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La vecina de mi cuñado

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Hacía unos días que fue el cumpleaños de mi cuñado y el mismo nos invitó a comer en su casa con su mujer, su hijo, su hija y el tuercebotas y maleducado del novio de esta. Todo transcurrió con normalidad, alegría y risas y a los postres, vino una vecina de ellos, que hacía seis meses que se quedó viuda, ya que el alcornoque y bruto de su marido murió de un infarto porque hacía una vida sedentaria, fumaba mucho y solía comer fuera de casa y consumía muchas grasas y bebía hasta caerse durante las comidas. Ya la conocíamos de antes y ella vino muy triste, pues a pesar de todo ella quería a su marido. Él nunca la hizo caso en ningún sentido, ya que siempre que mi cuñado les invitó a comer en su casa, tenía conmigo un "jueguecito" de miradas picaronas con astucia y zorrería.

Nos comentó apesadumbrada que había visitado a profesionales y que después de casi cinco meses, ya empezaba a superar la pérdida de su marido. Ella y yo nos gustábamos y cuando ella venía a casa de mi cuñado, solía vestir provocativa y sexy, pues al cabrón de su marido, le gustaba que ella vistiera así.

Yo me empecé a apiadar, tener compasión y conmiseración y me puse un poco triste, pues ella me caía bien a la par que me gustaba y me ponía cachondo por sus modelitos sexys. Esta vez vino de viuda, toda de negro, pero que le acentuaba y destacaba sus sexuales formas. Mi cuñado, educadamente, me pidió que la acompañara a la puerta y poco antes de salir ella, charlamos brevemente ella y yo y me contó que se sentía sola y sin ningún tipo de compañía y que si la podía hacer compañía alguna que otra vez. Yo no dije que no, ella me dio el número de su teléfono, nos dimos dos castos besos, quedamos en vernos ella y yo y se marchó sin más.

Al regresar yo a la mesa, les comenté lo triste que la vi, ya que siempre estaba riendo y de cachondeo y lo simpático que parecía su marido… y que me había dado su número, por si quería que la ayudáramos en algo. A todos ellos les pareció bien, dado el mal trago que ahora estaba ella pasando. A los tres días de esta charla, yo acabada de venir del gimnasio y sonó el teléfono que estaba en la mesilla de noche de mi habitación, fui raudo a cogerlo.

—¿Diga? —dije yo.

—Hola, Richard, ¿ya no te acuerdas de mí?, habíamos hablado en casa de tu cuñado Mark de que vendrías a verme y ¿ya no te acuerdas de mí? —dijo Candice.

Yo acababa de presentarme en casa y no esperaba llamada de nadie.

Y comenté - perdona, es que acabo de entrar en mi casa y no esperaba esta sorpresa - añadí. —¿qué es lo que quieres? — agregué.

— Quiero que vengas dentro de un par de días a mi apartamento a eso de las cinco y allí charlaremos, pues me encuentro sola y me gustaría que me acompañarás a comprar ropa - enunció Candice

— hasta entonces, Richard. Un beso — expresó ella.

Pasados esos dos días, cogí el coche y fuimos a ese gran centro comercial que habían abierto en la zona comercial de su barrio y tenía grandes tiendas de todo tipo. Al llegar al portal de su casa, no me podía creer lo que estaba viendo, la Candice viuda cariacontecida, triste y apesadumbrada se había convertido en la Candice comehombres, pues llevaba unos vaqueros negros muy ceñidos que la acentuaban su lascivo culo, una blusa blanca, que casi se transparentaba y casi se podían ver sus gordas tetazas y unas botas de piel de media caña, así como también se había cortado el pelo y lo llevaba hueco. Casi me da algo y Candice me dijo - ¿parece que hace tiempo que no ves una mujer? - la verdad es que estaba muy cambiada.

Reparé más en ella y la verdad es que me puso muy cachondo. No solo por su corte de pelo, sino que además al maquillarse resaltaba su cara de zorra morbosa, y boca de mamona. Su muy cambiada imagen me la puso dura. Su forma de mirarme y sus ojos parecían pedir guerra. Nos dimos los dos besos de rigor y nos cogimos de la mano como si fuésemos pareja y nos marchamos dirección al centro comercial. Me comentó lo que quería y estaba buscando. Cada vez que la miraba me ponía más y más nervioso, porque no esperaba ni preveía un cambio tan rápido y tan súbito. A cada segundo no podía apartar mis depravados ojos de esa hembra que hacía unos días aparecía triste, pesarosa, afligida y apesadumbrada y ahora era el de una buscona y taimada come hombres muy libidinosa. Ella me comentó en el trayecto que el ultimo psicólogo la ayudó mucho y que la hizo ver que todavía era una mujer joven y deseable y que el hecho de no tener hijos, le daba la vida otra oportunidad de ser feliz y que se podría acostar con los hombres que se le pusieran a tiro.

Fuimos por el centro comercial viendo tiendas de lencería y de ropa de mujer y hasta me comentó la posibilidad de hacerme algún pequeño regalito que fuera de su gusto, agrado y gozo. Fuimos mirando con cuidado y mirando precios y probando aquí y allá, pero no le acababa de gustar nada. Después de más de media hora por fin empezamos a encontrar algo que le gustó a ella, pues la tienda destilaba buen gusto ya que se dio vuelta por ella y empezó a pensar que allí compraría todo lo que necesitaba. Preguntó a uno de los vendedores y le dio dos tipos de modelitos que según ella le gustaban, negro y rojo sangre. Cogió ambos y ella fue a los probadores. Allí me desnudó y al ver que ella llevaba tanga me empecé a poner cachondo y salido, ella se dio cuenta, me hizo una señal con su dedo y me pegó un morreo francés que me pareció una eternidad, mientras nos besábamos con lujuria, me magreaba el rabo y me hacía daño y eso me ponía más cachondo y vicioso.

Ella me desnudó viciosa y muy lentamente, mientras me soltaba unas guarradas depravadas propias de una zorra de burdel, eso me ponía más y más rijoso, obsceno y mucho más salido. Me fue quitando la camisa, luego me bajó los pantalones y al ver mi procaz e impúdico tanga emitió un bramido de aprobación sexual. Finalicé por quitarme los zapatos y calcetines y comenzamos a meternos mano con urgencia sexual. -hacía tiempo que no estaba así con un semental como tú, pedazo de cabrón -me espetó Candice. -Estás más buena de lo que yo creía -le solté yo. Seguimos y continuamos metiéndonos mano impetuosa y muy desaforadamente y con lujuria y calentura, mientras nos mordíamos los labios para evitar dar escándalo en el probador. Para evitar gemir y dar gruñidos nos comíamos como locos mutuamente los morros y nuestras lenguas se entrelazaban cuales nudos marineros duros y difíciles de deshacer. Yo sobaba el clítoris y la vagina de Candice y ella me magreaba y masturbaba el rabo que estaba dentro del tanga y ella se ponía más salida, enardecida, impetuosa y lujuriosa al sobar también mi tanga.

El dependiente se acercó al ver que tardábamos y ella no decía nada -¿le quedan bien los vestidos señora? -dijo el dependiente. Seguimos con nuestro ímpetu sexual y optamos porque le pegara un polvo de pie y de su calentura vaginal entró de golpe, después de unos pocos golpes de mi rabo, nos corrimos y nos tuvimos que contener el orgasmo. Yo me corrí dentro del coño de Candice y salimos de los probadores. Nos peinamos y se quedó con el modelito rojo sangre. Dejamos la tienda y seguimos paseando por el centro comercial y nos metimos en uno de lencería femenina, vio varios modelos de sostenes y tangas, así como también de medias de rejilla negra que a ella le ponían cachonda y libidinosa. Empezó a pasear y mirando la lencería que allí había, pero acertó al mirar y elegir un depravado y lascivo conjunto de sostén, tanga, ligueros y medias de rejilla todo en color rojo sangre y se metió en el probador, cuando ya lo tuvo puesto me llamó -¡Richard, cariño ! , ¿puedes venir un momento? -casi me da un mareo, pues le quedaba perfecto como un guante y me dieron ganas de follarla brutalmente, y hasta ella, por su lasciva mirada lo deseaba, pues estaba en una posición apetecible y tentadora y me acerqué a acariciarle un poco las tetas y el tanga tan libertino y lujurioso que llevaba y ella, con una mirada concupiscente dio un gruñido de aprobación sexual.

Yo me retiré, por no armar un escándalo y Candice se volvió a vestir y pagó ese conjunto de lencería tan obsceno y nos marchamos de la tienda. Seguimos paseando y viendo escaparates y nos encontramos con una tienda de ropa interior masculina. Ambos entramos, pero fue Candice la que me animó a que mirara a ver si encontraba algo que me gustara, pero fue ella la que se adelantó y me eligió un slip muy sexy que sabía que me resaltaría el rabo, pues lo eligió una talla menor para que procediera a producir el efecto deseado, mientras ya tenía en su mano el slip, ella buscaba algo más para mí y preguntó al comerciante que si tenían tangas de hombre y ella, sin pensárselo dos veces, fue rauda a mirar, estuvo observando y acabó eligiendo uno, también en color rojo sangre, lo cual me llevó a pensar algo morboso y excitante. Lo cogió y sin decirme más, pagó ella y abandonamos el establecimiento de ropa interior masculina. Yo la rogué que no me hiciera más regalos, ya que no quería abusar de ella, pero se negó en rotundo, me dio un beso con lengua y seguimos caminando. Yo la di las gracias por los obsequios y ella a mí también por mi compañía.

Continuó nuestra marcha por el centro comercial y tuvimos la suerte de pasar por una camisería moderna y volvió a ocurrir lo mismo que antes. Ella me preguntó mi talla de camisas y me eligió dos a su gusto que vio que me quedaban bien -¿por qué haces eso, Candice? -objeté yo , -eres y has sido atento y muy bueno conmigo querido Richard, y quiero pagarte de alguna manera -replicó Candice. -Bueno, eso me parece bien, pero no quiero que te gastes tanto en mi -repuse yo, -tonterías, el bobo de mi marido estaba forrado y he de aprovechar ahora que estoy sola -contradijo Candice. Una era de hilo negro y la otra era de rosa pastel, eran ambas de buena calidad. Me las probé y vi que me quedaban bien y le dijimos al dependiente y dueño del comercio que empaquetara ambas que nos las llevaríamos. Pagamos y nos fuimos en busca de una zapatería, ya que mientras elegíamos camisas, preguntamos al dueño de la tienda que si cerca había una zapatería y se encontraba cuatro locales hacia delante del que nos encontrábamos en dirección derecha.

Candice tiró de mí y por fin nos dirigimos a la tan nombrada zapatería. Dimos alguna vuelta dentro del local y se acabó encaprichando de unos zapatos rojos de punta de tacón de aguja. Los miraba y miraba y hasta algún pensamiento morboso se le cruzó a Candice. Llamó al dependiente, le pidió su talla y al ver que ese modelo le quedaba bien, le indicó que los quería, los empaquetó y fuimos a caja a pagar, salimos. Ya fuera de las tiendas, buscamos una cafetería para tomar algo, al llegar a la barra, pedimos dos whiskys y Candice se fue al servicio, porque según ella, "se lo hacía encima", cuál no sería mi sorpresa, que, sin darme cuenta, había cogido las bolsas con las compras y se vistió con lo que habíamos comprado en esa tarde, parecía una autentica fulana… ¡Guau!, casi me da algo.

Se dirigió a mi lenta y lascivamente y me soltó -Hola muñeco, ¿estás solo?, ¿quieres compañía? -el camarero, los tres clientes que allí había y yo nos quedamos atontados y alelados ante el inesperado y rápido cambio que había dado Candice. Casi se me caen los cojones al suelo, pero me empalmé formidable y ferozmente y se me marcaba con exceso y demasía el rabo. Candice lo notó -¿te alegras de verme? -preguntó Candice. Yo meneé la cabeza y ella me dio un lascivo beso con lengua, lo cual aumentó más mí ya de por si elevada temperatura sexual. Empezamos a beber los whiskys y yo no paraba de mirar con lujuria y babear con Candice, pues no era esa con la que había salido al principio. -Parece que no te cuesta entrar en "ambiente" -expresó Candice, volví a menear la cabeza y ella me volvió a un besar pasionalmente con lengua.

Terminamos los pelotazos, cogimos el coche y nos dirigimos a su casa. En el camino, yo tenía un ojo mirando a Candice y en otro atendiendo a la circulación, porque uno no es de piedra y ella estaba atractiva e incitante con ese modelito y aún más con la lencería que llevaba y sus zapatos de putón. Llegamos a su casa y tuve un poco de problema al buscar donde aparcar al cabo de dos vueltas. Al salir del coche, fui a abrirle la puerta y le di un azote en el culo y ella me sonrió pícaramente. Subimos las escaleras del portal y al entrar raudos en el ascensor, comenzamos a comernos a besos con lengua y a sobarnos y magrearnos impúdica y libertinamente, con mucha lujuria y lubricidad. Nos pusimos muy calientes y a mí me ardía la polla y la notaba muy dura y casi a punto de correrme, ya que la imagen de fulana en celo de Candice añadida a los magreos que nos habíamos metido, me estaban poniendo muy salido y brutalmente vicioso y con ganas de hacérselo allí mismo.

Al llegar a su planta, todavía seguíamos metiéndonos mano fogosa y muy desaforadamente. Salimos con una calentura brutal y mi rabo casi a punto de salir del tanga y le declaré a Candice - eres una guarra en celo, me la has puesto muy dura con tu modelito, tus ademanes de zorra depravada en celo y la paliza que nos acabamos de dar - Candice sonrió y asintió. Fuimos en dirección a su piso y mientras ella abría, le iba rozando el rabo entre las nalgas de su culo y le tocaba una teta - quieto cabrón, me estás poniendo como una perra y si no dejas de sobarme no podremos terminar follando - ella estaba todavía más salida y a mí me faltó un poco para correrme y me aparté. Nada más cerrar la puerta, ya dentro seguimos con el precalentamiento, sobándonos y metiéndonos mano obscena y volcánicamente, mientras nos largábamos palabras soeces, procaces, sucias y muy chabacanas producto de los mil ardores que teníamos.

Le quité el modelito a Candice y le dejé solo con la ropa interior y los rojos tacones que traía, ella me dejó solo con mi libidinoso tanga y la confesé -me la has puesto más dura que una barra de acero y te voy a endiñar bien mi rabo para que sepas lo que vale un peine -y Candice manifestó -eso es lo que quería en un principio, hace tiempo que vengo deseando que me demuestres lo cabrón que eres y que me hagas la más zorra -expresó Candice. Candice me cogió de la mano y me llevó a su habitación, se quitó los taconazos, le quité lenta y lascivamente el sexy tanga y le arranqué el sujetador y se lo olí y olía a hembra en celo. Nos dimos otro morreo más que me puso más cachondo y salido. Me tumbé en la cama con las patas bien abiertas y me pegó un lascivo y procaz lametón en la zona del rabo y notó su dureza y me miró con lujuria sonriendo, mientras, la muy puta, se tocaba impúdicamente el clítoris y gemía y berreaba de vicio y depravación. Yo la soltaba -pero que puta eres cariño, te voy a taladrar -me levanté, e iba andando de rodillas hacia ella con el tanga puesto y con el rabo bien enhiesto por fuera. Mientras nos sobábamos los sexos y yo le lamía y mordía cerca de la barbilla hasta llegar al cuello y cerca del hombro mientras ella me tiraba del rabo. Seguía tirando del rabo y ella tocaba su mojado sexo. Me quité el procaz tanga mientras ella babeaba y volvía a tirar de mí ya enhiesta, pero dura verga y la comenzó a mamar viciosamente.

Lamía y mamaba mi cipotón mientras yo lamía su espalda y situaba mi sabia lengua en la oquedad de su atractivo culo. Yo lamía y lamía su ojete y ella berreaba y bramada de placer. Sus bien cuidados pies jugaban con mi verga y eso me ponía más cachondo y lascivo. Candice me chupaba y mordía las pelotas y también el rabo y me encendía lujuriosa y muy sexualmente e hicimos un 69 muy depravado y obsceno. Mientras le lamía su ojete y jadeaba y gemía como una puta zorra. Se tragó más todavía el rabo hasta llenarlo de saliva y babas, porque deseaba tener mi nabo dentro de su bullente coñargón. Me montaba y cabalgaba y yo magreaba y lamía sus gordas tetazas y la muy puta seguía gimiendo y jadeando y me insultaba con lujuria y me hacía sentir como un verdadero y depravado gigoló. Luego cambiamos de posición y me dio la espalda y se la volví a encasquetar en todo su profundo chochazo y entró perfectamente de golpe pues estaba bien caliente y muy pringada de sus mil jugos vaginales.

Ella se tumbó con ganas de rabo, le abrí bien de patas y le clavé con fuerza mi rabo y siguió dando mil vagidos y jadeando cual obscena zorra y sus concupiscentes insultos sexuales me ponían más libidinoso y me pedía que no parara. Más tarde nos tumbamos varias veces de un lado y de otro y me pidió con urgencia que la follara sin límites, sin prisa, pero sin pausa y nuestros lascivos y lujuriosos vagidos iban en aumento, mientras la fornicaba la agarraba una pierna y ella me metía un dedo en la boca y eso aumentaba mi lascivia tan procaz. Sus sucios y lascivos insultos sexuales iban en aumento y ella se sentía la más golfa y puta de todas sus amigas. Sus depravados y chabacanos insultos sexuales iban en lúbrico aumento y yo me sentía el más obsceno actor porno con el que ella hubiere follado y follado a tope. La volví a pegar un polvo brutal, pues de tanta jodienda anal que Candice optó por clavarse mi duro cipote en todo su coño, porque deseaba lascivamente tener mi duro cipote dentro de su bullente coño. Me montaba y cabalgaba y yo magreaba y lamía sus gordas tetas y la muy guarra seguía sollozando, suspirando y jadeando y me insultaba con depravación y lujuria y me hacía sentir como un auténtico y lascivo chulo de putas.

Finalmente, quité mi enorme vergaza de su acalorado coño y le exploté toda la pringosa lefaza en sus atractivas tetas. Ella, debido a su lujuria se tragó los restos que todavía salían de mi rabo. Me miraba con sonrisa pícara a la vez que me agarraba del cipote. Nos fuimos a la ducha, nos secamos mutuamente y ella me dio un sicalíptico beso con lengua de despedida. Yo volví ya vestido y le dije que me gustó mucho y que deseaba volverla a ver y ella asintió y me marché. Posiblemente quedemos para otro día, con la excusa de ver a mi cuñado.

 

Candice está más salida y más divertida desde que la pegué este volvo casi de película pornográfica.

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