Nuevos relatos publicados: 7

Cogí con mi novia, su madre y sus hermanas (Capítulo 8)

  • 10
  • 12.759
  • 9,49 (35 Val.)
  • 0

OCTAVA PARTE: Esperanza, el primer peldaño


Majo y yo habíamos terminado. Era para siempre y no había marcha atrás. Ya había pasado mucho desde que lo dejamos. Pero como les conté, tras los años fui recuperando su confianza, por lo menos para ser amigos. A mí no me bastaba con eso. Sabía que lo ocurrido hacía imposible contemplar un retorno, pero Majo era la gran obsesión de mi vida.

Salí con otras, pero en mente siempre tenía la idea de volver con Majo. Una vez que me gané de nuevo su confianza, nunca fui capaz de insinuarle nada, daba por hecho que esa posibilidad había muerto.

La obsesión fue tan grande, que un día llegó a mi cabeza la idea de arriesgarme e intentarlo, que el resto de mi existencia no tendría sentido si no la buscaba de nuevo. Pero no podía arriesgarme de cualquier forma, tenía que pensar bien la forma perfecta de conseguirlo.

Cada vez que salía con ella y la observaba a los ojos trataba de encontrar cómo hacerlo, pero no se me ocurría idea alguna.

Una noche después de haber ido a cine, majo me invitó a comer a su casa. Esa noche helaba; salimos del cine y tomamos un taxi para ir a su departamento. En el taxi fui charlando normal con majo, pero en el fondo iba cabreado; el jodido taxista era un maldito viejo verde que miraba constantemente las piernas de Majo por el retrovisor. Que ganas tenía de matarlo.

¡Pobre diablo!

Nos sentamos a cenar y continuábamos charlando, hasta el momento de cosas aburridas, trabajo. Estando allí paso Esperanza pasó hacia la cocina, iba en pijama, despeinada, con cara de sueño. Saludó, sacó un yogur de la nevera y salió de allí.

Parecía ser algo no muy relevante, pero no sé por qué esa noche ver el rostro de Esperanza me cambiara la visión que tenía hasta el momento de las cosas.

¿Por qué debía obsesionarme con Majo? ¿Acaso Esperanza no era prácticamente una copia suya?

Incluso pensaba, que Esperanza vistiendo ese camisón morado desteñido, llevando el pelo desordenado y sucio, me había parecido hermosa.

Pero no. Me detuve, me desanimé, recapacité y pensé que Majo era mi verdadera obsesión y meterme con su hermana menor empeoraría las cosas, era dar la puñalada letal a cualquier chance que pudiera tener con ella. ¿Pero si le demostraba todo lo bueno que tenía mediante una ejemplar relación con su hermana? ¿No me permitía alguna chance intentarlo?

Era peor no hacer ningún intento. Lo tenía decidido, me la iba a jugar por Esperanza, cualquier cosa podía pasar allí y quise averiguar que me tenía destinado este nuevo intento. A partir de esa noche emprendí mi nuevo objetivo, Esperanza.

Lo tenía complicado, ella seguía saliendo con el mismo novio de hace años, el tal Johnny. Parecía estar bastante enamorada, pero mi inconsciente me decía que Esperanza en alguna parte de su ser contemplaba ser una puta.

Ahora utilizaba a Majo; cada vez que nos íbamos a ver, yo hacía lo imposible para que fuese en su casa.

En una de tantas noches que estuve en su apartamento nos encontrábamos Majo, Esperanza, su novio y yo. Esa vez cenamos y luego jugamos al póquer. No apostábamos nada importante; dinero, pero la verdad muy poco porque ninguno de los cuatro andaba bien económicamente, además que era también por pasar el tiempo. Bebíamos ron y charlábamos mientras Majo acumulaba dinero, los demás la veíamos sonreír por su gran racha.

Supongo que la emoción de ganarnos con tanta frecuencia hizo que bebería más rápido; Majo resultó ebria a la media noche. Bastante temprano porque la verdad teníamos la idea de pasar un rato largo jugando y bebiendo. De hecho, todos ya estábamos algo alterados por el alcohol, pero Majo era quien estaba peor. Johnny también se veía bastante mareado. Sabía que debía aprovechar la situación, pero para esto debía asegurarme de que el imbécil de Johnny estuviera más ebrio.

Majo recostó su cara contra la mesa y quedó dormida allí. Esperanza, su novio y yo seguimos jugando. Yo cubría mi cara con las cartas y de vez en cando las corría para coquetear con Esperanza. Pero ella o no lo notaba o no le importaba. De hecho, Johnny lo notó más que ella, a tal punto que llegó un momento en que estalló.

- Dejá de coquetearle a mi novia, me dijo mientras se paraba agitando el vaso de ron.

- Tranquilo amor, que estás borracho, que te pareció nada más, le dijo Esperanza tratando de calmarlo.

Yo no le respondí nada, solo me quedé mirándolo fijamente. Cuando se sentó le dije que se quedara tranquilo, que el licor le estaba haciendo pensar cosas que no eran, y que no había motivo para dañar el buen momento que estábamos pasando.

Seguí coqueteándole a Esperanza, pero ella seguía ignorándome. Ya me había dado cuenta, esa noche no tenía nada que hacer, esta chica no me iba a poner atención. Viendo que Majo ya se había dormido y habiendo fracasado en mi objetivo me resigné, me levanté de la mesa y me despedí. Esperanza se ofreció a acompañarme al ascensor ya que Majo dormía. Lo invitamos a Johnny a ir para que no se quedara ahí solo, pero estaba tan ebrio que ya no pudo pararse.

Caminamos por el oscuro pasillo y llamamos el ascensor. Cuando se abrió la puerta empujé adentro a Esperanza, ella chocó contra la pared en el ascensor. Me arrojé y la besé. Ella se sorprendió, pero no se opuso. En un comienzo solo era receptiva, besaba, pero no utilizaba sus manos para nada. Le agarré con fuerza su cabeza y nos besamos por un largo rato; la puerta del ascensor ya se había cerrado y permanecía allí inmóvil La besaba apasionadamente, mis manos bajaron con toda confianza por su espalda, su cintura, allí se detuvieron un rato.

Esperanza no se oponía a nada hasta el momento, de hecho, se animaba de a pocos. Sus manos jalonaban mi cara hacia la suya. Clavaba sus uñas en mi cuello mientras nos comíamos la boca. Sin haber pasado mucho tiempo mis manos se posaban en sus nalgas y giraban sobre ellas, las apretaba; había pasado tanto tiempo que me había olvidado del tierno culito de Esperanza, esas nalgas pequeñas, pero bien redonditas de nuevo en mis manos. Esas largas y delgadas piernas otra vez enrollándose en mí.

Era un hecho que a Esperanza también le había entrado el calentón. Yo pasaba mis manos por sus senos, por su culo, por su concha; por encima y por debajo de su ropa. Viendo que Esperanza estaba de acuerdo con cualquier cosa que pasara en el ascensor, no di mucho tiempo a preguntarme las cosas, sencillamente las hacía. Le empecé a chupar su deliciosa vagina.

También me había olvidado que Esperanza era de esas mujeres a las que se les calienta rápidamente la concha. Al fin lo recordaba, que hermosa vagina tenía esta chica y yo la había desperdiciado tanto tiempo.

Otra vez tenía entre mis manos esas tetas de colección. Le estaba quitando la tanga cuando el ascensor empezó a bajar. ¡Maldita suerte la mía! Alguien había llamado el ascensor cuando estaba a punto de coger con Esperanza.

Estaba decidido a que nadie me iba a dañar esta oportunidad. Así que pulsé el botón para detener el ascensor. Esperanza apenas sonrió cuando vio lo que hice; seguimos besándonos y tocándonos. Sin darnos cuenta estábamos desnudos. Yo frotaba mi pene con su concha, sin penetrarla, mientras la besaba. ¡Cómo ardía!

No aguanté más, la alcé y la penetré. Apenas eso pasó, Esperanza respiró rápidamente, un pequeño espasmo. Esperanza me encantaba, mientras la cogía me tomaba del pelo levantando mi cara para que quedara viendo la suya; su mirada permanecía fija en mi rostro. Apreciaba todos sus gestos. Buscaba inclinarme un poco para besarle los pechos, pero inmediatamente jalaba de nuevo mi cabeza hacia arriba.

Poco a poco fuimos acelerando; su boquita se abría ligeramente dibujando un claro gesto de disfrute en su rostro y ocasionalmente dejaba escapar unos calientes gemidos. Cuando sabía que no contendría el fuerte grito, jalaba rápidamente mi cara hacia la suya para que la comiera esos carnosos labios.

Llegó un momento en que el ritmo era tan intenso que ella dejó caer su cuerpo sobre mi torso, soltó mi cabeza y me agarró fuertemente del culo; enterraba sus uñas en mis nalgas. Yo la sacudía con demencia sobre mí. Sus senos se frotaban y rebotaban contra mi pecho. Sentí que no podía soportarlo más así que la solté, saqué mi pene y me corrí sobre en su abdomen. Nos mirábamos con complicidad, con un gesto de complacencia y alegría mutua, quizás también un poco de incredulidad.

Estando los dos allí, en silencio, agitados, mirándonos sin soltar palabra; Esperanza se me acercó y me beso cariñosamente. Fue un lago e intenso beso. Aún desnudos nos sentamos en el suelo, continuábamos abrazados y besándonos. Parecía que ambos habíamos quedado satisfechos, con una inmensa sensación de paz. Ella esculcó mis pantalones sacó un cigarrillo y lo encendió mientras me abrazaba y permanecía callada.

Interrumpí el silencio para saber cómo haríamos para salir de allí. Hace rato que habíamos parado el ascensor y nadie se había dado cuenta de ello, por lo menos nadie había venido a intentar sacarnos de allí.

Nos vestimos y empezamos a gritar tratando de encontrar a alguien que quisieran sacarnos de allí. Pero era muy tarde, nadie nos escuchaba. No sabíamos hasta cuándo estaríamos allí. Nos resignamos y charlamos por un rato corto, Luego Esperanza decidió que la mejor forma de pasar el rato era volver a coger. Se abalanzó sobre mí y empezó a darme una sensacional mamada, una mamada con esos carnosos labios, y esa inquieta y hábil lengua.

No teníamos idea de que hora era, Esperanza no había traído el celular y el mío se había descargado. Pensamos que serían por ahí las cuatro de la mañana, teníamos un buen rato para coger como se debe, con toda la tranquilidad del caso.

Esta vez Esperanza se montó sobre mí y empezó a sacudirse sobre, esta chicha era una sensación moviéndose. Nuevamente lo pasamos muy bien, lo que no imaginábamos es que alguien nos observaba mientras lo hacíamos…

*****

El que quiera imágenes de la protagonista de este relato me avisa.

*****


NOVENA PARTE: Polémica familiar

 
Esperanza y yo no lo montábamos en el ascensor, cogíamos con demencia en el ascensor que se movía ligeramente por nuestros fuertes empujones. No sabíamos el peligro que corríamos, o por lo menos yo no tenía idea aluna; en el ascensor había una cámara de seguridad. Esperanza sabía que el vigilante del edificio nos observaba, lo que nunca imaginó es que Johnny también estuviera siendo testigo de esta situación...

 

Twitter: @felodel2016

(9,49)