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46.1 Cinco largos días

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La noticia se había extendido por toda la fábrica, todos sabía ya que me marchaba sin haber cumplido el programa para el que estaba aquí. Solamente me lo dijeron las compañeras del laboratorio al llegar a media mañana para tomar un té, del resto lo pude notar por sus extrañas miradas.

Preparé mis observaciones al contrato de trabajo y se lo remití al departamento de R.H. No tardaron mucho en contestar enviándome algunos cuestionarios que les debía rellenar. Eran prácticamente una duplicidad de otros que había cumplimentado en el pasado. Me exasperaba la estanqueidad y falta de comunicación entre de departamentos, tanto si era para intercambiar datos de uno a otro, como si era para cambiar de puesto de trabajo. Lo dejé pendiente para hacerlo a la tarde en casa.

Había quedado con Gonzalo en que esta semana iría yo a Londres, y al mediodía llamé a mi amiga Maira en Bristol, sabía que en junio terminaba su doctorado y volvía para España, le habían ofrecido un trabajo como profesora en la universidad.

Como en junio no podríamos vernos, ahora era el mejor momento para encontrarnos. La llamé y quedamos desde ya, se trasladaría desde Bristol con su novio. No podía invitarla a una casa que no era la mía, ya comenzaba a encontrarle problemas a vivir en la casa de los abuelos de Gonzalo. Tenían espacio de sobra, pero era alterar sus costumbres y no estaba autorizado.

Teníamos muchas cosas que contarnos, y aunque ya habíamos hablado, no es lo mismo contar tus confidencias por teléfono que hacerlo al oído de la persona a la que hablas y puedes mostrar tu alegría con un oportuno abrazo.

La curiosidad la mataba, y una vez pasado el sentido pesar por mi separación de su amigo Nicolás, necesitaba saber sobre la vida de su más íntimo amigo que soy yo. Su traviesa picardía la llevaba a querer conocer mis cosas más íntimas, y hasta mi relación sexual con Gonzalo.

No me importaba saciar su curiosidad, había sido una constante suya durante todo el año que estuvimos juntos en Cranfield y ella, a su vez, tampoco tenía secretos conmigo, reconozco que éramos malos y nos habíamos burlado de algunos fallos sexuales de su novio, no deja de ser risible el hecho de que algunos hombres presuman tanto de su hombría y luego les falle a veces.

Ya no tenía a mi querido Ray y tuve que detenerme a la vuelta del trabajo, para llenar el depósito del coche de combustible, meterlo en un túnel de lavado y hacer algunas compras, esto me retrasó bastante y tenía muchas cosas que hacer en casa.

Cuando salí de la ducha quería comenzar a rellenar los cuestionarios de la empresa, y en su lugar llamé a Gonzalo. Tenía que decirle como había quedado con mi amiga y que tendríamos que atenderles, y estar en algunos momentos con ellos.

Volvía en ese momento del gimnasio y no le quería entretener ya que tendría que cenar en familia, pero nuestra charla resultó más larga de lo esperado.

-No te preocupes amor, los atenderemos como a todos tus amigos y le diré a Tegan para que preparen una habitación de invitados.  –estoy convencido de que no era de su total agrado, no los conocía y a mi amiga no la recordaría de Cranfield, pero quería complacerme.

Tuve que explicarle que iban a quedarse en un hotel y que no les había invitado para que fueran a su casa. La verdad es que me reprendió con cierta dureza.

-Daniel, quiero que entiendas que ésta es ya tu casa y así te debes sentir y disponer de ella. Puedes pedirle lo que desees a Tegan o a Borja, por favor no te alejes.

Me gusta que piense de esa manera, pero él tiene que entender que no resulta tan fácil para mí este cambio de vida, y que al principio me sienta un invitado y hasta un extraño a veces, es muy pronto aún para rendir cuentas de mi integración en un nuevo modelo de vida tan diferente al que he tenido hasta ahora.

Resultaba un problema nimio de los que no van a faltar en un principio, sabía que sería difícil, y también que lo conseguiríamos superar.

-Lo siento Gonzalo, de verdad que lo lamento y voy a procurar que no vuelva a suceder, intentaré consultarte antes de tomar decisiones.  –de verdad que me duele verle un poco encrespado y molesto por mi culpa.

-Tampoco es eso, quiero que te sientas unido a mí en todo, y soy impaciente, te amo Daniel, querría haber vivido ya mi vida contigo, fíjate qué tontería, pero no te enfades, te quiero mi niño.

No terminé mi trabajo de rellenar los cuestionarios y no pude devolverlo a York, me entretuve escribiendo a la inmobiliaria, para comunicarles que el día 31 de mayo dejaba el estudio, tenía que cumplir el contrato y notificarlo con un mes de antelación y, por descontado, pagar la penalización por los meses que quedaban para que el compromiso se cumpliera.

Después pensaría donde pasar las primeras semanas de junio que aún permanecería en Lille.

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André sacó tiempo de donde no tenía para juntarnos a Elie y a mí, y tener una larga reunión donde estudiamos los asuntos pendientes y que, en el plazo de un mes, y hasta que no se incorporara la nueva persona en mi puesto, debería encargarse de llevar ella.

Ese trabajo, de alguna manera extraordinario, causó que todos los demás se retrasaran y tuviéramos que andar deprisa y corriendo. Para la hora de comer había vuelto la calma y quedaba todo encarrilado. Hacía un día magnífico y apetecía más el comer un bocadillo tirados sobre la hierba del jardín que entrar en el comedor, el largo y frío invierno se había marchado.

Rafael estaba dentro del agua cuando llegué a la piscina, y debía llevar bastante tiempo, tuve que quedarme algunos minutos más en la oficina y esta circunstancia me retrasó. Me detuve para ver su forma de nadar, estaba mejorando y se le notaba en la forma de moverse, en su resistencia y por descontado en la apariencia física que iba desarrollando.

Su fibrado y bien proporcionado cuerpo se iba rellenando donde se precisaba. No resultaba extraño que los chavalitos le admiraran, por su carácter y su físico, y que soportara muchas miradas codiciosas.

Dejé de mirarle, de alguna manera me excitaba y eso no era bueno, busqué en su lugar la figura de mi nadador preferido, para admirar la máquina que era su menudo y delicado cuerpo de niño. No lo pensé más y entré en el agua en una calle que estaba libre entre los dos.

Después de ducharnos fuimos a la cafetería del centro y charlamos, quería saber sobre mis amigos de París y me pareció que Evans, en un momento de intimidad y sincerándose, le había contado algo de lo que hubo o aun sentía por Alan.

Le veía melancólico, algo raro en él, pero ayer comenzó la Semana de Abril en Sevilla, tan querida por los habitantes de la ciudad y la echaba de menos.

-Es que no lo entiendo Rafael, termináis unas fiestas como son las de Semana Santa y ya estáis en otras que son las de vuestra famosa Semana de Abril. Cualquiera diría que no pensáis más que en las fiestas y estar siempre de jota.  –me miraba y sus ojos chispeaban.

-¡Ayyy!, mi guapo muchachito, tú no has estado nunca en la Semana Santa sevillana o en su Feria de Abril, son totalmente diferentes y maravillosas las dos, tienes que ir alguna vez y estar conmigo para disfrutarlas.  –no le quería decir que en la Feria de Abril ya había estado en una ocasión y que para mí no representaba lo mismo que para él, guardé mi parecer para mí.

Se lanzó a explicarme lo bonito, significativo y diferente que eran para todo buen sevillano esas fiestas. Le escuchaba sin entenderle a veces, solamente miraba sus gestos y su boca moverse.

Le dejé en la puerta de mi urbanización y quedamos desde ese momento para cenar mañana miércoles y luego ir a la disco.  Cuando me metí en la cama me sentía satisfecho por el día pasado, las cosas se me ponían más fáciles para el cambio que cuando tuve que venir a Lille el año pasado. Además, había rellenado los interminables cuestionarios y se los pude remitir en la convicción de que aún faltaría algo.

Mi último pensamiento fue para Gonzalo, aunque solo fuera para desear verle y sentir su presencia, necesitaba estar a su lado, ir a correr, o al gimnasio donde él acudía varios días a la semana y agarrarme de su mano.

Las flores del búcaro se estaban muriendo, y me hice el propósito de que la marcha de Ray no iba a impedir que la alegría de los colores de las flores, adornaran ese rincón de la casa.

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Elie se había tomado en serio sus nuevas responsabilidades del trabajo, y aunque con los nervios a flor de piel, lo iba controlando todo. Lo peor para ella estaba en la planta de la depuradora, pero las obras estaban terminadas y de momento todo funcionaba sin problemas.

Le pedí autorización a André para pasar la mañana desplazados y que Elie quedara segura y confiada respecto del funcionamiento y problemas que se le pudieran presentar.

René, el responsable de la depuradora había escuchado rumores sobre mi marcha y estuvimos unos momentos hablando de ello, eran muchas las veces que nos habíamos visto y trabajado codo con codo, seguro que ayudaría a Elie, habíamos terminado apreciándonos, además era uno de esos francesitos muy bien preparados con el pelo engominado, un guapo chico y también tímido.

Durante la comida los jefes estaban raros y me miraban a hurtadillas, escuchando lo que André decía, en fin, tenían ganas de saber más de lo que yo conocía, pero ninguno se atrevía a preguntar.

Había quedado con Rafael y Natalia en un bar cercano a su casa, tenía que pasar antes por la inmobiliaria, querían que les firmara la renuncia al alquiler del estudio y la plaza de aparcamiento entre otras cosas.

Qué distinto resultaba el trato, comparando con los primeros días en que mi madre me acompañaba para localizar una casa para vivir. Si tanto el chico mayor como el joven resultaban atractivos en aquel momento, ahora se superaban, su simpatía les brindaba un plus de encanto, el de su abierta sonrisa.

Mis amigos me estaban esperando cuando el taxi me dejó a la puerta del bar, parece que Natalia nos iba a acompañar, era una ventaja para mi, así entretendría a Rafael mientras hablaba con Evans.

Lo primero que hice al llegar fue acercarme hasta su despacho, teníamos que esperar, estaba en una reunión y volvimos a la sala. Los chicos estaban en sus mesas un poco alterados, terminaban las obras de remodelación de la antigua discoteca y tenían que volver a su lugar de origen.

Habían cogido nuevos chicos para continuar con la actividad en este centro, los había muy atractivos y jóvenes, la crisis continuaba nutriendo de trabajadores este sector de actividad, la prostitución, el más socorrido de todos los tiempos.

Paul estaba entre todos ellos, su trabajo de adiestramiento de putos había aumentado y no lograba entender cómo podía atender a tanto chico nuevo, luego vería que los demás le ayudaban.

Lo que si sucedió fue que se disculpó conmigo, no podía dedicar su tiempo al placer del baile.  Me vino a la cabeza el comentario de Gonzalo cuando hablamos, me dijo que lo pasara bien y me divirtiera con mi pareja de baile. Decidí hacerle caso, y como Paul no me podía atender tampoco necesitaba pareja teniendo a Natalia y Rafael.

Todos los chicos tenían a alguno de los nuevos a su cargo y pensé que, de alguna forma, se sentían importantes, Telmo hablaba con un chaval que parecía más joven que él al que sin dudar adiestraba.

La pista se fue llenando. No tardamos mucho en tener algún hombre cercano, que más que gozar del baile quería tocar carne, y la mía se movía y brincaba voluptuosa al ritmo de la música.

Disfruté con Rafael y Natalia a la que no le faltaban chicos a su lado, y realmente me sentía muy a gusto cuando terminaba sudado y rendido, tanto o más que nadando.

Cuando Evans quedó libre vino a nuestra mesa donde descansábamos bebiendo, Rafael le entretenía y pude hablar con mi amigo lo imprescindible, sobre todo, lo que más le alegró fue el saber que vendría mi madre, estaban deseando volver a verse. Él me comunicó lo que yo ya conocía, su próximo cambio a la otra disco, para él resultaba mejor al tener su casa en el edificio contiguo.

Dejé a Natalia en su casa y el taxi me llevó hasta el portón de la mía, en esta ocasión no estaba tan cansado, al no tener a Paul de pareja el baile había resultado más relajado.

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No hubo nada extraordinario durante este glorioso y soleado día. A la tarde, después de la piscina acompañé a Rafael al centro cuando marchaba para su casa, quería comprar flores que llenaran el vacío búcaro. Tomé un refresco con él en la Gran Plaza de De Gaulle, tuve que saludar a mi amanerado camarero que no me quitaba la vista de encima, se presentó en la mesa moviendo mucho sus ojos, sabía que los tenía muy bonitos y agitaba sus pestañas para llamar la atención hacia ellos.

-¡Oh!, qué claveles tan bonitos.  –cogió uno de ellos de color rojo entre sus dedos y lo apretó con delicadeza, se me vino a cabeza que su mano sostenía el glande de una polla y me puse más rojo que los claveles del ramo. Se lo quise regalar y al tirar de la goma que los sujetaba se rompió el talló en su mitad.

-Lo siento, parece que hoy estoy algo torpe. Ten, es para ti.  –me miró y sus largas pestañas parpadearon como las alas de un colibrí.

-Gracias, estás un poco nervioso, pero no importa, es un bonito detalle, a cambio estáis invitados a la consumición.  –se llevó el clavel a su nariz e iba a negarme a aceptar su invitación, pero pensé que eso podría humillarle y lo sentí por él, el clavel estaba resultándole caro en exceso.

Dispuse los claveles en el florero, no tenía nada que ver mi orquestación con las que Rayhan hacía. Yo tan delicado y no sabía preparar un florero y él tan recio, tan hombre y masculino y sabía distribuirlas con una gracia especial que la hacía ver más bellas.

Cuando hablé con Gonzalo y después de los saludos, comenzó con su letanía de insatisfechos deseos.

-Estas horas van a ser eternas, quiero ir a la estación a recogerte y llevarte a un hotel de inmediato antes de ir a casa, te necesito. Llevo días tremendamente excitado.  –comenzaba a calentarme yo también con todo lo que me decía, algunas cosas irreproducibles pero que a mí me encantaba escuchar.

-Tranquilo Gonzalo, a mí me sucede lo mismo, te amo, quiero estar contigo y que me hagas todas esas cosas que deseamos los dos, será mañana amor mío.

No quería cortar la llamada y recurrí al truco ideal para que la conversación terminara.

-Quiero preparar la maleta para mañana tenerla dispuesta y no perder tiempo, la recogeré e iré a la estación de inmediato.  –se quedó callado e iba a dar por terminada nuestra larga charla que se hacía corta por sus deseos de hablar.

-Ya tienes ropa en tu armario, Wes se encarga de que te lo vayan llenando, no necesitas traer nada, tienes aquí de todo.  –no lo tengo todo, no creo que mis cosas personales estén allí. Lo que estaba claro es que Gonzalo no quería que la comunicación terminara.

A pesar de lo que me dijo Gonzalo preparé mi maleta para el fin de semana.

Pude despedirme de él para cenar y prepararme para dormir, el recuerdo de sus palabras me tenía excitado en la cama, hasta el punto de desear masturbarme, dejé esos pensamientos con un hondo suspiro apretando mi verga y me dejé vencer por el sueño.

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Hacía una semana que Ray había marchado y pregunté a Anwar por él cuando se acercó para abrirme el portón de acceso, solamente me había llamado una vez para decirme que había llegado bien y tampoco yo lo había hecho, no quería distraerle de todo lo que tenía que hacer para adaptarse a su nueva vida y en la casa de su prometida.

Había algún banco de niebla que subía en oleadas blancas del río, me dispuse a extremar las precauciones en el viaje a la fábrica, la gendarmería atendía el tráfico rodado con avisos luminosos para que redujéramos la velocidad.

Gonzalo me llamó a la hora de comer, para saber detalles de mi viaje, en realidad lo que deseaba era hablar y lo del viaje lo utilizó de disculpa.

Procuré hacer rápidamente mis compras y llenar el coche de gasoil para llegar al estudio y prepararme, me sentía nervioso sin motivo, también despertó mi coquetería y me entretuve demasiado escogiendo la ropa que me pondría.

Quería causarle la mejor de las impresiones, me di crema en todo el cuerpo y me excedí en la cantidad de colonia que escurría de mi cuello hasta mi pecho y terminar en el vello de mi pubis.

Si a la mañana habíamos tenido nieblas, la tarde resultaba oscura y tormentosa, tuve que coger un taxi que me llevara a la estación.

Cuando el Eurostar paso al otro lado del canal llamé a Maira, deseaba conocer sus planes para su viaje a Londres, habían decidido ir mañana sábado a media mañana y me llamaría cuando estuvieran en el hotel.

Le comenté que podían estar en la residencia de los abuelos de Gonzalo, según lo que hable con él, se negó ya que no conocían lo suficiente a mi chico y la entendí perfectamente, yo en su lugar hubiera hecho lo mismo.

Me esperaba en St Pancras como acordarnos, estaba para comérselo y él no dejaba de mirarme sin atreverse a dar el primer paso, hasta que apareció su pícara y traviesa sonrisa que hizo enrojecer y me arrojé en sus brazos.

-Daniel, ¡qué bonito estas!  -me estrechaba contra él y me besaba tiernamente en la cara, como si tuviera miedo de romperme y era lo que yo deseaba. Me sujeté en su cuello y fundí mi boca a la suya. Después del largo y prolongado beso me separé para mirarle extasiado.

-¡Qué ganas tenía de tenerte así! Poderte abrazar y sentirte.  –abracé su cintura y avanzamos. Había traído uno de sus coches y a diferencia de en Lille, aquí no llovía, pero hacía más frío y me arrimaba a su cuerpo, estorbándole para que metiera mi maleta en el coche, le tuve que soltar un momento.

Reía intentado apartarme de él, no le dejaba haciendo más fuerte mi abrazo y gozando de su tibio calor.

Cuando llegamos a su casa el chófer se hizo cargo del coche, estaba hablando con los de seguridad y vino hasta las escalinatas de entrada a grandes zancadas.

Sus abuelos permanecían en su sala particular, a pocos metros de la entrada, estaban con Borja tomando el té y se levantaron para saludarme. El saludo se alargó ya que la abuela me ofreció una taza de su té que aún estaba caliente, era muy bueno, aunque no tanto como el que me hacía Ray.

Me hacía gracia observar a Gonzalo haciéndome gestos con la cabeza para que terminara mi bebida y nos fuéramos, Borja sonreía, creo que comprensivo con la urgencia que manifestaba Gonzalo y de la que él se daba cuenta.

Su impaciencia no le dejaba estar tranquilo y el talón de su zapato tamborileaba en el suelo.

-Voy a acompañar a Daniel y saldemos a dar una vuelta, no nos esperéis para cenar.  –se puso en pie y ya tiraba de mi mano, estaba sentado al lado de la abuela y tuvo que sostener mi taza en sus manos para que me levantara, la buena señora miraba crítica la actitud de su nieto.

Mi maleta, que habíamos dejado en el hall de entrada, había desaparecido y atravesamos todo el pasillo con prisa arrastrado de su mano, hasta llegar a la otra ala del edificio. La puerta de mi habitación estaba entornada y Wes, con mi maleta abierta, sacaba mi ropa.

Nos saludamos brevemente, Gonzalo hacía que volviera mi cabeza hacia el ventanal donde habían colocado la mesa que pedí. Era una preciosa mesa, no muy grande, estilo napoleón a juego con el resto del mobiliario, muy simple y con tres cajones en línea en la parte superior, y su sillón a juego.

Contenía una enorme pantalla de ordenador, más grande que el que tenía en la casa de mis padres, logrando un contraste llamativo, lo moderno del ordenador y lo clásico del mueble, y remataba el conjunto una lámpara de pie de pantalla redonda y blanca para iluminar la mesa.

-Es precioso, todo un detalle y perfecto. ¡Gracias Gonzalo!  -me abrazó sacándome de mi contemplación y besó mis labios, Wes estaba a lo suyo y tampoco creo que le cogiera de sorpresa.

-Tú sí que eres perfecto.  –me abrazaba y elevaba cogiéndome del trasero, enrosqué mis piernas en su cintura besando su boca. Comenzó a caminar de esta manera y atravesó la puerta de comunicación de las dos habitaciones, cerró la puerta con su pie, sin suspender en ningún momento la unión de nuestras bocas.

-¿Me vas a hacer el amor?  -le susurré besando su cuello.

-Ahora mismo, no puedo esperar un minuto más, hemos perdido demasiado tiempo. –destrabé mis piernas de su cintura para que me depositara en el suelo.

Comenzó a desnudarme y le temblaban las manos, yo reía gozando de su impaciencia que me tenía loco, queriendo bajar sus pantalones como fuera. Nuestros zapatos salieron volando y no puede aguantar sin posar mis labios en su agitado pecho y lamer sus tetitas mientas, a ciegas, seguía quitando el estorbo de su ropa.

Se quitó agachándose su bóxer y privándome de seguir lamiendo sus pectorales. Tenía su pene a tope, rígido y asomando la punta de su glande del prepucio, sin descapullar aún del todo y me hinqué de rodillas en la alfombra para admirar mi vista del espectáculo majestuoso de su falo y sus testículos.

Coloqué mi mejilla sobre él aplastándolo contra su vientre y lo sentía palpitar. Apenas toqué la punta de su glande con mi lengua y comenzó a gemir, se lo mordí con mis labios a lo largo de todo el fuste, me los llené de saliva y los deslicé una y otra vez en toda su longitud y pasé a masajear sus gordos huevos con ellos. Respiraba con ruidos al aspirar deseoso el aire, mirando hacia el techo de la habitación.

Mi lengua sustituyó a mis labios o los complementó, metí la punta en su uretra y golpeé el frenillo lleno de brillos y fuertes colores. No había un milímetro de su capullo que quedara sin explorar y lamer, retire con mi boca el pellejo que aún cubría la corona para acceder debajo de ella y enroscar mi lengua, sus piernas comenzaron a temblar y tiró de mi pelo para apartarme y luego volvía a llevarme hasta su verga.

Habían transcurrido cinco largos días desde la última vez que la tuve. La veía diferente, más larga y dura, deliciosa y profundamente olorosa, ahora gemía oliendo su intimidad, besando sus testículos y pasando su polla por mí cara, abrazándola para que nadie me la quitara.

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