Ál, la miré aprensivo y Gonzalo lo notó.

-Espera, ven un momento.  –abrió la habitación, la habían cambiado por completo, ahora era una bonita sala de estar donde, absolutamente, todo era diferente.

-Mis abuelos se han trasladado a esta zona trasera de la casa que es más tranquila y esta es su sala particular.  -encima de la repisa de la chimenea había algunos marcos con fotografías, había dos donde se veía a Gonzalo con Ál y me sorprendí cuando vi una combinación de fotografías mías que, en una especie de colah, tenían la que me hicieron para la orla de la universidad y la que nos hicimos aquellas vacaciones delante de la Ermita del Cristo en el pueblo y hasta de Halifax con Gonzalo y Ál.

Me emocioné y abracé su cintura mientras sostenía el marco en mi mano izquierda. Su sonrisa era preciosa, seguramente sabría la sorpresa que me iba a llevar cuando lo viera.

-¿De dónde has sacado las fotos?  -no me importaba, pero tenía que hablar para tapar mi congoja.

-La abuela se las pidió a tu madre, mira esta de Halifax, no me acordaba de este momento.  –él no lo recordaba, yo sí, era una de mis fotos predilectas, donde Ál y él me besaban en las mejillas al mismo tiempo y yo abría mis ojos y mis labios ante la sorpresa fingida.

La casa en la fachada principal está separada de la acera pública por un alto seto de boj, casi pegando a la calle, por la parte de atrás tiene un grande y hermoso jardín con un edificio entre moderno y antiguo apartado, donde se ubican los de seguridad además de para otras funciones, seguramente aprovechado de otros usos que tuviera en el pasado.

Pasamos la verja de hierro que un guarda nos abrió. Comenzamos a andar por la calle, me encantaban los edificios que aun siendo elegantes no dejaban adivinar lo que sus muros escondían detrás de las fachadas. Llegamos hasta el Thames y pasamos a la otra orilla por Albert Bridge hasta Battersea Park y nos entretuvimos paseando agarrando nuestras manos.

Me sentía entre nubes caminando con él y a la vuelta se detuvo en un pub donde me invitó a una cerveza que, por supuesto no tomé, era muy bonito como otros que había visto en nuestro caminar, algunos muy elegantes, y ya teníamos que regresar porque se estaba haciendo tarde.

Cuando volvimos a la casa entramos por la puerta trasera, la sala de sus abuelos estaba abierta y ellos estaban allí, les saludamos y me senté al lado de la abuela. Estaban viendo un programa donde entrevistaban al primer ministro David Cameron, el entrevistador resultaba terriblemente incisivo, acorralaba al primer ministro con duras preguntas sobre la pobreza que había aumentado durante su mandato en el Reino Unido.

Su abuelo seguía con atención la entrevista, la anciana cogió mi mano para cobijarla entre las suyas y se inclinó para hablarme al oído.

-¿Estas a gusto aquí?  ¿Te atienden bien? -no pude más que asentir con mi cabeza.

Cuando llegamos a mi habitación pude observar que había sido recogida y todo estaba guardado en su lugar.

-¿Quieres que salgamos esta noche?  -Gonzalo me hablaba mientras se cambiaba de ropa para ponerse un cómodo pantalón muy ancho. No le contesté.

-Hoy la cena será en familia y no hay formalidades que guardar.  -yo me encontraba cómodo con mi ropa y solo me quité la chaqueta quedando en camisa a la que añadí un jersey abierto de punto.

-Gonzalo me gustaría que instalaran una mesa de trabajo en mi dormitorio, así lo utilizaré alguna vez.  –vino a mi lado ya vestido, me levantó para ocupar mi lugar y luego me sentó en sus rodillas.

-Solamente lo tienes que pedir, se lo diré a Borja o a Tegan para que pidan lo que deseas. –le besé en la frente y abracé su cuello aplastando su cabeza sobre mi pecho.

-Gracias, ¿y quién es Tegan?  –se echó a reír mientras abrazaba mi cintura.

-Es el mayordomo, cuando necesites algo solo se lo tienes que pedir a él, o a Boja es el que manda en todo.

La familia estaba sentada tomando un jerez y esperándonos para cenar, se componía de sus abuelos, Borja, él y parece que ahora también lo era yo.

Borja y el abuelo hablaban sobre la entrevista a Cameron, el abuelo no estaba muy de acuerdo con la forma de llevar la política interna del país, y las ideas más abiertas de Borja las contradecía. Este no se callaba y argumentaba con razonamientos muy lúcidos su opinión. Ya había tenido esta impresión otras veces, se llevaban como si él fuera el nieto que discute con su abuelo.

Cuando la cena finalizó Borja me pidió que se le siguiera, mientras preparaban las bebidas y el café y lo servían me llevó a un despacho que imagino sería de él o del abuelo.

-Te dije que tendría el informe sobre tu seguridad y me lo han entregado hoy.  –recogió una capeta de plástico azul y me la entregó. 

-Lo más interesante está en las últimas hojas, donde hacen sus recomendaciones, es la única copia que hay y una vez que la leas puedes destruirla si quieres.  –pasé algunas hojas y tuve que apoyarme en una silla mareado.

-¿Ha visto esto Gonzalo?  -hubiera querido que la tierra me tragara.

-No, yo preferiría que no lo viera, pero el informe es tuyo y es tu decisión. –me iba a poner histérico y explotar, ¿qué había hecho?, ¡qué imprudente había sido!

-Lo siento Borja, todo tiene su explicación.  –le miré una vez sentado en la silla, él se sentó al otro lado de la mesa.

-Seguro que si, a mí no debes explicarme nada, seguramente a ninguno, ten en cuenta que a partir de ahora cualquiera puede obtener un informe de lo que haces, aunque lo importante es tu seguridad, esto te ayudará a ver que debes ser prudente y reservado.

El informe que me presentaba consistía en mostrar todos mis movimientos, desde el día que estuve en Londres para ver a Ál, la última vez que estuve con él. Mi reunión en el hotel con Gonzalo el día que llegué, absolutamente todo salvo los fotogramas de lo que sucedió con Faustin, sí que las había con Lorian mientras hacíamos el amor. Besándome con Rafael, todo, todo.  Mi vista se nubló, quería llorar y me picaban los ojos.

-¿Qué hago ahora Borja?  Gonzalo debía saberlo.  –me miraba muy serio, pero no me juzgaba, era su trabajo como él decía.

-Si me lo preguntas como amigo, creo que no es el momento de que le enseñes esos detalles de tu vida, además hasta ahora no hay compromiso alguno entre vosotros, no le debes responder de tus actos que además tendrán una explicación seguramente. Rompe el informe como si no hubiera existido, menos las dos últimas hojas donde están las recomendaciones que dan sobre tu seguridad.  –lo sostuve un momento en mis manos sin saber qué hacer.

-Guárdalo tú que eres quien lo ha encargado, ¿desde cuándo pediste que me vigilaran?  -se levantó de su silla y vino hasta mi lado, colocó su mano en mi hombro y la apretó ligeramente.

-Desde unos días antes de que vinieras a visitar a Ál.

-¿Pero por qué?  -no lograba entender el motivo que le había movido a tomar esa decisión.

-Él me lo pidió, Ál quiso que me ocupara de ti, porque al final deseaba que estuvieras con Gonzalo, quería pedírtelo, pero llegaste tarde.

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Tomamos el té y Gonzalo volvió a preguntar, ahora en general, imagino que, incluyendo a Borja, si íbamos a salir, no me apetecía después de todo lo descubierto en una hora, estuvimos un tiempo hablando hasta que nos fuimos a nuestras habitaciones.

Gonzalo comenzó a meter su mano por debajo de la camisa al cerrar la puerta, para acariciarme y llegar con ella donde fuera, a todas partes porque no dejaba de moverla sobre la cintura y espalda.

-Borja tiene un informe sobre mí de las pasadas semanas, creo que deberías verlo aunque no te resultará agradable.  –su mano había llegado a mis tetillas y pasaba la yema de sus dedos por mis pezones, tenía cosas muy serias que hablarle y ya me ponía caliente el simple hecho de que me tocara, dejó de hacerlo para darme un estrecho abrazo.

-Si él no me lo ha enseñado es que no merece la pena que lo vea, esos son temas de su trabajo, todo lo que tengo que saber de ti lo conozco.

Nos quedamos un rato tendidos sobre la cama y besándonos sin parar, propuso que nos diéramos una ducha a la vez que nos lavábamos la boca, no le dejé que insistiera, con la ropa ya suelta por sus continuos toqueteos me iba desnudando mientras me encaminaba hacia el baño.

Me metí bajo la ducha y abrí el grifo del agua, me había seguido y apareció detrás de la mampara de cristal totalmente desnudo, descorrió la puerta corredera y entró.

Dirigí el chorro del agua hacia él jugando y me sujetó a tientas hasta conseguir quitarme la alcachofa de la ducha, me tenía sujeto por detrás y notaba, a pesar de nuestra lucha su excitación por la rigidez de su falo, me enjabonó mientras me masturbaba con su mano blanca de la espuma, a veces pasaba sus manos por mi cuerpo hasta que llegaba a mi polla donde se entretenía, o las metía entre mis nalgas para acariciar mi ano.

Sucumbí a sus caricias y de nuevo me rendí a lo que él quería, aparte de que me tenía muy caliente, mi cachondez me llevaba ya por la autopista del deseo a toda velocidad.

Había decidido dejarme follar en ese momento y me apoyé en la pared. Sin más dilación que empujar de mi cintura para que sacara el culo, me penetró ayudado por mis ganas y el jabón que cubría mi cuerpo haciendo de lubricante.

Me la metió despacio, pero sin parar un momento, hasta que tomo posesión de mí y tuve la bolsa de sus huevos pegada a mis nalgas.

-Tienes un culo riquísimo, tan caliente que me abrasa.  –paso su mano por delante para abrazar mi verga y frotar mis huevos. Me hablaba entre susurros besando mi nuca cuando me tiraba del pelo, o mordiendo mis hombros.

-¡Qué culo más apretado!, te adoro, lo voy a follar hasta romperlo, ves lo que me importan a mí los informes, si no puedo vivir sin ti.  –giré mi cabeza ofreciéndole mis labios para que me los besara furioso,

-Por favor, fóllame más fuerte, necesito correrme.  –colocó sus manos en mis caderas y empezó a castigar mi culo con estocadas muy fuertes y largas que me hacían suspirar, gemir, gritar, hasta que temblé y caí inclinándome hacia adelante, me sujetó con sus brazos que pasaba por mi vientre y evitó que cayera rodando en el suelo. En esa posición comenzó a llenarme de la esencia de los dioses, que descargaba de sus testículos, clavándose repetidamente en mi ano.

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Me desperté y estaba de espaldas a Gonzalo, me sentía feliz sin saber por qué y sonreía sin preocupación alguna por el dichoso informe de la empresa de seguridad.

Sentía que Borja era de verdad un amigo en el que todos confiaban y yo no iba a ser menos, los tres tenían una fe ciega en lo que él hiciera respecto de la familia y depositaban su vida en sus manos. La fidelidad era mutua y muy fuerte.

Recordé que había pedido a Gonzalo un escritorio, parece que hubiera dado mi acuerdo tácito a que aquello se convertiría en mi casa, también al no haberme negado a tener el mismo tratamiento de familia y aceptado que hoy vinieran a llenarme un armario de ropa o lo que hubiera decidido alguien por su cuenta.

Me giré para ponerme de cara a él, estaba boca arriba durmiendo y con la cabeza girada hacia el otro costado, no podía verle más que un lado de la cara. Miré debajo de la ropa de cama, estaba desnudo con su pierna derecha estirada y la izquierda encogida formando un cuatro con ellas.

Su polla descansaba sobre la pierna flexionada, el prepucio cubría todo el glande y su piel era muy negra, como la del arrugado escroto que protegía sus testículos, brillaba en algunas partes como si fuera el grafito de los lápices, la tenía en reposo y a pesar de ello la veía muy larga. Me acerqué para besar su hombro y dejar allí mis labios que no paraban de besarle acariciando su piel con ellos.

Me gustaba el olor que desprendía su cuerpo, lo mismo que me pasaba con Nico al que no dejaba de recordar, y lo aspiré profundamente, era una mezcla de su sudor de la noche y el gel que tenía en su baño, no quería despertarle, pero sentía por su falo una atracción incontrolable y fui deslizándome con suavidad debajo de la ropa. Estaba a ciegas y solo su olor me guiaba ayudado por mi tacto.

Noté la suavidad de la seda de su polla y la pasé por mis labios, y los abrí para besar su aromático pellejo, su olor era más profundo y contundente ahora, la levanté con mis dedos para llevarla a mi boca, estaba blanda, cálida y resultaba deliciosa bañada en la humedad de mi aliento.

Tragué todo lo que pude y la dejé allí quieta, notando como iba creciendo y ocupando el espacio de mi boca, la saliva se me escapaba por mis labios de la cantidad que secretaba, hasta que no cupo más y dejé que fuera saliendo.

Movió ligeramente su cadera para empujar y hacer que su polla entrara, entonces comencé a chupar su glande, no dejándole que metiera más a pesar de sus movimientos, le miré deslumbrado cuando tiró de la ropa dejando al descubierto mi cabeza con su verga en mi boca.

Dejé momentáneamente de mamar para mirarle a los ojos.

-Sigue, por favor, no te detengas, sigue, sigue.  –me rogó, llevó su mano a mi nuca para empujarme y que siguiera chupando.

Ahora, sin peligro de despertarle, metía toda su polla en mi boca, la metía y la sacaba limpiándola apretando con mis labios para que no se escapara su sabor.

Me estaba sabiendo deliciosa la mamada que le hacía y que también disfrutaba, su escroto se había estirado un poco y sus pelotas colgaban, las fui lamiendo de abajo arriba y luego chupando de ellas, una y después otra.

Me sentía dichoso con mi juguete y no dejaba de acariciar la parte que no tenía en mi interior, comencé a masturbarle con fuerza mientras mi lengua rodeaba el caliente glande sin parar.

-Me voy a correr Daniel, déjame que me voy.  –intentó separarme de él pero yo quería que se corriera en mi boca y me sujete de sus caderas hasta que comencé a recibir los disparos de semen que salían de su uretra, tuve que comenzar a tragar pero guardé lo último que expelió con menos fuerza.

Se había corrido en cantidad, pero yo seguía envolviendo su polla en su propio semen, hasta que noté que apartaba su culo para sacar su polla de mi boca.

-Por favor, por favor, me duele.  –le temblaba todo el cuerpo y tenía su capullo muy rojo y sensible, a pesar de la suavidad en la que era envuelto, el placer resultaba doloroso para él, le besé y abandoné con pena su verga.

Permanecía mirándolo y redujo su volumen hasta descansar de nuevo sobre su pierna. Subí arrastrándome sobre la sábana, hasta que nuestras caras quedaron a la misma altura. Me sentía toda una puta, pero satisfecho de haberle dado el placer que merecía

-¡Feliz día!  -le saludé con una dulce sonrisa, no me respondió y simplemente me abrazó contra su pecho.

-Me gustas Gonzalo, estoy encantado de tenerte.  –besó mis labios y luego apretó muy fuerte mi rostro en su cuello, seguía sin hablar.

- Daniel, ¿qué me has hecho?  -sujetaba mi cuello con sus manos y no me dejaba mover, besé su yugular y reí.

-Me gustaría que todas las mañanas fueran así y tenerte para mí. –besé su pecho y a ciegas bajé mi mano hasta su abdomen acariciándole.

-¿Mamándome la polla? ¡No por favor!  –ponía un gesto de escándalo en su cara y su sonrisa de vicio logró que volviera a reír mordiéndole el cuello.

-No, tontito, abrazado entre tus brazos y querido por ti.  – ahora me soltó y coloqué mi boca muy cerca de la suya, su aliento muy caliente me llenaba y seguramente el olor de su semen le llegaría de mi boca.

-Siempre, siempre te querré, cada día más.  –apoyé mi cabeza en su pecho y permanecimos así acariciándole suavemente.

No sé el tiempo que llevábamos de esta manera cuando llamaron a la puerta. Gonzalo cubrió nuestros cuerpos con la sábana y dio permiso para que entraran. El chico de ayer penetró en la habitación.

-Han venido los encargados de la tienda para determinar el vestuario para el señor.  –el hombre permanecía dentro de la habitación muy serio, pero sin parecerle extraño el encontrarse con un hombre metido en la cama de su jefe.

Gonzalo se levantó desnudo como se encontraba, sin embarazo alguno y sujetó mi mano para que le siguiera hacia la puerta del baño.

-Entretenles mientras nos bañamos y prepara el desayuno.  –entonces pareció prestar atención a nuestra desnudez y nos miró pasando su vista sobre nosotros, pero como si fuéramos un mueble.

-Están mirando la ropa que ha traído el señor en la otra habitación y tomando medidas, les avisaré cuando tenga el desayuno preparado.  –sin más se dio media vuelta y salió. Mientras entrabamos al baño sujeté a Gonzalo del brazo y le detuve.

-¿Es normal el que estemos así, desnudos ante el servicio?  –no es que me importara, suscitaba mi risa y lo veía tan extraño, me miró sonriente y me abrazó besando mi mejilla.

-¿Es normal? No lo sé, pero así es. A veces te ayudan y terminas por acostumbrarte, es su trabajo y ellos lo ven así también. No pienses en ello y deja que te ayuden y que hagan su labor. –nos metimos en la ducha y terminamos de arreglarnos.

Cuando regresamos a la habitación volvía a estar presente el señor, miraba con cuidado las ropas que habíamos abandonado del otro día y las iba disponiendo en una butaca, al notar nuestra presencia se volvió y me alargó una percha con la ropa que había traído de mi habitación para que me pusiera.

Me sentía un poco abochornado y ridículo desnudo ante él y fui a buscar una toalla para tapar mi desnudez, Gonzalo se estaba vistiendo con la ropa que le había preparado sin ningún problema.

He de reconocer que resultaba agradable el tenerlo todo dispuesto, pero me iba a suponer un esfuerzo acostumbrarme a esta forma de vida tan diferente a la mía, o eso creía en este momento.

Debió darse cuenta de mi azoramiento y embarazo y se retiró dejándonos solos. Gonzalo me miraba divertido al notar mi incomodidad.

-Me siento cohibido ante tanta confraternización, lo siento Gonzalo.  –se sonrió y me hizo una mueca quitándolo importancia.

-Ya te acostumbraras y agradecerás su ayuda que a veces te vendrá muy bien.

Desayunamos solos, parece que todos estaban ya en sus labores y éramos los últimos.

-¿Tenéis la costumbre de desayunar a la vez?  - le preguntaba mientras cortaba un trozo del bollo de mantequilla para llevarme a la boca.

-No, el desayuno lo hacemos según nos vamos levantando, es una hora diferente para cada uno por nuestras actividades. 

Su abuela apareció en el último momento, precisaba hablar con Gonzalo, me pidió que fuera a mi habitación donde se encontraban los señores que habían llegado mientras él hablaba con la abuela.

En la habitación estaba el chico, tengo que preguntarle su nombre, con otros dos señores que estaban mirando toda mi ropa y tirándola encima de la cama. Comenzaron a tomarme medidas, probarme camisas y otras prendas que llevaban, preguntaban mis preferencias sobre la ropa que me gustaba, me calzaron diversos tipos de zapatos.

En este momento extrañé a Lorian, él hubiera sabido elegir y saber qué hacer.

Debía acostumbrarme a todo aquello, aunque pensaba que sería solamente al principio, llevaban más de dos horas trabajando, pidiéndome que me probara unas cosas y otras, vistiéndome y desnudándome continuamente y Gonzalo no volvía, hasta que recogieron todo lo que habían traído y se marcharon, hablaron con el muchacho para decirle que durante la semana próxima traerían el vestuario.

Cuando marcharon el chico les acompañó y regresó para recoger todo lo que habían dejado sobre la cama y las butacas, yo estaba rendido, sentado en una silla con el slip como única prenda, me alargó la camisa que me había quitado antes y la sostuvo para que me la pusiera, metí mis brazos por las mangas y la dejó para que me la fuera abotonando.

-Gracias por tu ayuda, pero yo puedo recoger la ropa.  –le miré y pude ver la primera mueca parecida a una sonrisa en su cara.

-Es mi trabajo señor, no hago nada que no sea mi obligación.  –le miré detenidamente, la primera vez le calculé unos treinta años, pero creo que no llegaba a ellos y podría ser de mi edad o algo mayor, era algo más alto que yo, como de 175 centímetros, sus rasgos eran angulosos de ojos pequeños y piel cobriza, nariz un poco aguileña, moreno de pelo, y labios muy recortados del color de la misma piel de su cuerpo pero más oscuros, un chico que hasta en uniforme se podría decir que era atractivo, me pareció que era sudamericano o tenía ascendientes de allí.

Creo que él se notaba observado, pero no interrumpía su labor doblando mi ropa con primor y colocándola en sus perchas.

-¿Cómo te llamas?   -levantó la vista y se enderezó, estaba inclinado sobre la cama.

-Wes, mi nombre es Wes señor.  –mostraba un gran respeto que me desconcertaba.

-Bien Wes, yo me llamo Daniel y parece que vamos a estar muy próximos en poco tiempo, cuéntame, ¿cuáles son tus funciones con respecto a mí?  –me miró serio con un atisbo de sonrisa en sus ojos negros.

-Atenderle señor, a usted y al señor Gonzalo, no vive nadie más en este lado de la casa, salvo que haya visitas.  –su contestación me resultaba demasiado simplista.

-¿Atenderme en qué?  Dame detalles de tus funciones.  –pensó durante un momento.

-Seguramente el señor Tegan, el mayordomo tenga una relación que me enseñó cuando vine a trabajar.  –le miré pensando que no me quería entender.

-A ver Wes, me conformo con una relación que tú me des.  –ahora se quedó derecho mirándome.

-Tengo que encargarme de su ropa, tenerle preparado lo que se debe poner en cada momento, que las habitaciones y baños estén limpios y atender sus órdenes, cumplir lo que usted necesite en cada momento, ese es mi trabajo y para el que me han preparado. -no sé, pero su tono era divertido, como si riera por dentro al ver mi ignorancia.

-Vale Wes, ya has visto como ahora nos hemos entendido, ¿te puedo llamar por tu nombre?, tú puedes llamarme Daniel.  –tiene una mueca en su rostro que no sé lo que quiere significar.

 

-Usted puede llamarme como prefiera señor, pero si yo le llamo Daniel, al señor Tegan no le va a gustar y me despedirá, será mejor que le llame señor, o señor Daniel. –resultaba respetuoso y también amable y hasta cierto punto gracioso.

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