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46.3 Con Maira y el pasado

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Notaba cosquillas en mis labios y llevé mi mano entre sueños para calmarme, una tierna risa terminó por lograr que abriera los ojos y encima de mí tenía el risueño rostro de Gonzalo.

Lucía como el sol enseñando sus blanquísimos dientes enmarcados en su naciente barba negra y tupida.

-Siento despertarte, pero vamos a correr un rato.  –le hubiera sujetado para quedarme en la cama a su lado, abrazado por sus fuertes brazos y las caricias de sus manos.

No me dio tiempo a pensarlo, retiró la ropa de la cama y luego tiró de mi brazo, se encaminó desnudo hacia el baño y le seguí medio dormido.

La temperatura era fresca y el cielo estaba nublado, como el que dejé ayer en Lille. Llegamos a Chelsea Garden cuando comenzaron a caer unas ligeras gotas de agua, parecía niebla de lo finas que eran. Paramos un momento y Gonzalo pasó su brazo por mis hombros respirando agitado por la carrera, estaba rojo y a pesar de la cinta que llevaba para contener el sudor y que no le cayera en los ojos, resbalaba por su barbilla y se le metía en la boca. Sacó su lengua para recoger lo que tenía en los labios.

-Creo que es mejor que vayamos a lo largo del río y no pasemos al otro lado, no nos podemos alejar demasiado de casa, aunque no parece que vaya a llover demasiado.  –pensé que tenía razón y asentí con la cabeza. Continuamos por Grovesnor y decidimos volver antes de llegar a Vauxhall Bridge reduciendo el paso.

Corría unos pasos detrás de él y observaba el movimiento de su culo al contraerse, aprisionado en su pantalón, en cada una de sus largas zancadas.

La ducha fue rápida, Wes nos había dicho que la abuela nos esperaba para desayunar y observé que Gonzalo no se había afeitado, no le dije nada, pero vi que a la anciana tampoco le gustaba ver de esa forma a su nieto. No habló sobre ello, pero al ir a besarla le pasó su mano por la cara y fue un gesto suficiente para él y para mí, entendimos que lo desaprobaba.

Para mi hubiera sido suficiente ese gesto para marchar con rapidez al baño y rasurarme hasta dejar mi cara fina como la de un niño, pero él era su nieto y una bonita sonrisa bastó para que la abuela sonriera a su vez.

El abuelo desayunaba en su habitación y al cabo de unos minutos se incorporó Borja a la mesa, nos saludó y fue hasta el mostrador donde Tegan le atendió en lo que quería de desayuno y vino a sentarse enfrente de Gonzalo.

-El abuelo quiere hablar contigo cuando termines de desayunar. –no me pasó desapercibido el tratamiento daba al anciano, había dicho -el abuelo- como si lo fuera también de él, en lugar de -tu abuelo-, pero no le di más importancia.

Cuando Gonzalo salió para ir donde su abuelo, observé a Borja, comía sus tostadas con ganas y pidió a Tegan que volviera a llenarle su vaso de zumo. Tendría ya unos veintinueve años y su masculina madurez le daba una apariencia, viril y poderosa, vestía como Gonzalo trajes y ropa cara. Aquel chico había jugado con Gonzalo, habían follado y no lo podía creer viendo su relación de ahora.

Hablaba con la abuela, también se dirigía a mi mirándome para que me integrara en la conversación, sobre temas de España que le había comentado su madre. Hubo un momento en que la conversación languideció y aproveché para dirigirme a él.

-La mesa es muy bonita, me ha dicho Gonzalo que has sido tú quien se ha encargado de ello, gracias Borja, gracias, me ha gustado un montón.  –levantó la mirada para mirar a la señora antes de contestarme.

-No es necesario que me lo agradezcas, mi labor consiste en que los miembros de la familia estén bien y tengan lo que necesiten.  –me habla con un cierto tono de incomodidad, debía ser la filosofía de la casa, cada uno hacía su labor, su trabajo y no estaban acostumbrados a los halagos, aunque fuera un reconocimiento sincero a su labor bien hecha.

-De todas las maneras gracias.  –volvieron a mirarse entre ellos y tuve que continuar para que entendieran mi proceder.

-No estoy acostumbrado a que otros se ocupen de mis cosas, aparte de mis padres que ahora lo hacen menos, y quizá os moleste con mi forma de ser, lo siento, todo es nuevo para mí y necesito mí tiempo.  –la abuela extendió la mano para sujetar la mía.

- Daniel, cariño, eres tú el que debe disculparnos, estamos muy a gusto con tu forma de ser y eres una nueva brisa que ha entrado en esta casa donde nada se mueve. –Borja asentía con la cabeza a lo que la anciana decía.

La abuela se quedó hablando con el mayordomo y Borja y yo nos encaminamos hacia la puerta, en el hall, donde teníamos que tomar direcciones opuestas, le sujeté del brazo.

-Tengo que pedirte un favor. –se detuvo sin separarse de mí.

-Lo que necesites, y si puedo, ya sabes que te lo haré.

-Necesito que el informe que me mostraste sea destruido, no porque lo conozca y vea Gonzalo, creo que sería doloroso que lo vieran sus abuelos por cualquier descuido.  –me sonrió apretando mi brazo.

-Ya te dije que era tuyo y podías hacer lo que quisieras con él, no tienes que preocuparte y me parece lo más acertado.  –cada uno tomó su camino, Gonzalo no había vuelto y me dispuse a lavarme la boca.

Había comenzado a trastear con el impresionante ordenador, se trataba de un Apple Mac y estaba aún sin iniciar el primer encendido, no tendría problemas con él, vendría instalado el mismo sistema operativo que el del  portátil que me regalaron mis padres. No tuve mucho tiempo cuando tocaron en la puerta. Era Borja con mi informe en su mano.

-Aquí lo tienes, es tuyo y te pertenece, faltan las hojas finales que ya te llevaste.  -lo dejó encima de la mesa y se dispuso a darse la vuelta para marchar.

-Gracias Borja, eres un amigo.  –se volvió y me dirigió una sonrisa misteriosa, no exenta de ternura.

-Tiene razón la abuela con lo que piensa de ti, es cierto que eres una nueva brisa en esta casa donde cada uno se limitaba a hacer lo que es su obligación. Gracias a ti Daniel.

Me levanté y llegué donde él estaba parado y le abracé sin decir una palabra, solamente recordé cuando, arrodillado ante mí, caído en la verde pradera, lloraba desconsolado. Cuando salía por la puerta sentí que llegaríamos a ser grandes amigos.

En uno de los cajones de la mesa había lo necesario para un escritorio, y con unas grandes tijeras dejé el informe convertido en mil pedazos, lo cierto es que miré por última vez las fotos donde estábamos Telmo y yo haciendo el amor, en un primer plano se veía todo el detalle de cómo era penetrado por mí. Sentí un escalofrío pensando que esas imágenes pudieran haber sido vistas por los abuelos de Gonzalo.

Hablé con Maira cuando estaban para llegar a Londres, habían reservado habitación en The Gresham Hotel, muy cerca de Paddington Station a donde llegarían en poco tiempo y quedé con ella en que pasaríamos por su hotel y les recogeríamos.

 

Gonzalo había hablado con la abuela que entendió que teníamos que atender a mis amigos.

 

Maira estaba muy guapa y más delgada, de su novio diré que, como siempre, se le veía atractivo, nos dimos un grandísimo abrazo en el momento en que bajó a recepción donde les esperábamos.

 

Miraba estaba cohibida ante Gonzalo, y aquí tuvo el hermoso detalle de abrazarla y darla un beso en la cara que rompió todas las escasas barreras de timidez que pudiera tener, se la gano con ese gesto simplemente.

 

Hablábamos sin parar, estaba loca de alegría por volver a España y el único inconveniente era que su novio seguiría en Bristol y no sabían hasta cuándo.

 

Gonzalo se encargó de elegir un restaurante cerca del río y de la residencia de sus abuelos, el restaurante era lo de menos, pero quería que fuera bonito para agasajar a mis amigos y el Gordon Ramsay lo era y la comida muy buena.

 

Tuvimos que ir hasta allí en taxi para evitar la lluvia. Gonzalo no me permitió invitarles y pagó él la impresionante factura. Y como no llovía cuando terminamos la comida salimos a pasear.

 

Maira y yo íbamos siguiéndoles, el novio de Maira no es muy hablador y marchaban en silencio. Nosotros riendo de nuestras locuras hasta que me sujetó de la cintura.

 

-Te noto muy feliz, qué tal es él.  –apoyó su cabeza en mi hombro mientras seguíamos caminando.

 

-Soy, me siento muy feliz y él es bueno, un poco raro, como todos los que tienen dinero, Nico también lo es, lo llevan en sus genes.  –se da cuenta de mi broa y se echa a reír besándome la mejilla, y me pormenoriza lo que desea saber al oído consiguiendo que me ponga rojo.

 

-¡Jolines Maira!, qué cosas me preguntas.  –se ríe loca de alegría divertida de mi azoramiento, y los chicos vuelven la cabeza.

 

-Ya hemos hablado otras veces de ello y tú querías conocer los detalles de mi vida sexual, tengo curiosidad, venga, ¡por fa! No me hagas rogar, cuéntame cómo es como amante.  –se lo tengo que contar, pero quiere tantos detalles que, ¡buff!

 

-Sinceramente, Nico era, bueno tenía más experiencia y es una delicia haciendo el amor, Gonzalo no está mal y es diferente Maira, mi vida le pertenece, le amo hasta sentir dolor en mi alma y eso me hace ser parcial, todo lo de él para mí está bien.

 

-Y con muchísimo dinero, ya sé que tú no lo necesitas y no lo das importancia, pero es poderoso y rico eso no se puede negar, eres afortunado querido amigo, no sé dónde los buscas.  –la miro con una sonrisa indulgente en mi cara, recordando nuestras fiestas en Cranfield, el tremendo trabajo de los estudios y aun teníamos tiempo para organizar cenas en nuestras residencias, lo que hemos reído y llorado juntos.

 

-Yo no los busco, ellos me encuentran, a Gonzalo le conozco de toda la vida y a Nico me lo trajiste tú si no recuerdo mal.  -su abrazo se estrechó más.

 

-Y Nico que tal está, no me atrevo a preguntarle directamente.  –tuve que buscar una respuesta, la verdad es que no sabía exactamente como se sentía.

 

-Yo creo que está bien, continúa enamorado, aunque en Navidad tuvo que aceptar el distanciamiento, yo le quiero y mucho y él con Gonzalo se llevan muy bien, saben el lugar en el que están y el que cada uno ha ocupado, sin celos y esas cosas. Es tan tremendamente bueno que no exterioriza si se siente mal para no molestar a los demás.

 

Después del paseo cogimos un taxi para llegar al centro y fuimos a cenar cerca de su hotel donde luego les dejamos, después de pasar mucho tiempo hablando hasta que aburrimos a nuestras parejas que ya no sabían de qué hablar.

 

Nos despedimos sin una fecha fija para un nuevo encuentro, que quizá fuera en España o U.K., de momento nos habíamos podido abrazar y sentirnos unidos.

 

De nuevo la casa estaba en silencio cuando llegamos, rogaba porque sus abuelos fueran comprensivos y nos perdonaran los excesos.

 

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Se nos había hecho tarde para ir a correr, la fiesta de la noche y la tardanza en ir a dormir se estaban cobrando su tributo, una mano de Gonzalo descansaba sobre mi glúteo, me sentía muy a gusto y no deseaba abrir los ojos. Permanecía tumbado boca abajo, hundiendo mi rostro en las suaves almohadas, totalmente desnudo y moví ligeramente mi cuerpo para flexionar más mi pierna y restregar mi miembro en la sábana.

 

Era como estar en el cielo flotando y tumbado sobre los algodones de las nubes, la mano de Gonzalo resbaló y se coló entre la raja de mis nalgas, sentí que se encontraba despierto cuando movió su mano y la pasó por la redondez de mi culo hasta llegar a mi estirado lomo, y le moví mimoso mi cadera en muda aceptación de su tierna caricia.

 

Se elevó para besar con sus ardorosos labios la parte alta y más prominente de mi glúteo.

 

-¿Gonzalo? ¿Eres tú?  -le escuché una pequeña risa.

 

-No, soy el príncipe despertando a Aurora la Bella Durmiente.  –pasaba la palma de su mano por mi lomo subiendo por cada costilla y se me erizaba la piel.

 

-Sigue príncipe, no pares.  –estiré mi pierna y mis brazos para desentumecerlos, Gonzalo aprovechó para mera meter su mano en mi axila y acariciar mi vello, cerré el brazo aprisionando su mano y reí por las cosquillas que me hacía.

 

-Daniel, mi hombrecito tan serio y preocupado y ahora se me vuelve un tierno niño para comerlo.  –se aproximó a mí y pegó su cuerpo al mío, me envolvió su tenue calor, la suavidad de su mano acariciaba mis pechos, las yemas de sus dedos aplastaban mis pezones en suavísimas caricias, la tersura sedosa de su verga rozaba en mis muslos.

 

El ritual para el apareamiento se había iniciado, lo indicaba el crecimiento que iba experimentando su polla y mi sumisión de hembra ante el cortejo de su macho. Desplegaba todas las arteras dotes de las cuales la naturaleza le había dotado tan bien. Me quería conquistar para llevarme a que cumpliera sus deseos y su instintivo cortejo me embaucaba impregnando mis sentidos de él.

 

Todo su organismo se había puesto a trabajar a su favor, y hasta su olor a hombre, a macho deseoso de llegar a la cópula se había incrementado, lo notaba en mi piel en contacto con la suya, que aspiraba a través de sus poros los deseos más primitivos que la suya transmitía.

 

Mi fábrica de endorfinas estaba trabajando a tope, mi deseo de él se estaba volviendo irresistible y comencé a gemir vencido por el deseo. Su instinto le dejaba conocer cuál era mi estado y el punto de sumisión en que me tenía.

 

Mordió el lóbulo de mi oreja y suspiré profundamente, no hablaba, solo disfrutaba de las sensaciones placenteras que su actuación y todo él producían en mi organismo. Extendí mis brazos sobre la cama y agarré con fuerza la sabana, hundí el rostro en el colchón y abrí ligeramente mis piernas, me montó como cualquier animal a su hembra y su miembro potentísimo, mojado de sus jugos, rozaba presuroso entre mis nalgas.

 

El sudor pegaba su pecho a mi espalda, sus babas llenaban mi cuello y mi ano latía esperando ansioso el encuentro con su verga, le sentía dilatarse por sí solo esperando la invasión a la que iba a ser sometido, abrí totalmente mis piernas como si fuera una rana dispuesta a efectuar su salto mortal y elevé mi trasero dejándolo expuesto para el semental que quería, que necesitaba cubrir y preñar a su hembra en obediencia ciega al instinto natural.

 

Sostenía su cuerpo con sus manos abiertas a los costados del mío sobre la cama. Su pene, rígido como una barra de acero caliente, punteaba entre mis nalgas, buscando su camino él solo en varios intentos, hasta que acertó la diana de mi ano y supo de su acierto, porque paró un momento hasta que sus riñones se contrajeran impulsando sus caderas para que su verga avanzara.

 

Mi ano se abrió para él, estirándose para acoger su gorda y caliente cabeza hasta que la trago y se cerró ligeramente tras de ella. Resultaba delicioso sentir la tirantez de mi culo, y su pequeña recuperación cuando traspasó la defensa de mi anillo, y su nuevo estiramiento para acoger el resto de su falo que iba entrando sin parar hasta hacerse dueño del lugar y llenarme por completo.

 

Mis gemidos no se hicieron esperar, tiró para atrás de sus caderas y sus testículos dejaron de presionar en mi perineo, y reculé para que volviera a meter lo que había salido, lo quería todo dentro de mí un momento, sentirle en su grandeza plena.

 

Me consintió, interpretó mi deseo y permaneció quieto, pero respirando entrecortado, sentía silbar su aliento caliente y tórrido en mi espalda mientras la besaba y mordía.

 

-¡Dios! ¡Dios!, eres delicioso, te adoro mi niño hermoso.  –moví en círculos mi culo, lo que pude, en una clara invitación a que entrara y saliera cómo y cuándo quisiera.

 

-¡Ohh! Estás riquísimo.  –oprimía mi cintura con sus manos llevándome y alejándome de él, movía mi cuerpo para que metiera y sacara su verga hasta la punta para volver a entrar con fuerza en mis entrañas.

 

Dejó mi cintura para pasar sus manos a mis caderas y aumentó considerablemente la velocidad, intentaba cerrar mi culo para aprisionar su verga, pero era un duro y caliente hierro que me perforaba y no había quien pudiera detener.

 

Su polla se puso durísima, entró enterrándose en mi vientre, me clavó haciéndome caer y él detrás de mi metido muy profundo y agarrando con fuerza mis caderas para no desprenderse de mí.

 

-Me corro, me voy, me voy.  –llevé mi mano a su muslo para apretarle contra mí, sentía como la lava de sus huevos iba entrando y llenándome de ella.

 

Lo sentía riquísimo así, pegado todo él a mi espalda, sintiendo sus espasmos, y hasta notando el discurrir de su simiente por el conducto de su verga hasta verterse y vaciarse para preñar mi vientre.

 

Se fue calmando, aunque no dejaba de temblar, mi adorado hombre que me mojaba con su sudor, que bañaba mi interior con su esencia, que me poseía y alimentaba de todas las maneras, rendido encima de mí y muerto del placer que mi cuerpo le había entregado. ¡Qué importante me sentí en ese momento! ¡Qué pleno y satisfecho! Sentirme útil para él y que me deseara de esta forma me elevaba a lo sobrenatural.

 

Lamió y besó mi hombro, habían transcurrido unos minutos desde que eyaculó y disfrutó de su interminable orgasmo, y su polla seguía en mi interior aún tiesa y dura.

 

-Lo siento, lo lamento Daniel, no te he esperado y me he corrido como un bestia sin pensar en ti.  –sus palabras iban acompañadas de caricias en mis hombros y espalda y dulces y húmedos besos de su boca.

 

-Eso no importa mi amor, lo he pasado bien, te amo y es suficiente para mí.  –sus labios continuaban besando dulcemente mi cuello, sin cansarse lamiendo mi sudor y el suyo.

 

-A ti no importará, pero a mi si mi bella princesa.  –tiró de mi cintura para elevarme y separar mi cuerpo del colchón donde me tenía prisionero.

 

Mi polla estaba dura y pegaba en mi ombligo cuando comenzó de nuevo, ahora más lentamente, a meter y sacar su polla que volvía a notar vigorosa y fuerte, entrando con suavidad plena en mi culo bañado por su semen.

 

Pegó su vientre en mis nalgas y se estiró para cogerme la polla y masturbarla sin prisas.

 

Me sentía a punto de explotar, tan repleto de él en mi recto, llevado en suaves caricias de su polla envuelta en sus fluidos, tan suave y tan gorda, su suave mano bañada en mi precum masturbando mi pene, el calor húmedo de su cuerpo pegado al mío, montado por mi poderoso macho tan cariñoso y tierno queriendo arrancarme el mejor orgasmo y llevarme a la gloria.

 

-Gonzalo mi amor, no voy a poder aguantar mucho más.    -las oleadas de placer me llegaban, me aturdían sin saber dónde arrancaban y se perdían, si es que era en mi dilatado ano o en mi estimulada verga.  Me contraje y grité mordiendo la sábana ante la avalancha de placenteras y salvajes sensaciones que mi cuerpo experimentaba.

 

Aumentó el movimiento de su mano masturbando mí ya dolorido pene, y el de su verga perforando mi culo y volviéndome loco perdido de placer. Unos segundos más tarde Gonzalo volvió a gustar del amoroso calor de mi interior, a inundarme y llenarme con su leche, apretando con sus brazos mi cintura, esparciendo mi esperma por mi vientre y los pelos de mi pubis y mis huevos, en un baño total de mi esencia.

 

-Mi niño, ni amor, me he corrido otra vez.  –como si yo no lo supiera.

 

Pude emitir una pequeña risita de satisfacción y esperé paciente a que su verga saliera de mí, para fundirme en un abrazo de agradecimiento enternecido hacia lo que representaba en mi vida.

 

-Gonzalo, te amo, te amo.  -y besaba desesperado cualquier cosa de él que mis labios encontraran.

 

El correr no podría ser, pero su sustitución había merecido la pena, lo podía ver mientras desayunábamos con sus abuelos y Borja, en las miradas cómplices que me dirigía dichoso y feliz.

 

Creo que nuestra felicidad era contagiosa y veía al resto de los presentes felices hablando, ellos tan serios, de cosas tontas y a su abuela mirarnos complacida, imagino de ver feliz a su nieto.

 

Hubo un momento en que reino el silencio, hasta que Boja habló mirando a Gonzalo y el abuelo.

 

-Tenemos que preparar tu reunión de mañana, Luis está inquieto y quiere que ultimemos los detalles, he quedado con él para hablar todos por skype.  –luego me miró a mí.

 

-Lo siento Daniel, pero Luis necesita mantener esta charla con Gonzalo.  -se le veía molesto de ser el motivo de que nos separáramos, entendía el cariño que todos le mostraban y estaba empezando a quererle, a ver en él lo mismo que Gonzalo, al hermano mayor que ninguno de los dos habíamos tenido.

 

-Si quieres puedes estar con nosotros.  –Gonzalo comenzó a hablar y su abuela le interrumpió con un gesto.

 

-No querréis ensañaros con Daniel, ¿quieres que demos un paseo? Tú y yo solos, mientras estos arreglan el mundo.  –se dirigía a mi pidiéndomelo y dando por hecho mi aprobación y por concluida la conversación.

 

La abuela me había cogido del brazo y caminábamos mirando a la gente por la calle y los escaparates luciendo sus artículos, muchas tiendas estaban cerradas pero la anciana miraba las cosas valorándolas por novedosas o extrañas. No era una persona que saliera mucho a caminar por la calle, de hecho, me pareció que me utilizaba como bastón o muleta, andábamos despacio y unos metros detrás de nosotros nos seguía uno de los vigilantes de la casa.

 

Se mantenía sin llover, con una buena temperatura primaveral, con todo el verdor de los árboles, explotando en colores los que ornamentaban sus ramas con flores.

 

Me señaló una cafetería cercana, habíamos caminado tan poco y ya se la notaba cansada.  El interior se sentía cómodo e íntimo como primera impresión y me dirigió a un extremo como si conociera el lugar. Tomó asiento en una especie de banco en “L” cubierto de cojines duros en un rincón apartado de la barra, y me señaló para que me sentara a su lado.

 

Al momento llegó una linda camarera y ya no lo dudé, conocían a la abuela como si fuera un lugar que frecuentara.  Sabía lo iba a tomar y solo se saludaron, la chica me miró preguntándome con sus ojos lo que quería tomar, miré a la abuela.

 

-Yo voy a tomar un té con leche y te lo recomiendo a ti que te gusta el té.

 

-De acuerdo tomaré lo mismo.  –la muchacha sonrió y antes de que marchara la abuela la volvió a hablar.

 

-Muy caliente por favor.  –hacía calor en el local y ella no se había quitado su abrigo, tiraba de las solapas para envolverse más en él.

 

Se volvió hacía mí y cogió mi mano apretándola, la mía estaba fría y las suyas eran hielo.

 

-Daniel, estamos muy contentos por tenerte con nosotros, tu eres lo que Gonzalo necesita. Tengo que hablar con tu madre para que vengan unos días, los que quieran, a estar aquí.  –creo que Gonzalo ya se lo había pedido, pero no se lo dije.

 

Hablamos de recuerdos alegres, de las fiestas que daban en su residencia con tantos jóvenes, y de Ál, seguía llorando su muerte.  Me llamó Gonzalo cuando terminó su entrevista, quería saber dónde nos encontrábamos para venir a nuestro encuentro.

 

Cuando llegó fue directo a la barra y me acerqué donde se encontraba, había pedido un zumo de naranja. Me apoyé en él y coloqué mi mano en su muslo, se había sentado en un taburete alto, pasé mi mano a lo largo de él sintiendo la rotundidez de sus músculos.

 

-Te has aburrido.  –puso su mano sobre la mía y la subió hasta hacerme tropezar con su entrepierna.

 

Le miré reprochándole con mi mirada, me la devolvió provocador con una sonrisa que no tenía desperdicio, me rendí y bajé los ojos.

 

-En absoluto, tu abuela sabe cómo entretenerme.  -cogió su vaso abarcándolo con sus huesudos dedos y se encaminó hacia la mesa, después de estar hablando los tres volvimos a la casa, ahora nos llevaba a cada uno a un lado, Gonzalo la sujetaba por el brazo y ella lo hacía con el mío.

 

Después de comer, Borja faltó a la comida y no pregunté por él, Wes tenía preparado mi equipaje y solo tuve que meter mi neceser después de lavarme la boca.

 

Dos horas más tarde salía el tren a la luz al otro lado del túnel, en el continente, después de atravesar el canal. En Lille llovía cuando salí de la estación. Los raros contrastes del tiempo, había dejado Londres con algo de sol y aquí tuve que coger un taxi de nuevo para que me llevara al estudio.

 

No me había metido en la cama cuando Gonzalo me llamó, tenía que hablarme y acordar desde ahora lo que haríamos el próximo fin de semana, una disculpa cualquiera para tenerme con la oreja pegada al móvil.

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