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Las oportunidades se dan, a veces una lleva a la otra 2 de 2

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Dos días más tarde recibí la llamada de Adolfo, seguíamos igual, con lo fácil que hubiera sido tomar un café juntos o haber desayunado antes de entrar a nuestro trabajo.

-¿Quedamos para comer? Así de breve fue, aunque con el tono suave.

-Pues claro, iba a llamarte ya y evitar la bronca de tu hermana que me lo recuerda cada vez que llama.  El tono de Adolfo parecía más suave y había perdido algo de su agresividad que utilizábamos normalmente para distanciarnos y no terminar haciendo lo que los dos deseábamos.

La mañana se me hizo larga, no por estar con mi cuñado, me aburrían los números y los cálculos cuando algo se me resistía, estaba acostumbrado a que todo me saliera a la primera.

Llegué al restaurante antes de la hora y antes de llegar a la barra me tropecé a Ángel, ya caminaba normal, aunque ayer me dijo que seguía sintiendo un ligero escozor, y que había sido una polla muy grande para la primea vez, estaba claro que la comparaba con lo que hubiera podido meterse él solo, los dedos o cualquier hortaliza.

-¿Pero te gustó?  Me miró un poco cohibido.

-Sabes que sí y que te has adueñado de mi culo, deseo sentirte otra vez dentro de mí. Combinaba perfectamente la timidez que le sentaba tan bien al darle ese aire sumiso, y su osadía para pedir lo que le gustaba y quería.

-Cuando tú quieras, ahora mi mujer está fuera y es más fácil. Y ahí se quedó todo, en una promesa de continuidad, no olvidaba el culito del chaval, el trabajo que me había dado y que por segunda vez resultaría más delicioso con su anito estirado y reconociendo la verga que le había quitado el virgo.

-Ponme un blanco en la terraza y tráeme un periódico, tengo que esperar a mi cuñado, el del otro día, ese que tanto te gusta.  Se le iluminó la cara con una ancha sonrisa. Le había caído bien Adolfo, ¿y a quién no?

Me trajo el vino y la prensa y después de mojar los labios, viendo moverse su dimito culito perdiendo los pantalones negros que llevaba mientras volvía a su trabajo, buceé entre las páginas las noticias que me interesaban, no lograba concentrarme en la lectura, otras ideas bullían en mi cerebro.

Y se me ocurrió una locura, lograr que se emparejaran, Ángel, aunque no era de su nivel, resultaba un chaval estupendo y no le haría una putada como sus otros amantes que tuvo y se sentía atraído hacia mi cuñado o algo más, de paso y aprovechando la situación, lograr un trío para follarme a los dos. Por probar no pasaba nada.

En lugar de leer la prensa daba vueltas a mi cabeza como podría ir preparando el terreno. Adolfo, aunque con el corazón aún herido por su fracasado noviazgo, era muy sensible, demasiado, y también fuerte, hasta ahora no había cedido a mis deseos por respeto a su hermana.

Vi a Adolfo avanzar por la acera, me había visto y venía directo a la mesa donde estaba. Resultaba un espectáculo verle caminar, un divino ejemplar de los que la naturaleza da muy pocos, era sencillo observar los ojos que le seguían en su caminar, de mujeres y de hombres que hubieran entregado uno de sus riñones por tenerle en sus camas.

Pero Adolfo no era de esos, todo tenía que ser por cariño o amor, y así se habían aprovechado los depravados carroñeros del muchacho cuando quedó deshecho al casarme con Adela.

Decidí ser cauto y tener tacto, Adolfo había aprendido a encontrar la mentira en las palabras cuando no se correspondían con los sentimientos, por eso confiaba en lo que pudiera hacerse con Ángel. Cuando hablara con él muchacho se daría cuenta cuáles eran sus sentimientos y de momento no debía saber que me lo había follado.

Se sentó en la silla de al lado y le tendí la mano que él no me había entregado, se conformó con un.

 -¡Hola! Aunque fue cariñoso.

Mantuve su mano unos segundos en la mía.

-¿Olvidado lo del otro día? Empecemos de nuevo. ¿Qué quieres tomar?

-Un marianito blanco y unas olivas.  Busque la figura de Ángel, nos miraba desde otra mesa, le hice una señal para que se acercara. Se detuvo ante la mesa con su pequeño block de papel y el bolígrafo.

-Ángel ese es mi cuñado Adolfo, hermano de mi mujer.  El chaval se puso rojo y no sabía si mirar a Adolfo o a mí.

-Adolfo, simplemente para que le llames por el nombre, él es Ángel. Giró la cabeza y la elevó un poco parar fijarse en la cara del camarero, el sol le molestaba y entrecerró los ojos, uno de sus gestos de arrebatadora coquetería que le salían sin querer y enamoraba a quien lo viera.

A Ángel por poco se le caer lo que llevaba en las manos para tomar notas.

-Encantado Ángel. Y éste se atrevió a replicarle bien hecho.

-Yo también, como no vienes a menudo te recordaré cuando vea a tu hermana. El tímido Ángel ya me había sorprendido otras veces por su atrevimiento que no iba con él. Y eso a mi cuñadito le llegó, lo noté en que su gélida sonrisa que mantenía como pose para espantar ya no era igual.

-Quiere un marianito blanco y unas olivas verdes sin sabores raros. Ángel tomo nota con rapidez y marchaba para traer el encargo.

-Ya ves…

-¿El qué tengo que ver?

-Que le gustas, no te hagas el tonto. Me estaba sobrepasando y le miré con sincero cariño.

-Tengo miedo a todo Juan. Ya estaba bajando la guarda.

-Ya he notado sus miradas y las del otro día, y…, bueno no está mal. A pesar de nuestras diferencias Adolfo no era tonto, simplemente se protegía.

-Volví después de dejarte en el garaje, le gustas, me lo confeso sin dudar y deberías daros una oportunidad, olvida de una vez a ese puto.

-Ya está olvidado, pero cuesta volver a empezar para fracasar otra vez. Y así continuamos conversando, era la primea vez que Adolfo me mostraba todo su interior y sus sentimientos de fracaso donde yo fui el primer culpable.

-Vamos a comer, el trabajo nos espera. Tiré de su brazo para llevarle al interior, aunque él hubiera preferido continuar allí, hablando y sin comer hasta enseñarme el más recóndito rincón de su alma.

Durante la comida Ángel nos brindaba lo mejor que era su presencia, aunque a veces su jefa se acercaba para escanciarnos el vino, obvio le encantaba servir a mi cuñado.

Para mí, atento a lo que sucedía, podía observas las miradas que disimuladamente Adolfo y Ángel se dirigían.

Terminamos y Adolfo quería pagar la nota, muy curioso, siempre me dejaba que fuera yo el que lo hiciera y así resultó también esta vez. Salimos y deslicé unos billetes en la mano de nuestro amable camarero.

-Si puedes nos esperas donde el otro día. Se le ilumino la mirada, aunque solo viera a Adolfo.

Le acompañé hasta la puerta del edificio de sus oficinas.

-Sube un momento y saluda a papá. Eso resultaba una broma macabra, mi suegro pensaba que yo era el culpable de la homosexualidad de su hijo y no dejaba de aprovechar la ocasión para recordarlo.

-Ni de coña, pero acompáñame a la tarde, pasemos un rato juntos como el otro día, ¿quedamos en el Cosmopolita?

Era un poema su sonrisa, la primera vez no ponía objeción alguna a tener un encuentro de una copa conmigo.

Y todo pareció natural, mi llegada a la terraza donde ya estaba él, esperando con una ancha copa en la mano bebiendo lentamente la bebida. Le sentí más alegre de lo habitual y pedí lo mismo. Busqué la delgada figura de Ángel que no encontraba en la barra, ¡vaya todo se ha ido al garete! Me daba por fracasado cuando lo vi a lo lejos acercándose. Venía despacio pero decidido, le observaba por el rabillo del ojo como se sentaba en la barra, en el mismo lugar de la otra noche y pedía la morada bebida. Adolfo también lo había visto pero no me lo indicaba, aunque casi adivinaba en sus pupilas la imagen del muchacho sentado a la barra.

-Ángel está ahí donde el otro día. Lo ignoré y no miré hacía mi costado.

-Dile que se acerque y bebamos con él, así tendremos más de qué hablar.

-¡No!, llámalo tú si quieres.  Me volví y como esperaba y estaba ya seguro, Ángel nos miraba desde la barra, le hice una seña para que se acercara.

Y los saludos de rigor empezaron, aun sabiendo cada uno cual era nuestro papel, el mío de director de escena. Y todo iba encajando en mi plan sucediendo como lo había planeado. Hablamos de muchas cosas, de política que no interesaba a ninguno, pero era un buen tema para pasar el rato, del trabajo y se excluyó la familia.

-Voy a pedirles unos platos de jamón y queso, ¿o queréis otra cosa? Ni prestaron atención, hablaban acaloradamente sobre el nuevo plan de estudios, Ángel, a pesar de la diferencia de edad y del aspecto fabuloso sexual de mi cuñado, no se dejaba amedrentar.

Comimos el jamón y los quesos sin darnos cuenta, nos habíamos bebido dos tónicas con ginebra y una botella de burbujeante y frío rosado y Ángel seguía con su Coca del principio.

-Creo Adolfo que vas a tenerte que quedar en mi casa a dormir, mejor que llames a tu madre para seguir un poco más la fiesta tranquilos. No dijo nada y cogió el móvil para hablarle a su madre, le dijo que estaba conmigo. Mientras tanto observé que Ángel también hablaba cubriendo el teléfono con la mano.

-Yo tengo que marcharme, ya os dejo.

-Ni hablar, te vienes con nosotros, será una hora no te preocupes, miré con indisimulado disgusto al chico. No replicó y se avino a lo que le pedía.

Varias calles más adentro encontramos el local donde pasar un rato, aún era pronto, no había muchos clientes y era un ambiente agradable con música suave y una pequeña pista de baile, un local para soñadores, enamorados de todas las edades y géneros, ya había estado varias veces con Adela y le encantaba el ambiente respetuoso, donde cada cual practicaba lo que quisiera envueltos en las suaves luces y sombras del lugar.

Ángel continuo con su bebida como si fuera una droga para él y Adolfo y yo volvimos a la tónica con gin, notaba ya los efectos de lo que habíamos bebido. El baile era por parejas y busque entre el poco público algo que me fuera para dejarlos solos. Una chiquita joven estaba sentada sola y con cara de tristeza, no me atrajo, pero quería alejarme un poco de ellos. Fui donde ella y al rato bailábamos agarrados, yo a su fino talle y ella colgada de mi cuello.

Me hablaba y no le prestaba atención a lo que decía, solo sentía el olor de su perfume y su cuerpo, y en el fondo su olor a hembra, tenía una extraña sensibilidad para los olores y otras percepciones relativas a lo sexual. La chica necesitaba un macho que la cubriera y la verga me comenzó a palpitar. Ella lo notaba y se apretaba fundiendo el cuerpo con el mío.

En ese día no podía dejarme llevar y además para darla lo que necesitaba teníamos que salir de allí, no me apetecía follar tan delicioso cuerpo en un rincón oscuro del local y de mala manera. Ella quería y no dejaba de estrujarse para sentir mi bulto y cuando más me crecía, ella más se apretaba.

-Para niña o va a conseguir que manche los pantalones, puede ser otro día cualquiera si me das tu móvil.  No debió de gustarle y me dejó plantado en la pista. Quedé como pasmarote, lo que no era normal que me sucediera. Miré donde debían estar Ángel y Adolfo, no se les veía y giré la vista, bailaban abrazados y cada segundo se besaban el uno al otro. Ya habíamos avanzado.

Me senté para esperarles sin prisa a que volvieron, repetimos la bebida, pensé que era la última y veía a Adolfo mareado.

-Vamos para casa chicos, tenemos que dormir un rato. Llamé a un taxi, aunque no estábamos lejos. A esa hora no había portero y llegamos a casa. El frio de la noche había conseguido despejar a mi cuñado que no dejaba de abrazar el delgado cuerpo de Ángel.

-Quieres ir a la cama Adolfo…, a dormir. Ángel parecía mayor que él y más responsable.

-Quiero que no te vayas y me dejes amor.

-No lo voy a hacer si tú no quieres. Escuchaba y no podía creer que las cosas hubieran avanzado tanto, el camarero había conseguido más de Adolfo que yo en casi seis años.

-Ayúdame Juan, vamos a llevarle a la cama. Le mostré cuál era su habitación, decisión de Adela, que su hermano tendría su habitación en nuestra casa, aunque no la utilizara.

-Voy a preparar un poco de café mientras tú le acuestas. Me fui a la cocina dejando a Ángel que lo desnudara para meterlo bajo las sábanas, le había dejado beber demasiado para mis planes, aunque estaba satisfecho, todo había comenzado.

Puse el café en grandes vasos con hielo y llegué hasta la habitación de Adolfo. ¡Dios! qué bello espectáculo, se estaban besando, Ángel desnudo sobre mi cuñado sin ropa. El perfecto y escultural cuerpo de uno cubierto por el que solo tenía cuatro huesos dominándolo. Adolfo estaba a punto de descubrir al que sería su macho. Nunca había visto otra muestra de desesperanza sexual como la que mostraban, se besaban y acariciaban como si fuera la última vez que lo pudieran hacer. Contrastaba la verga regular de Adolfo con la del escaso muchacho de prietas y enjutas carnes y polla como la mía más o menos.

Los dos la tenían dura y roja como a punto de estallar, y sentí que la mía necesitaba abandonar la cárcel de la ropa que la envolvía, me desvestí, pero no sabía lo que tenía que hacer en aquel perfecto cuadro de amor y placer loco.

-Ángel dámela amor, mete tu polla en mi culo. Y Ángel, el chico que el otro día se dejaba follar por mí, resultaba un semental de cuidado, si no fuera porque no quiero que me rompan el culo, estaría dichoso ocupando el lugar de mi cuñado. Adolfo ya estaba abierto, su culo había sido preñado al menos por cinco o se seis pollas y en muchas ocasiones.

Ángel no tuvo que luchar mucho para que el blando, pero igualmente apetecible anito de Adolfo, acogiera su buena herramienta.

Me tenían encendido con el espectáculo de su montada y mi polla escurría sus flujos sin parar manchando el suelo, mi mirada estaba fija en el buen rabo de Ángel perforando el precioso anito de mi amado cuñado que veía como le apretaba para que no se le saliera y arriba la entrada al culo que tanto trabajo me costó perforar.

No lo pensé más y me coloqué sobre ellos, escupí toda la saliva que pude producir en aquella puerta del placer que me llamaba, le metí dos dedos y el chico mientras entraba en el ano de Adolfo se los metía a su vez lo más profundo que podía.

-Ahora Juan, métela. Me pedía unos minutos después y se la enterré sin piedad y sin escrúpulos de que le doliera.

-¡Ahhh! Gimió enterrando más aún su verga en el anito de mi cuñado. Le dolió, pero era todo un hombre dispuesto a aguante lo que le entrara y meter todo lo que le sobraba.

No sé si era yo el que follaba, o la máquina tractora resultaba ser Ángel ya que él era el dador y recibidor de dura verga, ya sudaba complacido de ver esos dos diferentes cuerpos debajo del mío más macho y robusto, los dos eran míos o así lo sentía en ese momento donde pensaba que estaba follado dos culitos a la vez.

Y el primero que comenzó a gemir eyaculando sobre la cama, fue mi amado putito y cuñado gozando de la verga que le partía en dos y el segundo fui yo descargando todos mis cojones en el culito de mi Ángel y él aguantó. Le iba a nombrar follador de mi reino cercano al puto lapicero sin carne que aguantaba hasta darnos placer a sus dos amantes, hasta que me apresó la verga y sentía como le salía la simiente marcando a su hembra mientras le besaba el cuello y le mordía la oreja.

El café quedó sobre una mesa, después de muchos besos y caricias, más entre ellos dos que parecía no podrían separarse, nos fuimos quedando dormidos.

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Mi despertar fue impreciso, no recordaba nada de lo sucedido en el primer momento, abrí los ojos para ver Ángel de pie mirando nuestros cuerpos desnudos sobre la cama, estaba vestido y duchado.

Se acercó y me besó en la frente.

-Tengo tiempo para prepararos un desayuno antes de marchar al trabajo. Yo no tenía ganas de moverme, ni para desayunar ni para cumplir con mi obligación en la oficina.

-¡Oh Ángel! ¿Qué prisa tienes? Túmbate un rato y bajamos a un bar.  Se sentó a mi lado y me abrazó el pecho colocando su cara sobre el pectoral.

-Juan. No sé cómo darte las gracias, ya hablaremos, ahora tengo que marchar.  Y en ese momento Adolfo se despertó, sujetó la mano de Ángel obligándole a caer sobre los dos.

-No te vayas mi amor, quédate a mi lado. Creía que el delgado muchacho se lo iba a comer a besos.

-Si tú no quieres nunca te dejaré Adolfo después de haberte encontrado, ahora es momentáneo, tengo mi obligación y creo que vosotros la vuestra. Ya me jodió que un crío al llevaba diez años nos diera la lección, pero bueno, yo no me quería mover. Besó en la boca a el hermoso mancebo tumbado y a mi uno ligero en la mejilla antes de escapar como si fuera perseguido.

No me preocupé más, pasé la mano por encima del culito de Adolfo, seguíamos desnudos los dos desde que nos acostamos y volví a quedarme dormido.

Me despertaron las caricias de unos dedos pasando por mis pectorales y amasando mis tetillas.

-Juan creo que ya es hora de levantarnos. Me di la vuela para encontrar su perfecto rostro, ahora con alguna muestra de barba. Llevé mi mano a su mejilla hasta dejarla resbalar hasta sus labios, abrió la boca y metí mis dedos en ella. Comenzó a chuparlos y de repente los sacó y se puso con su pecho sobre el mío.

-Quiero que me lo hagas Juan, que me folles como quieras, deseo pertenecerte de una vez, aunque sea la única.  Le mire asombrado.  llegué hasta su boca para comenzar a besarla.

-¿Por qué este cambio? Le preguntaba a la vez que le besaba sin parar y acariciaba sus nalgas.

-Ángel, me contó cómo le follaste la otra noche, tu paciencia y gentileza y como solo pensabas en él. Juan, me duele que lo nuestro no pueda ser, pero necesito ahora que me hagas tuyo. Nunca te imagine tan tierno y preocupado por los demás.

No era así como él lo veía, pero decidí aprovechar mi última oportunidad valiéndome de esa media mentira- verdad. Ahora tenía la oportunidad de satisfacer mi deseo de años, de follarle ese impresionante culito, de sentir como me pertenecía su cuerpo, aunque fuera por unos minutos.

He hice con él lo que me permitía, todo, desde besarle todo el cuerpo, morderlo y sentir mi lengua en su ano, aún tenía restos del semen de Ángel, no nos habíamos lavado, y me supo mejor la mezcla enloquecedora de sabores. Qué cuerpo tan delicioso y deseado durante tanto tiempo, deseos que parecía que se hubieran acumulado para necesitar besarlo una y mil veces-

Su pene me sabía delicioso y cada suspiro que le arrancaba al mamarle, lo sentía más rico, si él gritaba yo chupaba más, si gemía le daba más fuerza y ferocidad a mi lengua.

-Dame la verga Juan, fóllame de una vez el coñito, úsalo como siempre hemos querido mi amor. Recogió las piernas como solo un puto sabe hacer para dar placer a su macho y dejó su culito bien abierto para que mi verga lo traspasara, antes recogí con la legua lo que expelía, una mezcla de le leche de Ángel y sus propios jugos que sabían muy ricos y comencé a penetrarle. Esto sí que era fácil y delicioso, su anito estaba preparado y abierto lo suficiente para que mi verga lo atravesara de un empujón, lo bastante educado para saber cuándo tenía que apretar mi dura verga para sentir como si fuera una boca tirando de ella.

Al final, igual no había sido tan malo que Adolfo pasara por varios machos para que lo fueran enseñando a ser una auténtica hembra preparada para hacer gozar al semental que lo follara y tomara propiedad de su cuerpo. Resultaba un puto perfecto, guapo y enseñado a sus veinticinco. Bombeé su culito sin prisas y sin pausa, haciéndole notar quien mandaba y eso le volvía loco como mansita puta que era.

-Me vengo Juan, apriétame más. Bésame Juanito, soy tu mujercita amor. Y así lo sentía él y así se comportaba. Hice que eyaculara sin tocarle la polla, o creía que había sido yo, y lo preñé como a su hermana dejando todo mi ser en su vientre de hermoso puto y sirviente de placer de machos.

Había cumplido mi sueño, domar por fin ese cuerpo que se me había resistido tanto tiempo, lo que nunca me había pasado, y todo por desvirgar a un crío con amor y cuidado. Había sido recompensado, de momento ya había usado sus culitos tres veces y esperaba continuar cuando se pudiera, haciéndolo si ellos me dejaban y quisieran, y sospechaba que ambos lo deseaban a pesar que algo nuevo comenzaba entre ellos y yo había sido partícipe de su inicio.

Nos levantamos al fin, nos duchamos entre risas y bromas, organizamos un poco la casa, a la tarde llegarían los de la limpieza y no quería que vieran las señales impresas en mi cama de matrimonio y en la de mi cuñado.

-Tenemos que ir a comer, no hemos desayunado. Nos echamos a reír, cuando Adela viera como había cambiado nuestra relación de cuñados no se lo iba a creer.

No podía sospechar que Ángel nos tratara tan serio y formal, aunque era comprensible, estaba en su trabajo. Le pedimos una copa de blanco para tomar en la terraza y lo bebimos sin muchas ganas.

-Oye Adolfo, ¿por qué no piensas en quedarte a vivir con nosotros, a tu hermana le encantaría y a mí, para eso preparó tu habitación y baño, estarías más cerca del trabajo y tendrías tu lugar para tener y estar con Ángel, hasta que te desligues de las garras de tu papi y tengas tu propia casa?

¿Sí, tú crees que sería correcto?  No podía aguantarlo me lo comería a besos, tenía que volver Adela para compensar y sustituirle.

-Creo que nunca te he aconsejado mal y si no fuera bien, no tiene difícil solución, va a ser por un tiempo.  Se quedó meditando y tardó en procesar los pros y los contras.

-De acuerdo, voy a hacerte caso, lo haré, pero no volveremos a follar nosotros dos si está mi hermana.

-De acuerdo, ahora no está hasta el domingo que vuelve y te prometo que yo amo a Adela, por ella y porque es igual a ti, cuando la doy por el culo pienso en ti y es como si te estuviera follando, gritáis igual, pero tú aprietas con más ganas mi verga para que no la saque.

-No pensé que iba a ponerse tan rojo como lo estaba haciendo.

Comimos atendidos por nuestro camarero querido, amante y no sé qué más…, y a trabajar.

Después recogimos parte de su ropa en su casa ante las protestas de su madre y la posición despectivas del patriarca, el resto de sus hermanos no estaba, pero seguro que estarían de su parte.

Ya estaba en mi casa, viviendo a escasos metros de mi dormitorio y faltaba otra acción, a la noche con Ángel, en nuestro bar de encuentro le propusimos que se fuera a vivir con Adolfo y compartir su habitación para probarse mutuamente antes de pasar a otro nivel.

Se negó, aunque no entendí sus razones, él saldría con Adolfo y ya reconocía que sentía algo muy especial por mi cuñado pero que según él no procedía de momento ese movimiento de casa, aunque la mía se le brindara gratis. Eso sí, la utilizarían como su nidito de amor.

Cada vez sentía más admiración por aquel simple y sin importancia camarero, que en un momento dado solo quería saber y profundizar sobre su sexualidad tropezando con el gran depredador que creía saberlo todo, por lo menos sobre lo humano.

Y esa noche estuvimos en la cama los tres, me follé a los dos y Ángel se cogió a su rendido amante, los dejé solos después de quedar satisfecho descargando mis cojones en sus culos y disfrutar de un largo rato de sus besos y caricias.

Y al día siguiente y al otro pasaba lo mismo, unas veces me mamaban la verga los dos, me sacaban la leche y se la disputaban con las lenguas lamiendo mi pene.

Llegó el domingo y tenía que ir a recoger a mi mujer al aeropuerto.

-Te acompañamos y se lo contamos todo y que vivo ahora con vosotros. Adolfo y yo mismo estábamos contentos de que volviera, lo habíamos pasado de escándalo, mejor imposible, pero él por una razón y yo por otra queríamos y deseábamos su vuelta.

-No te preocupes, ya se lo ha contado tu madre, lo de cambiarte a vivir, falta lo de Ángel, eso lo dejaremos que lo descubra ella misma.

Ángel estaba preocupado por lo que Adela pudiera pensar y opinar de su relación. No sabía si él conocía la vida pasada de su amante y que ya tenía un pasado agitado, suponía que Adolfo le habría advertido de su larga experiencia con hombres, siempre fue un chico que se dejó llevar y le fundieron muy joven, su enorme y atrayente belleza era una virtud y un problema y era muy fogoso y siempre con ganas de polla, igual que su hermana, pero está estaba controlada por mí, esperaba que el débil y esquelético Ángel logrará lo mismo con mi cuñadito.

La saludé desde lejos y noté como aceleraba el paso tirando de su enorme maleta y otra más pequeña, necesitaba un armario para andar por el mundo, la elevé en el aire y busqué con rapidez sus labios.

-¿Qué te digo cielo? ¿Lo de siempre? Estas más buena cada día. No exageraba en absoluto, solamente al verla se me endurecía la polla, su dulce cara rodeada de su largo pelo cayendo descuidado más debajo de sus hombros, muy cuidado como todo en ella, sus bien perfiladas cejas y enormes pestañas, los ojos grises que podrían parecer frío y radiaban calentura, las infinitas piernas delgadas y torneadas, simétricas hasta la exactitud, su alto y duro trasero que sabía mover sin que pareciera que lo hacía a propósito, sus tetas pequeñas y suficientes, en ese divino pecho de cintura breve. Loco me tenía, sobre todo después de diez días sin ella.

Después del largo abrazo y muchos besos lo dejamos para que el público dejara de observarnos. Introduje su equipaje en el coche y le abrí la puerta, siempre esperaba de mi ese detalle y si no lo tenía me lo recordaría de alguna manera.

-Creía que Adolfo vendría contigo ahora que vive en nuestra casa.

-Ni que fuera tu amante Adela. Me miraba igual que él, no dejaba de asombrarme la semejanza.

-En parte lo es, después de ti es lo que más amo en este mundo. Ya dudaba de ello, y había alterado los puestos de preferencia, pero no me importaba que lo amara tanto, al fin y al cabo, eran como dos en uno.

-No ha venido porque yo se lo he pedido, él lo deseaba, pero… ¿Recuerdas que fue el jueves?

-Ni me llamaste, hasta Nuria decía que no era propio de ti.

Ya salió su amiga otra vez cuando yo la tenía o quería olvidar.

-Me contó lo vuestro. Si llego a tener algo en la boca me atraganto y me ahogo.

-¿Lo nuestro?

-Sí, aquellas clases que le diste y lo bien que te portaste pasando horas y horas a su lado, te adora mi vida, no entiendo que tu no la aprecies de la misma forma.

Menos mal que solo le contó eso y no las veinte veces que le follé el coño y el culo durante aquellos largos días que los cobre usando su cuerpo y ella el mío y mi cabeza.

-¿No pensarás que no me acordé de tu cumple?

-Sí y no. Se recostó sobre mi hombro buscando cariño y la aparté un poco para manejar la palanca de velocidades.

-Vamos a tomar algo tú y yo solos como bienvenida, la fiesta grande la organiza la brujita de tu madre, tiene que dar la nota de sociedad.

Detuve el coche en un restaurante del monte cercano a casa, le abrí la puerta y volvió a mis brazos para besarme y recibir los míos, la arrastré hasta la entrada del restaurante, en la terraza no se podía estar por la temperatura y humedad.

Una vez sentados y pedir un pescado al horno con una botella de champan, no necesitábamos más y extraje del bolsillo mi regalo.

-Feliz cumpleaños amor, me acordé, pero de que servía si estabas lejos, ahora es el momento.

Lo abrió con el cuidado que ponía siempre, como si los papeles de regalo fueran reutilizables, y la cinta, y la hoja de roble pegada que sellaba el envoltorio.

-¡Oh! ¡Oh! ¡Oh! Es…, es maravilloso.

-No es nada…

-Es bellísimo mi amor, átamelo por favor. Ya lo tenía colocado al final de su larga y elegante garganta, tuve que levantarme y colocarme a su espalda, por lo menos había poca gente que nos viera. Le quité la gargantilla que llevaba, valiosa y pretenciosa regalo de su padre, para sustituirla por la mía menos llamativa pero más juvenil.

Comimos la fresca mojarra y bebimos un par de copas antes de emprender el camino de casa. Decidimos dejar la maleta grande en el coche y subimos.

Se iba a dirigir al final de la casa donde tiene su habitación Adolfo.

-Espera, ya le verás mañana, ahora está ocupado. Se escuchaban los suspiros sofocados y ayes de placer aplastados contra la almohada.

-Tiene a alguien, están follando.

-¿Te molesta que sea así?

-No, claro que no, pero ¿quién es?

-Ya lo sabrás, ahora vamos tu yo a hacer lo mismo.

-Dejé la puerta de nuestra habitación abierta, y mientras hacía el amor a esa hembra extraordinaria, estuchaba apagados los murmullos de placer que salían de la garganta de su hermano al ser follado por Ángel, y los suyo más cercanos, como un eco repetido, iguales en todo.

Fin

(9,57)