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Matilda, guerrero del espacio (capítulo 6)

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—Puente a capitán, —sonó el interfono del camarote mientras se duchaba—. Acuda al puente inmediatamente. Es urgente.

Después de secarse apresuradamente y a medio vestir, Matilda salió disparada del camarote seguida por Ushlas, que, por el camino, la ayudaba a terminar de ponerse la guerrera.

—¿Qué ocurre? —preguntó cuándo entró en el puente.

—Naves no identificadas nos cierran el paso capitán, —informó Moxi desde su consola—. Son 35, todas con la misma configuración: 27 metros de eslora. Los escáneres detectan 16 tripulantes.

—He tenido que pasar a impulso para no chocar, —afirmó Daq.

—¿A cuánto estamos de nuestro destino?

—Dos horas y dieciséis minutos a velocidad de crucero.

—¿Has podido comunicar con ellos? —le preguntó, aunque sabía perfectamente que la respuesta seria afirmativa.

—Si capitán, nos reciben, pero no contestan, —respondió.

—Sus sistemas de armas están activados y fijan blanco en nosotros, —intervino Neerlhix—. Disponen de baterías láser de baja potencia y lanzadores de misiles nucleares. No son rivales para nosotros.

—¿Seguro que nos reciben?

—Afirmativo, —afirmó Moxi.

—Soy Matilda, guerrero del Consejo de los Cinco del Primer Círculo de Numbar, capitán del crucero federal Tharsis, comandante de la Flota del Consejo Federal Antiimperial, en este sector, —relató Matilda con parsimonia frente a la pantalla principal del puente—. Por favor, identifíquense.

—Han entrado sin autorización en territorio de la República de Faralia, —una figura humanoide, pero con una protuberancia ósea en la frente apareció en la pantalla—. Tienen dos minutos para dar la vuelta e irse, o abriremos fuego.

—No se lo recomiendo: tendría que dar muchas explicaciones, —contestó Matilda mirando fijamente a su interlocutor, cuyo exceso de arrogancia, casi no entraba en la pantalla—. Deseo hablar con el príncipe Adry, regente mayor de la República.

—¿De qué quiere hablar con el regente? —preguntó el faraliano.

—No tiene usted rango suficiente para preguntarme eso, —contestó cortante Matilda—. Le recomiendo que se lo pregunte usted al príncipe Adry.

Durante unos segundos, los dos se miraron a los ojos, mientras todos los tripulantes del puente miraban a Matilda.

—Permanezca a la espera, —contestó finalmente el faraliano antes de cortar la comunicación.

—¿De qué cojones conoces a un príncipe regente? —susurró Ushlas acercándose a Matilda.

—Luego hablamos, —respondió. Con la respuesta Ushlas comprobó que Matilda estaba muy tensa.

—Las naves de Faralia desactivan armas capitán, —informó Neerlhix. Matilda hizo un gesto resoplando y después guiñó un ojo a su hermano.

—Tienen paso libre hasta Faralia, —dijo el faraliano cuando reapareció en la pantalla—. Desactiven los campos. Cuatro de nuestras naves les escoltaran para que no tengan más contratiempos.

—Es usted muy amable comandante. Desactivamos campos de energía, —contestó Matilda con una ligera inclinación de cabeza, y dirigiéndose a su hermano una vez cortada la comunicación, añadió—. No les quites ojo, no me fío.

Hizo una señal a Ushlas, y las dos salieron al pasillo de acceso al puente.

—Mi amor, sabes que te quiero… —dijo abrazándola.

—Lo sé Mati. No des más rodeos y dime que pasa.

—Conocí al príncipe Adry hace muchos años, cuando era un jovencito descerebrado y tonto. Se juntó con unos cuantos amigos, igual de descerebrados y tontos que él, robaron una nave y salieron del Sector Oscuro. Durante más de un año estuvieron recorriendo sistemas, de juerga en juerga. Le conocí en una de esas fiestas enloquecidas, y nos enrollamos. Por entonces yo también me había escapado de Konark y tenía de los nervios a la reverenda madre: menudo grupito nos juntamos. Todo terminó cuando un vicecanciller enviado por su padre, dio con nosotros. A él se lo llevó a Faralia cogido de la oreja y a mí me devolvió al monasterio. Todos estos años he mantenido contacto con él, aunque personalmente no nos hemos vuelto a ver.

—No conocía esa faceta tuya de adolescente descerebrada y salida, —dijo Ushlas.

—Nena, es muy posible que el príncipe quiera rememorar tiempos pasados, y tenga que… abrirme de piernas, —y después de una pausa añadió—. Le necesitamos. Está muy bien relacionado y puede abrirnos algunas puertas. Sus naves operan por buena parte del sector, y nos pueden ayudar a encontrar Rahoi. Además, necesitamos sus cartas de navegación.

—No sé si puede abrirnos muchas puertas, pero a ti, las piernas parece que sí. No te preocupes, lo entiendo. No me hace gracia, pero lo entiendo. Procuraré controlarme y no arrancarle la puta cabeza al cabrón del regente.

—Gracias mi amor por ser tan comprensiva, —contestó acariciándola la mejilla.

—Unos cojones comprensiva: me vas a engañar con un tío. ¡Te cagas! Hasta que se me pase la mala hostia vas a dormir sola.

—¡Joder tía!

—Está decidido: estos días dormiré en mi camarote.

—¡Eres la hostia tía! Bueno, voy a hablar con Súm, quiero que esté preparada por lo que pueda pasar.

Se dirigió al hangar de infantería, donde la Princesa Súm se encontraba entrenando con su escuadrón. Todos se cuadraron nada más aparecer Matilda por la puerta.

—Quiero que tengas preparadas las 24 horas, un destacamento listo para entrar en combate, —la ordenó—. Quiero que siempre estemos preparados para lo inesperado.

—He oído que estamos en zona amiga… —comenzó a decir la Princesa, pero calló ante el gesto negativo de Matilda.

—No, no nos podemos fiar, y menos aquí, —comentó—. Los faralianos tienen una manera muy particular de entender el comercio. Antes, cuando no podían conseguir algo, directamente lo robaban, en muchas ocasiones sus naves actuaban como corsarios. Las cosas han cambiado mucho con el nuevo regente, pero…

—Entiendo. Estaremos preparados.

—Otra cosa. Cuando lleguemos bajaré al Palacio de la Regencia con un escolta. Es la costumbre en Faralia: allí todo el que es alguien lo lleva. Digamos que la vida en la corte republicana en un tanto… peligrosa.

—De acuerdo. Yo seré su escolta, —afirmó Súm.

—No, no, no puedo permitirlo. Si pasara algo…

—Si pasara algo, el capitán Ramírez está perfectamente capacitado para dirigir el escuadrón, y cualquiera de los míos puede hacer de escolta, pero yo me quedo más tranquila mi señora.

—Entonces de acuerdo, pero no lleves armas pesadas, solo una pistola y tus espadas.

Unas tres horas después, Matilda, ataviada con su traje de guerrero de Numbar y su espada a la espalda, entraba en el gran Salón del Consejo de la República de Faralia. La seguía la Princesa Súm, y cuatro guardias faralianos fuertemente armados. El príncipe Adry esperaba sentado en el trono sin mover un solo músculo.

—Saludo al regente mayor de la República, —saludó Matilda inclinando la cabeza, movimiento que también imitó Súm.

—Saludo a Matilda, guerrero del Consejo de los Cinco del Primer Círculo de Numbar, —saludó el príncipe—. Y mi amiga.

El regente hizo una indicación a los guardias que inmediatamente se retiraron, y a una indicación de Matilda, Súm hizo lo mismo, pero apartándose solo tres o cuatro metros.

—Hacía muchos años que no nos veíamos en persona, —Adry seguía sentado en el trono.

—Ya va para diez años, regente mayor, —contestó Matilda.

—¿Cuánto tiempo vas a seguir llamándome regente mayor? —preguntó levantándose del trono y bajando las escalinatas.

—Hasta que usted me autorice a llamarle de otra manera, regente mayor.

—Vete a tomar por el culo, anda, —y la estrechó entre sus brazos.

—Si me mandas ahí, es posible que me guste y me quede, —contestó riendo mientras también le abrazaba.

—Por cierto, interesante color el de tu escolta, —dijo volviéndose hacia ella.

—Príncipe Adry, te presento a la Princesa Súm, heredera al trono de Mandoria, y mi oficial jefe de infantería. Y ni lo pienses.

—¡Joder! Que todavía no me ha dado tiempo a nada, —contestó Adry riendo—. Además, igual que te gusta a ti ese color, me puede gustar a mí ¿No te parece?

Adry sé echó a reír al ver la cara de sorpresa de Matilda. Parecía que el príncipe sabía más de lo que Matilda suponía. Cogiéndola por la cintura, salieron del salón seguidos por Súm y parte de la numerosa corte de la República entre las que abundaban hembras estrafalarias y los varones con más lazos que un regalo barroco.

—No pienses que estoy aislado en el sector, —dijo sonriendo—. Estamos demasiado cerca de los límites del Imperio y me gusta saber que pasa cerca. Cuando ascendí al trono de la República, creé una red de informadores que me tienen al tanto de todo lo que me interesa. Y sabes que tú siempre me has interesado. Por cierto, es muy guapa: tienes buen gusto.

—No es ella, aunque es de la misma especie, —y añadió—. Adry ¿Sabes a que he venido?

—Sinceramente no. Sé, que en el último mes has derrotado dos veces al emperador y que casi te cargas a la heredera. Bueno, previamente él os ha dado lo vuestro en Rulas 3, pero presumo que debe de estar muy cabreado. También tengo noticias sobre una operación súper secreta de la que nadie habla nada.

Matilda puso al corriente de los acontecimientos al príncipe mientras entraban solos en una pequeña estancia. Súm y los escoltas se quedaron fuera. Cuando cerró la puerta, inmediatamente se puso a desnudarla mientras Matilda terminaba de informarle.

—¿Qué Rahoi está en el sector con seis cruceros pesados? —preguntó mientras dejaba de desnudarla al oír la noticia—. ¿Sabes lo que significa eso para nosotros?

—Me lo imagino: es cómo meter una pistola de partículas en vuestra Edad Media.

—¿Y dices que se dirige a Beegis? Creo que voy a tener que cortar cabezas en Inteligencia de la República.

Se dirigió con cara de mala leche a una consola de comunicaciones y se sentó en ella. Matilda, termino de desnudarse y se sentó en un extremo de la consola.

—Ya no recordaba lo preciosa que eres, —dijo mientras seguía pendiente de la consola.

—Regente, —se oyó por el altavoz mientras un militar cargado de medallas aparecía en la pantalla.

—Almirante, he recibido información sobre la presencia de seis cruceros del emperador Zannar en el sector. Y al parecer, van rumbo a Beegis.

—¿Cruceros imperiales en Beegis? —preguntó el almirante—. Con su permiso voy a poner la flota en alerta. Es lo peor que podría ocurrir, Regente.

—Lo sé almirante. Transfiera todas las naves de la reserva a la zona. Más vale prevenir.

—¿Reforzamos el destacamento?

—No, no quiero a darles excusas. Pero acerca infantería discretamente, para tenerla a mano.

—A la orden regente.

—Te veo preocupado, Adry, —dijo Matilda cuando cortó la comunicación—. ¿Qué es lo que ocurre?

—Faralia y Beegis son las dos potencias hegemónicas en esta parte del sector, —comenzó a hablar mientras la sentaba sobre sus rodillas—. Abarcamos casi el 50% del mismo. Nuestros ejércitos y las flotas de guerra son similares en potencia, y la certeza de que una guerra seria larga y desastrosa para los dos, hace que mantengamos una paz con leves fricciones.

—Y la presencia de cruceros…

—Desequilibraría la balanza drásticamente. Toda nuestra flota, no tendría posibilidades frente a seis cruceros imperiales, —y después de besuquear en el cuello a Matilda, añadió—. Dejémonos de charlas: que bien hueles.

La cogió de la mano, se levantaron y se dirigieron a la cama. Se tumbaron sobre ella, y se acariciaron mientras sus labios se encontraban—. Estas mucho más musculada que antes.

—Antes era una cría, y ya no, —contestó con gesto pícaro—. ¿Qué pasa? ¿No te gusta que sea más fuerte que tú?

—No es eso, es que no estoy acostumbrado, —respondió riendo—. Aquí todas estas putas cortesanas son delicadas como florecillas.

—Y seguro que se abren de piernas ante el gran regente mayor.

—Sí y me encanta, y ni te imaginas de qué manera, y algún tío también, no creas. Desde luego en eso no tengo queja, —dijo riendo. Luego paro de reír y con expresión triste, añadió—. Antes lo pasábamos mejor. Ahora todo son preocupaciones y problemas de estado.

Dejaron de hablar y entraron en acción. Cuándo terminaron, Adry sirvió dos copas de licor.

—Sigues follando como los ángeles, cabrón, —le dijo mientras le acariciaba la espalda—. Y a pesar de tenerla pequeña.

—Ya estamos como siempre, —poniendo cara de supuesto enojo—. Pregúntale a alguna de las pijas de la corte, seguro que te dicen que la tengo enorme.

—¡Nos ha jodido! ¿Quieres que pregunte a tus fans? —preguntó Matilda riendo.

—Deberías, —contesto Adry poniendo una pose muy “regia”—. Además, agradezco tus piropos teniendo en cuenta que ya no te gustan los tíos.

—Eso no es cierto, si me gustan los tíos, —protestó Matilda—. Lo que pasa es que mi pareja me gusta mucho más.

—No te preocupes nena: no te voy a incordiar más. Tenía que aprovechar la circunstancia, de que venias dispuesta a todo para conseguir mi ayuda. Cuando no era necesario, te la hubiera dado igualmente sin que te abrieras de piernas. Por amistad hacia ti, y por razones de estado. Me doy perfectamente cuenta de lo que se nos viene encima. El emperador ha cometido un error pactando con los beegianos, y eso nos pone al borde de la guerra. Matilda, mientras los cruceros imperiales estén en Beegis, tus cruceros tienen que estar con nosotros, porque si no, nos arrasaran.

—Entiendo la situación Adry, —le contestó acariciándole la mejilla—. Pero entiende la nuestra: en el momento que Rahoi emprenda la marcha a Hirios 5, tengo que seguirle. No es necesario que te explique las consecuencias de que el emperador consiga el Aro de Luz.

—No, no es necesario. Significaría el fin de mi mundo y de mi reinado, —y bromeando añadió—. Y ya le he cogido gusto a esto. No me molaría nada.

Siguieron un par de horas retozando, hasta que se oyó llamar a la puerta. Adry se levantó y la abrió después de ponerse un batín. Un oficial de alto rango entró en la estancia seguido por los escoltas del príncipe y de Súm.

—Regente mayor, Nar está siendo atacado por los beegianos, —comenzó a informarle después de saludarle respetuosamente—. Las transmisiones se han cortado, pero antes informaron de que las defensas planetarias estaban al límite. No hay ninguna noticia de nuestro destacamento.

—¿Qué es Nar? —preguntó Matilda terminando de vestirse con la ayuda de Súm—. ¿Y dónde están?

—Nar es un planeta estado que forma parte de un pequeño sistema en el límite del territorio de Beegis. No tiene ejército y hace treinta años firmaron un acuerdo de defensa con nosotros, —comenzó a decir Adry mientras paseaba pensativo por la estancia—. Por la información que me has proporcionado, la Flota Imperial no puede haber llegado a Beegis. Eso significa que el acuerdo ya estaba hecho hace tiempo.

—¿Necesitan ayuda para atacar a Nar? —preguntó Matilda.

—Negativo, —respondió el oficial faraliano—. A estas horas es casi seguro que el planeta está totalmente ocupado, y nuestro destacamento destruido.

—¿El almirante general? —preguntó Adry.

—Le ha sorprendido dirigiéndose a la zona oriental: alteza, tardara en llegar al menos diez horas, —respondió el oficial—. A falta de que su alteza lo confirme, ha decretado estado de guerra en la flota y en el ejército.

—Notifique que el estado de guerra está confirmado, —dijo el príncipe Adry—. Convoque a las milicias.

—Príncipe regente, es vital saber dónde está la flota de Rahoi, —le dijo Matilda—. El ataque a Nar es posible que sea un primer paso para adelantar tiempo hasta la llegada de su flota.

—Que todas las naves rastreen con los sensores y que busquen seis cruceros imperiales en las proximidades de Beegis. Además, destaca un grupo de naves y que establezcan un patrón sistemático de búsqueda, —ordenó al oficial. Y dirigiéndose a Matilda, añadió—. Te necesito allí.

—Entonces, en marcha, —y dirigiéndose a Súm añadió—. Comunica con la Tharsis, partimos de inmediato.

—¿Me llevas? —preguntó el príncipe—. Así conozco a tu chica.

—Creo que es mejor que no… alteza, —respondió Matilda riendo.

—No te preocupes, no te la voy a quitar, —dijo Adry riendo también.

—No es eso lo que me preocupa regente mayor, —afirmó Matilda— lo que me preocupa es la estabilidad de tu cabeza sobre los hombros.

—¡Joder! ¿Tan celosa es? —acertó a decir el príncipe.

—Ni te lo imaginas.

—Bueno vale, me voy en mi nave, —afirmó resignado.

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