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Suave olor

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SUAVE OLOR

«Es el olor de tus vestidos como olor de suavísimo incienso».

(Cantar de los Cantares)

 

Cerró los ojos. Vio cuando ella se peinó y pintó sus labios de manera delicada frente al espejo. Robert respiró profundo. Sintió su suave olor. Loco por el aroma pensó en los pezones de su amada que erizaron los demonios del deseo. Quiso llevarla a la cama, quitarle muy lento la ropa, desnudarla, abrigarla como una flor entre sus manos y acariciarla.

Latió su corazón. Una suave fragancia a caramelo envolvió todo el hogar. Antonia ya no estaba, solo sus sensaciones. Pasó las manos por su cara y se despertó. Fue a la cocina, y preparó café. Cuando terminó se dirigió hacia la sala, encendió la radio y apretó el botón Power on/off. Del aparato salió una voz ronca que dijo:

- Un coche bomba estalló en una ciudad de Latinoamérica.

Cambió el dial de la radio. Sonó una voz alarmante que expresó:

- Acaba de perecer otro joven en una balacera.

Enojado exclamó:

-¡Otra mala noticia!

Buscó alguna estación radial para escuchar, pero a medida que pasaba el tuning solo ecos de malos informes, crónicas aterradoras, protestas, temas de inflación; inundaron sus oídos.

-¡Ya nada bueno se escucha en estos días!- dijo molesto.

Apagó la radio y pensó en Antonia. Deseó en tenerla sobre su pecho y leerle en la cama un poema de amor. Acariciarle los pezones. Besarla con la fuerza del mar y domar el misterio de su mujer. En ese momento experimentó un revoleteo enigmático. Respiró profundo y le invadió el suave olor que habitaba la casa. Robert comenzó a sentir una fuerza volcánica entre sus piernas. Fue hacia la habitación y se tendió en la cama.

Miró como su espada se endureció. Pasó la mano por la superficie del pantalón y abrió el cierre. Salió un objeto radiante y erecto. Comenzó a tocarlo despacio.

La imagen de Antonia pintó su mente. Fantaseó con tocar la rosa de su mujer. Enjuagar la lengua en la bruma de la caverna. Introducirse y desbocarla como potrillo sobre su clítoris. Quiso tenerla sobre su cuerpo, para verla excitarse, moverse, curvarse de un lado a otro. Un frenético impulso movió a Robert a tenderse más sobre la cama. Cerró sus ojos. En sus sentidos escribió besos de acuarela en el nido pacifico. Llevó el ritmo. Mientras se movía con deseo imaginó cabalgarla llenando su cintura de aromas. 

 

Sus parpados siguieron en la superficie. Las emociones volaron en su piel. Tocó un poco más fuerte. Su miembro creció mucho. El sudor arropó sus piernas. Sintió un éxtasis explosivo que le hizo abrir sus ojos. Un sonido latió en su espada y se desprendieron burbujas.

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