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Débora, la amiga recién separada de Elena

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Después de haber follado a esta puta guarra de Elena y que me hubiera abierto el ojete con un strap-on, me llamó, pues quería presentarme a su íntima amiga que se acababa de separar de su segundo marido. Me explicó que ella, lo descubrió jodiendo con su secretaria allí en la oficina de él. Me dijo la caliente fulana de mi amiga Elena, que me vistiera lo más depravado posible, que pareciera un auténtico chulo de putas para que su angustiada y atribulada amiga imaginase y figurase que se iba a tirar a un chulo. Dicho y hecho, me puse mi más obsceno, libidinoso y procaz tanga, mis zapatos negros de charol, una de mis camisas que me acentúan y marcan los músculos y un vaquero que me queda pequeño, pero que me realzan el paquete y el culo y como accesorio, me pondrían mis gafas negras de marca. Me perfumé a tope, para que esta triste amiga de Elena, se pusiera salida y calentorra solo con olerme.

Encaminé mis pasos en dirección de la casa de mi amiga Elena, que estaba harto sorprendida de lo que le había pasado a su amiga y ella quería presentármela a toda costa. Por el camino, pensé que, por una vez, me premiaría y me habló de que muchas de sus amigas casadas pasan hambre ya que sus maridos no las follan o ellos se acaban tirando a sus secretarías como le pasó a esta desdichada amiga. Según iba acercándome y aproximándome a casa de Elena trataba de imaginar y conjeturar como sería su amiga, ya que me había hablado de todas o casi todas y esperaba al menos que fuera atractiva y con buena presencia y por ende fuera activa en la cama. Me metí en el portal y rápidamente en el ascensor, pues el nerviosismo por conocer a su triste amiga iba en aumento y había que arrancarle esa amargura con sexo rápido y fácil. Llamé a la puerta ¡Riiiing! y escuché “¡ya voy!”, creo que era Elena la que respondió al sonido del timbre, y añadió:

—¿eres tú, amor?

—sí, sí, soy yo Elena —anuncié yo.  

Miró Elena por la mirilla y a renglón seguido me abrió. Estaba vestida muy putona y algo juvenil y casi me dieron ganas de follarla a ella en lugar de lo que le iba a hacer a su amargada amiga. Y me dio un "piquito".

—Hola amor, te presento a mi amiga Débora —anunció Elena.

Y me di dos castos besos en la mejilla con Débora. Débora era rubia, guapa de cara y llevaba un vestido verde, pero que a la altura de las tetas llevaba unas cintas negras que le cruzaban en forma del signo matemático de "infinito". Calzaba unas veraniegas sandalias de madera y a la altura del empeine se cruzaban en forma de "X". Los tres empezamos a hablar de cosas banales, fútiles e insignificantes y Elena justificó la presencia de su sexy amiga Débora contándome el mal trago y la infelicidad por la que ahora estaba pasando y mencionaba los novios que su amiga había tenido, lo sexy que era y que era muy simpática.

—¿a ti que te parece, Ricardo? —preguntó Elena.

—está muy buena, viste sexy y atractiva y es muy simpática y abierta —opiné yo.

—bueno, pues aquí os dejo y hablad de vuestras cosas y lo que deseéis —proclamó Elena.

Elena nos había dejado un par de refrescos por si teníamos sed y yo cogí uno que era de cola. Me empecé a poner cachondo, pues esta Débora estaba muy bien, era muy simpática, abierta y fascinante y se me estaba poniendo dura. Devora está empezando a tocar mi camisa y eso me excitaba. Me abrió el pantalón mientras yo hablaba y no paraba de parlotear y Débora me sobó el rabo, para a continuación mirar cómo estaba yo de empalmado y como la tenía de dura y grande. Ya la tenía grande y me levanté un poco ante las continuas caricias sexuales de Débora. Me la empezó a sobar unos segundos y la muy puta se la metió toda en la boca “¡guau!” exclamé yo.

Esta zorra lasciva de Débora mamaba mi rabo con formidable destreza y me la machacaba reiteradamente y yo le iba bajando la parte superior de su atractivo vestido hasta desnudar sus maravillosas tetas. Me la mamaba y mamaba “¡slap!, ¡slap!, ¡slap!” y yo gemía y jadeaba como un semental “¡guau!, ¡uff!” y ella volvió a tragar y engullir mi rabo. Se la sacó un momento y Débora comunicó:

—¡es grande!, ¡oh sí! —y me la volvió a chupar y catar con su suave boca que me mataba con gozo sexual.

Yo me puse de pie y ya con el rabo desnudo y me desnudé por completo. Débora se quedó con las tetas al aire y arrodillada frente a mí, siguió tragando y engullendo mi rabo como una genuina zorra depravada en celo. Me la devoraba y engullía cual fulana libidinosa y depravada y yo miraba como esta puta puerca se deleitaba haciéndome esta gozosa felación. Notaba como le llegaba a la garganta, pues tal era su deleite que casi se atragantaba por quererla abarcar toda. Dejó de lamer y engullir mi rabo, para lamer y lengüetear mis cojones y los succionaba fugazmente para después seguir comiéndome el rabo. Prosiguió comiéndome el rabo y se lo sacó de la boca para hacerme una lamida desde los cojones a su boca y volverse a atragantar con mi rabo. Se notaba que hacía mucho tiempo que esta cerda de Débora no se comía una polla como es debido, porque parecía como si fuese a acabar el mundo, se atragantaba de mi rabo y me daba miedo que, en una de sus bucales embestidas a mi cipote, fuese a tragárselo todo y después vomitara. Con tanto jugueteo bucal, hubo un momento que le follaba la boca y ella estaba encantada con esta escena tan obscena. Expulsó un poco de saliva y siguió mamando mi rabo como una golfa desenfrenada muy libidinosa. Le pasaba mi rabo lateralmente por sus labios y ella gozaba con este lascivo espectáculo y se la volví a endiñar en su bocaza pareciendo que follaba su boca.

Abandonó el comerme el rabo y la acerqué al tresillo rojo y la senté para levantar sus piernas y poner su bullente coño y adivinar que esta puta lasciva llevaba un tanga sexy negro. Le retiré la tela del tanga y observé muy complacido que lo tenía todo afeitado y eso me excitó sexualmente y le empecé a comer el coño como un cabrón en celo. Le pasaba mi lengua por el coño varias veces y Débora reía y gemía como una prostituta lasciva y yo llegaba a lamer incluso su ojete y Débora ponía sus ojos en blanco de placer. Yo proseguía comiéndome ese agitado y caliente coño y giraba con mi cabeza dando lametones y lengüetazos circulares y eso a Débora le encantaba pues aumentaban sus vagidos, gemidos, vagidos y berreos e incluso los intercalaba con risitas. Reanudaba mi comida de coño y Débora seguía y seguía gimiendo y daba mil vagidos y gañidos de placer, estaba en un paroxismo y ya lo tenía muy ardiente. Casi le quité el tanga y me dispuse a follarla “¡oh!, ¡jodeme así, cabrón!” clamó Débora. Yo le estaba endilgando un rápido metisaca y ella chillaba y miraba como la follaba y tenía un orgasmo visual. Paré de hacerlo rápido y se lo empecé a hacer lento y la golfa de Débora vociferaba y gruñía de placer. Paré un momento y Débora se sobó el clítoris y me pidió que continuara. A la par que le daba "rabazos", ella se sobaba el clítoris con gozo y deleite carnal “¡jódeme así!, ¡jódeme cabrón!, ¡mátame de gusto, cabrón!” gruñía Débora. 

Retorné a darle rápidos "pollazos" y la guarra de Débora jadeaba y gemía como una cerda a la que estuvieran matando de gozo y deleite carnal. Saqué mi verga de su ardoroso coño y estaba pringado de mil cuajarones de flujos y ella gemía y berreaba de placer. Débora sobaba su clítoris y puso sus piernas en V y yo me subí encima de ella para joder más y mejor su bullente coño y que exhalara más gemidos y vagidos. Me aparté un segundo, momento que Débora aprovechó para volver a tragar y mamar mi dura verga como ella me hacía. Me dio diez chupadas y se quitó totalmente su vestido y me senté en el tresillo y ella a continuación y se clavó mi duro rabo en las profundidades de su caliente y agitado coño y comenzó a cabalgarme. Yo le movía su culo y le propinaba "azotitos" y eso le ponía cachonda y "salidorra”. Débora proseguía gimiendo y dando aullidos placenteros. Yo le agarraba su lascivo culo y no paraba de gemir “¡fóllame así cabrón!, ¡dame rabo!” gruñó Débora. Mientras se clavaba mi rabo en esta postura, le sacudía un poco la nalga derecha y eso le ponía más y más caliente.

—¡jódeme así cabron! ¡fóllame!, ¡soy tu puta!, ¡Eres un cerdo! —bramó Débora.

Yo ya estaba tirado sobre el tresillo y Débora me cabalgaba como una amazona y subía y bajaba y botaba con mi verga de semental dentro de su coño de zorra. Cambiamos de postura y Débora se puso a cuatro patas, subida al respaldo del tresillo y yo la follaba y Débora se sentía más descansada. Se la saqué del coño, para joderle bien el ojete y petarla duro para matarla de gusto y placer. Después de petarla duro y que Débora gimiera como una guarra, accidentalmente salió de su ojete y se la volví a encasquetar en todo el coño. Di rápidos pollazos a su coño y paré para darle lentos y bien profundos, Débora jadeaba como una guarra libidinosa “¡Aaasíii!, ¡Uugjh!” gruñó la zorra de Débora. Y continué dándola rápidos pollazos y la muy cerda reanudaba sus gemidos y jadeos.

—¡Así cabrón!, ¡Así!, ¡me estás matando de gusto! —bramó Débora.

Reanudé mi ferviente metisaca y la golfa de Débora gemía, gruñía, voceaba y gamitaba como una puerca en celo. Yo taladraba insistentemente su coño y Débora moría de placer y gemía más y más sin parar y sentía más placer con mi agitada jodienda. Volví a parar para darle cortos y fuertes golpes de rabo en el coño para que gimiera más y sintiera más mi rabo y más dentro. Volvimos a cambiar de postura y ahora me dio la espalda y Débora botaba y botaba con mi duro rabo dentro de su ardoroso y agitado coño. Los dos nos movíamos como dos putos cabrones en celo. Yo estaba muy abierto de patas y ella casi se salió de mí y juntó sus ancas como mi verga dentro de ella. Volvió a botar con mi rabo dentro y continuaba con sus berridos hasta que notó que estaba a punto de correrme y salió para arrodillarse frente a mí y me la machaqué un poco y salieron mil cuajarones de pringosa lefa que mancharon su boca, nariz y labio superior y que algo tragó. Cuando paré de manar lefa, la mamó mientras me miraba con pícara sonrisa y con su boca de zorra me la limpió. Terminamos de follar. Débora se fue al baño a lavarse la cara y retocarse un poco. Yo me vestí y luego llegó Débora y se vistió y reanudamos la charla como si nada hubiera pasado y avisamos a Elena.

—¿qué tal os ha ido chicos? —preguntó Elena.

—Bien, muy bien —añadí yo.

—la verdad es que lo necesitaba y mucho —expresó Débora— hacía tiempo que nadie me daba tantos y tan duros pollazos como Ricardo —agregó.

—Tú has estado magnifica y formidable —anuncié yo— Adiós chicas, ya nos veremos.

Di unos besos a cada una y me largué con la feliz sensación de haber cumplido mi deber sexual. Débora es una mujer sexy y todavía puede echar muchos polvos con los sementales que se la "pongan a tiro".

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