En un atardecer de otoño cuando salí a dar un paseo por el pueblo de La Granja, fue cuando vi a un grupo de muchachos que estaban reunidos en el bar del pueblo.
Observé que los chicos se quitaron las camisas y comenzaron a pelear entre ellos. Al verlos me retiré de inmediato y procedí mi marcha. Caminé por un sendero de tierra hasta llegar a un gran arbusto. Allí me encontré a un niño que se encontraba perdido y asustado. Hablé con él y le pregunté qué hacía por esos lados, el pequeñuelo me respondió que no sabía en donde se encontraba.
Entonces lo tomé del brazo como si se tratara de un hermano menor y me dirigí con el muchachito de vuelta al pueblo para buscar ayuda. Al llegar nos intercedieron dos chicas delgadas de apariencia muy atractivas, vieron al chico y me dijeron que era de ellas. Él me miró algo tembloroso, así que presentí algo extraño por mi piel, y lo tomé fuertemente del brazo. De pronto unas luces rojas resplandecieron de los ojos de las muchachas y súbitamente se trasformaron en dos brujas espantosas.