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46.2 Amor y sexo

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Enterraba mi nariz en los vellos de su pubis y giraba mi cabeza para coger en mi boca sus huevos desde abajo, lamiendo delicadamente el escroto arrugado y que yo estiraba con mis labios y mis dientes.

Volvía de nuevo a su glande para recoger con la lengua el precum que salía, lamiendo sin parar y besando la puntita del capullo.

-Métela en la boca, cómela por favor.  –entendí que había llegado a un momento de extrema sensibilidad en su glande, pero no le hice caso.

Cogí su polla con mi mano, su piel era tan suave que la de mi mano parecía lija comparándola con ella. Pasé mi lengua bien mojada por la parte que no abarcaba mi mano para dejarla mojada completamente y que mis babas escurrieran por mi mano.

Movía mi lengua rodeando su glande en movimientos circulares que terminaba en su frenillo, y besaba la punta desesperado de deseo, queriendo que su precum saliera a chorros en lugar de gota a gota, comencé a pasar mi lengua por todo su tronco y subía y bajaba su pellejo para tapar con el prepucio su rojo glande, dejado visible la puntita para aspirar de ella.

Besé sus testículos, chupándolos de uno en uno y creo que le hice daño porque tiró de sus caderas para apartarse, pero se los tenía cogidos en mi mano y mi boca los siguió, era un continuo deslizar mi boca y mi lengua de sus huevos a la punta de su verga, sin cansarme y deseando que esto no terminara nunca.

Se retorcía y se había dado por vencido en pedirme que tragara su polla, subí una mano para pellizcar sus pezones que se pusieron rígidos y firmes y bajé acariciando sus abdominales uno a uno sin que mi boca dejara de hacer su labor.

Tenía su cuerpo muy caliente y comenzaba a sudar. Por su parte quería guiar mi cabeza y luego acariciaba mi mano que se deslizaba por su cuerpo, acariciándola y ayudándome a deslizarla, llevándola donde él quería que tocara.

A veces llevaba una de mis manos hasta sus huevos y los retorcía estirando mucho el escroto, verle retorcerse del placer que lograda darle me confortaba y animaba a seguir sin parar lamiendo.

Llevábamos un rato en su habitación y notaba que comenzaba a oler a sexo. Sujetó su pene con su mano y dirigió la punta de su glande a mis labios que húmedos lo esperaban, alcé la mirada y sus ojos me rogaban que abriera la boca.

-¡Por favor!  -casi no podía hablar y empujaba su polla contra mi boca hasta que la abrí para acoger su glande y degustarle completo, me sentía dichoso de tener ese suave fresón en mi boca y envolverlo en mi lengua y aplastarlo contra mi paladar.

Abracé sus nalgas para dirigir las embestidas de su polla en mi boca, los redondos globos de su trasero y sus muslos temblaban de excitación.

Quería darle placer oral, pero a mi forma y no debía ser así, mi amante iba a estallar en deseos de acabar y comenzó a apretar su verga empujando su cadera, queriendo llega más profundo, follando mi boca sin parar. Succionaba con mucha intensidad y emitía eróticos sonidos cuando entraba aire en mi boca en un plac, plac que me llegaba a excitar con su húmedo sonido.

Abría mi boca para que entrara al fin todo él y sujeté sus cojones con mi mano pegándolos a mis labios abiertos para él, hubiera querido tragarlos también, pero era demasiado su verga que me ahogaba, aguantaba la respiración todo lo que podía hasta que me ponía rojo y él entendía que me mataba y me dejaba respirar, sacaba la mitad de su polla y con ella un río de babas que caía en mi pecho.

Era perfecto y divino, devorar todo su miembro, sentir su hombría en mi boca, notarle temblar por mí, rendir todos mis sentidos a su placer, entregarme como nunca para que se sirviera de mí, mi amor se agrandaba hasta llenar de sensibilidad mi corazón y agradecer poderle dar lo que deseaba de mí.

Pasé mi mano por su trasero empujándolo hacia mi boca, para que volviera a llenarme de él y sentir como su glande avanzaba por mi boca y mi garganta y así una y otra vez. El momento tan deseado por él llegó y sus temblores aumentaron hasta que el volcán comenzó a escupir su esperma en mi boca, lava caliente que me aturdía con su sabor y textura tan espesa.

Se colocaba de puntillas haciendo fuerza, y tensaba su culo haciendo nacer esos hoyuelos tan bonitos que mi mano acariciaba a la vez que paladeaba su simiente, la devoraba y tragaba sin cesar y no pude llevar la cuenta de las veces que eyaculó, pero seguía con ganas de más néctar y continuaba chupando su verga para sacar todo lo que le quedara.

Mi mirada buscó la suya y se encontraron, la mía era lujuriosa y la suya asombrada y húmeda.

-¡Ohh! Daniel, me has sacado todo, eres fabuloso.  –le sonreí sacando su polla de mi boca, mirando sus ojos vidriosos, y agarré sus testículos con mi mano, estaban duros y calientes.

-Creo que aquí queda mucho más aún.  –y me los metí en la boca, él gritó impresionado o dolorido, no lo sé.

Tiró de mis brazos y me abracé a él, me dolían las rodillas y temblaba también. Me recogió en sus brazos y me llevó a la cama dejándome sentado en el borde y él se sentó a mi lado.

-Ahora va a ver lo que supone despertar mis instintos de bestia.   -me abrazó estando sentados y recliné mi cabeza en su pecho.

-Eres perfecto en todo y quiero que sigas así, en el vicio también. Tu boca tiene que saber a mi semen siempre que te bese.  –pasé mis brazos por su espalda para atraerlo hacía mi y le acariciaba dulcemente, ¡qué cosas le escuchaba decir!

-Gonzalo, mi hombre, mi macho querido. No soy perfecto, para nada, y no quiero que alguna vez te desilusiones de mí. Estas acostumbrado a vivir en un mundo perfecto e impecable y no quiero que me veas de esa manera.  –besaba con ternura tus tetitas y las lamía con mi lengua, con suavidad, con dulzura, pegando con mi saliva en su piel los pocos vellos que tiene alrededor de sus aureolas.

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Gonzalo había quedado, de momento, satisfecho con mi mamada que debió de sentirla estupenda y descansábamos tumbados y desnudos sobre su inmensa cama.

Mi polla se había bajado perdiendo su excitación, aunque seguía con muchas ganas de él. Pasaba mi mano por su cuerpo acariciándolo dulcemente, él tenía su mano sobre mi muslo y miraba al techo.

Se dio la vuelta para mirarme y me sujetó por el cuello, acariciaba mis cabellos y me llevó hacia él uniendo su boca a la mía y nos volvimos a besar. Colocó su otra mano sobre mi polla y la acaricio, está respondió al momento comenzando a brincar de gusto ante el estímulo de su mano.

Cogí la suya, tan blanda y suave y comencé a notar los chorros de sangre que le llegaban y la iban engordando.

Nos continuábamos besando. Lamió mi cuello y consiguió que me estremeciera, luego continuó hasta llegar con su boca a mis tetitas, las fue metiendo una y luego la otra en su boca, chupándolas con fuerza, gemía ahogado hasta que me dolió un mordisco me dio, gemí apartando su cabeza y comenzó a lamerme el cuerpo.

Estaba con mis ojos cerrados, disfrutando de las sensaciones que sus manos y boca me hacían llegar en oleadas placenteras, a veces eran tan fuertes que mi cabeza se balanceaba de un costado a otro.

Puse mi mano en su cabeza y se la empujé indicándole el camino y la meta donde quería que llegara.

-No seas impaciente, ya voy a por ella.  –reía divertido, pero me tenía a mil.

Se colocó de rodillas ante mí y agarró mi polla estrangulándola apretando hasta que gemí.

-Es la hora de mamar la polla de mi putito, mi nene.  –la sangre circulaba con más presión por mi pene al escucharle.

Aflojó su agarre y se dio unos golpecitos en los labios con mi polla antes de meterla, sin más dilación, entera. y se la tragó. Se la metió profundamente hasta que su nariz topó en los vellos de la base de mi miembro. Retiré mi mano de su cabeza ahora sabía lo que debía hacer.

Me la chupaba despacio y apretaba sus labios en todo el recorrido que, hacia mi verga al entrar y salir de él, la metía y sacaba lentamente hasta que sus labios se cerraban en mi capullo haciendo mucha fuerza aspirando.

Los gemidos se escapaban involuntariamente de mi garganta y me elevé sobre los codos para ver el espectáculo de su masculina cara tragando todo mi miembro.

-Gonzalo, ¡jolines!, que bien me la chupas, sigue, sí, mi amor.  –sacó un momento mi verga y me miró con una sonrisa desvergonzada en su cara.

-Disfruta putito mío, te voy a llevar a la gloria amorcito. –enterró su cara en mis partes viriles y chupaba como un loco, me dejé caer de espaldas y cogí con fuerza sus cabellos para que disminuyera la intensidad de su mamada, no había forma, metía mi polla y se follaba su boca con fuerza, hasta en algún momento le daban arcadas y tenía que sacarla a la fuerza, a pesar de que mi verga no era tan grande sí que podía sentirla en su garganta.

Seguía mamando mi pene mientras yo le masturbaba y así continuamos disfrutando de nosotros, paraba cuando veía que iba a terminar y entonces solo me besaba dejándome en el límite.

Cuando se cansó se levantó y volvió a mi cara para besarme y pasarme sus manos acariciando mi cuerpo y mi cuello donde se detuvo, me lo oprimió como si quiera ahogarme.

Se colocó encima de mí y puso mis piernas en sus hombros, me miraba travieso, sus ojos reían como si estuviera haciendo una jugarreta de niño. Me notaba muy abierto y exponía la entrada de mi culo en una entrega sumisa y total a sus deseos.

Me sentía un juguete en sus manos y él lo disfrutaba como un chavalito su nuevo juguete, bajo su rostro para besarme en la boca.

-¿Quieres que te la meta?, ¿qué te folle?  -le decía que sí con mi cabeza mordiendo mi labio inferior.

-Quiero que me lo pidas y supliques, pídele a tu macho que te folle.  –le notaba muy excitado y sus palabras me enervaban.

-Lo que tú quieras, yo estoy para darte placer y hacer o que tu desees.  –quería seguir su juego, me sentía controlado y esa posición de dependencia me seducía y estimulaba.

-Sí, tú eres mi hombre y quiero que me folles, lo deseo con toda mi alma Gonzalo, quiero que me rompas el culo, que me tortures.  –puse sonido lastimero y se relamía los labios.

Se sujetó la verga y la llevo hasta la entrada de mi culo, empujó sus caderas y entró el glande produciéndome un hondo suspiro, entonces sujetó mi cintura y tiró de mi logrando que su polla fuera entrando sin parar, la metió entera seguido y sentía como empujaba en mi vientre causándome alguna molestia.

Tapó mi boca con la suya metiendo su lengua hasta que me calmé, besaba mi oreja y murmuraba palabras ininteligibles, no conseguía entender todo lo que me decía.

-Me gusta follar tu culito, lo tienes muy rico, muy sabroso mariconcito mío.  –y me mordía el lóbulo y besaba en la clavícula haciéndome temblar.

Comencé a cerrar los anillos de mi ano y abrirlos apretando su polla y conseguir adaptar mi recto al maravilloso monstruo, y movía lo que podía mis caderas inmovilizadas por su cuerpo que me oprimía.

-Así, sííí, mámame la verga con tu culo, lo haces de maravilla, putita cométela.  –empujó con brusquedad y volvió el dolor en el fondo de mi vientre, su polla no había pasado el pliegue y empujaba sin parar. Un quejido lastimero brotó ahogado de mi garganta.

Volvió a tapar mi boca con la suya y a darme mordisquitos en los labios llenándomelos de saliva.

-Despacio Gonzalo, déjame que me coloque bien.  –se detuvo y me dio pena no dejarle que me follara como él deseaba.

Afloje mis piernas y me relaje pasándolas por su cintura y colgándome de él, no importa que me causara cierto dolor, quería que disfrutara, le sonreí.

-Estoy bien, dame, dame.   –entró con fuerza y mordí mis labios, estaba sudoroso y le resbalaba por la cara el sudor en pequeñas gotas hasta su barbilla que caían en mi pecho y cara.

Pasó el dolor y llego el placer abrumador haciéndome gemir y suspirar pidiéndole más, que me rompiera y no pensara en mí. Se excitó más aún y encorvaba su cuerpo para penetrarme muy fuerte haciendo fuerza con sus caderas entrando y saliendo de mí con un ritmo rápido y cadencioso, su culo se contraía como los músculos de su espalda y los hombros.

Ahogué, mis gritos mordiendo mi muñeca y tapándome la boca y él gruñía como un animal en celo que ha conseguido su hembra a quien sembrar con su simiente.

La parte baja de mi cuerpo colgaba del suyo y seguía su vaivén, como sentía que esa posición nos cansaba solté mis piernas para que cayeran sobre la cama y las abrí para facilitarle la entrada hasta el fondo y que su verga y mi ano friccionaran a tope hasta que me contraje en un tremendo orgasmo seco que me desmayó.

-Sí, ábrete para mí, para que tu hombre te folle, dame tu rico culo.  –no sé ni cómo podía hablar con el sudor que le caía y mojaba sus labios. A mi vez seguía mordiendo mi mano para no gritar.

Aumento sus embestidas si eso pudiera ser y empujaba como un toro hasta que su verga se tensó, adquirió la rigidez del hierro y creció estirando mi ano. Comenzó a correrse y liberó toda su leche que inundó mi recto y mi vientre.

Fue tal el placer que yo también exploté, cerrando con fuerza mis ojos y mordiendo mi mano hasta dejarme la marca de mis dientes, me estaba bañando en semen por dentro y por fuera, ahora yo también eyaculé.

Seguía gruñendo y dejando sus últimos estertores de leche que salían de su polla en mis entrañas. Me sujeté a sus espaldas para que no se moviera y continuara ocupando mi culo con su polla.

Me sentía tan lleno de su semen y su verga, bien preñado por su abundante esperma. Jadeaba mientras limpiaba con mi mano su frente. Se fue calmando y llegó su ataque de besos que me hacían tan feliz. Me miró y pasó su mano por mis cejas peinándolas y besando mis parpados.

-¿Te he hecho daño? ¿Te duele el culito?  -su mirada se veía como si estuviera preocupado.

-No ha sido nada tontito, no te preocupes por mí. –abrace su cuello y no sabía lo que hacer con él, me lo comería a besos y era lo que iba a hacer.

-¿Te ha gustado, lo has pasado bien?  -le pregunté a mi vez.

-Lo he pasado de locura, pero sigo teniendo ganas y la polla no se me baja. –comencé a reír y expulsé su verga de mi culo.

Era cierto lo que decía su verga estaba como si no hubiera pasado nada después de correrse dos veces.

-Eres un semental, aún estas caliente, te adoro.  –le abracé y cerré mis piernas para atrapar su pene entre ellas.

-La culpa es tuya por estar tan bueno, eres un puto que me calienta un montón.  –no dejaba de decirme esa palabra que parecería un insulto y sé que era una muestra de su extrema excitación.

Comenzó a follar mis muslos como si estuviera dentro de mi culo, con ganas locas mientras me besaba de nuevo y me decía palabras bonitas además de lo repetir que era su puto bonito una y otra vez.

-¿Quieres usarme otra vez?, ¿deseas mi culo? –abrí mis piernas para que me tomara si así lo deseaba, pero pasaba su verga por mi perineo sin intentar meterla, la sujete con mi mano y la dirigí a la entrada de mi ano.

-Métela.  –fijó su mirada en mis ojos y me retiró la mano.

-No, así no, no quiero volver a hacerte daño.  –me desbordó la ternura al ver su preocupación por mí y que no había motivo, estaba lubricado y abierto para que hiciera lo que deseara.

-Entonces espera, te la comeré.  –me di la vuelta y su polla lleno mi boca de nuevo, otra vez volvía a mamársela con ganas, ahora sin juegos de verga, chupaba como un desesperado de ella, quería ordeñarla y que saliera todo lo que contuvieran sus huevos.

Pronto comenzó a gemir y a guiarme la mamada a su gusto sujetando mi cabeza. Apoyo la cabeza en la cama y se dejó llevar por el placer que sabía proporcionarle.

-¡Ayyy! Sí, mámala putito como tú sabes, ¡qué placer!  -chupé con ganas de que se saciara, acaricié la entrada de su ano y lamí sus gordos huevos, su placer debía ser enorme, contraía sus fuertes piernas y las dejaba caer rebotando sobe la cama como desesperado queriendo que le llegara el orgasmo.

Metí mi dedo índice en su ano y lo cerró alrededor de mi dedo apretándolo convulso.

-Me corro puto, mete más tu dedo Dani, por favor.  –quedé en suspenso, era la primera vez que me llamaba así y nadie lo hacía.

-Necesito correrme mi amor.  -no me hice de rogar, saqué el dedo, pero para ensalivar el índice y corazón y penetrarle con ellos y luego follándole metiendo y sacándolos velozmente.

No le debió de gustar que dejara de mamarle.

-Chúpala, no pares, sigue, sigue.  – a la vez que aspiraba su pene oprimía mi boca hasta hundir mis mejillas y los chorros de su semen volvieron a llenarme la boca, fueron varios chorros, los primeros los tragué y lo último lo conservé envolviendo su glande en su esperma hasta paró las convulsiones.

Fui hasta su cara y le besé pasándole su semen, jugamos con él intercambiándolo de una boca a la otra y lo tragamos los dos.

-Cochino me has llenado la boca de semen.  –reía y continué pasándole mi saliva que escupía y yo volvía a recoger entre risas de los dos.

-Es tu leche mi amor y esta riquísima.  –le mordí la punta de la nariz.

-Eres un puto guarro, pero me encantas así, te amo Daniel.  -le miré y no podía creer lo que estaba pasando y hasta donde estábamos llevando nuestros deseos de tenernos y poseernos.

-¿Has quedado satisfecho? ¿Qué más tengo que hacer por mi amor?  -bajé mi mano, su miembro había menguado algo y no sé si quería más.

-Por ahora nada más, vamos a ducharnos y no sé si podremos salir.  –recordé que habíamos dicho a los abuelos que pensábamos salir a dar un paseo y llevábamos más de dos horas en su alcoba disfrutando de nosotros.

Abracé su cuello, olía tan bien, a sudor, a su esperma y su colonia todo mezclado.

-Gonzalo, antes me has llamado Dani, nunca lo habías hecho, nadie me llama así.  –me miraba sorprendido.

-¡Ahh! ¿Sí? No me he dado cuenta, ¿te gusta?

-Me da igual, me ha parecido raro, puedes llamarme como quieras.

Fui al baño para vaciar mi culo que aún contenía parte de su leche y pasé a mi habitación para buscar mi neceser que Wes había dejado encima de la cama. Eché un vistazo a la mesa y al enorme pantallón del ordenador.

-Gracias Gonzalo, gracias por la mesa y el ordenador, aunque no era necesario, solo quería la mesa para colocar mi portátil, me vas a volver un caprichoso.

Estaba limpiando su boca y me miró a través del espejo, sus ojos me interrogaban.

-Hablaba de la mesa y el ordenador que has adquirido, que no era necesario tanto.  –se enjuagó la boca antes de hablar.

-Borja se ha encargado de eso, y no vuelvas a decir nada sobre lo que tengas en esta casa, tú mereces más de lo que te podamos dar, eres uno de nosotros.

Bueno, no lo entendía muy bien, pero lo iba a dejar así. Nos duchamos ya estaba decidido que su habitación sería la de los dos y la mía para mi uso particular, él mandaba y yo obedecía.

-Vamos a salir a cenar, quiero estar a solas contigo.  –le miré sorprendido.

-No me mires así, te irás dando cuenta de que soy un poco acaparador y codicioso de lo mío.  –no me desagradaba el que me considerase suyo, siempre que eso no significara de su exclusiva propiedad.

Andábamos por la calle y pasaba a veces su brazo por mis hombros y otras me llevaba de la mano. Gonzalo había cambiado mucho interiormente sin que yo me hubiera dado cuenta.

Confirmaba mi sospecha de que se había vuelto posesivo, perfeccionista y minucioso en los detalles, buscaba que todo fuera perfecto y sin mácula, se le notaba en su vestir, sus coches y ahora su nueva adquisición, o sea, yo. No era fácil darse cuenta, pero yo lo notaba.

Exactamente yo no me veía así, deseaba ser suyo, pertenecerle, pero libre, que mi entrega fuera voluntaria y se me impusiera. Creo que él iba a querer mandar mucho en mi forma de comportarme, vestirme y relacionarme

Y volvíamos a lo de siempre, yo era rarito y tenía que ceder, pero no en todo, también él debería ceder y consentirme ciertas libertades. Espero que como el amor todo lo puede, estos malos pasamientos o premoniciones se queden en eso. Lo que sí que es cierto y me confirmo cada momento, es el inmenso amor que me inspira, más allá de cualquiera otra consideración.

Después de pasear me llevó a un exclusivo pub con música de piano y una chica cantante con una voz de ensueño. Pidió dos cervezas y me suplicó que la probara, la verdad es que sabía deliciosa, pero quedó prácticamente entera en el vaso y solo piqué unos trocitos de comida, más que nada para que comiera él, había mejorado y eran notables los cambios que experimentaba, su cuerpo se iba llenando de músculos y todo ello muy, pero que muy bien puesto en su lugar, volvía a ser el galán de enamorar que siempre había sido.

Llegamos tarde a la cama, la casa estaba en silencio y solamente estaba el guarda que nos abrió la verja de hierro, todos estaban en sus habitaciones, me desnudé en mi habitación y busqué en el vestidor un pantalón de dormir corto, los armarios estaban abiertos y al iluminarse el vestidor miré asombrado la tienda de ropa que había allí, me habían llenado los armarios, aunque aún quedaban huecos.

No iba a protestar de nuevo después de la experiencia con la mesa y el ordenador.

Volvió a hacerme el amor, ahora solamente fue una vez, más lento y apaciguado, con más caricias y suaves besos, y lo disfrute como un enano que descubre en su mina el mejor de sus diamantes.

Tomó posesión de mi mirándose en mis ojos, viendo en ellos mi amor profundo y sincero, bajaba la cabeza para besar mis labios cada vez que su pene entraba en mi cuerpo, repitiendo cada vez, te quiero, te quiero, te quiero. Todo estaba bien si era al lado de Gonzalo. Eyaculó envuelto en mis brazos, recibiendo mis caricias en su espalda, en sus costados y tirando de sus nalgas para sentirle muy dentro.

Después de que terminamos, le miré y sonreí coqueto.

-¿Y ahora?  -bese su verga que reposaba sobre su vientre, encima de los restos de mi saliva por donde había pasado mi lengua.

-Ahora a dormir, mañana vamos a correr.

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