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Algebra fetichista (parte 1)

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Clara  se alistaba para su clase en la Universidad, con premura guardo los libros y el repaso mentalmente como enfrentaría hoy a Mario,  su Profesor de Algebra Lineal,  cátedra ésta que era el filtro de los estudios de Informática.  Ella sabia que le gustaba mucho a  Mario,  pero no estaba dispuesta a ceder un ápice de su ya no tan juvenil etapa de su vida. Pensaba en libertad que tenia y las decenas de oportunidades con chicos veinte años mas joven que Mario. Pero en fin, había que manipular a Mario y obtener la aprobación del difícil examen pautado para las 11 Am.

 No tenía mucho tiempo para llegar, y repasaba mentalmente como abordaría hoy la situación, planeando pasar por el despacho de Mario una hora antes del Examen y llevarle un regalo para facilitarle la tarea a sus compañeros. Sabía bien que aprobaría, pues Mario, catedrático correcto y formal, estaba literalmente rendido a sus pies desde  casi el comienzo del curso de verano, pero le preocupaba sus amigas. Mientras cavilaba sobre ello, escogió unas sandalias playeras sin tacón que denudaban todos sus pies salvo las plantas, reparo que sus pies no estaban precisamente limpios,  había estado descalza desde el día anterior, pero no se inmuto por ello.

 Se ajusto sus jean y su blusa deportiva que dibujaban su esbelta figura de veintitrés años y se tercio el bolso grande alrededor del torso. Apuro el paso y tomó el bus rumbo al campus, distante unos veinte minutos de la residencia estudiantil, una caserón viejo que alquilaron entre sus dos compañera Margaret y Virginia.

 Mientras en la Universidad los estudiantes se esforzaban en repasar los últimos apuntes para el segundo parcial, y Mario en su despacho miraba el reloj mientras tamborileaba un lápiz sobre la mesa de su despacho, a tiempo que miraba ansioso por la ventana, y pensaba que quizás el estaría mas nervioso que sus propios estudiantes. Había recibido un mensaje de Clara, lacónico y firme: “pasare por tu despacho a las 10, como de costumbre”, pero eran ya las 10 y 10, cuando la puerta se abrió dejando pasar la luz como un fogonazo desde el pasillo, cerrándose con la misma violencia que Clara cerraba la puerta tras de si,  con su rostro juvenil y su agraciada figura.

Un corto circuito en la mente de Mario al ver a Clara de pie frente a El, como solía ocurrir desde hace un mes,  y como siempre, apenas si tuvo tiempo de mirarle por un instante, bajando la mirada hacia el piso, al tiempo que Clara se arrellanaba en el sillón del Catedrático cruzando las piernas, mientras Mario se  tumbaba de rodillas con ambas manos en el piso y comenzaba febrilmente a besar y masajear con la lengua los pies de su alumna.

 Ella sonreía por la bizarra situación y le animaba “vamos usa bien tu lengua hasta dejarlos relucientes, entupido perro”. Mario lamia y relamía el polvo, usando solo su lengua, acariciando entre los dedos y en la planta descalza de Clara, mientras ella cojía distraídamente el modelo de respuestas y rellenaba las hojas del examen que debería presentar mas tarde. La situación se prolongo por un rato que se le antojaban instantes para Mario, completamente excitado y humillado bajo los pies de su alumna, transportado a un éxtasis que dejaba su mente en blanco.

Casi termino a tiempo para el Examen cuando Clara le  propinó una patada en el rostro, que  lo detuvo, “como pones nerviosos a todos con tu examen, decidí ponerte nervioso a ti también… te he traído un regalito que quiero ponértelo ahora antes de que vayamos al aula”, mientras hurgaba en su bolso y extraía un dildo vibrador con pilas y se lo enseñaba a Mario

“No pensaras que me pondré eso ahora mira que,..” no terminó la frase cuando resonó sobre ambas mejillas un par de sonoras bofetadas de Clara, quien luego apretó las mejillas de Mario atenazándola con una mano mientras le escupía el rostro con verdadera saña inundándole toda la cara.  Había repasado en el camino la puesta en escena y no se amilanaba pues como sospechaba, tras la figura prepotente y altiva de los hombres importantes como Mario, se ocultaba el impulso y morbo de ser dominados y tiranizados por una joven mujer como Ella, altiva y de carácter decidida.

Aquella reacción inesperada de Clara que le acercaba a sus más recónditos deseos reprimidos le confirieron el valor para bajarse los pantalones y calzoncillos,  y darle la espalda en cuatro patas, elevando la grupa hacia su castigadora. Sintió al fin los dedos de clara violentando su trasero y el frío húmedo del gel que le untaba, y luego el movimiento electrizante de aquel artefacto puesto en su ano, que le excitaba y transportaba.  Vamos que llegaras tarde a clase, le dijo maliciosamente Clara, mientras el Profesor se incorporaba con la cara visiblemente descompuesta para salir ambos por el pasillo rumbo al Examen.

 “ Mira tonto, al menos has usado bien tu lengua hoy, dejando mis pies bien limpiecitos,  espero que te diviertas durante el examen, y no te lo quites hasta que yo vuelva a tu despacho en la tarde, ¿entendiste?”.

Mario medio aturdido apenas atinó a responder “si Señorita como Ud. ordene”, y pensaba como había llegado a esa situación, temía que sus secretos fetichistas se hicieran públicos, desde el día en que se fijó en Clara.

 Recordó como había iniciado todo aquello, un día Clara se había descalzado en clase, sentada  en la primera fila, dejando ver su exquisitos pies cansados de caminar y medio cubiertos de polvo, aquella mañana, él titubeo, durante la clase parecía ido por momentos, perdía el hilo y se mostraba distraído, eso fue evidentes para todos, pues Mario tenia una elocuencia y tal dominio de sus saberes que no en vano era reconocido como una eminencia y el mejor Profesor del Instituto. Lo que parece que solo notó El, y también Clara, era que la miraba lujuriosa se paseaba sobre los pies de su alumna como acariciándolos. Aquello no hubiera pasado sino como un desliz ocasional, salvo por el hecho de que Clara al advertirlo, quizá por coquetería femenina, quizá por el morbo de ser especial con tan singular personaje, repitió la jugada de descalzarse en la clase siguiente y además, esa misma tarde acudió al despacho de Mario para  inquirir sobre como hacer la tarea.

Sentada en el despacho del Profesor le miró a los ojos directamente para preguntarle “Profesor me da pena con Ud., porque con este calor a una le provocar descalzarse y siento que mis pies estén tan horribles por el polvo”, Mario capto la oportunidad de engancharla y dar rienda suelta a sus deseos respondiéndole “llámame Mario, quieres?, y la verdad es que tienes unos pies muy lindos”, Ella se  hizo la ofendida replicando como entristecida mientras se tapaba la cara con ambas manos y casi sollozando le contesto  “ah con que Ud se burla de mi, porque mis pies están feos y sucios” , Mario para tratar de consolarla y para ganarse su confianza, se dio vuelta por delante del escritorio y al tiempo que se agachaba le dijo “te demostrare que no me estoy burlando” y se arrodillo ante Clara y tímidamente le besos los pies. Sintió como la sangre le subía a la cabeza al hacer contacto con sus labios en la fina piel de Clara, y como Ella reaccionó moviendo sus deditos hacia dentro de la boca de Mario, sin apartarlos e intentando que aquella caricia se prolongara. No hizo falta palabras, Mario succiono primero el dedo gordo de Clara, luego uno a uno fue lamiendo cada uno de los deditos de los pies de Clara y su lengua resbaló hacia abajo por la planta, humedeciéndole y lamiendo desde  los dedos hasta el talón ennegrecido hasta dejarlo reluciente. Primero un pie, suave y lentamente, luego el otro, con cuidado y esmero, cuando finalmente los pies de Clara quedaron impecables le dijo: “convencida de que no me burlaba de ti, puedes venir en sandalias cuando quieras”. Clara sin inmutarse le dijo, “¿tengo su palabra de que así será?” , Mario excitadísimo y conmovido por la gracia que le había brindado la joven, respondió sin pensar “te juro que limpiare tus pies como hoy cada vez que vengas a mi clase”. Esa frase sello su destino, y el Lunes siguiente Clara llego puntual a las 8:00 am, se descalzó ofreciéndole a la boca y lengua de Marìo las plantas ennegrecidas de sus pies. Aquella situación se torno patética cuando Clara noto la humedad y el bulto en el pantalón de Mario, y cual domina experta se dijo: “quiero que te saque tu cosa y te masturbes a mis pies”.

Lo que paso después era la consecuencia lógica de esa frase, ya sea que efectivamente la haya pronunciado Clara o que Mario la imaginara para dar desahogo a su febril sexo. Lo cierto es que Clara se limitó a observar, a través de la pantalla del video de su teléfono móvil, como el destacado profesor de matemáticas, se proyectaba en su despacho en cuatro patas lamiendo unos pies muy sucios y se masturbaba, y como después esa cara embadurnada de polvo lamia el semen derramado mientras era pisoteado unos bellos y grandes pies femeninos.

Mario recordaba como una copia de aquel video le había llegado a su Email, con un mensaje amenazador  de Clara, “desde ahora harás lo que te ordene y serás mi  perro, lamerás mis pies sucios tres veces por semana y cada lunes te correrás ante mi, a no ser que quieras que divulgue las copias”. Desde entonces la guapa de Clara acudía todos los Lunes, Miércoles y Viernes a su despacho y se instalaba a leer o a conectarse a Internet, mientras Mario se acostumbraba a ese delirio o castigo semanal. Como Ella misma le indicó su relación no pasaría de allí, a pesar que de rodillas Mario cada día le suplicaba algo mas: una cita o una invitación o tan siquiera un beso en la mejillas, como se acostumbraba entre los amigos. Invariablemente Clara le atajaba: “date por satisfecho con que te permita arrastrarte como mi perro!, y no tendrás mas que el sucio en mis pies  o la suela de mis sandalias” y le propinaba  una bofetada antes de despedirse y dejarle allí derrumbado de rodillas.

 Ya en pleno examen, Clara esbozaba una intensa sonrisa de satisfacción por el dominio sobre aquel personaje, que se antojaba importante y altivo para la mayoría, y que para ella no era mas que su juguete de temporada. Mario por su parte casi no podía pensar y bajaba la mirada cada vez que su vista paseaba por el puesto de Clara, y Ella se divertía haciendo bailar su sandalia en la punta de sus pies, amenazando por dejarlo caer justo delante de la cátedra de Mario, quien a su vez no se estaba tranquilo en el asiento por la pulsante vibración del dildo, que se introducía cada vez mas en su culo cada vez que se  sentaba. Las tres horas del examen transcurrieron muy lentamente para los alumnos y para Mario, aquellos devanando sus sesos y este reconciliándose entre la turbación y la imaginación de su próximo encuentro con Clara.

Apenas suspiro aliviado cuando Ella sin mas se acercó para entregar sobre la cátedra el examen resuelto a la víspera, habían pasado no mas de veinte minutos y de hecho fue la primera en entregar.

El le siguió con la mirada, tratando de imaginársela sin los jeans y sin la blusa, esperando que volteara al menos para reencontrase con aquellos vivaces ojos negros. Pero no ocurrió, y Mario revisó rápidamente el papel de Clara, obviamente con las respuestas correctas que había copiado una hora antes, y una última hoja sin identificar que decía. “nos darás la revisión de examen a Virginia, a Margaret y a mi, en tu despacho a las 4:30 pm”.

Se sintió petrificado por aquella nota, y levantó la mirada buscando entre  sus estudiantes a las compañeras de Clara, recordaba a Virginia quien siempre se sentaba junto a Clara, pero ignoraba quien era Margaret; no tardó en adivinar quien era, debía ser la morena gruesa que estaba junto a Virginia, ya que ambas estaban en el otro extremo de la primera fila de asientos y para su sorpresa muy sonreídas mirándole, y ambas, al cruzar la mirada con su Profesor, simplemente se descalzaron estirando sus pies hacia delante, mostrándole las plantas llenas de polvo, como quien acata una orden dada por un sargento ante una revista militar.

 ¿Cómo podía ser? ¿Acaso Clara les había contado? No, no era posible, no se atrevería ¿o si?, ¿y si vieron los videos? ¿Por qué entonces aquella provocación similar a la de Clara? ¿Podía ser casualidad?, esas y otras interrogantes le persiguieron durante el examen, y luego después cuando reviso los exámenes de Ellas, en las que no consiguió nada extraño, para su alivio circunstancial, y las inquietudes se prolongaron hasta casi las 4:00, en su despacho cuando esperaba con ansias la llegada de Clara, ya para quitarle la molería en su adolorido ano por el dildo que le había puesto, ya para quitarle la incógnita y los temores de su mensaje de la víspera.

 Cuando cavilaba sobre todo esto, entró Clara al despacho, seguida de sus compañeras Virginia y Margaret, y en ese momento, Mario en acto solemne le invita a tomar asiento y comienza a urgar entre sus papeles como buscando los exámenes de sus alumnas, y sin mirarlas afamó“ esperen un momento mientras ubico sus exámenes”, las estudiantes estaban como risueñas  cruzaron una mirada estupefacta hacia Clara, quien sin darse por aludida espero a que el Profesor les entregara los exámenes con las calificaciones: una A para Clara, y una D para ambas chicas.

 Los sucesos pasaron entonces rápidamente en el despacho de Mario, en un abrir y cerrar de ojos, Clara halo a su Profesor por un brazo sin brusquedad, y este sin resistirse se halló de repente en medio de las sillas donde ambas chicas revisaban descuidadamente su exámenes, y frente a él estaba Clara, sujetándolo ahora por el pelo y haciéndolo inclinarse ante Ella:

“pídeles perdón a ambas idiota y lame sus pies como si fuera yo”

y acto seguido cuatro pies se restregaban sobre la cara de Mario, quien infructuosamente intentaba besarlos o lamerlos homogéneamente,  a la vez que escuchaba como lejos las risas y burlas de sus alumnas, estaba absorto y confundido, y su sexo se endurecía cuando Clara desde atrás le empujaba con la sandalia el consolador encendido luego de bajarle los pantalones.

Fue Virginia, quien se subió la falda y tomando a Mario por las orejas lo atrajo hacia su sexo húmedo

 “vamos lame mi coño a ver si me apruebas ahora perrito”

 Y Mario intentaba dar lo mejor de su lengua mientras Virginia pellizcaba sus tetillas debajo de la camisa y Clara le azotaba las nalgas con la suela de sus sandalias, zas, zas zas!. Se intercambiaron de lugar Virginia y Marlene, y el ardor en las castigadas nalgas de Mario era insoportable, hasta que finalmente Marlene jadeo satisfecha como Virginia unos momentos antes, solo entonces se detuvo.

Y Mario aun semidesnudo, humillado y absorto permanecía acuclillado en el piso, cuando Clara de pie y desde arriba sentenció. “ahora todas tenemos una A”, y acto seguido le escupió el rostro varias veces, para decirle  a su amigas “despídanse de mi perro por favor” y entonces cada una le lanzó un escupitajo y salieron de allí, arreglándose la falda  con un “hasta la próxima clase” , a lo que Clara añadió “ bien sabes que vendré el miércoles a que me adores  los pies, pero mañana te toca lamer los de Virginia y el jueves los pies de Marlenne, perrito!”.

 Mario quedo pensativo, humillado y muy excitado y finalmente vencido optó por admitir su condición, y ese instante sublime en que el deseo nubla y bloquea la razón, se echo boca abajo en el piso del despacho a menear frenéticamente aquel miembro goteante hasta obtener un fuerte desahogo que salpico hasta la pared. Aun no se recobraba de la autosatisfacían cuando sonó el teléfono, e instintivamente respondió con mal agrado, sus ojos se abrieron al escuchar a Clara nuevamente “perrito supongo que te estas masturbando, disfrútalo porque el viernes te amarrare los cojones y solo podrás hacerlo en mi presencia cuando me provoque premiarte!” y un clip culminó la llamada, ¿Cómo podía Ella saber lo que estaba haciendo? ¿Qué poder sobrenatural tenía aquella jovial y encantadora bruja que dominaba hasta mis más privados instintos?

 La semana fue intensísima para Mario en las labores académicas y en la nueva faceta de limpia - pies de sus alumnas, que todas las mañanas acudían a su puerta para verle humillado cual perro lame-pies, cuando no las suelas de las sandalias de sus tres castigadoras, y maltratándolo que da gusto: palabras obscenas, nalgadas y sparking con regla de madera en sus nalgas desnudas, escupitajos, pellizcos y en ocasiones con pinzas en el escroto o un dildo en su ano durante la jornada de lamidas de mugre. Cada día la situación de Mario era mas comprometida por los videos que tomaban sus alumnas.

En una ocasión, justo el segundo miércoles, las tres se llevaron a Mario al servicio de damas,  le desnudaron  y mearon encima, dejándolo empapado, y cada vez hubo de lamer el sexo de su castigadora, siendo obligado a limpiar la tasa del retrete con la lengua mientras Clara le violaba con un palo de escoba y le insultaba para que se masturbara allí mismo.

  O a finales de semana, cuando Margaret le llevo al retrete y lo mantuvo bajo sus pies, pateándole el rostro mientras ella vaciaba sus intestinos,  para luego halare el pelo con la diestra dirigiendo la cara del sumiso Mario, hacia sus glúteos regordete: “vamos limpia mi  raja y mete bien la lengua,  puerca comemierdas ja ja ja”

Aquellos aquelarres de dominación extrema, de degradación, de alguna manera compensaban su alto ego lleno de estímulos, respetos y consideraciones que recibía constantemente en su vida pública y profesional; la excitación y la sorpresa de aquellas actividades que se consideraban tabú lo mantenían en un permanente sobresalto y excitación.

Así pasaron dos largas semanas y justo el viernes, Clara le dio la ansiada oportunidad de verse a solas con El fuera de la Universidad:

“bien, como todavía quieres salir conmigo te concederé ese deseo mañana sábado, pero te advierto que tendrás primero que ayudarme porque es el día que uso para limpiar la casa, te enviare un mensaje temprano con instrucciones y la dirección”

La cara de Mario resplandeció de alegría y besando los pies de Clara mientras salía, apenas si pudo musitar:

“haré todo lo que Ud. me ordene Señorita Clara, gracias por la oportunidad.”

Eran las seis de la mañana, víspera de la visita a casa de Clara cuando Mario se despertó exaltadísimo, se ducho y afeitó, se puso unos jeans y una camisa sport, y preparaba el desayuno como a las  7:30, cuando recibía un mensaje en su teléfono móvil, “...Continuara

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