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La Profesora y su Espartano

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Todo comenzó una tarde, después de más de 15 años camino por una avenida, sin presagiar que preparaba el destino, caminando apurado para ir realizar varias gestiones al banco, vi frente a mí la espalda de una mujer, caminado, meneando sus caderas y con un pelo que el viento agitaba. Ella era una linda profesora que volvía a ver después de un largo tiempo, me le acerqué y conversé con ella. Para colmo, ella no se acordaba de mi nombre, yo de todo… de su cuerpo menudo y de sus tetas paraditas que siempre me invitaban a que les dé una mamada, pero yo era un cojudo, jamás antes le había dicho nada.

Pues ahora era el momento de decirle y hacerle todo lo que tenía en mente. Sin perder tiempo, la invité a cenar y aceptó, creo que andaba aguantada y quería que le metieran pinga, pero se hacia la estrecha. Esa cena fue un desastre me llamaron más de 30 veces en una hora, no se pudo hablar mucho. Sentí que había perdido mi oportunidad, sin embargo, la arrechura de querer comerme ese coñito y reventar ese culo, fueron más grandes que todo. Que me veo obligado a crear mi cuenta de Face... y empezar la comunicación, para pactar un encuentro, en un lugar lejos de todo ruido y mirones...

Es así que viajé... todo listo para que salga bien, sin embargo, no estaba dispuesta aun a ponerle los cachos a su marido... mi pinga estaba que reventaba, solo logré besarla y pasar mi lengua en su cuello... emitió un quejido de arrechura... Dentro de mí, dije, ya la hice, pero no solo se dejó frotar la pinga en su coño… y salió corriendo del hotel... pensé que todo estaba perdido. Pasó el tiempo, sin comunicación y nada, estaba triste, sin embargo, no perdía esperanzas.

Luego de dos meses se dio por fin, aceptó a salir, pero esta vez el espartano no iba dejar pasar a la musa. Compro 2 botellas de vino y de frente la llevo a un hotel que antes había visto, todo marcho de acuerdo lo planeado…

Entramos al hotel, ella con miedo, era la primera vez que le iba poner cachos al marido, no quería nada, estaba que dudaba, dijo «tomemos un vino» y saqué de mi maleta uno, jajaja ya estaba preparado. Se tomó el vino de una sola, quería tener valor, es así que ya con sus copas ....

Empecé a besarla, esos labios carnosos estaban deliciosos, secos, los humecté con mi saliva, mi lengua bailaba dentro de su boca, mordisqueando una y otra vez. Se empezó a arrechar y pidió de frente, que le meta pinga. Ya estaba desesperada, pero no podía hacer eso, estaba empezando. Bajé lentamente a su cuello y empezó a gemir... sus pezones estaban duros, muy duros... empecé a lamberlos y succionar sus tetas... ya era demasiado para ella, empezó a gritar desesperada que le metiera la pinga que ya no aguantaba, pero no, aun no era hora, es así que me saqué mi bividi y le dije que me bajara los pantalones y le dije:

—toma, chúpala.

—eso no se lo he hecho ni a mi marido.

—no importa chucha... chúpame la pinga que recién vas saber lo que es bueno…

—pero es muy grande no me caber en mi boca.

Eso me emocionó más, saber que mi pinga era más grande que la del cachudo, jajajaja. Para ser la primera vez, lo hizo bien y lo disfruté. Luego, después de tanto sufrimiento, ya era hora que de hacer algo con esa arrechura, la acosté, le levanté las piernas y le di una rica sopeada, que el clítoris se le inflamó y llegó varias veces en mi boca. Ya no sabía que hacer o decir, era mucho para ella. Mi lengua bajó hasta que le chupé el culo cerradito, mordisqueándolo, ya no podía más, decía. Entonces era hora de enfierrarla, es así como para no asustarla, en pose de misionero le metí la pinga, primero la cabeza, gritaba, pedía toda. Entonces se la metí toda… gritaba y gozaba como loca, empecé a moverme suavemente y luego con locura... y empezó a gritar y gritar y se chorreó mi pinga, salió llena de su leche... y luego seguía y me dijo «aún no terminas», le dije «tenemos para rato». Me confesó que el cachudo solo duraba un minuto, que jamás había cachado así tanto tiempo… y yo seguía gozando esa yeguasa... metiéndole pinga en pose de perra, de costado, silla montar... hasta que me suplicó que le diera mi leche y después de varias movidas le llené el coño de leche, que se asustó pues era mucho para ella.

Cansados, pero felices, descansamos, pero aún sigue la historia en otro relato.

(8,04)