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Las oportunidades se dan, a veces una lleva a la otra -1 de 2-

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-¡Adela déjalo ya por Dios!  Sujeté su mano que agarraba nerviosa el cuchillo de carne.

-Mírale, tenía que estar en el instituto, no lo soporto.

Yo pensaba que a ella que podía importarle aquel chico en el que me obligó a fijarme.

Podría equivocarse, una cosa es la edad que se aparenta y otra la que en realidad se tiene, y además por qué le importaba ese chaval que conocía de hacía poco tiempo a una chica de veinticinco años, guapa y dichosa que marchaba para estar unos días con su amiga del alma y que además estaba casada. Cosas propias de sus rarezas.

-Piensa en tu viaje y los planes que te ha preparado tu amiga. Y cambió de tema.

-No lo olvides llama a mi hermano, invítalo a comer, el pobre está trise desde que rompió con su pareja.

-Lo haré, no te preocupes siempre que marchas de viaje lo hago.

-Pero llámale tú, él es tímido y no se atreve, contigo se siente bien como si fueras su hermano. Y así seguía la conversación, dándome instrucciones sobre lo que tenía que hacer esos diez días que iba a dejarme solo.

Sin quererlo mi mirada seguía al joven camarero en su deambular por el comedor realizando su trabajo. Sí que parecía joven, pero eso era circunstancial por la imagen que yo tuviera de él.

No era nada del otro mundo. Joven y moreno con el pelo corto y cara de niño, como la que tenía su hermano, pero no tan guapo, le habían puesto uniforme o eso me parecía, pantalón muy ajustado que lo perdía al no sujetarse en sus inexistentes caderas y camisa negra con cuello a lo Mao, también me fijé que a pesar de su extremada delgadez la tripita la tenía puntiaguda.

Hacía unos meses que habían sustituido al camarero chulito que tenían antes, aquel me gustaba más, me llamaba la atención su gordo culo bien puesto pidiendo que lo follaran. Cuando se lo sugerí en el pasillo enfrente de los aseos me dijo que tenía novia. Tonto del montón, ¿Qué tendría que ver una cosa con la otra? Él se lo perdió porque raramente me equivocaba y aquel culito quería que alguien lo taladrara.

Este era diferente y no llamaba mi atención demasiado hasta que ella hizo que me fijara en él, en su carita de niño guapo, sin más, cuerpo como un lapicero de delgado con los pantalones colgando, la camisa a medias de salir de la cintura, sin bulto alguno en la entrepierna excepto el cuadrado de su móvil. Nada de todo eso me interesaba, pero sus movimientos… me fijé como se inclinaba marcando las breves redondeces de sus nalgas, el movimiento de sus caderas al girarse, la forma coqueta de elevar la cabeza. Un puto sin descubrirse, de armario sin terminar de salir al aire de la vida y el placer.

Sorprendió mi mirada y no la aparté para que supiera que yo sabía lo que él era y que tenía enfrente un depredador que podría darle caza. Se le coloreó la cara y vi el temblor de sus manos al tomar la nota de la mesa de al lado y como sus glúteos se contraían marcando el hueco lateral en su pantalón. Una fácil presa si me lo propusiera. El chaval necesitaba verga, una potente como la mía para experimentar la primera vez antes de encontrar otros machos que no tendrían piedad con su culo de nena.

-Recuérdalo por favor Juan, no te cuesta nada, el trabajo lo tenéis cerca.  No la hice más caso del necesario y me dirigí hacia nuestra casa que no estaba lejos del restaurante. Había cogido la tarde libre para comer con ella y llevarla al aeropuerto, para que no se quejara de mi falta de atención.

Anduve un minuto delante de ella hasta que me cogió del brazo.

-Ya te has enfadado, no te puedo pedir nada.

-Para, descansa Adela, estás nerviosa, en los viajes siempre te pasa, Piensa en todo lo que vas a hacer y cálmate, ¿quieres princesa?  Me paró en medio de la acera para darme un beso de muerte.

Era una chica bellísima y un poco atolondrada, aunque a veces pensaba que lo aparentaba, como mujer y hembra me traía loco y con ganas siempre de follarla.

-Nos da tiempo y quiero que te vayas contenta vamos a echar un polvo.

Era divina y sabrosa toda ella, sobre todo sus labios, sus tetas perfectas con sus pequeños pezones marrones y tiesos, y el coño del que no dejaban de manar sus jugos que comía ansioso gustándolos en la boca, lamía la entrada de su vagina y lengüeteaba su clítoris, botón que había encontrado el primer día perdido entre los pliegues de la gruta.

Elevé sus piernas para llegar a su anito moreno y cerrado para lamerlo y besarlo. Ya había comido y besado sus ricas tetas, todo su precioso cuerpo y le había dejado que chupara un rato mi pene, no mucho porque quería descargarlo en ella, el coñito lo tenía caliente y temblando esperando mi polla y también su morenito ano quería ser satisfecho.

-¿Por dónde lo quieres? En otra ocasión no lo hubiera preguntado, después del uno vendría el otro, ahora había un viaje por medio.

-Lléname el coño mi vida, préñame para que a la vuelta te de la buena noticia. La penetré muy despacio, mirando su cara de vicio que era lo que más me excitaba, se movía para adaptar su vagina a mi polla, no es por nada, son más de veinte centímetros de gruesa y dura verga, venosa y entrenada para perforar los agujeros que se le pusieran delante sin discriminar.

-¡Ayy! Sí, Juan métela más amor, fóllame vida mía. Me la cogía con ganas pensando, que en diez días tendría que buscar otros lugares donde meter y descargar mí siempre insatisfecha necesidad de eyacular.

-Mi amor..., ¿qué voy a hacer estos días sin mi amiguito? Me has llenado de semen. Me hablaba porque ella había tenido dos orgasmos y yo terminaba de descargar mis cojones en la puerta de su matriz, queriéndola preñar en serio, no el juego que ella se traía con sus putas pastillas y diciendo que quería quedar embarazada cuando era mentira. Ese era el juego, pero gocé la sabrosa cogida con mi mujer y su incomparable cuerpo de diosa.

Hasta que cogió su vuelo no faltaron sus recomendaciones orientando como debía comportarme, visitando a mis padres y a los suyos y sobre todo atendiendo a su hermano gemelo Adolfo que estaba tan bueno como ella. En mi fuero interno me alegraba que hubiera roto con aquel puto pervertido que se aprovechó de él porque le quería.

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Como debía de ser llamé a Adolfo, aunque podía haberme acercado a su oficina andando, o la de su familia donde trabajaba con su padre. Prefería no ver al dueño de sus vidas por si quisiera atraparme.

-Adolfo, soy Juan, ¿qué hay cuñadito, mucho trabajo?

-Calla nene, ya sabía que eras tú, Adela me dijo que me llamarías para que te acompañe y no estés tan solo.  Hay que joderse, encima aguantar esto, pero merecía la pena por escuchar la voz de mariquita remilgada que adoptaba en estos casos y que me ponía tan caliente.

-¿Quieres comer conmigo hoy?

-Hoy y todos los días si me lo pides, por tener contenta a nuestra niña me sacrifico.

-Adolfo, así te vas a ir a tomar por el culo. ¿Quieres comer conmigo, sí o no? Entendió mi cabreo.

-Sí, chico no te enfades, ha sido solo un decir.  No quería hablar más de tonterías.

-A las 13:30 donde siempre, te espero en la terraza tomando un blanco. Y le corté la comunicación.

Pedí el vino en la barra y lo saqué yo mismo a la terraza cogiendo para leer el periódico.

¡Hola cuñado! ¿Ya se te ha pasado el enfado?  Se sentó en la silla de enfrente.

-¿Tú crees que estaría aquí si siguiera mi enfado?

-Juan siempre terminamos discutiendo, no sé porque no nos soportamos, no sería tan difícil.

-Vale, está bien yo tengo la culpa, ¿lo dejamos? Vamos dentro. Me levanté y Adolfo me siguió sin protestar.

Nos sentamos en la mesa que habitualmente ocupo con Adela y se acercó la dueña del restaurante para tomarnos nota.

-¿Pido un vino especial o el del menú del día?  Adolfo sonrió complacido, aunque bebe poco le gusta el buen vino para comer.

-Ya sabes mis gustos. Los conocíamos perfectamente, la dueña del restaurante y yo, no tuve que pedirle la marca.

El nuevo camarero no dejaba de mirarnos y ahora, desde luego, era más a Adolfo que a mí.

-No te vuelvas, hay un nuevo camarero que estoy seguro que le gustas.  Le noté lo nervioso de las manos moviendo los cubiertos cuando nunca los toca, lo mismo que su hermana.

El muchacho hizo todo lo posible para colocarse en una posición de donde pudiera ver el perfil de mi cuñado, estaba convencido de que se quedaría absorto mirándolo. Sí, sí, y sí, el maricón de mi cuñado es un hombre precioso de veinticinco años y parece de veinte o menos al que me quiero follar desde hace muchos años, desde que empecé a salir con su hermana, pero no se ha dado, hasta ahora.

La comida transcurrió con normalidad y al camarero le sudaba el culito mirando a Adolfo y a mí como plato secundario. Pagué la cuenta y deslicé una generosa propina en las manos del chico dándole las gracias. Adolfo ya se había fijado en él pero no parecía que le hiciera excesiva gracia, él se lo perdía, con haber hecho sonar los dedos el muchacho se le hubiera rendido.

-Vuelvo al trabajo, estamos un poco agobiados, y dicen que las cosas funcionan mal. Se marchaba sin un saludo ni gracias por haberle invitado a la comida y el vino que le gusta tanto.

-A unos les va bien y a otros mal, como siempre pasa, ¿oye no quieres tomar un gin con tónica después del trabajo? No tengo otro plan para la noche.

-Bueno será porque no tienes otras cosas que hacer más útiles, entonces nos esperamos en Cosmopolitan como a las siete.

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Allí estábamos los dos en la terraza del café con las grandes copas en la mano, disfrutando de la bebida y fumando un cigarro en la tibia tarde de primavera, sin muchos niños y padres que aturdieran el aire con sus gritos.

-¿Y qué tal te va?  Aspiró profundamente del cigarrillo y me miro curioso.

-No creo que te interese.

-Venga, no me salgas con esas, sabes que me intereso, eres el hermano preferido de Adela.

-Ya, y si te digo que salgo con alguno siempre es alguien malo para ti, tengo sentimientos, necesito tener a alguien a mi lado, como tú tienes.

-Solo me preocupo por ti, no sé si es mala suerte o escoges lo peor.

-Para ti es muy fácil, si tu hubieras sido marica no pensarías lo mismo, ¿cuánto hay para escoger?

-Bueno ya sabes que yo estoy a tu disposición para lo que quieras.

-¡Cobarde! Los dos lo somos, Adela esta por medio, no te atreves y yo tampoco, aunque muramos de ganas.

-¡Cállate joder! Me cabreaba que tuviera razón en todo, salvo en que yo no me atrevería, claro que sí, era él quien ponía los obstáculos, había entre los dos gemelos un lazo oculto que hacía que parecieran uno.

-Mira quien está ahí sentado. Giré levemente la cabeza y encontré la mirada del camarero del mediodía, estaba al principio de la barra tomando una cola y no apartaba la mirada de nosotros.

-¿Qué te parece? No deja de mirarte. Le pregunté apagando la voz. Se sonrojó ligeramente

-Como muy joven.  Los dos hermanos veían lo que yo no era capaz de ver.

-Quédate en casa si quieres y nos tomamos otra, no tenemos a tu hermana que nos controle y te quedas a dormir, en tu habitación por supuesto.

-Otro día, hoy ya hemos discutido bastante.  Se levantó para marchar, nosotros tenemos la casa cerca y él, que aún vive con sus padres, tiene que ir en coche como a media hora y no era para tomar más.

-Voy a pagar. Me acerqué a la barra, dirigí una sonrisa al joven camarero y me la respondió poniéndose un poco colorado. Pague la nota y al pasar a su lado.

-Espérame vuelvo en un momento. No esperé la confirmación y volví a la mesa donde Adolfo ya me esperaba en pie.

-Te acompaño hasta la puerta del garaje.

-No hace falta, está a unos metros.

-Sé dónde está, quiero acompañarte.

Le acompañé hasta la entrada principal y le observé bajar sin despedirse, como hace muchas veces, le observé durante todo el recorrido por la rampa de bajada a la primera planta. No me cansaba de mirarle el precioso tipo que tenía, sus largas piernas y ese culo igual al de Adela o mejor. Tenía que ser mío algún día y no me importaba esperar veinte años como ya llevaba más de cinco.

Casi me había olvidado del joven camarero pensando en mi cuñadito y su precioso culito que imaginaba penetrado por mi pene y pidiendo más. Me traía loco, por eso prefería no verle.

El chaval me esperaba, eso quería creer.

-Bueno ya he vuelto.

-Y yo he esperado como me pediste.

Miré largamente sus ojos, bonitos, por cierto, todo ser tiene cosas bonitas, pero no las vemos.

-¿Qué quieres tomar?

-Otra Coca para no cambiar.

-Pedí al barman otro gin y la Coca para el chico.

-Bueno ya en confianza me llamo Juan, tú eres casi nuevo en el restaurante…

-Me llamo Ángel y tu nombre ya lo sé, allí te llaman por tu nombre, eres un cliente asiduo.

-¿Y cómo te va? Se rio sarcástico.

-Como a todos los jóvenes de este país, mal, trabajar un poco y estudiar, no tenemos otra.

-Oye tú…, ¿te gustaría que fuéramos a un lugar privado, tú yo solos? El vaso tembló en su mano. Esperé su respuesta que no llegaba y temí haberme equivocado.

-Sí, podemos ir si no se me hace muy tarde.  Pensé rápidamente en mi hotel de la playa de siempre, pero si el chico tenía prisa.

-Mi casa está cerca, a dos minutos, ¿quieres?  Por toda respuesta se levantó del taburete y dio un sorbo largo a su bebida.

-Vamos, tú sabes el camino.

-Le guie caminando en silencio los pocos metros que nos quedaban, pensé en el trayecto que era una temeridad meterle en mi casa, nunca lo había hecho y en las posibles consecuencias, pero ya no había marcha atrás.

Entramos por el garaje para que el portero no nos viera y desde allí cogimos el ascensor. Le veía inquieto e intranquilo metiendo y sacando las manos en la brevedad de los bolsillos del vaquero que llevaba, bajando aún más la cintura del mismo al tirar de él.

Al entrar en casa le abracé, él con timidez me sujetó por la cintura sin hacer nada, cogí su barbilla y la alcé para fundir mis labios con los suyos. Era un inexperto y no sabía nada sobre estas situaciones, aunque deseos no le faltaban.

-¿Es tu primera vez Ángel?

-Sí. Musitó ahogadamente.

-¿Nuca has estado con un hombre, no te han cogido nunca?

-No, nunca.

-¿Y qué sabes hacer? Algo habrás hecho, los chicos a tu edad saben de todo. Me miró muy sincero a los ojos.

-Lo normal creo yo, pajas, y algún beso con alguna novia o amiga y supe que eso no era lo mío.

-¡Entonces quieres hacerlo! Luego no hay vuelta atrás.

-Pues sí que quiero y tú me inspiras confianza, ahora mismo me estas interrogando, otro no lo hubiera hecho, algún amigo me ha contado su primea experiencia y…, bueno, estoy bien contigo.

-¿Y el chico que ha comido conmigo te gustaba más?

-Es diferente, si me gusta, pero él no me lo ha propuesto y seguramente no lo hará nunca, tu si lo has hecho.

Abracé ese cuerpo delgado hasta el extremo que temblaba asustado y también entregado a pesar de ciertas rigideces.

-Tranquilo pequeño, vamos a darnos una ducha. Comencé a acariciarle aprovechando cuando pasaba la esponja con gel por su escuálido cuerpo para acariciarle las nalgas y sus genitales, a pesar de ser tan delgado era propietario de una buena verga aún en reposo y generoso escroto anuncio de lo que podía tener dentro, le abracé por detrás haciéndole sentir mis poderes sobre sus nalgas. Gimió y giró la cabeza para ofrecerme la boca.

Respiraba entrecortado, por la impaciencia o por la incipiente excitación que se lo notaba por el movimiento pendular de la polla que se iba llenando de sangre. Le forcé con la rodilla para que abriera las piernas y logré que el pene entrara en contacto con su ano. Otro suspiro más largo. El chico se iba confiando y calentando al mismo tiempo.

Le ofrecí la esponja con jabón.

-¿Quieres hacérmelo tú? Empezaba a sonreír y a cubrírsele de rojo la cara.

-Sí, pero con las manos. Dejé mis brazos muertos y comenzó a acariciarme, no era un lavado de piel, eran auténticas y delicadas caricias las que realizaba pasando con suavidad sus manos por mis hombros, el pecho donde escondía los dedos entre el follaje del bello, por el abdomen subiendo y bajando las dunas de los abdominales y se detuvo dudoso en el pubis, con miedo a tocar la evidente excitación de mi verga apuntando hacia el techo.

-¿Te gusta lo que ves? No respondió, solo movió la cabeza.

-Bésala si lo deseas. En mi propia excitación del momento la verga se me movía con los impulsos de la sangre que le entraba, en lugar de ponerse arrodillado se inclinó y aproveché para pasar mi mano entre la unión de sus nalgas y llegar hasta su ano. Encabritó el lomo y sujetó delicadamente la polla, la dio un besito y dos, y tres y no cesaba de besarla hasta que sustituyó los labios por la lengua, pasándola como si fuera un caramelo con mango por el glande causándome un gran placer.

Entonces, se incorporó, pensé que se había asustado, pero se abrazó a mi cintura estrechándome contra él.

-¡Oh! Eres perfecto, tan viril. Se estremecía el muchachito. Y se desbocó, perdió el control y comenzó a lamerme el tórax, los labios, y morderme la barbilla y chuparme las tetillas con voracidad volando sus manos por todo mi cuerpo. Yo le ayuda en su excitación cuando me lo permitía besándole la boca y cogiéndole la verga que iba camino de parecerse a la mía en tamaño y en grosor y calzo más de veinte por cinco.

-Vamos a secarnos y a la cama nene, aprovechemos el tiempo que te queda. Recogí un tarro de crema de Adela antes de salir del baño.

-Perdóname Adela, no quiero causarle daño. Le dije mentalmente a mi mujer.

Lo coloqué arrodillado y él mismo se abrió las piernas y las nalgas con las manos, apoyando la cabeza sobre la sábana, algo sí que sabía hacer. Tenía un hoyito divino con muy poco vello alrededor del anito, maravilloso culito que me iba a beneficiar en breve, limpio y pulcro con la piel lisa salvo el fruncidito de su boquita inferior.

Me relamí los labios de deseo antes de comenzar a comer aquel manjar no explorado aún por otra boca, los grititos del chaval me animaban a seguir sin parar lamiendo y besando aquella piel tan fina que se hundía sin abrirse con la presión de mi barbilla o mi lengua.

Le comí el culo diez minutos y hubiera continuado, pero tenía que seguir, cogí un puñado de crema y lo extendí por su anito, los testículos y la verga de donde salía un chorrito de precum, comenzando a acariciarle con mi dedo e intentar penetrarlo, no fue difícil, tenía que haber estado jugando en alguna ocasión con su ano. Entonces comenzó a quejarse, de placer.

¡Ayy! ¡Ayy! ¡Ayy! ¡Ayy! ¡Ayy!  Ummm, ummm, ummm, ummm, qué rico, qué rico, ummm. ¡Ayy!  Estos gemidos eran ya un mantra que no dejaba de repetir. Sujete su polla y a la vez que lo masturba seguía trabajando la entra virginal de su anito, un dedo, dos, tres y seguía el mantra, a veces quedo, otras en voz alta.

-Te gusta, dime que te gusta.

-Sí me gusta mucho, me encanta, me vuelve loco, ¡Ohh! Qué placer no te detengas, no pares.

Pero tuve que dejarle para que no llegara al orgasmo, saque los tres dedos y había logrado una hermosa y redonda entrada donde podía acomodar mi verga que se me había bajado.

-Te la voy a meter chavar, vas a ver qué gusto sientes cuando te la ensarte, mámala un poco para ponerla dura y te duela menos. Se había sentado en la cama tocándose el culo, adivinando o midiendo el agujero que ahora tenía allí abajo y me miró con lástima.

-No sé mamarla, no lo he hecho nunca.

-Prueba, si eres mamón enseguida sabrás el camino, de momento el culito lo tienes de bien puto. Y era mamón, tenía que serlo para meterse casi la mitad de la polla en la boca y comerla glotón.

-Mójala mucho y échale saliva lo vas a agradecer. Mal o bien mi verga estaba a mil y ya no podía resistir sin empitonar al muchacho, le tumbe para follarle cara a cara y verle las reacciones por si le dañaba, con las piernas estiradas para no metérsela profundo, no me interesaba hacerle sufrir.

-Abre un poco las piernas para llegarte al culo. Le metí una almohada bajo los riñones y sujeté el ariete de mi pene colocándolo en la entrada de su ano.

-Te va a doler un poco, tú aguanta sin chillar y si tienes que hacerlo muerde esto. Le tiré a la cara lo primero que encontré a mano, mi bóxer para ser exactos.

Comencé a empujar fuerte y sin contemplaciones, si tenía que sufrir, que fuera todo de una vez, pero evitando romperle. Cuando el glande le quitó la virginidad, crispó el rostro, se mordió el labio inferior y se le saltaron las lágrimas. No tuve piedad y continué empujando hasta que tuve la mitad dentro de él, entonces paré y bajé el cuerpo para besarle y consolarle de su dolor. No había gritado ni utilizado el bóxer para mitigar el dolor.

-Ya está pequeño, tienes media verga dentro, tranquilo bonito, eso se va a pasar, y le besaba la cara y recogía con la lengua sus lágrimas. Parecía una buena mamá poniendo la inyección a su hijo.

-Mueve un poco el anito y apriétame la verga para hacerte a ella. No tuve que esperar mucho para ver la primera sonrisa luciera en el campo árido de su cara anterior, retomé la labor que me había encomendado, llenarle el culito con la verga del macho que le iba a marcar como puto para toda su vida.

Recogió las piernas y sacó un poco el culo, quería más y apreté los riñones para unir mis cojones a su perineo.

-No hay más, no te empeñes que la tienes toda dentro. Pegó un grito de júbilo y la verga se salió un par de centímetros. Comencé a bobearle despacio mirando los gestos de dolor y placer que le iban cambiando la cara hasta que solo era el gozo de ser poseído lo que le iluminaba.

-Está muy rico, qué verga, la siento en el vientre, muévete. Y encima me daba las órdenes, y yo a obedecer, sujeté sus piernas por los tobillos y comenzó el bombeo sin cuartel, despacio y deprisa hasta que comencé a sudar.

¡Ayy! ¡Ayy!  Ummm, ummm, ummm. ¡Qué gozada! Cerraba sus ojitos y cuando los abría los tenía velados del placer que sentía.

-Rico, es muy rico, me voy a correr, Dios mío, no lo aguanto. Y sin tocarse de su hermosísima polla empezaron a salir los chorros de su esperma, contraía el abdomen, uno; contracción, dos, y así hasta cinco hermosos chorros de blanca y olorosa leche. Había parado de bombearle para no causarle daño porque había cerrado el culo sin dejarme deslizar por él, y ahora le daba sin tregua porque necesitaba llenarle y marcarle con mi leche por los siglos de los siglos.

Quedé apoyado sobre los codos sin tocarle el pecho, respirando fatigado y él no cesaba de acariciarme la cara y besarme retirando mi sudor. Había sido un trabajo agradable y del que me sentía orgulloso.

-¿Qué tal lo has pasado putito? ¿Has quedado satisfecho? Le hablaba mientras besaba sus labios.

-No pensaba que esto fuera tan rico, quiero repetirlo un millón de veces.

-¿Te gusta comer el semen?

-Alguna vez he probado el mío y me encantaría que tú me dieras el tuyo.

-Vale, pero no te vayas a enviciar.

-Vamos a ducharnos que tienes que marchar. Mi polla se había ido retirando del culito de Ángel, sí, un Ángel divino.

-Ponte la mano en el culo para no tirar el semen en el camino.

-¿Habrá otras veces? Me preguntaba en el ascensor mientras bajábamos.

-¿Por qué no? Si tú lo quieres, ahora tendrás que esperar, el culito te escocerá un par de días.

-¿Quieres que te lleve a algún sitio?

-No hace falta. No me dio las gracias, yo tampoco a él, pero su andar ligeramente espatarrado era una forma de dármelas o de reconocer mi labor.

 

Continuará…

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