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Masturbación con los pies

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Me llamo Luis. Actualmente vivo con mi pareja. Llevo una vida sexual buena, aunque eso no fue suficiente para que me pasara lo que relato a continuación.

Soy un fetichista de los pies y zapatos de tacón, mejor aún si son sandalias de verano. Pero no cuento con mi pareja para dar rienda suelta a esta fantasía, supongo que porque no hay feeling en este tema.

Trabajo en una empresa de servicios donde me relaciono con mis clientes, digamos que de una forma bastante personal interesándome por sus problemas o vidas personales. Lo mismo si son chicas o chicos. Es verdad que alargo las conversaciones con las chicas porque me da más vidilla. Hay algunas chicas bastante atractivas y muy interesantes. Una de ellas se llama Olga. Visito su empresa con frecuencia y desde hace años, motivo por el que me consideran uno más entre ellos.

Cuando llega la primavera y los primeros calores, las chicas empiezan a cambiar su ropa, por una más ligera, con falditas y sandalias veraniegas. Olga tiene unas piernas preciosas y suele ponerse una faldita corta. Su piel es morena y me excita mucho imaginarme como seria de suave su piel o el aroma que desprendería. Sus pies son pequeños y bien formados. Las zapatillas de tacón les quedan de lujo y me excita bastante ver el conjunto que queda a mi vista.

El verano pasado fue el aniversario de esa empresa y organizaron una cena bastante formal en un salón de un hotel. Como llevo atendiéndolos desde hace tanto tiempo, me invitaron. Yo acepté encantado.

Esa noche me despedí de mi pareja para ir a la cena y le dije que volvería un poco tarde, supongo. Cuando llegué al hotel empecé a saludar a los empleados y, como no, buscaba a Olga por encima de los demás. Habría unas 60 personas. Ella estaba en un sofá de la entrada del hotel con algunos más. Um, por favor, como venía. Inmediatamente se me fue la vista a sus piernas y sus pies. Llevaba un vestido veraniego que al sentarse se subía hasta los muslos. En sus pies llevaba puesto unas sandalias de tacón de color negro que me puso nada más verla.

Me acerqué y me puse a hablar con ella de cosas triviales, hasta que llegó el momento de pasar al salón reservado y sentarnos. No me despegué de Olga, con lo cual terminé sentado junto a ella. Las mesas eran redondas y creo que éramos 8 por mesa más o menos.

Todo iba normal, charla, risa y eso sí, vino que se sube a la cabeza.

En un momento de la comida me levanté y fui a los aseos. A la vuelta me fijé lo rica que tenía las piernas ese día. Ojalá pudiera comerme esos pies, pensé. Ella se dio cuenta que la miraba porque justo llegando me miró de reojo y se bajó un poco la falda.

Yo no pretendía nada especial, pero estaba muy excitado.

Ahora fue ella la que, al ratito, se levantó y se fue a los servicios que estaban justo al lado contrario de los de caballeros, con lo que pude ver como se iba. Al volver la miré descaradamente y ella me sonrío. Al llegar a la mesa, se acercó a mi oído y me dijo:

—Eres un pillín, Luis

—¿Se me ha notado mucho?

—Ja ja… Un poco, pero no me importa.

Se sentó de nuevo y, se quedó un poco separada de la mesa. Lo suficiente para que la mirada se me fuera con facilidad.

Después de la cena había unas copas libres, así que la mesa empezó a quedarse vacía porque la gente se levantaba a pedir sus copas.

—Olga ¿quieres que te traiga una copa?

—Todavía no. Dentro de un ratito la tomamos, ¿vale?

Yo seguí la conversación intentado sacar algún tema más picante; era el momento.

—Oye Olga, hace mucho tiempo que nos conocemos y casi que sabemos un montón de cosas el uno del otro.

—Sí, la verdad es que sí. Además, sabes que me gusta charlar contigo.

—Bueno a mí también me gusta hablar contigo, aunque de todo, todo, no hablamos.

—Hijo, Luis. No te voy a contar mis cosas íntimas.

—Vale, pero me apuesto contigo que soy capaz de adivinar una fantasía tuya y tú no de mí.

—Pero, Luis, si yo no he hablado contigo nunca de eso. Además, a que viene eso ahora.

Era verdad, pero una vez la escuché hablar con una amiga, y le decía que le gusta la idea de hacerlo con un chico negro alguna vez. Evidentemente eso no lo olvide.

—Bueno, que Olga ¿haces la apuesta?

—Anda ya, déjate de tonterías.

Pero yo insistí, y al final cedió. Nos apostamos el desayuno del primer día que nos viéramos en su empresa.

—Olga, apunta en un papel la fantasía que te gustaría hacer realidad y yo lo mismo, a ver quién acierta.

Yo puse: "acariciar, besar y disfrutar en todos los sentidos de unas piernas bonitas, sus tobillos y sus pies".

La verdad es que me sentía raro de estar tan lanzado, pero el vinito y las ganas de comerme sus piernas me ayudaron.

—Olga, me da un poco de vergüenza, pero ya está puesta.

—Bueno Luis tu eres el que ha insistido, pero vas a pagarme el desayuno.

—Yo empiezo —le dije.

—Creo que tu fantasía es poder disfrutar de un chico negro. No sé cómo, pero por ahí van los tiros.

Me miro con cara de extrañada. ¿Cómo lo sabía?

—Bueno ahora dime tu cual es la mía.

—Creo que eres fetichista. Porque no dejas de mirarme los pies.

Me quede contadísimo. pero seguí hablando para comprobar lo que ponía en los papelitos.

—Enséñame tu papel Olga.

Ponía: "acostarme con un negro que la tenga muy grande". Yo le enseñe el mío.

—Joder Olga, pues hemos empatado. ¿Qué hacemos para desempatar?, y eso de un negro que la tenga grande. ¿En serio?

—Pues nada. —Me dijo— El juego me parecía un poco tonto. Así que déjalo Luis.

Le quitó importancia al tema, que ya le daba igual y empezó a preguntarme por mi fantasía.

—¿Tanto te gustan los pies de una chica?

—Bueno, la verdad es que me pone mucho la idea de sentirlos y acariciarlos y tener juego sexual con ellos.

—¿Y los míos te gustan? —me preguntó a la vez que los sacaba un poco de la mesa y me los enseñaba.

—Los tuyos son preciosos y me excitan mucho —le dije pensando que me estaba pasando.

—La verdad Luis es que me gusta la idea de ver alguien excitado con mis piernas y los pies. No sé por qué, pero me agrada pensarlo.

—Olga, parecen tan suaves y se te ven tan ricos.

Al decir esto me dio un subidón, y creo que a ella también, porque se movió en el asiento un poco nerviosa.

No sé por qué, de esta forma tan repentina, nos abrimos tanto como para decirnos estas cosas, pero el caso es que seguimos tonteando sobre el tema, incluso me atreví a pasar el dorso de la mano por sus piernas para decirles lo suave que estaban.

Creo que estábamos los dos disparados, porque en un momento y de forma repentina ella me dice:

—Ven conmigo.

Me dijo sin más y se levantó, no se hacia dónde. Pero la seguí súper caliente. Me estaba imaginando lo que pasaría ahora; o al menos estaba deseando que pasara.

Se metió por un pasillo que había junto al servicio de chicas y llegamos hasta una pequeña sala como de reuniones. No sé cómo sabía que estaba esa habitación ahí, pero tampoco lo pregunté. No había nadie y se veía todo muy solo. Dentro de la sala había una mesa con algunas sillas alrededor y pequeño sofá en la esquina.

—Siéntate en ese sofá —me dijo mirando hacia el rincón.

La obedecí pensando que habría algún regalo inesperado. Y cuál fue mi sorpresa cuando me dijo:

—Mira Luis mi gran fantasía es ver a un chico masturbarse para mí. Así que si quieres te cambio mis pies por tu masturbación

—Olga por favor, que subidón me ha dado. No me esperaba esto.

—Pues aprovecha porque estoy muy caliente y mojada. Haz lo que quieras con mis pies.

Se acercó hacia mí y puso un pie en el borde del sofá, de forma que mi cara quedaba en su muslo. Empecé a darle tímidos besos y a la vez comencé a buscarme la polla. Me bajé un poco el pantalón y con la mano derecha comencé a tocármela. Con la mano izquierda iba sobando sus piernas y bajándola hasta sus pies. Acariciaba y pasaba mi lengua por su pierna, mientras me masturbaba súper excitado. Cogía su píe por debajo del zapato y lo acercaba a mi boca. Olía el cuero de los zapatos y el aroma de la piel mientras lamia el empeine por encima de las tiras de cuero del zapato.

Olga buscó sus bragas por debajo del vestido y apartó la ropa para meterse un dedo en su coño. Yo iba besando sus muslos y me acerqué a su coño. Me llegaba el olor por lo mojada que estaba, pero apartó mi cabeza. Quería lo que habíamos pactado. Tomé el pie y me lo llevé a la boca, pasando mi lengua por los dedos y por todas partes. Estaba súper encantado con lo que me pasaba.

Mi mano derecha siguió aumentando el ritmo y ella hacia lo mismo con sus dedos dentro de su coño. Una de las veces sacó el dedo y se lo llevó a la boca. Lo chupaba con ansia y le dije que me diera a mí también. Así lo hizo, metió el dedo dentro de su coño y cuando lo tuvo bien empapado me lo acercó a la boca y se lo chupé con un deseo bestial. Después, ella se frotó hasta que le vino un orgasmo. Yo ya no podía más, así que me levanté y me puse su pie debajo de mi polla. Me corrí cubriendo una de las tiras de la sandalia mientras miraba su cara de satisfacción.

Nos pusimos bien. Ella se limpió y salimos al comedor. Nunca más hemos vuelto a hablar de esto.

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