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Paja

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Hay tantas formas de masturbarse que no cabrían en una historia breve. En la ducha matinal aprovechando la erección al despertar, sentado en una silla chateando con una amiga o una desconocida, en la cama, ya en la noche, fantaseando o recordando algún encuentro especial, frente a la pantalla del PC o de la televisión viendo porno, leyendo un buen relato de esos que llamamos “para leer con una sola mano” … Me gusta saber en qué piensan las mujeres cuando lo hacen, y así se lo pregunto. Algunas dejan la mente en blanco y se concentran en sentir, otras se estimulan recordando, fantaseando, con un buen chat, etcétera… Hay pajas urgentes, rápidas, necesarias. Hay pajas demoradas, con tiempo, sin prisa por acabar, con gusto en cada movimiento, con cada roce en una zona determinada…

La primera vez que puse una Cam para hacer cibersexo con una desconocida, me sorprendió ver mi polla en la pantalla, empalmada, y a su lado, los pechos y el vientre de mi partenaire, con sus braguitas puestas. Me acaricié el vientre, los pezones, los huevos… Ella también evitaba tocar las zonas más fulminantes, las que conducen al orgasmo inmediato. Fue extraño y excitante. Ella tenía más mundo en esa práctica y, cuando le dije que me venía, la pantalla se llenó con su boca abierta, para recibir mi leche. Repetimos, cambiando escenarios y ropas, de pie casi siempre, provocándonos, prohibiéndonos tocarnos allí donde no había vuelta atrás.

La paja ideal, sin embargo, es la que me hago sentado sobre mis talones, en la cama, con una amante frente a mí. Ambos nos miramos y nos dirigimos los movimientos, nos excitamos con palabras procaces, nos comemos con los ojos. Es fascinante obedecer y que te obedezcan, obligar y que te obliguen a detenerte cuando parece que llega el orgasmo…

-Sepárate los labios del coño y muéstrame el clítoris - me gusta decir– Pero no te lo toques.

-Cógete los huevos y estira de ellos hasta que la polla te alcance el ombligo -le gusta decirme.

-Métete dos dedos en el coño y llévatelos a la boca. Dime a qué saben.

-Escúpete en el capullo y pásate las yemas de los dedos…

-Frótate el coño bien abierto con la palma de la mano.

-Apriétate fuerte la polla, sin mover la mano. Quiero ver cómo se hincha tu capullo.

-Roza con tus dedos las ingles, los labios por fuera, el vientre hasta el ombligo.

-Acaricia tus muslos hasta los huevos, y apriétate el perineo.

No es fácil, pero sí maravilloso poder aguantar el juego largo rato.

Los orgasmos no se buscan, me gusta pensar, los orgasmos llegan. Y cuando llegan, es delicioso detenerlos, como un acto de crueldad morbosa.

-Quiero correrme -dice ella.

-Y yo, pero esperemos -respondo.

Su coño brilla y su clítoris se muestra arrogante, impaciente.

Mi polla se mueve sola, arriba y abajo, dura, sin necesidad de tocarla.

Nuestras miradas arden.

Miro su coño y deseo entrar en él.

Mira mi verga y la quiere dentro de sus entrañas.

Y jugamos.

Estamos a pocos centímetros el uno del otro. Jadeamos. Evitamos tocarnos porque sabemos que el premio será mayor.

-Me gusta tu polla.

-Me gusta tu coño.

-La deseo.

-Lo deseo.

Y nos frotamos vientre, muslos, ingles… Pezones. Parece imposible, pero podemos aguantar.

-La recuerdo, caliente dentro de mí, llenándome de leche.

-Recuerdo tu coño cálido, acogedor, empapado… Recuerdo como lo aprietas con mi polla dentro, sin movernos.

-Me pones tanto…

-Y tú a mí…

-Pajéate despacio.

-Frótate el clítoris en círculos.

Nos miramos a los ojos, a los sexos. Nos tiembla el vientre, las bocas entreabiertas. Se acerca.

-Acelera tu mano apretando fuerte.

-Métete dos dedos y fóllate con ellos sin dejar el clítoris.

-Siento que llega -y entornas los ojos.

-Yo también, noto como sube desde los pies.

-Dame tu leche, la quiero ahora.

-En cuanto empieces a notar que llega.

Ambos concentramos las miradas en los sexos, en los ojos. El brillo, las pupilas dilatadas, la respiración entrecortada. No hay vuelta atrás. Llega despacio, como a hurtadillas. Gemimos juntos.

-Me viene, me estoy corriendo.

Espero unos segundos, los orgasmos de ella son más largos.

-¿Quieres mi leche?

-Dámela, estoy vaciándome para ti.

Y eyaculo. Un chorro, otro, un tercero más breve…

Se corre con mi leche en su vientre, extendiéndola con una mano. Con la otra sigue viniéndose. Se arquea, las caderas y el culo desordenados, caóticos, locos.

Se relaja metiendo y sacando sus dedos despacio. Me los da a chupar. Los saboreo. Nos morreamos. Nos abrazamos. Nos dormimos.

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