Nuevos relatos publicados: 18

44.3 La familia

  • 20
  • 12.164
  • 9,82 (22 Val.)
  • 0

Después de comer en familia, Gonzalo me llevó de paseo por las calles tan bonitas de las cercanías hasta llegar al río, me mostró el club donde acudía para nadar y realizar sus ejercicios de gimnasia y donde ya estaba yo apuntado.

Parece que sabían, mejor que yo, cuál iba a ser la decisión que adoptaría y creo que mi madre tenía mucho que ver en esto, se estaba produciendo un intercambio de información entre ambas mujeres y por extensión con Gonzalo.

Llegamos hasta el río y paseamos por su orilla siguiendo su cauce hasta Chelsea Bridge, allí lo atravesamos para llegar al Battersea Park, al otro extremo de donde habíamos estado ayer.

Me parecía mentira y no lo terminaba de creer, poder pasear a su lado por las calles de Londres, ciudad que había evitado visitar todo lo posible durante dos años y ahora podía llevarle cogido de la mano, o estrechar su cintura elevando la mirada para encontrarme con la suya.

Me sentía lleno de una ternura que me ahogaba, como una colegiala enamorada de su primer novio, preparándose para una vida futura a su lado.

Cuando accedimos al parque cogimos una de sus calles que nos llevó hasta el embarcadero del lago, había alguna barquita en el centro, de gente haciendo ejercicio remando. Me preguntó si quería ir a la Góndola, un café bar que hay allí, y tomar un té o un refresco, pero prefería pasear a su lado.

El lugar era muy bello, pero me temo que solo tenía ojos para la persona que caminaba a mi lado.

-Si quieres mañana podemos correr como tienes por costumbre, éste es un bonito lugar para hacer todo el deporte que quieras y está cerca de casa.  –apreté su mano aceptando la invitación que me hacía.

-Podíamos haberlo hecho hoy, pero el personal entendido de la moda me ha hecho trabajar más que un día en la fábrica. Ha sido una buena oportunidad para conocer un poco a Wes y conseguir saber, más o menos, como va a ser nuestra relación.  –se inclinó para depositar sus labios en mi cabello.

-Es un buen chico, aunque no lleva mucho tiempo con nosotros y atendió muy bien a Ál sus últimos meses, hasta que pasó a depender de los especialistas sanitarios. Es sumamente discreto, una virtud muy necesaria cuando conviven tan cercanos de nosotros, está muy bien preparado y te será de ayuda al principio.

Me gustaba Londres, al menos lo que veía. Sabía, no obstante, que dejar Lille me mataría. Me había enamorado de la cuidad y su gente. Miré su mano que tenía cogida con la mía, la sentía tan fuerte y cálida, merecía la pena todo lo que tuviera que dejar atrás para poder estar a su lado.

-¿Quieres que salgamos a cenar fuera esta noche? Podemos hacer nuestra vida, el estar con mis abuelos no nos obliga en ningún sentido.  –le veía tan atractivo, tan varonil y protector caminando a mi lado, su rostro estaba poco a poco cambiando a mejor y perdía su aspecto sombrío y triste.

-Prefiero por ahora estar todo mi tiempo contigo.  -me puse intensamente rojo por mis impúdicos pensamientos.

Se dio cuenta de cómo los colores encendían mis mejillas y pasó su brazo por mis hombros, para animar mi ánimo decaído ante tan lúbricos deseos.

-No te preocupes bonito, yo siento lo mismo por ti, necesito tanto hacer el amor contigo que tengo que contenerme para no violarte a veces.  –abracé su cintura abarcando su delgado y fuerte cuerpo.

-Bésame Gonzalo, por favor, solo un beso.  –resultó un beso muy largo, como los que me gustan de él, hasta que nos faltó el aliento.

Esa noche para la cena tuvieron a unos amigos, eran personas mayores, no tanto como los abuelos, pero mayores, su trajes resultaban muy elegantes o mi ropa no entonaba, pero no me prestaron excesiva atención, su conversación giraba sobre política y negocios la de los señores, y las damas hablaban, sobre todo, de sus nietos a los que al parecer conocía Gonzalo.

Después de la cena, en la que no había estado presente Borja, pasaron a un salón para beber algo antes de que vinieran a recogerlos para retirarse, estuvimos unos minutos y nos despedimos de ellos.

-No ha estado Borja en la cena y tampoco le he visto desde la comida. –me sonríe acariciando mi pierna.

-Borja tiene su vida privada y algunas veces como hoy desaparece, tiene una chica que comienza a ocuparle su tiempo. –habíamos terminado en su sala de estar, conectó la televisión y me acurruqué a su lado con mis pies encogidos entre mis brazos.

En la pantalla había una tertulia donde hablaban de la recién estrenada película de Tom Cruise, Oblivion.

-¿Será cierto lo de la homosexualidad de Tom?  -Gonzalo me miro y sujeto mi cabeza para besarme los párpados, me dejé resbalar hasta que quedé tendido y con mi cabeza sobre sus muslos mirando la pantalla.

-No sé si será cierto, pero siempre le he visto un culo muy rico. –dejó salir una risita y su mano fue a meterse por la cintura de mi pantalón, acaricio mi nalga por encima de la tela del bóxer.

-¿A ti te gusta ese chico?  -me había puesto de cuclillas a su lado, su mano continuaba en mi culo, ahora entre la separación de mis nalgas llevándome hacia él.

-No está mal…, pero prefiero tu culito tan lindo y pequeño.  –sacó su mano y me abrazó mirándose en mis ojos y besó mis labios muy despacio.

-¿No crees que estaríamos mejor en otra parte?, con Tom no vamos a hacer nada, sea o no homosexual.  –pulsó el botón que apagaba la televisión y se puso en pie, el bulto de su entrepierna quedó a la altura de mi cara, abracé sus muslos y me pegué a lo que ya comenzaba a endurecerse, su calor atravesaba la tela y calentaba mi mejilla y mi polla reaccionaba a su llamada.

Nos dimos un breve baño, yo un poco más largo que él preparando mi culito para lo que venía a continuación, estaba tirado encima de la cama, secó con la toalla que llevaba mi cabello y quitó la ropa de cama para que me pusiera a su lado. Pero no fue así, me tumbé sobre él y aprisioné su verga aplastándola con la mía.

La adrenalina comenzó a circular por mi cuerpo y me estremecí, su piel ya estaba seca y cálida, la mía húmeda y caliente.

-Gonzalo estás muy, pero que muy bueno, eres un vicio para mí, para comerte.  –le di un beso y mordí su mentón.

-¿A qué esperas?, ¡hazlo!  -deslizó su cabeza para juntar nuestras bocas y juro que hice lo que me pidió empezando por sus labios y su lengua tan mojada y dulce.

-Mi hermoso niño, eres tan dulce y tan bello. Soy tuyo mi amor. –me hablaba mientras mis labios devoraban su piel. Sus hermosos y duros pectorales cuadrados me sabían deliciosos y mordí sus tetitas morenas rodeadas de vellos largos.

Me dejé caer a su lado y cogí su polla en mi mano, quería jugar con ella, se la masturbé sin que mi boca abandonara su abdomen, jugando con mi lengua en su ombligo escuchando sus hondos suspiros y jadeos.

-Mámame la verga como tú sabes, por favor.  No lo repitió dos veces pero antes volví a hacer el camino para subir besando y lamiéndole el abdomen muy marcado y sus pectorales.

La genética, heredada de su abuelo y su padre, le permitía conservarse de locura sin tener que hacer mucho ejercicio y además estaba tan flaco.

Pensé en cuál sería mi herencia, si sería como mi padre un poco fuerte, o tendría la fina y fibrosa de mi madre, o quizá un poco de cada uno de ellos.

La punta de su glande asomaba muy rojo, escurría un reguerillo de precum que caía sobre mi mano que sujetaba el palo de su pene, me encantaban los brillos de tonos rojizos de su glande, pasé mi lengua por él y la dulzura de sus jugos llenó mis papilas gustativas de placer, apreté un poquito su glande para que su boquita se abriera y metí la puta de mi lengua, lo cierto es que cabía el extremo de mi dedo meñique en ella, pero era preferible mi lengua para recoger lo que manaba de él.

Estuve un ratito lamiéndola y golpeando con ella en mi lengua y mis labios, pasándola por mis mejillas y apretándola sobre ellas, escuchando sus roncos gemidos de placer que me animaban a continuar, porque me decían que lo estaba haciendo bien, y que le gustaba y causaba placer todo lo que mi boca y lengua le hacían.

Luego la metí toda entera en mi boca, despacio y sin prisas para notar como entraba, sacándola y metiéndola despacio para sentirla bajar por mi garganta, agradecí el haber conseguido desarrollar mi capacidad de tragar toda la largura de su falo, viendo el gusto que le causaba con ello.

Todo esto era muy excitante para mí y a veces mamaba muy fuerte dejándome llevar por mi pasión. Me posicioné para que sus manos, que estaba buscando mis nalgas llegaran hasta donde él quería, y empezó a masajearlas y meter sus dedos entre ellas, me daba suaves golpes con la palma sin hacerme daño, solo me calentaba las nalgas, y acariciaba mi ano con sus dedos mojados de saliva, no es que hiciera falta, ya me había preparado mi ano y recto en el baño antes de ir a la cama, pero era mejor si añadía ese lubricante natural de su boca.

Dejé de mamar cuando de improviso metió a la vez dos de sus dedos en mi culo, no me causo dolor, pero si una ligera molestia y llevé mi mano a mi trasero, no para retirarle la mano, para que la dejara quieta unos segundos.

-Perdona, ha sido sin querer.  –cogió mi mano y volvió a llevarla a su polla y para compensar su brusquedad, se estiró para colocar su boca sobre mi ano y comenzar a besarlo como si fuera mi boca. Resultaba exquisito ese beso, que no sé el por qué lo llaman negro si resulta divino.

Estábamos los dos que no podíamos aguantar más, sujetó mi delgado y pequeño cuerpo para tenderme sobre la cama, se acomodó y cubrió mi cuerpo con el suyo más grande, su peso me encantaba haciendo que notara su poder sobre mí, besaba y movía su pelvis para acomodar su pene entre mis piernas.

Mis ojos le rogaban que me la metiera, pero no lo decían mis labios, quería sentir su peso, pero a la vez que se elevara y me follará ya, llevó su mano a su verga durísima y la apuntó a la entrada de mi ano, empujó y tenía su glande dentro de mi culo, penetró mi ano sin darme casi cuenta.

Seguía empujando mientras se mordía su labio y ahora podía sentir como se iba abriendo paso en mis intestinos, como se deslizaba por mi recto hasta que su miembro me llenó por completo.

Cayó sobre mi pecho y enterró su cabeza en mi cuello.

-Te tengo, ya eres mío.  –susurraba mientras besaba mi cuello un poco fatigado.

-Mi amor, te quiero Gonzalo, fóllame suave y despacio al principio.

Se elevó apoyado en sus manos y comenzó a embestirme unos minutos con suavidad como le había pedido, luego me sujetó por la cintura y me elevó como si no pesara, y ensartado por su polla, como estaba.

Me sentó frente a él, abrazados los dos cruzando nuestras piernas, las mías sobre las suyas, teniéndole muy dentro de mí, nos sujetábamos abrazándonos, unidos nuestros pechos, su polla dentro de mi culo moviéndola con pequeños empujones y besando nuestras caras.

Cada vez que se impulsaba para que notara su verga en mi culo, besaba mis labios y todo lo hacía muy lentamente.

Disfrutaba de esa postura para mi nueva, podía acariciar su espalda y sus costados, pasar mis brazos por su cuello y exigirle que me besara, lo mismo hacía él y me estaba disfrutando moviendo con suavidad sus caderas para que el roce de su polla en mi interior no cesara.

Después de un rato de caricias y besos, disfrutando de esa maravilla, oculté mi rostro en su cuello y él en el mío, el movimiento de nuestras caderas y pelvis se hizo más cadencioso y apremiante y sin tocarme me vine convulso tirando mi leche entre los dos cuerpos, mi ano convulsionaba en apretones de su verga que no tardo en llenarme de leche.

Tuvimos que sujetarnos muy fuerte para mantenernos en esa postura abrazados. No podía parar de temblar y lo mismo le sucedía a él. Nos mantuvimos así con nuestros pechos sudados y resbalando mi semen de mi vientre a mis testículos y llegar a mi ano y su verga. Se separó para darme un beso dulcísimo y muy largo.

-¿Te ha gustado pequeño?      -buff!!! Lamí el sudor que bajaba por su rostro.

-Sí, sí, sí, sí, sí, sí, y mil veces sí, Gonzalo, mi hombre, me encanta, me gusta, ha sito todo tan suave tan…, tan sublime.  –y le besaba como un loco toda su cara mientras él reía.

Me llevó así, sin sacar su verga de mí y sujetándome de las nalgas hasta el baño donde nos duchamos gozosos.

---------------------------------

-Daniel, vamos a levantarnos para ir a correr.  –abrí mis ojos y puede escuchar lo que me decía con sus labios sobre mi oído, muy quedo.

No me dio tiempo a sujetarle para darle un beso, estaba vestido ya con su “uniforme” de correr, lucía muy bien su ropa que se notaba que era nueva, y el color naranja de la camiseta contrastaba con el tostado de su piel.

Los de seguridad tenían levantada la barrera y nos abrieron la verja, comenzamos a correr, cogimos la dirección contraria a la que nos llevó ayer al río, hasta llegar a Hyde Park, cuando llegamos al Lido Café le sujete del brazo para que bajara su ritmo, iba en exceso muy rápido y teníamos que volver.

Le sujeté de la mano y comenzamos a andar por la orilla del lago, se soltó de mí para hacer estiramientos.

-Quiero marchar a una hora que me permita llegar de día a Lille.  –no me podía quedar frío y saltaba sobre mis pies.

Dejó de hacer sus ejercicios para venir a mi lado y abrazarme.

-Espero que esto sea breve y puedas quedarte definitivamente aquí.  –su mano acariciaba mi oreja y se inclinó para besarme.

-Tenían que haber sido dos los besos, no lo has hecho esta mañana.  –fue mi reclamación por el beso olvidado, sonó su risa ruidosa y algún pájaro emprendió el vuelo, Gonzalo no es muy propenso a manifestarse de esta forma. Me tomó la palabra y no fueron dos los besos, dejé de llevar la cuenta porque mientras andábamos me besaba cada minuto.

-Vamos a seguir corriendo que tengo hambre.  –me fijé en su pantalón corto que dejaba ver sus fuertes piernas, de color gris con franjas naranjas, a juego con la camiseta, le marcaba los muslos cuando corría y le hacía verse muy sexy.

Cuando llegamos a nuestra habitación parecía que no había sido usada, estaba todo en orden y Wes aún recogía la ropa. Nos saludó al entrar y se dirigió a Gonzalo.

-La señora les espera para desayunar.  –Gonzalo hizo un gesto contrariado.

-Nos damos una rápida ducha y dentro de diez minutos estaremos preparados. -empezó a quitarse su ropa que dejó sobre la cama, le seguí hasta el baño para quitármela allí, Wes seguía trabajando y no parecía tener intención de marchar.

La ducha de verdad fue rápida, me mal afeité y fuimos al comedor. La abuela estaba leyendo un diario que abandonó para venir hacia nosotros y besarnos.

Gonzalo llevaba su segunda tostada y dos tazas de té con leche cuando levantó su vista del plato, era cierto que tenía hambre y se le notaba la mejoría que estaba experimentando.

-¿Habéis decidido para cuándo vendrás a vivir con nosotros?  -nos cogió de sorpresa la pregunta, a Gonzalo también porque quedó con el tenedor en suspenso camino de su boca.

-Abuela, no hemos hablado aún de esos temas.  –Gonzalo me miraba preocupado y le hice una seña para que estuviera tranquilo.

-Tenemos que hacer gestiones y ver lo que mejor le puede ir a Daniel y eso es trabajo del Abuelo y de Luis (el tío de Ál), lo verán el lunes o martes de la semana próxima, no creo que pueda ser antes del mes de mayo.

La abuela alargó la mano para que se la cogiera y me la apretó sin fuerza.

-Espero que sea pronto, Gonzalo se porta mejor cuando está contigo. –me dirigió una sonrisa que proyectó también hacia su nieto.

Luego me preguntó acerca de muchos temas, sobre todo si estaban las cosas de mi habitación a mi gusto o había algo que me faltara, recomendándome lo que ya me había dicho Gonzalo, que se lo dijera a Borja o a Tegan el mayordomo.

Nos despedimos de ella para volver a la habitación, pensaba que todo se sucedía muy rápido o quizá precipitado.

-¿En qué piensas?  -Gonzalo me miraba mientras recogía mi ropa para empezar a preparar mi maleta y me dice que lo deje, que Wes se ocupará de ello.

-No te rías por favor, pero me da pena dejar Francia y Lille en concreto, me ha encantado la ciudad y su gente y mi trabajo, ¿qué voy a tener aquí?  -sabía que le tenía a él y su familia, me refería al trabajo.

-Vamos a pasear y aprovecharemos para hablar, así te cuento lo que he pensado mientras andamos un poco.  –volví a pasarme la máquina de afeitar por la cara, con las prisas me lo había hecho muy mal.

No fue hasta que llegamos a Ranelagh Gardens, cogidos casi todo el trayecto de la mano, cuando se decidió a hablar de lo que nos ocupaba.

-Mira Daniel, yo creo que tienes tres opciones para que elijas, en las tres se está estudiando el puesto que podrías desempeñar.

-Puedes trabajar en la fábrica de Bristol, en tu empresa actual, pero son más de dos horas de viaje desde Londres y te obligaría a vivir allí.

-Trabajar en un puesto a mi lado, y aunque no es lo tuyo, estaríamos más tiempo juntos y podrías acompañarme en mis viajes.

-O en las oficinas centrales de tu empresa en Londres, tienen un departamento técnico y podrás continuar en lo que haces a nivel teórico o de estudio, sin presencia en los centros productivos.

-Podemos estudiar otras posibilidades, pero creemos que estas son las que más te pueden convenir.  –guarda silencio apretando mi mano, esperando una respuesta.

La opción de Bristol me parece interesante, además Joel está allí dirigiendo la puesta en marcha de la nueva ampliación, el problema es la distancia, en realidad nos separará en tiempo de viaje más de lo que ya estamos.

Con él no quiero ni debo estar, no me gustan para nada los asuntos económicos y creo que nunca los entenderé.

Y queda la tercera opción que sería la más apropiada si se puede conseguir.

-Creo que entre las tres prefiero la de trabajar en algo relacionado con mis estudios, y como Bristol nos aleja solamente nos queda la tercera opción.

Estamos saliendo a Chelsea Bridge y se detiene para abrazarme, sujeta mi barbilla para que levante la cara y me besa en la frente.

-Gracias Daniel, sinceramente creo que vamos a estar bien y que es mejor que trabajemos separados como tu deseas, cada uno en lo suyo.  –me besa en los labios y le respondo encantado hasta que nos despierta la sirena de una ambulancia que llega al hospital que hay enfrente.

Parece que todo se encuentra encauzado y mi decisión está tomada, me aturde el vivir con sus abuelos, no estoy acostumbrado a vivir de esta manera, la verdad es que me he aclimatado a vivir solo, y sin obligaciones familiares de horarios a respetar por la convivencia con otros. Estos años de independencia me han marcado un cierto carácter de autonomía muy fuerte.

Durante la comida Borja se hace presente y todos hablan de mi incorporación a la familia, parecen más deseosos que yo. Tenemos que dejarles en el salón para ir a preparar mi equipaje. Wes lo tiene muy adelantado y con mis pertenencias sobre la cama con la maleta a medias de llenar.

Le dejamos que finalizara su trabajo y pasamos a la habitación de Gonzalo, cerró la puerta al pasar y me sujetó para comenzar a besarme, sus fuertes brazos me cobijaron y apretaron contra él, sentí su fuerte cuerpo pegado al mío y el palpitar de su corazón alocado.

Me dio un nuevo beso en la boca y nos abrazamos muy intenso, le sentí más fuerte que nunca, su respiración agitada y su pecho que resonaba por su corazón acelerado. Como es más alto me colgué de su cuello y mi pubis quedó a la altura del suyo, sentía como se le iba poniendo dura la polla y estuvimos así minutos, siglos, unidos en un beso sin fin, fundiéndonos el uno en el otro sin separar nuestros labios.

Antes de apartarme me besó repetidamente todo el rostro y me levantó para llevarme a la cama. Su boca me besaba y comía mis labios en unos besos muy tiernos y ricos, me quitó la camisa y acariciaba mis hombros desnudos bajando con sus manos y su boca tocando mi torso excitándome más de lo que estaba.

Cuando comenzó a frotar su polla con la mía creía morir de placer, abrió mis piernas y podía sentir su dureza y calor a través de las telas, tiró de mi pantalón y sin quitarle el cierre salía hasta mis rodillas. Lamía mi pecho y amasaba mis tetitas con sus labios hasta llegar al borde de mi slip.

Comencé a jadear cuando lo bajó y empezó a acariciar mi verga, sentía un calor que me abrasaba aumentado por el que salía de su boca.

-Desnúdate Gonzalo.  –pude murmurar muerto de placer ante las caricias que me prodigaba, me senté para ayudarle a desprenderse de la ropa que estorbaba en estos momentos. Y su polla salió al aire larga y poderosa, comenzó a rozar nuestros miembros haciendo el movimiento de follar y nuestros besos eran frenéticos ahora.

Una de sus manos pellizcaba mi pezón y aunque me dolía me excitaba más y más. Era un acariciar rudo y tierno, como si mi cuerpo fuera para él muy frágil y a la vez no pudiera contenerse.

Mis abdominales le volvían loco y no paraba de morderlos con los labios solamente y de lamerlos. Volvió a mi boca en un rápido movimiento y comencé a mover mi cadera para que su polla entrara entre mis muslos, la apreté entre ellos y la acogí rodeándola con mi carne, la movía como si me estuviera follando mientras sin parar me besaba sin descanso.

Abrí un poco las piernas y su glande comenzó a rozar mi ano, no sé lo que me pasó pero fue como si tuviera un orgasmo sin eyacular, sin penetrarme aún había sentido un placer tremendo.

Quería que me penetrara ya y creo que él también lo necesitaba. Me tenía muy caliente y a él también le notaba su estado, su pene goteaba pre semen y lo sentía resbalar por la entrada de mi culo sin poder entrar en él.

Llevé mis manos para buscar su falo, lo sujeté y parecía encabritado punteando en mi ano, lo fijé en mi entrada y de un golpe de sus caderas lo metió unos centímetros, abrí la boca asustado y me la cerró con la suya, continuó empujando, la sentía resbalar en mi mano mientras entraba dentro de mi recto hasta que tuve que retirarla, había quedado atrapada entre su pelvis y mi culo, como único obstáculo para que sus testículos llegarán a fundirse con mis nalgas.

-Mi vida, cariño, te amo.  –las palabras se le escapaban sofocadas con su boca sobre la mía, escapándosele la saliva sobre mis labios y que yo recogía con mi lengua.

-Eres perfecto mi amor, te adoro.  -¡cómo me gustaban sus palabras de amor a la vez que me penetraba su miembro viril tan duro y tan gordo!

Su pene se metía profundamente y se sentía muy placentero como me llenaba llegando al fondo de mi vientre. Empecé a suspirar, a gemir y a morder sus labios cuando caían sobre mí mientras no paraba de follarme.

-Así, sí, gime como un putito, dime que te gusta lo que te hago.  – me volvía loco, sus dulces palabas de amor se volvían dulces insultos y cada vez que salía uno de su boca su estocada en mi culo era más fuerte y más profunda y se le ponía la polla tan dura como el hierro atravesando mi cuerpo.

Me sentía fornicado como una yegua por su potro, y ahora se había convertido en un puro semental montando a su hembra en una copula ideal y perfecta.

-Me voy a correr vida mía, no aguanto más.

-Yo también lo quiero hacer, lléname de ti, vacíate en mis entrañas. ¡Te amo Gonzalo!

Comenzó a temblar y a eyacular con fuertes metidas a la vez que yo también me corría como poseído, apretando sus glúteos con mis manos atrayéndole hacía mi para que estuviera muy dentro.

Estuvo disfrutando de su larga corrida sin casi poderse mover de lo fuerte que lo tenía atrapado con mis piernas y manos, mientras su abdomen se rozaba con mi pene envuelto en mi leche.

Salió de mi vientre y tenía su verga aun erecta, como una lanza dispuesta a repetir el combate, era increíble que acabando de eyacular tan intensamente su polla no perdiera la fuerza. Se elevó y me miró, sudaba y las gotas resbalaban por su rostro, una sonrisa traviesa y de pillo iluminaba su cara.

-Eres perfecto como un ángel, follarte es alcanzar el cielo y tengo más para ti.  –golpeó con su polla mis piernas. No pude evitar reír y sujetarle del cuello para lamerle el sudor

-Ten cuidado con los ángeles, recuerda que al más bello Dios lo tuvo que expulsar del cielo.  –él sí que era divino y adorable. Sentía que mi amor, aplacado durante tantos años, se agrandaba hasta ahogarme de felicidad y deseo.

Nos fuimos a duchar y mi muchachón seguía empalmado. Le miré divertido como le palpitaba la polla.

-Ves, mi pene no quiere que te vayas.  -¡ooh!, como me hacía reír ahora, abrí el agua fría y le enfoqué, protestaba y quería taparse su miembro en un acto reflejo.

Wes había terminado su trabajo y mi maleta estaba cerrada, la tuve que volver a abrir para coger un slip limpio y camisa y fuimos hacia la salida. Volvimos dejando la maleta en el hall para despedirme de sus abuelos y Borja.

Nos esperaba un coche en la puerta trasera que conduciría Gonzalo, y media hora más tarde estábamos en St. Pancras esperando la salida de mi tren.

Tuvimos tiempo para tomar un té y permanecer conversando un rato. El lunes o martes tenía que viajar a España, le pedí que visitara a mis padres.

-¿Habrán olvidado lo que te hice? A tu madre la tengo miedo y además se trata últimamente mucho con mi abuela y eso nunca puede ser bueno.  –hablaba con una mueca de risa en su cara.

-¡Jo! Gonzalo, siempre te han querido pero su hijo soy yo. –le miré con una súplica muda.

-Los visitaré, aunque tengo poco tiempo, quiero volver en el día y ahora, para mí, la prioridad eres tú y ocuparme de que estés conmigo lo más pronto posible.

-Les encantará verte, los tengo algo olvidados.

Tuvimos que despedirnos con un largo abrazo que ninguno de los dos quería ser el primero en romper.

La hora larga de viaje me dedique a soñar, y también a eliminar los malos presentimientos que tenía.

Hacía un año que conocí a Nicolás, precisamente por las fechas de la Semana Santa cuando estuvimos en Dublín y luego mi amiga me invitó a visitarla en Bristol.

Un año en el que habían tenido lugar muchos acontecimientos, importantes para mí, desconocidos para el mundo. Faltan dos meses para que se cumpla un año del día que comenzó a cambiar mi vida, y había vuelto a tener un giro de ciento ochenta grados. Todo lo que en aquel momento resultaba imposible ha ocurrido, aunque para ello haya tenido que dejar alguien de existir.

¿Qué ideas pasarían por la cabeza de mi querido Ál en sus últimos momentos? ¿Por qué su empeño en unirme a Gonzalo cuando él faltara? Le había pedido a Borja que cuidara de mí, y me alegro de que no leyera el informe que al final ha resultado.

Nunca sabré los propósitos que le guiaron y sinceramente pienso que serían lo más honestos posible y deseando lo mejor para los que quedábamos aquí, pensar otra cosa sería miserable, no pudo decirme todo lo que quería, pero me pidió que cuidara del hombre que quiso sobre todo lo demás.

Tenía mis flores frescas y una nota de Ray con los gastos que tenía que abonarle. Prácticamente no tenía otra cosa que hacer aparte de buscar en la nevera algo para cenar y llamar a Gonzalo para decirle que el viaje había transcurrido sin problemas.

 

Me dormí pensando en que pronto dejaría mi estudio, testigo de tantos acontecimientos, sin importancia histórica, pero que para mí representaba una parte muy significativa de mi vida.

(9,82)