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Gracias a mi obsceno tanga, follé a una guarra en una cala

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Aquella mañana, a primera hora, cuando abrían las tiendas me dirigí a la sex-shop por la cual había pasado millones de veces por múltiples circunstancias y me adentré en el local.

Era algo pequeño, pero bastante abastecido y colmado de productos eróticos. Inquirí a la madurita dependienta por los tangas de hombre y constaté que había unos cuantos, y de entrada seleccioné un muestrario de siete, para al final, elegir solo uno. Fui probando los elegidos en un probador atendiendo al diseño, color y calidad, pero, sobre todo, que le diese morbo a una mujer. Me alejé de los clásicos colores y de los horteras de antaño, para elegir uno que fuera sexy, morboso y tentador y al final preferí uno azul que se salía del clásico color y de la clásica forma. Fui a probármelo y vestirlo en el probador y llamé a la vendedora para provocar una primera sensación.

—¡señorita, por favor!, ¿puede venir un momento? —exclamé.

Quería ver la cara que pondría al ver mi depravado, lujurioso y libidinoso tanga sexy y escuchar lo que me dijese.

—¡un segundo! —gritó ella.

Ya estaba mentalmente preparado para oír algo que me gustara.

—¿qué quiere? —dijo ella.

—¿qué le parece como me queda el tanga? —expresé yo.

La dependienta, al verme con el tanga, no sabía lo que decirme y se quedó un poco cohibida y ruborizada y observó:

—... si... si... ¡uf!, estas muy bien, tío...  —farfulló— ... es... es muy... si, si, sexy y tentador —tartajeó.

Y se fue. Cerré la cortina del probador y me reí un poco al comprobar y advertir que se había puesto un poco cachonda y estaba algo azorada, sonrojada y ruborizada. Me vestí, pagué la prenda y dejé atrás el sex-shop. Enfilé y encaminé mis pasos al apartamento, para ya ponerme el depravado tanga y ver el efecto que hiciera en una lasciva y libidinosa hembra en celo con concupiscentes ganas de rabo. Guiaba y dirigía mis pasos por el paseo, ya que así iba viendo a las hembras macizas y sexys de la playa y me servía para regresar ambientado y cachondón a la cala en cuestión.

Llegué, efectivamente salido y caliente, no solo por la temperatura climática sino también por la de mi cuerpo, porque había contemplado y admirado muchas tías buenas en el caminar cerca de la playa y ahora era el momento de encontrar por lo menos a una en la calita. Me ajusté bien el tanga, que era una talla menos, que parecía que los cojones fueran a explotar dentro del tanga y el rabo, que parecía más grande, me acomodé una camisa de manga corta, pero sin abotonar, me acoplé un pantalón deportivo, calcé un par de sandalias, la toalla, tomé mis gafas de sol y marché enfilando la calita.

Retomé el mismo camino de antes y contemplar y admirar a muchas tías buenas de la playa. Orienté mis postreros pasos a la calita y ya iba con la calentura corporal necesaria y el morbo incorporado para entrar a la primera tía que me gustase. Ya estaba enderezando los últimos metros y solo vi a una que tomaba el sol, desnuda y que tenía un culo petable y entaponable y aparentemente estaba buena, porque lo que estaba viendo desde mi posición ya me estaba gustando y dando morbo.

Arribé al fin a la calita y situé mi toalla cerca de esta atractiva mujer, me desnudé hasta quedarme solo con el erótico y lujurioso tanga sexy y senté mis posaderas en la toalla con las piernas flexionadas y sujetando mi cuerpo con los brazos hacia atrás. Cuando terminé la operación y esta hembra se percató de mi presencia, se despertó y me miró.

—¡hola! 

Esta mujer se debió quedar algo traspuesta, ya que el sol invitaba a ello y se notaba que estaba relajada.

—¡hola!, ¿cómo te llamas? —inquirí. 

—Yo me llamo Alexa —dijo ella.

—yo me llamo Alessandro.

—¡qué casualidad, casi nos llamamos parecido en masculino y femenino! —analizó Alexa.

—sí, sí, tienes razón —reconocí.

—bueno, Alexa, ¿qué te ha traído a esta calita? —pregunté.

—me habían hablado de ella y que podría hacer streaking, nudismo —confesó Alexa.

—yo ya había estado otras veces y aquí te puedes poner como quieras lejos de las miradas de salidos y lascivas con ganas de sexo fácil —testimonié.

—sí, tienes razón, Alex —manifestó Alexa— ¿puedo llamarte así? ... ¿Alex? —agregó Alexa.

—perfecto, bien, muy bien —manifesté.

Mientras charlábamos, descubrí que Alexa ya empezaba a sudar y que ya tenía gotitas de sudor hasta cerca de su maravilloso coño perfectamente depilado.

—¿qué te parece si vamos al agua? —pregunté.

—bien, porque tengo muuucho calor —sonrió Alexa.

Corrimos raudos al agua y Alexa al correr, bamboleaba su precioso culito que ya me estaba empezando a poner cachondo y salido. Ya dentro del agua, empezamos a jugar de ver quién llegaba primero a tal o cual sitio quien regresaba menos cansado y quien volvía a la orilla en buen estado de forma ... A Alexa, parecía gustarle este jueguecito y la simpatía de uno por otro comenzaba a aflorar y estimularnos sexualmente. Llegamos a la orilla algo cansados y Alexa pidió que echáramos otra nadada hasta la plataforma y allí descansar, dado que ya nos habíamos desgastado físicamente y el armazón marino distaba de la orilla mil quinientos metros.

Llegué algo fatigado y casi me costó subir, oteé que a Alexa le estaba costando llegar y me zambullí otra vez y nadé sacando fuerzas de flaqueza y acudí a por ella. La cogí por los hombros y le pedí que descansara brevemente y me soltó que estaba fatigada por la paliza que nos habíamos dado nadando y que, por otra parte, había salido con unas amigas por la noche, había regresado de madrugada y mal durmió. Ya se calmó Alexa y llegamos a la plataforma y subimos por la escalera, mientras aupaba por las escaleras su bello cuerpo, pude admirar que me encontraba ante una bella y sexy sirena madurita que me había puesto rijoso y sicalíptico.

Este pequeño incidente, me calentó más y noté que estaba empalmado sin haberlo buscado. Ascendí por las escaleras al marino estrado y allí se hallaba Alexa tumbada recuperando el resuello perdido, pero a la vez pidiendo guerra... Me puse a cuatro patas y me acerqué lenta y sigilosamente a Alexa y cuando ya estaba junto a ella, comencé a lamer su cuerpo de diosa acuática, de sirena sexy y eso aumentaba mi lujuria. Alexa me pidió que me acercara más, que deseaba liberarme del sexy tanga que yo llevaba y me lo quitó.


—Alex, quiero bajarte ese duro empalme, que seguro que es por mí —dedujo Alexa.


—sí, querida Alexa, es por tu culpa —jadeé.

—me has puesto muy caliente con tu sexy tanga de actor porno —confesó Alexa— pon tu gran polla dura en mi boca —añadió Alexa.

Comenzamos a hacer un perfecto sesenta y nueve y se oía el rumor de las olas, el sonido del poco viento que había y los graznidos de las gaviotas. Nuestros lascivos y libidinosos cuerpos seres en celo, eran dorados y tostados por el sol, que nos apremiaba y proyectaba a acometer y abalanzarnos uno sobre otro para estimularnos sexualmente y ejecutar un gozoso sesenta y nueve sexual.

Después de unas eternas y lascivas lamidas de coño y rabo,
jadeé.

—me pones muy caliente, puta.

Alexa, proseguía mamando y tragando mi polla y yo comencé a jadear, aullar y bufar de lujuria, con la lasciva y perfecta mamada que esta sirena-zorra de Alexa me estaba haciendo. Retorné a horadar y socavar el coño de esta lasciva sirena Alexa con mi lengua y disfrutábamos de las lamidas, chupadas y relamidas sexuales. Alexa, sacó mi muy empitonado rabo de sus belfos libidinosos y exclamó:

—¡córrete en mi boca, cabrón! 

Me quede alucinado, mientras le horadaba y trepanaba el muy mojado coño con mi afilada lengua y la muy guarra bufaba y se desgañitaba del placer que yo le producía. La muy zorra usó un soez y chabacano lenguaje que me ponía más cachondo y "salidorro" y ahora era cuando la deseaba más con lasciva urgencia sicalíptica.

Proseguíamos produciendo mutuamente placer con nuestras bocas y habíamos creado un lascivo ambiente muy erótico.

—¡slurp!, ¡slurp!, ¡slap!, ¡slap!, ¡chok!

Mientras devorábamos mutuamente nuestros encendidos cuerpos, las gaviotas veían como lo hacíamos con pasión.

 —¡nadie me lo come tan bien como tú, cabrón! —bramó Alexa.

Al oír estas lascivas y soeces palabras, como ya estaba tan cerca de lograrlo, ambos prorrumpimos y estallamos en un orgasmo bestial y le llené su boca con mi cremosa, blanquecina y pastosa lefa a Alexa y yo tragué sus caldos vaginales. Nos tumbamos fugazmente para recuperar fuerzas y nos besamos. Zambullimos nuestros agitados y enardecidos cuerpos en el mar y regresar tranquilamente a la orilla.

Alexa se situó frente a mí para catar morbosamente mi rabo dentro del tanga frente al suyo, después me llevó a una roca que no estaba lejos para poder posar su lascivo culo y que luego nos ayudara a follar con placer. Alexa se sentó y quitó su tanga para que yo me arrodillara frente a ella y comenzara a lengüetear y lamer su libidinoso coño. Abrió sus piernas de par en par, para que yo disfrutase de su maravilloso coño perfectamente depilado Yo chupaba, succionaba y lamía su coño y se lo volvía a relamer y lo taladraba con mi sabia lengua y con delirio y entusiasmo sexual.

—¡no puedo dejar de comerte el coño, es mi vicio, puta! —afirmé todo caliente.

Yo proseguía con mi boca debajo de su coño y a la vez que le trepanaba con mi lengua su bullente y agitado coño caliente, Alexa se sobaba sus enormes tetazas y proseguía gimiendo y botando su caliente coño sobre mi boca

—¡así!, ¡así!, ¡ah!, ¡uah!, ¡ah!, ¡así! —bufaba Alexa.

A la par que yo lamía y relamía su coño, yo follaba con dureza y martilleaba su bullente coño con un dedo y la muy cerda proseguía gimiendo y rezongando cual obscena ramera lujuriosa en celo.

Yo taladraba y martilleaba bullente su coño con mi dedo y continuaba lamiendo y relamiendo su intenso y efervescente coño de loba salida y libidinosa. Chillaba y gritaba de placer y gozo sexual.

Mientras yo permanecía taladrando y "estacando" lenta y lascivamente mi dedo en su agitado coño de ramera lúbrica.

—¡slurp!, ¡slurp!, ¡slap!, ¡slap!, ¡chok!

Follaba y refollaba con mi sabia lengua el vibrante chochazo caliente de Alexa y ella tocaba mi cabeza con su mano izquierda y yo permanecía como loco martilleando su bullente coño con dos dedos La zorra de Alexa, permanecía impertérrita bien abierta de patas mientras yo disfrutaba como un salido de sus jugos vaginales.

—¡uff!, ¡uff!, ¡agh! —gemía Alexa.

—¡que rico comes el coño, joder! —jadeaba Alexa— ¡qué gustoo! —volvía a jadear Alexa— ¡que rico, que rico!, ¡así, así! —proseguía jadeando esta puta zorra de Alexa.

—¡cómeme el coño, cabrón. No pares —mugía Alexa.

Me pidió que me levantara y yo me negué en redondo diciéndola que no y ella rio mi ocurrencia.

Yo proseguía socavando su bullente coño de guarra y me deleitaba con el placer que le daba a esta golfa libidinosa de Alexa que continuaba bramando y desgañitándose como una cerda caliente.

—¿tienes hambre, cariño? —jadeó Alexa entre risas.

Me puse de pie frente a Alexa que mientras nos besábamos me magreaba el rabo con maestría lúbrica.

Mientras yo me sujetaba en la roca, Alexa se situó en cuclillas frente a mi curvado rabo y se deleitaba y gozaba al lamer y succionar mi verga como una posesa enajenada y mamaba, lengüeteaba y relamía mi rabo con complacencia y empeño lascivo y lúbrico, sacaba mi rabo de su lujuriosa bocaza y succionaba mis hermosos cojones con afición sicalíptica y yo berreaba de placer como un perfecto cabrón en celo.

—¡córrete en mi boca de guarra, lo deseo, cabrón! —bramó Alexa.

La sacaba y volvía a meter en su hirviente bocaza de libertina ninfomaníaca y succionaba mis maravillosamente afeitados cojones.

—¡que rica!, ¡me encanta chupar tu polla, cabrón! —jadeó Alexa.

Me senté sobre la arena y Alexa a horcajadas dándome la espalda, sobre mi rabo y su profundo y agitado coño, tragó de golpe todo mi rabo.

—¡Ah, que gusto! —jadeó Alexa.

La guarra de Alexa ponía los ojos en blanco y yo apreciaba como sus entrañas bullían del gustazo que le estaba yo dando al horadar su coño ardoroso con mi duro rabo.

Cambiamos de postura y Alexa, puso sus manos sobre la roca para que la follara a estilo perro, pero antes mojé su coño con algo de saliva. Mientras la perforaba el coño, le sobaba la teta izquierda y le daba un beso con lengua.

—¡nadie me folla tan bien como tú, eres un cabrón follador —aulló viciosamente Alexa.

Le agarré las dos manos, mientras taladraba y barrenaba su coño y yo bramaba sin cesar.

—¡eres una zorra caliente, eres una zorra caliente! 

A renglón seguido, Alexa agarró sus manos a la roca y yo me aferré a sus caderas para proseguir la follada monumental que la estaba pegando.

Paré de joder febril y acaloradamente y me puse en cuclillas y volví a lamer, relamer y chupar el lascivo y burbujeante coño de Alexa que tanto me estaba gustando y la muy puerca seguía bramando, ululando y gimiendo de placer como una zorra libidinosa.

—¡eres una zorra viciosa, Alexa! —mugí.

—¡no puedo dejar de comerte el coño, es mi vicio! —afirmé.

Me puse de pie y proseguí barrenando y jodiendo como un semental ese bullente y agitado coño de la puta Alexa.

—¡que pollaza tienes, cabrón!, ¡que rabo!, ¡taladrame más, hijo puta! —bramaba Alexa.

El ardoroso y activo coño de Alexa absorbía y tragaba mi rabo y llegaba a los cojones que estaban cargados de lefa, mientras la agujereaba y punzaba en su azogado coño le sobaba las tetas con regocijo y gusto sexual mientras le musitaba al oído las más dulces guarradas que toda zorra en celo desea oír: 

—¡este va a ser el polvo más cachondo de tu vida, puta!, ¡que rica estás, zorra!, ¡cómo me gusta joder tu coño, puta! —mugí.

La muy guarra ponía los ojos en blanco y yo sentía como sus entrañas bullían del placer que le estaba yo dando al barrenar su coño agitado con mi rabo duro.

—¡ah!, ¡ah!, ¡ay así!, ¡ah!, ¡ah!, ¡uff! —gemía como una zorra Alexa.

Después de recibir unos cuantos "rabazos" y empellones en su borboteante coño, Alexa, se puso en cuclillas frente a mí y comenzó a mamar, lamer y chupar mi rabo y la muy puerca se sobaba con vicio depravado su acalorado coño de guarra lasciva.

Se volvió a poner de pie frente a mí, apoyando su lascivo y atractivo "cuerpazo" de zorra depravada y con las piernas bien abiertas comencé a martillear y joder agitadamente su coño

A la vez, la lamía el cuello y sobaba sus magníficas tetas de silicona que tanto me ponían cachondo y salido

Dimos otro cambio, y saqué mi duro vergón de su coño. Alexa se me echó encima e clavó su bullente coño en mi dura verga y comenzó a botar con vicio y frenesí como una vulgar furcia depravada en celo. Le perforaba el coño y a la vez agarraba con fuerza sus nalgas de golfa obscena.

—¡qué gustooo!, ¡no pares!, ¡no me la saques! —bramó Alexa.

—¡toma polla, puta!, ¡toma rabo, guarra! —grité.

La guarra de Alexa, dejó de recibir empellones en su coño por mi martillo carnal, para bajar frente a mí y postrarse frente a mi rabo y comenzar a tragar, lamer y lengüetear mi rabo de toro, al tiempo que la muy puta lo hacía se tocaba la teta derecha con su mano derecha y la muy puta gemía como una loba libidinosa 

—¡eres un cerdo, cabrón!, ¡que placer me das, hijo puta! —gritó Alexa.

Mientras me pajeaba y se pajeaba, me miraba con vicio y lujuria y volvía a repetir:

—¡eres un cabrón!, ¡me estás matando de gusto, jodío! —jadeó Alexa. 

La puerca de Alexa seguía lanzando "ayes" de pasión y frenesí con mi rabo en su boca y se machacaba el clítoris con vicio

Proseguía Alexa mamando, lengüeteando y relamiendo mi rabo con complacencia y empeño lascivo.

—¡me encanta comerte el rabo, cabrón!, ¡me gusta, maricón! —bramó Alexa.

Me pajeaba sin parar, mientras Alexa me soltaba unas procaces palabras soeces que me encendían y me ponían más y más cachondo.

—¡córrete en mis tetas, cabrón!, ¡lo estoy deseando, jodío! —bramó Alexa.

Finalmente proyecté cuajarones de mi cremosa y blanquecina lefa en las tetas de silicona de Alexa:

 —¡Que ricaaa! —jadeó Alexa.

Marchamos en dirección al agua y algo jugamos, pero no se me volvió a levantar y hablamos de vernos otra vez en el mismo sitio.

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