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Mi mujer tan santa... tan puta

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Me llamo César y actualmente tengo 40 años. La siguiente historia sucedió hace más de 10 y considerala como ficción o realidad ¿qué más da? Si cumple con su función -excitarte- es suficiente.

**********

Conocí a Carolina mientras hacíamos fila para obtener copias certificadas en unas oficinas del Registro Civil en el Estado de México. Yo le sonreí y ella correspondió por cortesía, pues tenía el porte de una mujer educada. Más tarde nos re-encontramos en una fonda donde compartimos mesa.

-¿Qué leés? – me cuestionó.

-Verónica decide morir. Paulo Coelho.

-¿y es bueno?

-como los sabores del helado. Tienes que probarlo –respondí.

Intercambiamos números de teléfono y cinco meses después estábamos viviendo juntos. Ambos, con un divorcio a cuestas, nos tomamos con calma el asunto, dejando la opción de casarnos legalmente solo si la relación funcionaba.

Nos instalamos en un departamento solo para nosotros dos. Un compañero de trabajo me había dicho que las divorciadas cogían como locas porque ya le sabían al asunto y no se reprimían. En el caso de Carolina, parecía que encajaba con lo dicho. Ella tenía la combinación de docilidad y pasión y no dejamos lugar en el departamento sin hacerlo.

Carolina - o Caro- tenia, –como dice la cantante Marta Gómez- ritualitos. Antes de bañarse, colocaba la ropa que se pondría en un perfecto orden: calzado, pantalón o falda, blusa, y los accesorios al lado, sobre nuestra cama. Ella decía que así se visualizaba mejor.

En una ocasión que nos alistábamos para salir a un bar, vi su vestuario y me atreví a cambiarlo por uno más revelador. Un putivestido que había comprado en un bazar. Ella salió del baño, lo vio y se lo puso.

-jamás había algo tan ajustado y corto –me dijo cuando ya estábamos de regreso.

-¿te sentiste incomoda?

-más bien diferente. Tengo 37 años, ya no soy una adolescente. Pero eres mi pareja y me agrada darte gusto.

Caro era una mujer de medidas y peso normales, pero daba el plus cuando se maquillaba y vestía sensual. Destacaba.

Las veces que salimos de antro me percate que ella podía vestirse derramando sensualidad, pero solo tenía actitud para mí. Jamás coqueteaba ni daba pie a que lo hicieran con ella. Era de esas mujeres que cuando alguien las piropea, jamás voltean. Yo, no creía que hubiera mujeres así, no en la vida real. Tanta fidelidad, me tenía desconcertado sobre todo cuando en mi mundo Godínez -todo lo referente a la vida laboral en oficinas- todos andaban con todos. Desde la señora de la limpieza hasta el “jefazo”. Todos y todas cogían con todos y sin problemas. (Los de vigilancia tenían “un bono” si cachaban con las cámaras de circuito cerrado a una parejita y nos compartían el video. Yo tenía 4, aunque decían que había más de 20).

Carolina tenía una vida social escasa. Le gustaba mucho leer y no veía programas basura en la televisión, solo películas con una buena crítica. Cuando salía, visitaba a su hermana Bety o a algunas de sus compañeras de su anterior empleo. Y me llamaba para decirme dónde y con quien estaba.

En una ocasión invite a tres de mis compañeros de oficina al departamento donde nos tomamos una botella de ron, una reunión tranquila. Caro nos acompañó eventualmente. Por ratos hacia su aparición y después nos dejaba. Cuando mis compañeros se fueron, le pregunte sus impresiones.

-son divertidos -contestó secamente.

-¡vamos! ¡Son buenos muchachos!

-en eso tienes razón. Se comportan como adolescentes.

Al mes, le tocó a otro compañero “Godinez” hacer la reunión porque tuvimos buen desempeño. Cuando le pedí a Caro que me acompañara, me dijo que no me lo tomara a mal, pero prefería quedarse.

-te divertirás mejor sin mí. No soy buena compañía en ambientes tan juveniles.

Traducción: tus amigos son unos simios y a ti te encanta estar con ellos.

Y me fui a celebrar, solo.

Un mes después llevé a uno de mis jefes con el que tenía mucha confianza, a cenar al departamento esperando que pasara el control de calidad de mi pareja: Ingeniero, cincuenta y tantos, bilingüe, según yo, una joya de educación.

La cena trascurrió perfecta entre una botella de vino blanco hasta que fui al baño. Regresé tan rápido que alcancé a escuchar su conversación.

Caro le decía:

-Ing. López, ahora que usted se marche, tendré que ir a la regadera de inmediato…

Yo pensé: “ya le salió lo puta, seguro ese cabrón le dijo algo cachondo”

-¿por qué Carito? –contestó con aires de Don Juan

-siento sus ojos pegados a mi piel. No solo con palabras se ofende. ¿Debo acaso recordarle que soy una mujer con un compromiso, con el que gentilmente lo invitó a cenar?

Asombrado, volví al baño. Me eché agua en el rostro y después traté de integrarme a una cena que ya no fue la misma. Caro ahora hablaba más y López evitaba mirarla. A la media hora se marchó.

Mi primer matrimonio me dejo una lección muy clara: jamás, jamás, reclames o te pelees cuando las cosas acaban de pasarDeja que la situación se enfrié y ya con la mente tranquila, hablas.

Hice como si no hubiera pasado nada. 

-¿quieres un café? –me preguntó mi mujer.

-si, por favor

Mientras yo me tomaba el café sentado en el sillón de la sala, Caro lavaba los trastes y me dio tiempo para verla a detalle: Las zapatillas levantaban su trasero y lo hacían más redondo, más apetecible. La abertura de su falda quedaba en los límites del encaje de las medias. Su cabellera le llegaba a los hombros y se desparpajaba con sus tonos grises y dorados. Se veía bien.

Me preguntaba si era normal que me agradara que otros hombres la vieran con los ojos que yo la veía. Sexy.

Si era normal pedirle que mostrara sus encantos dentro de la seguridad del departamento con mis amigos o en los antros con los desconocidos.

Tal vez mi ambiente “Godínez” me había corrompido. La esposa del Ingeniero López era una madura que llegaba a las oficinas con botas altas y mallones blancos, dejando entrever su ropa interior. López me había dicho en broma –o en serio- que Estelita podía andar de puta y mostrando lo que fuera, que a su edad ya estaban lejos de el qué dirán. Casi todos pensábamos que andaba con Heriberto de R.H. pero aun no teníamos el video para corroborar.

Tal vez era el porno entre los descansos o las revistas eróticas en los baños –que la señora de la limpieza cambiaba de los baños de mujeres a los de los hombres- y sus historias.

Tal vez buscaba aprobación -a través de la admiración o envidia de los demás hombres-.

O tal vez era parte de mi aprendizaje sexual y debería sencillamente disfrutarlo.

Escuche una voz:

-ven, házmelo arriba de la mesa.

Caro estaba sobre ella, mostrándome su sexo abierto.

-espero que mi sabor y aroma, combinen con tu café –sonrió.

Dejé mis pensamientos de oficina e introduje mi lengua en su concha. Y no me soltó del pelo hasta que le saque un orgasmo.

Semanas después, mi cuñada Bety nos invitó al cumpleaños de uno de sus hijos. La idea no me sedujo por dos motivos: Bety y Caro llevaban una relación de hermanas muy, muy cerrada. Eran como un sindicato de dos miembros y era muy difícil hablar o convivir con ellas cuando estaban juntas. ¿celos de su relación? Sí, también en su momento me lo pregunté, pero no eran celos, era más bien enojo, algo así como: déjenme entrar a su relación, ¿sí? Convivimos un rato como grupo y después ustedes siguen en su sindicato, no les voy a quitar nada. Y el segundo motivo: Las fiestas infantiles no son de mi agrado.

Pero Caro insistió e insistió. Y asistimos.

Por fortuna, la reunión estuvo agradable. El payaso resultó un profesional y nos dejó a todos con ganas de seguir con su show y recomendarlo. Anochecía cuando los invitados se fueron retirando -unos más ebrios que otros- pero sin mayores incidentes.

(Aclaración si lees esto fuera de México: aquí en el país es común que, en una fiesta infantil, se dé alcohol a los adultos como si se tratara de un convivio de mayores. A mí no me agrada eso, pero cada quién hace de su fiesta y su familia un papalote).

Bety le pido a Carolina le ayudara a lavar platos y demás, y ella aceptó.

-mientras hazle compañía a mi marido –me pidió Bety.

Llegué con Mario -esposo de Bety- que estaba en la etapa de “ebrio consiente y feliz”.

-Tómate una, pinshe concuño.

Después de la segunda me enteré de algunos pasajes de Caro y su vida de casada y de la admiración de Mario por Caro.

-hace años estaba más joven, pero ahora está más… más… -caviló

-¿guapa?

-guapa siempre ha sido, es una belleza –respondió cuasi enojado.

-mas… ¿frondosa? ¿buena?

-mmm… pues tú lo dijiste, no yo ¡eh! Sip, más buena. Mi mujer también tiene lo suyo, pero de un tiempo para acá, Caro si lo muestra ¡vaya que lo muestra! Y pues Bety, ella es maestra y no puede ir con falditas, capaz que se la comen

-tenemos suerte. Ambas son atractivas –rematé.

Ya en el departamento, Caro me preguntó:

-¿Qué tanto hablabas con Mario?

-me dijo algunas cosas de su trabajo, pero sobresalió la admiración que siente por ti

-es el marido de mi hermana, y sí, me quiere mucho. Yo también lo aprecio.

-pues creo que despiertas en él más que aprecio

-vamos, somos cuñados ¿acaso tienes celos?

-no, curiosamente a ti seria a la mujer que jamás celaría. Más bien…

-¿qué?

-eres DEMASIADO fiel.

Caro dejó el vaso que sostenía y me miró fijamente:

Traducción para hombres solteros: hablaste de más. ¡Preparate cabrón!

-soy una mujer honesta si a eso te refieres. Y no tengo la mínima intención de cambiar. Sabes que me divorcié porque mi anterior pareja no respeto la fidelidad. Una mujer puede cerrar los ojos un tiempo, pero no caminar el resto de su matrimonio en total oscuridad. No una mujer que se respete a sí misma. (Caro se divorció cuando se enteró que su marido tenía otra mujer y un hijo)

-pues ser un poquitín coqueta no te haría mal, tal vez así sociabilizarías más…

-no entiendo que es lo que quieres. Por favor, dame un ejemplo.

-cuando vinieron mis tres compañeros te comportaste distante y yo quería que estuvieras con nosotros

-¿cómo si fuera una más del grupo?

-¡podría decirse!... una actitud más cordial, con más empatía

-¡pero si se comportan tan inmaduros!

-pero tú tienes más experiencia que todos nosotros, así que puedes emplear eso en comprendernos y no tomarte el papel de esposa perfecta tan en serio. Te quiero imperfecta, aquí, conmigo y mis aficiones, que perfecta y lejos. Y con el Ing. López…

-…ese no es tu amigo…casi me comía con los ojos por no decir otra cosa

-sí, lo noté…

-y ¿Por qué no dijiste nada?

Me llevé a Caro frente a un enorme espejo que teníamos en el pasillo y la abracé por detrás.

-esa mujer que ves ahí es muy atractiva y todos los hombres que conozco te van a ver con ganas de tener algo contigo, desde piropearte a… cogerte. Perdona si me escucho vulgar.

-¿y eso no te molesta?

-un hombre en México, siempre va a mirar. Pero mientras no te digan nada ofensivo ¿Por qué habría de molestarme? Sé que mis amigos y López te consideran una mujer atractiva, pero también una mujer sangrona... un tanto creída. 

-no estoy para complacer a tus amigos…

-¿y a mí? No pasa nada si socializas más con ellos. El que coquetees un poco no va a hacer que yo te deje de querer.

-diferimos en lo que es una mujer honesta –y añadió- mis normas no me permiten coquetear para sociabilizar.

-puede que este enfocando mal la situación. ¿Puedes estar conmigo y mis compañeros, aunque no sean de tu agrado y sepas que ocasionalmente te van a mirar con morbo?

-podría, aunque no me voy a comportar como una suripanta.

-muy bien, eso es un avance –finalicé.

No paso mucho tiempo para que festejara mi cumpleaños. Invité a mis compañeros de siempre -que asistieron con recelo acompañados de sus esposas- al Ing. López que fue con su mujer e hija recién divorciada y a dos compañeros más de conocí en la última reunión Godínez, además de la familia.

-por lo que veo, tu mujer se está divirtiendo más que tú, -dijo Mario que traía una cerveza en la mano.

-esta noche me ha sorprendido -contesté incrédulo. Mirala, bailando y hablando con los demás ¡Riéndose!

-pues en una de esas, te la bajan, hoy se ve muy bien - contestó mirándola de pies a cabeza. 

-no hay nadie aquí que le dé a Caro lo que yo le doy. Y Ella es muy fiel, creo lo sabes.

Me alejé de Mario pues su comentario lo sentí viborezco, mala leche. Fui a la cocina y cuando regresé con más hielos para los invitados, Mario y Caro bailaban.  Mi cuñada Bety se acercó a mí. Ya estaba un poco achispada, lo cual me sorprendió pues ella jamás tomaba nada.

-¿a quién miras? -preguntó

-a nuestras parejas

-se acoplan bien bailando. Si Caro no fuera mi hermana, estaría celosa.

-¡vamos! Mario solo tiene ojos para ti.

-es buen padre, nadie tan entregado como él con sus hijos, y sí, me ama

Me aventuré a abrazar a Bety -un abrazo de ladito- y ella lo aceptó. Los seguimos mirando hasta que se dieron cuenta.

-¿Por qué no bailan también?

Ambos nos miramos.

-¡no! dijimos al mismo tiempo.

Seguimos platicando

-oye… ¿crees que si modifico un poco mis vestidos de maestra tenga más admiradores? -inquirió

-¿lo dices por Caro?

-¿te has dado cuenta?

-claro, soy su pareja. Aquí entre nos, yo se lo sugerí…se ve mejor ¿no crees?

-súper bien…pero Mario jamás me dejaría…

-¿a quién quieres impresionar? ¿A Mario o a…otro admirador? –le contesté chocando mi vaso con el de ella

-¡ay, como eres! Bueno, supongamos ¡solo supongamos! …que es a otro…uno que está bien tontito

-¿edad? ¿Compañero tuyo? ¿Casado?

-¡ay, como crees que me metería con un casado!

-bueno, necesito un poco de información para darte una opinión

Bety levanto su dedo. Al fondo, en un sillón, un tipo de unos 50 años, canoso y con lentes, bebía con los vecinos del departamento de abajo.

Cuando iba a preguntar más, Caro apagó las luces y comenzó a cantar Cumpleaños Feliz seguido por los invitados. Después de la partida del pastel y la degustación, comenzó la trova, algo que gustaba a Caro y a mí.

Una hora después de "hay algunos que dicen, que todos los caminos conducen a Roma..." el hombre señalado por Bety aprovechó una pausa del trovador y contó una historia que tenía como principal oyente a mi cuñada. Atrás del grupo de los cuentistas, estaba López y su mujer, mirando a todos, pero sin integrarse a nadie. Me acerque a ellos.

-¿les ofrezco algo? –pregunté

-yo estoy bien –respondió López.

-a mi regálame un wisquito –dijo Estelita.

Lo prepare según sus indicaciones y me quede un momento platicando con ambos.

-tu mujer es muy agradable- dijo Estelita. Espero algún día tu amigo los invite a la casa. Nos la pasaríamos muy bien los cuatro.

-Carolina es un poco especial y no creo acepte –intervino López.

-bueno si ella no va, tu si puedes ¿cierto? -me dijo con voz melosa.

-pues si mi amigo me invita, si voy. Pero estoy seguro que Caro si va.

-pues solo o acompañado eres bienvenido a casa- contestó la mujer- quien se acomodaba el escote dejándome ver el encaje de su sostén y un par de melones duros.

-cuidado, no lo vayas a dejar bizco –rio López

-perdón, no quise incomodar –respondí

-no lo digo por ti, sino por ella. Le encanta presumir a sus niñas.

-quedaron divinas ¿cierto? –me preguntó.

-pues…se ven bien –con todo respeto-.

Por cautela -Mario y Bety me veían- me alejé de ellos y me dediqué a atender a los otros invitados.

Más tarde las personas se despedían. El Ing. López me tomó del brazo así que los acompañe a su auto. Él subió a conducir y Estelita me dijo:

-¿de mí no te vas a despedir?

Me di la vuelta y cuando bajó el cristal me encontré con sus tetas desbordándose mostrando sus pezones morenos y duros.

López me miro y dijo:

-si quieres tocárselos, ahora es el momento antes que llegue mi hija.

Me acerque tímido como ratón y ella me tomo la mano y recorrió ambos senos. Fue como recorrerlos con un guante puesto. Estaban duros… pero raros.

-gracias por la distinción – le dije.

-ve a la casa y nos divertiremos más –contestó.

Regrese al departamento y me cruce con la hija de López que se besaba con el ayudante del trovador. Lo traé en la sangre, no hay duda -pensé-. Y me alegré por ella.

Caro despedía a los últimos. Los hijos de Bety y Mario dormían en el cuarto de invitados así que Caro les ofreció el departamento para quedarse esa noche. Y aceptaron.

Caro fue a lavar platos mientras Bety y yo recogíamos el tiradero. Mario fue a acondicionar la recamara.

-¿Qué música te pongo, hermana? –preguntó Bety

-Vicente Fernández, por favor.

Caro cantaba. Me acerqué a Bety y le dije:

-creo que no será con vestuario que impresionaras al elegido

-¿Cómo lo notaste?

-el tipo es compañero tuyo ¿cierto?

-es supervisor de zona y tenemos 20 años de conocernos.

-¿recuerdas que mencionó que hay una conferencia de costumbres virreinales o algo así? Deberías ir con él.

-si le digo que me invite, me vería muy mal, como mujer coscolina.

-la conferencia es abierta y no necesitas invitación. Encuéntralo ahí.

-¿como si fuera casualidad?

-si…y ahí…

-ahí tú das el paso siguiente…

-¿Por qué yo?

-porque eres tú la interesada. Además, él no va a hacer nada. Llevan muchos años de conocerse y los dos se han instalado en una zona de confort. Ambos se conocen como amigos y con eso tienen…

-yo no…bueno, ya no.

-pues cambia la situación

-¿cómo?

-Ya en la conferencia, te sientas a su lado y a mitad de charla lo tomas de la mano, como si fuera lo más normal del mundo…

-¿y porque no del brazo?

-¿ves como no quieres salir de tu zona de confort?

-tomarlo del brazo es lo mismo…

-no cuñadita. Las intenciones son diferentes. ¿Tú verías de la misma manera que Caro tomara de la mano a Mario, que del brazo?

-bueno, Caro es mi hermana y Mario mi marido, creo que no tendría nada de malo, ellos llevan años de conocerse.

-ok, pues, aunque tus ojitos así lo vean, el mensaje que das a los otros es diferente. Tomarse de la mano implica compromiso de pareja. No de amigos. De pareja.

-pero yo no quiero a Edmundo de pareja…

-claro que no, lo quieres de amante

-eso se escucha muy fuerte. Yo soy una mujer casada y no me lo permitiría.

-¿tener amante?

-yo amo a Mario…

-mmmm a lo mejor yo estoy entendiendo mal. Si fue así, te pido una disculpa. Tú, ¿quieres tener una relación sexual con Edmundo?

-una relación no, tal vez encontrarnos una vez o dos…

-¿pero si quieres?

-si eso no cuenta como relación, si quiero

-según tú, ¿Cuántos encuentros son necesarios para que cuente cómo relación?

-el que estén juntos por un año o más…

-¿entonces si son una o dos veces…?

-eso sería como una aventurilla sin importancia, una canita al aire, diría mi tío Panchito.

-probemos con otro ejemplo: supongamos que Mario, tu marido, se acuesta con Caro, tú hermana, dos veces…

-ellos no lo harían…

-es un supón…supongamos que lo hacen dos veces. ¿Qué pasaría?

-se terminaría mi matrimonio con Mario y mi relación con Caro

-¿Por qué?

-¡porque se acostaron! ¿Porque más?

-¿hubo una relación?

-claro que la hubo, lo hicieron. ¡Y dos veces! ¿Y eso que tiene que ver con Edmundo?

-con Edmundo, nada. Pero contigo sí. Al sol, no le quieres llamar sol.

-¿sabes que cu-ña-di-to? Eres un idiota y no sé porque me atreví a confesarme contigo. Olvida lo que te dije.

-Sin problemas. Yo no sé nada.

Bety se alejó de mí y fue con Caro a ayudarla a secar algunos platos.

Mario regresó y se me acercó como si fuera yo su mejor amigo

-¡invítame una copita, plis!

-lo siento, pero los invitados arrasaron…

-si no hay problema, voy por algo y le seguimos

-sí- respondió Caro al fondo-. ¡Y me traes unas papas fritas!

Sinceramente no tenía ganas de desvelarme y mucho menos con Mario, pero quería integrarme a su grupo, a ellos y no repetir lo cortante de Caro con mis amigos.

A las 7 de la mañana, nosotros cuatro seguíamos en la sala. ¿de qué hablamos? Pues prácticamente de experiencias de ellos tres. Que si esto, que si lo otro... yo escuchaba. En ocasiones salía el tema del ex de Caro y ahí cuidaban las palabras hasta que dejé en claro que no me afectaba lo sucedido ni que se hablara de él, pues era pasado. Cuando Mario dijo que él no soportaría que su mujer hablara de su ex, le respondí:

-a eso se le llama criterio. No pasa nada.

-pues, aun así. Es mucho pasado para soportar- recalcó. 

Bety terminó por dormirse en el sillón largo y Caro en el sillón individual. Mario estaba en las ultimas, a punto de caer de sueño y alcohol, pero se resistía. Yo, ya me sentía mareado. Miré la mesita de centro llena de latas vacías y dos botellas en el piso. Los niños ya se habían levantado y desayunaban lo que habían encontrado en la alacena y refrigerador.

-me llevo a Caro a dormir – le dije a Mario.

-Primero échame una mano a llevar a Bety. No creo poder cargarla.

-pues tu dime de donde la tomo o cómo la cargamos

-tómala de los brazos y yo de los pies.

Cuando la tratamos de cargar, Bety se despertó enojada y casi gritando dijo:

-¡déjenme aquí!

Ya no insistimos.

Tomé a Caro de los brazos y Mario de los pies. Mientras íbamos rumbo a la recamara, Mario Jr. dijo:

-¡a la tía Caro se le ven los calzones!

¿Conciencia o inconciencia? Yo, al tomar a Caro del pecho, le había subido su vestido quedando muy arriba. Las pantimedias traslucían su tanga que a su vez, traslucía su depilado montecito. Vi a Mario con la intención de bajarla al frio piso.

-¡no lo hagas! ya estamos a medio camino, mejor apúrate

Depositamos a Caro en la cama. Le quité las zapatillas y le dije a Mario:

-trata de meterla bajo el cobertor en lo que voy al baño.

No tardé más de un minuto y cuando regresé Mario no había hecho nada. Solo recorría con su mano desde el tobillo a la rodilla de caro, sin dejar de mirarla.

-¿Qué haces? –le dije

-estoy tan ebrio que, si trato, seguro la tiro. Me quede aquí para que no se cayera.

-bueno, yo lo hago. 

Vi al tipo embelesado con Caro, así como si viera a Bety mirando a su casi amante. Y me salió lo voyeur.

-¿quieres quitarle las medias? Yo me encargo de meterla a la cama

-¿yo? Imposhiible. Estoy obrio ¡obrio! Las pocas veces que se las he quitado a Bety, las rasgo con mis uñas y quedan pa´ la basura.

Mario se quedó parado y sin hacer nada. Yo moví el cobertor a la mitad, gire a Caro sobre él, le quite las medias y tanga, y la deje a la vista por puro morbo.

-¡qué bonita panochita tiene Caro. ¡Ella siempre limpia! -dijo Mario. Si yo no fuera tan bruto y ella tan mojigata…

Tomé a Mario del hombro y lo llevé a su recamara donde literalmente, cayó como tabla.

Regrese con Caro a nuestra recamara y cuando ella me sintió, repegó sus nalgas. Me baje el bóxer y la penetre despacio. Minutos después me vine y me quedé dormido.

Al siguiente día, tenía una cruda “moral” por mostrar a mi pareja a su cuñado y esperaba algún comentario o insinuación de él, pero no. Nada de nada. Me quede callado también. Y de lo de López y Estelita, tampoco le dije a Caro.

En las semanas siguientes, me enteré que Bety visitaba a Caro, pero lo hacía cuando yo no estaba.

-supongo que se siente más cómoda estando solo contigo – le dije a Caro

--gracias por comprender – Y me abrazó.

No le di importancia al distanciamiento de Bety. Era mi cuñada, pero siendo sincero, no la estimaba.

Días después, Carolina recibió una invitación de su prima Soledad por el cumpleaños 5 de su hija Julia, así que fuimos. Ellos vivían en una ranchería al sur del estado y por una avería del auto, nos tuvimos que quedar a dormir ahí. Ellos se durmieron con su hija y nosotros en la cama de la pequeña. Ambas, en la misma habitación, no había para más.

Era pasada la medianoche y Caro no se dormía ni me dejaba dormir.

-espera a que se duerman y cogemos. Tengo muchas ganas –me dijo.

-¿aquí? ¿Con ellos al lado?

-lo que hacemos es legal, lo hacemos dentro de una relación formal. Si fuéramos compañeros sí que estaría mal, pero somos pareja –respondió enfadada.

-¿pero y ellos? ¿No te da penita?

-no se ve nada…

-pero se oye…

-por eso, espérate a que se duerman

Yo me dormí. Desperté cuando sentí una boca chupándomela y después ella montándose. Después, la cama crujiendo.

-más despacito – le decía.

Ella, no hizo caso hasta que se vino.

Al día siguiente en el desayuno -frente a su marido e hija- su prima nos dijo:

-a que primos tan ganosos, no dejaban dormir anoche.

-pues no te quedes con las ganas prima, ¿para eso tienes a Chema, no? –respondió Caro sin vacilar. (Chema = Salvador)

-a ver qué barbaridad dices, mujer –contesto el aludido

-si me cumplieras, no estaría yo como fogón… ¡Mírale la cara a Caro! , ¡Yo quiero una sonrisa de esas, cuando la tienen a una bien cogida!

-Caro se conforma con su marido y no anda de cuzca –respondió enojado Chema.

Después del desayuno, Chema y yo fuimos al mecánico y mientras éste terminaba el trabajo, Chema conversó conmigo. Me cayó bien, era un buen tipo buscando sacar adelante a su familia pero con una terrible adicción. En dos horas que charlamos escuché otra forma de llevar una relación. La de la dependencia. Soledad, su esposa, era su droga. Chema le soportaba todo, todo. Malos tratos, mala comida, e infidelidades. 

-creo que tengo mala suerte -sentenció.

Ya de regreso, Caro y Soledad estaban bajo un árbol, tomado pulque. Yo me abstuve de tomar para evitar accidentes y también porque no me gusta por el dolor de cabeza que da. Ni que decir que regrese con Caro, ebria.

En el auto, Caro me confesó que Soledad era muy, muy, muy coscolina y que dudaba que Julia fuera hija de Chema.

-Si Soledad pudiera, se metía en la cama contigo –me dijo. ¡Ha estado con más de 10 hombres! 

-¡ha de ser excelente amante! ¡qué bien por ella!

-yo no aplaudiría esa conducta...

-no la aplaudo, pero si a ella y a Chema les funciona así su relación, pues está bien ¿no?

-no es correcta...

-uno o diez hombres ... ¡qué más da! es una mujer feliz y Chema también.

-hay una gran diferencia a andar con uno a andar con diez...

El foquito del tablero del auto se encendió, evitando dos cataclismos. Mientras esperábamos que el auto se enfriara, seguimos conversando.

-me sorprendiste anoche con tanto atrevimiento -le dije. Realmente me dejaste anonadado. Eres muy buena en la cama y fuera de ella.

-pues solo contigo me he soltado. Me das confianza. Con mi exmarido, era todo muy feo. Me lastimaba mucho. Nada de caricias o palabras. Solo me penetraba y yo lo aceptaba. Contigo siento que puedo ser yo, que me dejas ser yo.

-¿por eso lo de anoche?

-un poco. Si yo se lo hubiera pedido a mi ex, ni me hubiera tomado en cuenta. Se habría dormido o tal vez me agarraría de la cabeza y no me dejaría hasta que se vaciara y se durmiera. Era muy egoísta.

-¿se la chupabas a tu ex?

-el me obligaba. A veces me la metía por el culito, pero era tan brusco que ya no lo deje más. Cuando se ponía muy borracho me obligaba y me cogía por atrás.

–¡que terrible situación tenías!

-la parte física era dolorosa pero la parte sentimental, peor. ¡Mi ex le decía a Mario como me cogía por atrás! ¿Te imaginas? Mario sabía cómo me humillaban. Otro hombre, que no era mi marido, sabía mucho de mi cuerpo, de mi intimidad, de mi placer, si es que eso que recibía podría calificar como placer.

Y ¿sabes cómo me enteré de eso? No por Mario, sino por Bety. Mario trató de hacerle lo mismo que mi ex me hacía y ella lo mando al demonio a la primera…

-… ¿y eso? ¿Por qué?

-Bety ha sido estreñida desde niña. Para ella es muy, muy doloroso.

-por lo que me cuentas, la relación entre tu ex y ustedes tres, era muy estrecha, de confidentes.

-Bety y yo somos muy unidas y desde que mi madre nos abandonó, solo nos tenemos la una a la otra. Es natural que nuestras parejas estén ahí, con nosotros.

-ahora entiendo porque tienes hechizado a Mario

-no digas tonterías, Mario es el esposo de mi hermana

-sí, pero también es hombre…

-pues él y yo somos como hermanos -respondió

-yo no metería las manos al fuego por él

-¿y por mí?

-claro que si, por ti siempre.

Puse música y me quedé dudando de lo que dije.

Cierta noche que tuve que quedarme a laborar demás, llegué al departamento y me encontré a Caro sentada en el piso del baño, llorando y muy ebria.

-¿quieres platicar? -pregunté

-¡no!

-ok. Estaré en la recamara por si me necesitas

La dejé sola y puse la consola de videojuegos. Me enfrasque en mi partida y me olvide de todo.

(para los solteros y mujeres románticas: insensible no soy. Si y No son palabras que entiendo perfectamente. No entiendo el "deberías saber qué es lo que quiero" Para eso están sus amigas. Supérenlo)

Cuando vi a Caro llegar, puse pausa.

-¿tienes unos minutos? –dijo.

-claro.

-siento que la relación con mi madre está destruida. Ella me llamó a media tarde y me dijo que quiere que vaya a su casa para festejar su cumpleaños. Yo no quiero ir

-pues no vayas

-pero es mi madre…

-entonces ve…

-no quiero ir. Me dañó mucho. No sé si Mario ya te haya dicho algo, pero si no, te lo voy a decir: cuando tenía 10 años, vivíamos Bety, mi madre y yo en un departamentito. Bety tenía 6 o 7 y mi madre salía a trabajar vendiendo cosas.

Un día, no regresó.

Ella me había dicho que no saliera de la casita pasara lo que pasara así que me quede ahí con mi hermana casi una semana esperando a mi mamá. Hasta que una vecina se dio cuenta y nos sacó de ahí. Fuimos a una casa de asistencia del Gobierno y a los pocos días un familiar nos llevó a su casa a vivir. Meses después nos enteramos que mi madre se había ido con un hombre. Así de sencillo, nos abandonó. Le interesó ser más mujer que madre.

Hace un par de años que habló con nosotras y nos pidió un “borrón y cuenta nueva”. No, ni siquiera se disculpó. Nada de pedir perdón. Si, lloró y dijo que lo lamentaba, pero hasta ahí. Yo, esperaba algo más –como siempre- de ella, pero ni siquiera eso me dio. Ahora quiere que convivamos como si nada hubiera pasado. Y yo no la he perdonado y no sé si algún día lo haga.

He estado llorando toda la tarde en el baño, primero de dolor y después de borracha. Dime, ¿tenemos que pasar por tanto dolor o solo yo? ¿Sabes que se siente cuando estás tirada en el piso y tienes más confianza en el cemento frio que en alguien que dice es tu familia?

-no tengo respuestas para lo que dijiste, pero un baño puede ayudarte a descansar. Usa el agua caliente hasta que te sientas mejor.

-¿me puedes acompañar?

Ya en el baño, me quede sentado en el w.c. mientras Caro seguía llorando bajo la regadera. Después, la sequé, le puse su bata y la llevé a dormir.

A media semana le llamé a Mario para indagar sobre la madre de Caro. Me corroboró lo dicho por mi pareja y dejó muy en claro el desprecio que sentía por ella.

-les hizo un daño inmenso a las muchachas. Bety casi no le habla.

-pues el fin de semana es su cumpleaños

-si, nos llamó también, pero no vamos a ir.

-ah, entonces los espero en el departamento. Tengo una botella de brandy.

-le digo a Bety y te confirmo. Ya sabes cómo es ella.

-igual ve …

-gracias, pero no me gusta salir sin ella.

Y el fin de semana, Caro salió a ver a su madre. Me puse a jugar videojuegos.

Le llame a Caro a las 2, 3 y 4 de la mañana y no contestó. A las 5 un taxi la dejo afuera del departamento y tuve que bajar por ella pues estaba ebria.

-¿Cómo fue que te viniste en este estado? ¿y si te pasa algo? –le dije muy enojado.

-no me iba a quedar allá ¿verdad? Además, son taxis de base. Y conocen a mi mamá.

Pensé que Caro iba a dormir, pero no. Se quedó sentada en la cama.

-¿vas a seguir jugando?

-no, ya no. Mejor duérmete.

-uy, ¡que aburrido! ¡mejor me hubiera quedado allá! Vieras que relajo se traían.

-pues dime, no sé nada de tu maravillosa familia…

-botellas a morir, cigarros a morir y comida a morir… ¿Qué más quieres saber?

-mucha muerte… ¿no? ¿Quiénes eran los invitados?

-compañeros de trabajo de la pareja de mi mamá, 1,2,3,4,5,6…y unos vecinos… y después más vecinos.

-Caro, ¿no crees que fue una inconciencia haber tomado de más con unos desconocidos?

-nop… además ahí estaba mi mamá…

-ah, ¿entonces ahora si ya puede cuidarte?...

-tú no tienes derecho a criticarla. Ella a ti no te ha hecho nada –respondió gritando.

-mejor me voy a la otra recamara para que descanses

-no vas a ningún lado. Aquí te quedas conmigo.

-no, no lo voy a hacer

-vete y te juro que destrozo la consola de tus jueguitos.

Tragándome mi coraje, me quede. No había visto jamás a Caro enojarse así. No conmigo.

-está bien. ¿Nos acostamos, pues?

Cuando se desvestía, me arrojó su suéter.

-¡huélelo! Ahí viene el humo de 10 cajetillas de cigarros o más. ¡Y vieras cuanto bailé! Si no me querían dejar venir…

-me imagino…

-no, ni te imaginas… creo que fui la mujer que más bailó en toda la noche. Pero bien, ¡eh! Nada de dejar que se pasaran conmigo. A quien trato de abrazarme de más, lo puse en su sitio de inmediato. Hasta mi mamá les dijo que yo si era una mujer decente.

-¡Pues me da una tranquilidad saber que tengo a una mujer decente! Borracha, pero decente.

-deberías estar orgulloso. A nadie se las he soltado

-¿a qué te refieres?

-a las nalgas, pues. Solo ha habido dos hombres en mi vida. Mi ex y tu.

-una mujer santa…

-pues, aunque lo dudes.

-¿nunca te han dado ganas de acostarte con otro?

-no, nunca. Pero los tímidos me gustan. O los sumisos. Me agrada saber qué puedo hacer con ellos lo que quiera, desecharlos.

-y ¿Cómo sabes que son tímidos?

-su mirada y la manera en que me tratan. Me suben a un pedestal y ahí sé que los tengo en mis manos. A esos me gusta provocarlos, pero solo un poco. Cuando avanzan, me alejo y si me reclaman, les digo que equivocaron las cosas. Como son tímidos, se lo creen. Con ellos, no hay problema.

-¿y si te llega un aventado, de esos que no tienen miedo?

-¡já! Hace unas horas uno se quiso creer galán conmigo. Lo dejé bailando solo. ¡Que si yo muy bonita, que quería salir conmigo! ¡Idiota!

Caro fue al baño y cuando regreso, yo estaba más que dormido. Según ella, me la chupo hasta que me vine en su boca. Yo, no lo recuerdo bien.

La siguiente semana, Caro estuvo excepcionalmente alegre y atenta conmigo. Estábamos en el departamento cuando me confesó que Bety le había dicho que había salido con su amigo, -el compañero de trabajo- y que la veía muy entusiasmada.

-qué bueno que se decidió a tener una aventura – dije

-no es aventura, solo son amigos. Llevan años conociéndose

-si llevan tantos años de conocerse ¿Cuál es el motivo de su entusiasmo? Vamos Caro, somos adultos. Bety se está acostando con Edmundo, creo se llama así...

-te equivocas. Ellos son amigos. Sabes, mejor olvida lo que te dije –respondió ya molesta.

-de acuerdo. No discutamos por definiciones y relaciones que no nos incumben.

Caro me dejó en la sala y fue al baño. Con un grito, me pidió que fuera. Ahí la encontré recargada en el lavabo con las nalgas desnudas

-¡cógeme! Por adelante…y por detrás.

Si por adelante Caro gozaba, por atrás era en acabose. Gemía, gritaba, pataleaba, pero no dejaba que se la sacara.

-¡aunque llore, no me la saques! ¡Aunque llore no lo hagas! –gritaba.

Nos dimos la cogida de nuestra vida que hasta el lavabo quedo un poco dañado, del zangoloteo.

Días después, Caro me llamó por teléfono al trabajo.

-¿Qué crees? Hay una fuga de agua en el lavabo…

-seguro es por aquella ocasión…

-ni me recuerdes que te obligo a que lo repitas

-¿te gustó?

-muchísimo

-pues cuando tu gustes, lo repetimos

-me preparo y te digo, ¿sí? Pero ¿Qué hacemos con el lavabo?

Pensé en Mario pues el tipo era muy hábil con las herramientas y las manos.

-llama a Mario, a ver si puede ir a repararlo mientras yo pregunto quién conoce un plomero.

-está bien, te llamo más tarde.

A la hora, Caro llamó.

-que se va a dar un tiempecito y si viene, pero con su hijo, el chiquilín- dijo.

-seguro quiere ir a jugar…

-bueno, te aviso para que ya no te preocupes.

Me olvide del lavabo, de Caro y lo demás.

En la noche cuando llegue, Caro lavaba platos y vasos. Estaba híper guapa, muy sensual. Traía un escote que solo lo había usado en un restaurante fuera de la ciudad porque no permitía sostén y enseñaba mucho. Minifalda y sus zapatillas.

Me acerque por atrás, olí su perfume y le toque las nalgas. Ella se repegó más.

-¿Por qué tan guapa?

-te estaba esperando, ¿por qué más?

Me aventure bajo la faldita y al tocar sus labios, me lleve otra agradable sorpresa. ¡Estaba empapada!

-tengo muchas ganas

-pues si quieres, vamos al baño

-no ahí no. Házmelo aquí

Le hice a un lado la tanga y se la metí de un solo golpe que la lastimé.

-¡cógeme, pero no me violes!

-perdón, lo lamento…

Tuvimos sexo, de ese salvaje.

-no te derrames enfrente. Hazlo atrás.

Le di a Caro con fe. Trataba de escaparse, pero no la deje ni, aunque lloró. La dejé recargada en la tarja, con la falda enrollada en su cintura y la tanga en el piso y me fui a bañar.

Al día siguiente le llamé a medio día para invitarla a comer pues no iba a estar en oficina. Escogí un restaurancito discreto, para poder hablar abiertamente con Caro. Después que el mesero se alejó, le dije:

-platícame ¿así como te encontré ayer, te vio Mario? Ese vestuario es muy, muy sexy.

-cuando llegó, yo estaba en pants pues terminaba de lavar. Mientras el chiquitín jugaba, Mario revisó el lavabo, pero se tardó mucho. Después le serví un café bien caliente en lo que yo me bañaba. Fui a nuestra recamara y pensé en recibirte súper guapa pues eres un excelente marido

-¿Por qué lo dices?

-me porté muy grosera contigo el día que regresé del convivio de mi madre y tu te portaste muy comprensivo conmigo. Mi ex, me hubiera insultado o dado una cachetada, por lo menos y después me violaría.

-aun no entiendo eso ¿cómo puede un esposo violar a su esposa?

-cuando una mujer dice no, es no. Aunque exista un papel de por medio. No todos los días son buenos o no todos los días se está de buen humor para tener sexo. Los hombres deben respetar eso porque no han comprado una cosa, sino se han unido con otro ser humano que decide libremente, si sí quiere, o no tener relaciones sexuales. Y cuando las peleas y humillaciones son más que los buenos momentos entre una pareja, la mujer ya no siente la confianza de entregarse, así que se reserva lo que a ella le pertenece: su cuerpo. Y la gran mayoría de hombres no respetan eso, así que las violan.

-no sé. La palabra violación se me hace muy fuerte y más entre dos personas que en algún momento se amaron o se aman y por diferencias y en un arranque, se lastiman. Tal vez relaciones forzadas entre pareja, pero no violación.

-tal vez, como eres hombre, defiendes a los tuyos.

-está bien, no entremos en controversias. Regresando al tema de tu vestuario revelador…

-pues eso fue todo. Me vestí así para ti. No hay más motivos o segundas intenciones. Soy tu mujer y me agrada estar guapa para que me veas.

No insistí más.

En un mundo tan egoísta como el actual, ¿Quién tiene tiempo y ganas de conocer realmente a su pareja? ¿Quién se interesa por reparar los daños que hace y quien por olvidar los que le hacen?

Ya me había percatado -y ahí lo corroboré- que mi amada Caro tenía una personalidad cuando estaba sobria y otra muy diferente cuando estaba ebria. En la primera, era muy cortés, sensual, excelente y fiel esposa, y en la segunda, una mujer muy dañada emocionalmente, explosiva, mal hablada y sexualmente diferente.

Con la primera Caro, era imposible acercarme y hablar de cosas profundas acerca de ella. Sencillamente no se dejaba. Así que tenía que recurrir a la segunda Caro.

Pero Caro conmigo, no tomaba. No hasta dejar la rigidez de su conciencia. Si acaso una o dos copas y no más. Cuando se excedía, lo hacía por alegría o confianza, como con Bety o Mario, o por dolor por su madre. No sé porque lo hizo con Soledad.

Bety obviamente no se me acercaba. Mario salía solo con su esposa o bien, porque Caro se lo pedía.

Caro ocasionalmente me hablaba de Bety, pero con muchas reservas, como midiendo palabras así que tenía que leer entre líneas –o entender-.

-Bety va a salir este sábado por la tarde con unas compañeras de trabajo y quiero traerme a los sobrinos al departamento para que jueguen –me dijo.

-si, está bien. Supongo viene Mario.

-pensaba solo en los sobrinos, pero si quieres le digo a Mario que venga

-para que no se quede solito en su casa.

-¿quieres que prepare algo de comer?

-no, nada de eso. Compramos pizzas.

-¿y si preparo algo de espagueti con albóndigas para nosotros y pizza a los niños?

-mira, es buena idea. ¿Cerveza o vino de mesa?

-whisky, Canadá dry y hielos

El sábado llegaron los niños y se fueron de inmediato a nuestra recamara a jugar con la consola. Caro aun no terminaba la comida así que Mario y yo nos pusimos a ver videos. Más tarde, comíamos todos en la mesa. Los niños despacharon la comida rápidamente y nos quedamos los tres.

Mientras Mario nos hablaba de un proyecto que traía entre manos, Caro me tocaba el pene por encima del pantalón cada que podía sin que el invitado se percatara de ello. Yo lo veía como algo agradable pues Caro lo hacía cada que tenía oportunidad, así estuviéramos en la calle, el auto o en algún otro sitio. Y lo repetía si ella estaba sentada e iba al baño.

-ahorita vengo –decía-. Y al levantarse, se apoyaba en mi pene con una mano.

Los niños tenían su fiesta en la recamara así que Mario les pidió bajaran el volumen al televisor o cerraran la puerta. Hicieron lo segundo.

Cuando Caro fue al baño por segunda ocasión, la alcance ahí y la encontré sentada en el w.c.

-ven aquí –dijo.

Me acerque, me bajó el cierre y saco mi pene a medio levantarse. Lo chupo despacio y después se lo metió a la boca.

La levanté de la taza, la recargué otra vez en el lavabo y la penetré.

-me has estado calentado en la mesa y es justo que lo pagues, amorcito –le susurré.

Levantó su pierna y la sostuvo en el lavabo

-así entra más…

Yo no quería terminar así que dejé que ella tuviera su orgasmo y después me salí.

-tu no acabaste –dijo.

-tengo toda la noche para eso –respondí.

A las 11 de la noche Mario ya estaba inquieto por la tardanza de Bety. Caro lo tranquilizo y comenzamos la segunda botella de whisky.

Vi a Caro con todas las intenciones de embriagar a Mario, aunque no sabía el motivo. Tal vez trataba de encubrir a Bety, seducirlo o una combinación de ambas.

Bailamos un rato los tres y después Caro y yo. Mario a regañadientes aceptó bailar solo con ella.

-vamos amargado, no te voy a comer, puedes abrazarme más – le dijo

Dirigió su mirada hacia mí.

-por mí no hay problema.

A media canción, Mario se separó de Caro y nos dijo que iba a ver a sus hijos

-sí, chécalos. Nosotros mientras vamos a revisar si dejaste el lavabo bien fijo -respondió Caro.

Me tomó la mano y me llevo aprisa al baño.

-¿Por qué le dijiste eso a Mario? –pregunté.

-¿Qué tiene? Somos una pareja y podemos hacerlo ¿cierto? En ocasiones eres muy puritano.

-¿Quién? ¿Yo?

-no veo otro por aquí.

Sentí mi pantalón en el piso. Me había quitado el cinturón y mi bóxer estaba ya con su mano dentro.

-esta vez me vas a coger y los quiero dentro –dijo

Me la chupo con ganas hasta lastimarme. No la deje continuar y la empiné en el lavabo otra vez.

-dame por adelante y después atrás –contestó

Mientras nos cogíamos, escuchamos un toc-toc en la puerta

- ya se durmieron los peques –dijo Mario tras la puerta.

-¡ay que rico!, ¡que rico! – dijo Caro. No pares

-¿Qué hacen, pillines? –preguntó Mario

-probando tu lavabo, ¿no te dije? –le respondió

-¿es en serio? ¡uf! Mejor los dejo. Los espero en la sala.

-como gustes –dijo Caro. Y tú, no pares –dirigiéndose a mí.

Caro estaba desatada y ebria – sino jamás hubiera llegado a ese punto- Mientras la penetraba vaginal, ya tenía un dedo incrustado en su puerta trasera, para prepararla.

-espérame –dijo.

Y se quitó de mí y se desnudó.

-Ahora sigamos…

Entre por su culito, despacio, mientras le amasaba las tetas.

Se repegó aún más y me dijo al oído:

-¿quieres que Mario nos vea? Sigue afuera, del otro lado de la puerta.

-¿cómo sabes?

-se ve la sombra por la rendija, abajo… ¡Dios! ¡Ya entro toda! ¡dame! ¡Dame más! – gritó.

Mientras Caro se ensartaba sola, miré hacia el piso y vi una sombra reflejarse, pero no estaba seguro que fuera Mario. Por otro lado, él nos había dicho que sus hijos ya dormían, así que las probabilidades que ellos nos vieran eran mínimas. Estiré mi brazo y quitando el seguro, entreabrí la puerta.

Tomé a Caro de la cintura y me la cogí suponiendo que teníamos público. Caro estuvo gritando, gimiendo y diciendo cachondearía y media, hasta que terminamos. Yo, jamás vi a Mario. 

-me voy a la sala, ahí te espero –le dije-

-yo, me voy a dormir. Más tarde los alcanzo –respondió.

Cuando llegue con Mario, estaba sentado y fumando ¡y él nunca fumaba!

-¿Y Caro? –preguntó

-fue a dormir un rato, más tarde viene.

Mario no hizo ningún comentario ni yo lo saque a colación. Hablamos de Bety, quien llegó a los pocos minutos.

-los dejo, ustedes quédense con sus hijos en nuestra recamara y Caro y yo en la de invitados – señalé.

Cuando entré al cobertor con Caro, escuché a Bety decir:

-aquí no, nos van a oír. Y los niños pueden salir en cualquier momento.

-aquí o en el baño, parados. Pero de que te la voy a meter ahorita, te la voy a meter

-mejor vamos al baño. Yo también estoy inquieta…

Al siguiente día, Caro regresó a su conducta habitual de pareja. Dócil, entregada a su casa, fiel, y reservada. No mencionó jamás ese día ni los siguientes lo sucedido en el baño. Según ella, se excedió en la bebida y lo último que recuerda es cuando ella y yo bailábamos. Después, nada.

Aquí casi termina mi historia.

El buen Mario siguió con su papel de cuñado ejemplar, deseando a Caro pero incapaz de hacer algo, -aunque fuera una estupidez-. Decir que yo le puse a Caro para que se la cogiera seria pecar de ingenuo. Caro me ayudaba a que yo la mostrara, pero sin comprometer jamás su imagen de esposa honesta. No sobria.

¿Cómo puedes reclamar algo cuando tu estas ahí tomando y no dices nada?

Trate de replicar lo vivido en el baño con un amigo y después con otro, pero Caro jamás quiso entrar al juego. No con ellos. Cuando estaba a punto de… se disculpaba y se encerraba en su recamara sin permitirme intimar o hablar con ella, por lo menos esa noche.

-no me violes –decía. Obligarme es violarme.

Bety siguió asistiendo a sus reuniones con sus amigas y Caro la encubría quedándose con sus sobrinos. Para Caro, Bety seguía siendo la hermana y madre ejemplar. Nunca dejó que nadie dudara de eso. La única ocasión que tuve la ocurrencia de decir que Soledad era infiel pero honesta y Bety infiel mentirosa e infantil, Caro dejó de hablarme por una semana.

Finalmente acepte la invitación de López y su mujer pues Caro dijo que no le interesaba su amistad. Antes de llegar a la casa de ellos, López me pidió que fuera en extremo discreto, pues de eso dependía nuestra amistad, compañerismo y –entre líneas –trabajo. Estelita me recibió en putivestido y me la cogí en el sillón de su sala, con López viéndonos. Ellos eran swingers, aunque ella se desempeñaba más como hotwife. 

Durante dos meses, una vez a la semana, Estelita llegaba a la oficina a saludar y discretamente nos íbamos a los baños del último piso y ahí nos cogíamos duro. Pero yo no era el único amante de ella, así que las cámaras la captaron en el estacionamiento en el auto del subdirector. Aunque no se le veía bien el rostro, las tetas eran inconfundibles. Los de vigilancia recibieron su bono (una cajetilla de cigarros y una coca cola de cada uno de los 50 y tantos empleados) por el video y a Estelita ya no se le vio más por las oficinas. Mi amigo, el Ing. López, me llamó a su oficina y me dijo que por el momento suspendían los encuentros, en lo que pasaba la tormenta.

-Lo que más lamento de todo esto, es que tal vez ya no haya oportunidad de cogerme a Caro. Tu mujer tenía todo, pero todo lo necesario para ser una maravillosa puta, de aquellas que entregan el culo por placer.

Cerré la puerta. Quise decirle que tenía razón.

Muchas veces estuve tentado a decirle a Caro lo de López y Estelita, pero me detenía su visión tan corta que tenía ella de las relaciones sexuales y las personas. Caro tenía un egoísmo inmenso, donde solo ella - y Bety - eran buenas esposas, y las demás, unas putas. 

No pierdo de vista sus traumas, no estoy ciego para no verlos, pero ¿quién no lo tiene? ¿a quién le toca aceptarlos y dejarlos ir? Y sobre todo, me pregunté si ella no usaba eso como escudo para comportarse como niña y salirse con la suya.

Carolina, esa mujer con porte ejecutivo que conocí en el registro civil dos años antes, entró en depresión que no se detuvo ni con ayuda psicológica. El padre de Caro –ese gran ausente que nunca vio por ella- apareció un día y le propuso ayudarla llevándosela fuera del país. Caro lo rechazó.

La relación entre Carolina y yo se fue erosionando no por malos tratos, ni palabras, sino –creo- porque mirábamos en distintas direcciones. Sentí que el peso de su depresión y cómo veía ella su vida, le correspondían solo a ella y a su historia. Le dejé sobre la cama el libro con el que me conoció y nos separamos, así como nos encontramos.

Con una dignidad solitaria. 

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