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Espineta visita París

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Durante un master que hizo en París mí marido, que como sabéis es dentista, alquilamos un apartamento en una calle del barrio latino.

Era un apartamento bastante coqueto y lleno de luz. Haciendo esquina con otros apartamentos que teníamos casi al lado de nuestra la terraza.

Como quiera que era verano hacía calorcito y muchas veces me quitaba la ropa y andaba desnuda por toda la casa.

Una vez, sentada desnuda en el sofá del salón y leyendo una revista, me di cuenta que desde el apartamento de enfrente me miraba sonriendo un hombre. Debía de tener sobre cincuenta años, alto, delgado, bastante atractivo y no dejaba de mirarme. Al principio no le hice caso, pero viendo que él no dejaba de mirarme y yo he sido siempre bastante desinhibida dejé el libro a un lado para que el pudiera verme bien y sonriendo le saludé con la mano. Él también me saludó sonriendo y me lanzó un bonito beso. Como me gustó el gesto le devolví el beso con la mejor de mis lujuriosas sonrisas al tiempo que me ponía de pie y me paseaba para que viera bien todo mí cuerpo desnudo. Él me mandaba alegremente besos y yo cada vez, ante el admirador que tenía, le enseñaba posturas provocativas.

Al día siguiente, estaba yo leyendo una revista de modas, cuando llamaron a la puerta, para abrir me puse una leve batita que tenía a mano y mira por donde era el vecino que, sonriente, me dijo se llamaba Pascal y quería complacerme, pidió permiso para entrar. Yo se lo di y el encantado pasó.

Una vez en el saloncito de mí apartamento, me cogió de la mano y me besó. Ese fue el punto de partida, enseguida me quitó la batita y me mostré toda la hermosura de mí desnudo cuerpo. Él se quitó también la ropa y pude contemplar que estaba bien dotado con su verga casi tiesa ya.

Nos abrazamos y el con paciencia y maestría comenzó a lamer desde mí cuello bajando hasta mis nalgas.

Después comenzó a acariciarme la espalda, besarme todo el torso desnudo, besarme el culo y ya sin más preámbulos a comerme el coño. Yo ya estaba súper mojada y el saboreaba mis jugos con placer. Casi a punto de correrme le pedí que me penetrara con su hermoso rabo. Casi inmediatamente me corrí placenteramente.

Después, para abrir boca, comencé a mamarle la polla, menudo rabo tenía Pascal, casi no me entraba en la boca, pero yo calentita le chupaba hasta los huevos. Yo ya tenía cara de lujuria y estaba muy caliente y muy excitada y le pedí que me follara otra vez. Quería sentir su leche calentita dentro de mí vagina, quería gozar por primera vez de hacer el amor en París con otro hombre que no fuera mi marido.

Una lengua exquisita buscó mí clítoris, y lo lamió, despacito, con maestría. Su lengua muy larga se introduce en mí sexo y en sus movimientos me arranca gemidos de placer, nuestra excitación llega al máximo y con un rápido movimiento siento su enorme y duro pene llenando todo mí ávida vagina. Entra sale, entra sale cada vez más rápido, que locura y que placer. Nuestros gemidos se hicieron al unísono y yo até mis piernas a su cintura para sentirlo más dentro, más dentro. Al final fundidos en un apretadísimo abrazo nos corrimos gimiendo y gritando de placer.

Como la cosa me gustó, todos los días me visitaba Pascal para hacerme más agradable mí estancia en París y yo complacida se lo agradecía con creces.

 

Saludos a todos y besitos de Espineta.

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