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Cogí con mi novia, su madre y sus hermanas (Capítulo 9)

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NOVENA PARTE: Polémica familiar

 

Esperanza y yo no lo montábamos en el ascensor, cogíamos con demencia, el ascensor se movía ligeramente por nuestros fuertes empujones. No sabíamos el peligro que corríamos, o por lo menos yo no tenía idea alguna; en el ascensor había una cámara de seguridad. Esperanza sabía que el vigilante del edificio nos observaba, lo que nunca imaginó es que Johnny también estuviera siendo testigo de esta situación.

Tenía a Esperanza recostada contra el espejo del ascensor; afirmada de manos al espejo meneaba ese lindo culito. La situación me producía mucho morbo. Para ese momento ya estaba agotado, pero no iba a dejar pasar esto.

La penetré lentamente. De repente escuchamos que nos golpeaban en la puerta del ascensor.

-Salgan de ahí par de hijos de puta.

Esperanza reconoció inmediatamente la voz de su novio. Se quedó callada tratando de pensar cómo salir de esta, pero su nerviosismo era tal que se bloqueó. Ni les digo yo, sabía que estábamos en un lío grande y no había forma de justificarlo. Agarré mi ropa inmediatamente y empecé a vestirme, Esperanza hizo lo mismo.

El ascensor empezó a moverse y sabíamos que faltaban segundos para encarar esta situación. Apenas se abrió la puerta Johnny se abalanzó sobre mí. Choqué contra el espejo que hacía de pared en el ascensor. De inmediato respondí a la agresión. Comenzamos a intercambiar puños allí, Esperanza trataba de separarnos mientras gritaba “Pará, pará que te lo explico”.

Johnny estaba nublado por la ira, el vigilante del edificio tuvo que separarnos. Esperanza agarraba a Johnny mientras el vigilante me detenía. Esperanza trató de calmar a su novio, quiso hablar las cosas con él, no sé cómo pretendía explicárselo, pero bueno, eso intentaba. En un momento quiso besarlo, pero él corrió su cara inmediatamente le dijo “No te quiero volver a ver perra, suéltame que me largo”. Apenas Esperanza le soltó, él le escupió, se dio la vuelta y se fue.

Esperanza empezó a llorar desconsolada, yo fui a tratar de consolarle. La abracé y le dije que no se preocupara, que Johnny no la merecía. Limpié las lágrimas de su rostro y le pedí nuevamente que se calmara, que no sufriera por esto. Por fin salió del shock, aunque seguía muy triste. Me agradeció por comprenderla y se negó a dejarme ir a mi departamento, decía que no estaba en condiciones para irme a mi casa y menos a esa hora.

Subimos por la escalera y de inmediato fuimos a su habitación. Rápidamente me quité la ropa y me metí bajo las cobijas, estaba muerto, quería dormir. Esperanza se metió y quería continuar lo que habíamos dejado pendiente en el ascensor. Pero yo no quería, quería descansar; sin embargo, Esperanza era insistente y no recibía un no como respuesta. Tuve que prometerle que muy temprano al otro día saldaríamos cuentas. Ella lo aceptó, me abrazó y se durmió.

Otra vez tarde, salía tarde del trabajo y no me había dado tiempo para comprarle un regalo a Esperanza. Habían pasado tres meses y a Esperanza le encantaba celebrar esas fechas. Yo me había olvidado de comprarle algo en la mañana y ahora debía apurarme para conseguirlo antes de ir a cenar con ella y su familia.

Esa noche le íbamos a contar a sus padres que estábamos saliendo. Por supuesto que estaba nervioso, ¿cómo iba a explicar que ahora quería ser el novio de la hermana de mi ex novia?

Nos reunimos a comer. La cara de los padres de Esperanza se llenó de sorpresa al verme entrar. Tragaron saliva y simularon recibirme de la manera más cordial posible. Esperanza me relacionó con sus padres con la mayor naturalidad posible, como si no fuera descabellada la situación.

Los ojos de Mariajosé y de su esposo Mariano se clavaban fijamente sobre mí, me intimidaban; acechaban al intruso. Esperanza no paraba de hablar acerca de lo bien que llevábamos nuestra relación.

De hecho, parecía un monólogo; yo permanecía callado, pensando cada una de las cosas que iba a decir. Sus padres también guardaban silencio, como esperando el momento exacto para atacar. Cada vez que faltaba algo Esperanza se ofrecía para traerlo. Yo siempre me ofrecí a acompañarla, sabía que no podía quedarme sentado ahí, solo, frente a sus padres. En la cocina le dije que no me sentía bien con esto, que lo mejor era irme para mi departamento. Esperanza me tranquilizó, “Relajate, estás muy tenso. Ya vas a ver que mis padres respetarán lo nuestro cuando vean lo enamorada que estoy.

Volvimos a la mesa, servimos unas bebidas y nos volvimos a sentar. Esperanza empezó de nuevo a cotorrear y a mostrarse coqueta y cariñosa conmigo mientras cenábamos. Pero Mariajosé no aguantó más, interrumpió.

-¿Qué va a pensar Majo cuando vea esto? – replicó la enfadada mujer.

-No sé. Quizás que su hermana también se puede enamorar – respondió Esperanza en un tono firme y desafiante.

-¿De su exnovio? ¿Pero que se les pasa por la cabeza?

-Mamá…Tú sabes que en estas cosas no se elige…

Era un chantaje absurdo de Esperanza, casi en frente de su padre le dice lo ocurrido. Su madre permaneció en silencio.

En esas abrió la puerta Majo. Cerró y caminó buscando a sus padres para saludarlos. Nos encontró en el comedor y quedó estática bajo el marco de la puerta. Su madre se levantó y la saludó, la tomó de la mano, “Ven ven, que Esperanza nos está presentando a su novio”.

Majo se quedó mirándonos fijamente, sus ojos eran una esfera de candela; su rostro seguía paralizado. Sin expresar gesto alguno. Guardó silencio por unos segundos, se dio la vuelta y nos dijo, “Qué pasen buena noche”. Se dio la vuelta y se marchó.

Viendo cómo iban las cosas, decidí levantarme y pedirles un permiso a todos.

Nadie se opuso a ello.

Tomé el ascensor y mientras bajaba, iba desarmándome la cabeza, pensando en lo que acababa de pasar. Subí al auto y me sonó el celular. Me llegó un mensaje de Esperanza, “les caíste bien

Pasaron un par de meses desde esa noche, durante ese tiempo siempre estuve pensando que esta había sido la puñalada final a cualquier chance con Majo. Cada vez que iba a su casa, a verme con Esperanza, me lo hacía saber. Su indiferencia y su odio eran evidentes. Pero un día saliendo de la oficina a almorzar me sorprendí. Quedé anonadado. Me llegó un mensaje de Majo invitándome a su cumpleaños. No entendía nada.

La semana terminó. Ahí estaba ese sábado en la tarde sentado en el sillón de mi departamento viendo Spotlight con Esperanza; horas antes de irnos para su departamento al cumpleaños de su hermana. Cenamos, después nos arreglamos para ir a la fiesta de Majo, mientras lo hacíamos bebíamos un poco para llegar medianamente en pedo.

La faldita que llevaba Esperanza, era una cosa increíble. Sus piernas se veían provocativas, pero de verdad muy provocativas con esa pollerita. Me calentó mucho verla así, de hecho, me dieron ganas de echar un polvo antes de irnos. Me aguanté, porque sabía que en su departamento y en una fiesta iba a ser mucho mejor. Pero era difícil aguantarse porque además de lo buena que se veía, su actitud de puta era casi imposible de resistir.

Cuando bajamos en el ascensor se fue besándome el cuello, esta mujer tenía una fascinación con los ascensores de no creer. Pero en esta ocasión el viaje fue corto, claro, fue lo suficientemente largo como para que Esperanza me provocara una erección. Apenas se abrió la puerta me dijo, “ahh me olvidaba, tenemos que pasar por Gaby”.

Gabriela es su mejor amiga, con esa con la que se conocen hasta la concha. Una chica algo antipática pero que está como quiere.

Una vez que la recogimos nos fuimos para el departamento de Esperanza.

Timbramos y Majo fue la encargada de abrirnos la puerta. Sonreía mientras abrazaba a un tipo y nos daba la bienvenida. Nos saludó, nos preguntó cómo estábamos y nos invitó a sentirnos cómodos y disfrutar.

Yo estaba estupefacto, no lo procesaba. Tenía que disimularlo porque estaba con Esperanza, pero me resultaba imposible. Antes de poder reaccionar volvió a aparecerse Majo con su novio, “Les presentó a Javi, mi novio”. Estreché la mano con ese infeliz y le sonreía hipócritamente mientras pensaba cómo le iba a cagar la vida.

Me resultaba complicado recomponerme, Fui por un trago para ver si lograba olvidarlo. Bailaba con Esperanza mientras miraba de reojo a Majo. El muy apocado se restregaba con ella mientras bailaban.

Esperanza bebió tanto que se embriagó, ahora sí que me la iba a pasar mal. Cuidar a Esperanza mientras veía a Majo ahí restregándome su nuevo amorío. Le ira recorría mis venas y me pensé en largarme. Pero Majo y su novio se fueron alejando disimuladamente, desapareciendo a los ojos de todos los que estábamos allí. Sabía que este hijo de puta se la iba a coger. Algo tenía que hacer, pero estaba cegado por el rencor. No se me ocurría nada.

Me levanté y me dirigí a donde estaba Gabriela. Ella charlaba con un grupo de gente cuando la agarré de un brazo, le di la vuelta y la empecé a besar. Ella no tuvo tiempo de reaccionar. El beso fue corto y una vez terminó, les dije, “perdón, me llevo a mi novia. Tenemos cosas que hablar”. 

Alejé a Gabriela mientras ella me reprochaba “¿Qué haces?”. Seguí en silencio mientras la llevaba hacia el sillón en el que estaba Esperanza pasando el pedo. Una vez que estuvimos ahí le dije, “Siempre me hace lo mismo. Me harté. Esta vez, la cuidás vos, para eso sos la mejor amiga. Me voy, esta noche te encargas de ella”.

- Espera, espera. ¿Cómo nos vas a dejar botadas? – dijo Gabriela buscando que no me marchara.

- Me cansé. Y ahora viene lo bueno. Tratará de ligarse al primer aparecido, respondí, fingiendo que estaba a punto de llorar, cayendo derrotado.

De verdad que le di pesar porque lo primero que hizo ante esas palabras fue acercarse y besarme. Sabía que no podía quedarme allí, había mucha gente que me conocía, que conocía a Esperanza y se me podía armar la de Troya. 
Conocía la casa a la perfección, así que agarré a Gabriela de la mano y la conduje a la habitación de Esperanza. Cuando entramos oímos unos gemidos, era Majo que estaba en su cuarto, contiguo al de Esperanza, cogiendo con su novio. Eso me alteró más aún.

Empecé a besar a Gabriela desenfrenadamente. Pasaba mis manos por esas piernas delgadas y bien formadas, por ese culito bien formadito. Ella me besaba y pasaba sus manos intensamente por mi pecho. Subí su corto vestidito, pero ella se me adelantó. Bajaba mientras besaba mi pecho y mi abdomen. Desabrochó el cinturón y los pantalones con una agilidad deslumbrante. Luego lo bajó de golpe, como si se dedicara a desvestir personas. Tomó mi pene entre sus manos y lo deslizó lentamente por su boca. Esa lengüita juguetona chocaba alocadamente contra la cabeza de mi miembro. Sus finitos labios se deslizaban cada vez con más velocidad sobre mi miembro totalmente erecto. No les voy a mentir, no tenía la mejor técnica, pero no estaba mal. No aguanté más, debía sentir de nuevo ese culo hermoso entre mis manos. La tomé de la cara, con firmeza, pero con la suficiente suavidad para no hacerle daño y la halé. Quedó nuevamente en pie.

Pasaron dos segundos y la agarré fuertemente del culo, empecé a besarla, la levanté y la recosté contra la puerta del dormitorio. Corrí su tanga hacia un costado y la penetré. Desde un comienzo con dureza. Sonreía, dejándome ver sus brackets, mientras me deslizaba en su apretada conchita. Con su mano derecha me abrazaba, se meneaba entre la pared y mi cuerpo. Sus movimientos eran un enigma, Estaba moviéndose lentamente cuando de repente empezaba a sacudirse con total empeño; luego paraba, y hacia movimientos circulares mientras su otra mano estaba levantada apretando el puño.

Mientras me besaba mordía mis labios y se quedaba con ellos entre su boca. Esta chica era sensacional. Me pedía que le diera con más fuerza mientras gemía sin reparo alguno. Yo estaba casi al máximo. Ya llevábamos un buen rato, las piernas me temblaban por soportar su peso, además que estaba a punto de correrme. De repente Gabriela me sorprendió, o mejor nos sorprendimos los dos. La caliente amiga de mi novia me metió el dedo en el culo, yo apreté las nalgas y en ese momento empecé a correrme. Inmediatamente la solté y me zafé de ella. Chocó su cabeza contra la puerta mientras caía al piso. El golpe que se había dado no era el único motivo para reclamarme.

-¿Pero qué has hecho imbécil? ¿Te corriste en mí?

-Un poco, alcancé a zafarme, pero un poco se habrá ido – dije mientras buscaba excusarme.

-Vete a comer mierda.

Se arregló el vestido, abrió la puerta y se marchó. Me vestí y fui rápidamente al baño a echarme agua en la cara. Para bajar el calor.

Estaba de nuevo en la sala, en donde estaba toda la gente. Seguía Esperanza allí tirada en el sofá; seguía Majo, ahora un poco más colorada, bailando con su novio. Su gesto de alivio y satisfacción era evidente. ¡Increíble!

Seguía sin poder quitarme la rabia.

Me acerqué a Esperanza a tratar de despertarla. Quería convencerla de irnos a mi departamento. “Dale que ya estás muy ebria”, le decía mientras acariciaba su rostro y su pelo. Pero ella se negaba a levantarse, decía que se repondría en cinco minutos. Al final tuvo razón, no fueron cinco minutos, más bien una media hora; pero se puso en pie y siguió bailando.

Viendo que Esperanza estaba ebria y sus deseos carnales jamás pueden quedar del todo satisfechos, aproveché y empecé a meterle mano allí, mientras bailábamos. La besé por su cuello, en cercanía a sus pechos y llegó un momento en que se calentó tanto que me la tuve que llevar. Me dio mucho morbo volver a coger en el cuarto de Majo, así que nos encerramos allí. Bueno, encerrarse es un decir, solo cerramos la puerta, pero no pusimos el seguro.

La dejé caer sobre la cama, le subí un poco la pollera y empecé a frotarle por encima de la bombacha. Le besaba las entrepiernas, se las lamía lentamente, de arriba abajo siendo su concha el borde prohibido; prohibido de momento. Ella me agarraba fuertemente de la cabeza. Mi cara sentía el calor de sus genitales. Le saqué la bombacha y empecé a comerle la vagina. Esperanza estiraba los brazos por encima de su cabeza, permitiendo que yo hiciera lo que se me antojara.

La penetré lentamente. Le bajé bruscamente su camisa y sus senos quedaron al descubierto. Los apretaba entre mis manos mientras empujaba con dureza sobre ella. Esperanza dejaba escapar gemidos fuertemente, parecía no importarle nada. Sus piernas se recogían rodeándome por los brazos mientras la sacudía contra la cama. Ella reclinaba su cabeza y cerraba sus ojitos mientras soltaba unos placenteros gemidos.

Le di la vuelta, quedó en cuatro y volví a penetrarla. De nuevo muy lentamente, y poco a poco fui aumentando el ritmo. Llegó un momento en que el delirio era tan grande que la agarré por los hombres, y la halé, quedó arrodillada pero ahora su cuerpo estaba recto, de espalda a mí. Con mi otra mano la agarré del pelo y empecé a darle con mucha dureza. En ese momento entró un destello de luz rápidamente en la habitación. Majo abrió la puerta y quedó con esta escena frente a sus ojos.

Esperanza y yo nos dimos cuenta inmediatamente de la presencia de Majo, pero el descontrol era tal, que no pudimos parar. El ritmo era tan intenso para ese instante que, antes de que Majo pudiera decir algo, yo estaba sacando mi pene y corriéndome en la espalda de Esperanza.

Majo azotó la puerta cuando la cerró. Se marchó sin decir palabra alguna, llena de furia. Por primera vez en la noche me sentía aliviado. Había descubierto la clave para descolocar a Majo. Debía cogerme a su hermana frente a ella cada vez que pudiera, hasta que llegara un momento en que Majo no lo soportará, hasta que estuviera tan confundida con esto que su inconsciente la llevara a cometer una locura.

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Este relato es 99% real. Los nombres de los personajes y algunas situaciones fueron modificados para proteger la identidad de las personas.

Espero les haya gustado la novena entrega de esta serie. Muy pronto se viene quizás la mejor parte de la historia, así que atentos, a comentar y compartir si les gustan los relatos. El que quiera imágenes de las protagonistas de este relato me avisa.


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DÉCIMA PARTE: Un paseo en familia

 

Mi estrategia estaba definida. La puse en práctica. Me cercioraba de coger con Esperanza cada vez que la visitaba en su departamento. Obviamente, teniendo a Majo en la habitación de al lado o en cualquier otra parte de la casa, pero que pudiera escuchar lo que hacíamos.

Pasó el tiempo y llegó esa hermosa época en que todos nos rascamos los huevos. Semana Santa. Yo como no soy creyente me la tomo como un tiempo de dispersión, descanso y folleteo si es posible. Y para esta ocasión si que iba a ser posible. Esperanza me estaba invitando a un paseo con toda su familia durante esta semana y yo, por supuesto, no iba a rechazar la tentadora invitación… 

 

Twitter: @felodel2016

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