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La zorrona Elena y la golfa lasciva de su hija Carla

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Luego de varios días sin coincidir en el gimnasio con mi amiga Carla, la encontré en la zona de máquinas de piernas y la acompañaba una joven morena de buenas formas y muy atractiva al igual que su madre, me acerqué a ellas y saludé a ambas.

—¡hola Elena, cuanto tiempo sin verte! —dije yo.

—sí, tienes razón querido Ricardo, hace días que no coincidimos —expresó Elena.

—¿qué tal estás?, ¿quién es esta bella joven que te acompaña? —hablé.

—Bien, estoy bien. La joven se llama Carla y es mi hija, tiene 20 años, ¿sabes? —testimonió Elena.

—se parece mucho a ti, tan bella y hermosa como tú —mencioné
Nos dimos Carla y yo, dos castos besos y charlamos un poco.

—¿qué tal con tu madre, Carla? —manifesté.

—Bien. He decidido a venir al gimnasio, acompañarla y así las dos nos ayudamos y motivamos mutuamente —observó Carla.

—Perfecto. Me parece adecuado, que dos bellas y sexys mujeres asistan al gimnasio para estar más atractivas y deseables —expuse.

—Tienes razón, querido Ricardo, esto de aparecer las dos aquí nos gusta y motiva. Luego a la salida si quieres, nos vemos —exteriorizó Elena.

—Por mí, correcto —observé.

Me retiré para proseguir mis múltiples ejercicios que quedaban por finalizar y entre Elena y su hija Carla hablaron.

—Este es el señor del que hace unos días te hablé. ¿qué te parece si le damos una "pequeña sorpresa"?...  ya sabes...  —expuso Elena.

—De acuerdo, mamá. Lo que tu desees —aceptó Carla.

Volvieron a sus ejercicios en el gimnasio, ya que al igual que yo, estaban en la mitad de la tabla y habíamos charlado de quedar los tres. Llegué a su casa con ellas y no me esperaba una deliciosa sorpresa de ese calibre, pues había oído que eran muy calientes, pero no pensaba que fuera para tanto.

Me desnudaron hasta dejarme solo con el tanga que llevaba, ya que como lo había hecho con Elena llevando el mismo tanga, pensé que era bueno darle morbo a Carla también llevando el mismo tanga.

—Ese atractivo tanga tan sexy, tentador, obsceno y lascivo te queda perfecto. Nos has puesto caliente y quiero que jodamos aquí y ahora los tres —confesó Carla.

Me coloqué frente a Elena con el tanga y empezó a evidenciar su lasciva calentura sexual usando ese procaz y obsceno lengua de fulana depravada que tanto me ponía.

—Eres un hijo de puta libidinoso, me has vuelto a poner cachonda con ese obsceno tanga tan sexy y procaz —formuló Elena.

—Sí, querido Ricardo, eres un jodido cabrón, nos has puesto calientes a las dos y ahora vas a saber lo que es follar con estas dos lobas en celo —manifestó Carla.

Elena lamía y relamía mi tanga y pasaba su lengua con vicio y frenesí por mi duro rabo que parecía explotar dentro del lujurioso tanga y por los cojones cargados de hirviente lefa.

—Pero que zorra eres querida Elena, me pones cachondo cuando me haces esto —confesé.

Yo soltaba cientos de quejidos, vagidos, gemidos y jadeos, ya que esta zorra de Elena me estaba poniendo caliente y rijoso al pasar lenta y lascivamente su lengua de zorra depravada por encima de mi tanga y me estaba volviendo loco.

Mientras me miraba, me iba bajando poco a poco el obsceno tanga tan sexy y la muy golfa proclamaba.

—eres un canalla con buena estrella, vas a joder con estas dos guarras que te van a dejar seco y desearás repetir, bribonazo —descubrió Elena
Mientras Carla miraba a la golfa su madre como disfrutaba de mi polla en su bocaza, iba expresando una serie de chorradas que nada nos importaba a todos. La fulana de Elena mamaba y lengüeteaba mi rabo y lo sacó de su boca y le dijo a Carla:

—¡mira esta enorme polla, tonta!

Y prosiguió chupando, lengüeteando y relamiendo mi rabo y la pelma de Carla también proseguía exponiendo y largando chorradas, gilipolleces y mil estupideces sin venir a cuento.

Yo permanecía impertérrito e indiferente ante las tonterías de Carla, pero estaba muerto de gusto y placer ante la soberbia y estupenda mamada que me estaba haciendo la libidinosa ramera Elena.

El placer que me daba la golfa Elena era bestial y me gustaba un montón, pues lo hacía con gracia y deleite y no paraba de lamer, relamer, lengüetear y mamar mi endurecida polla cual genuina prostituta profesional.

Carla continuaba impasible ante la mamada que la lasciva de su madre me daba y parecía darle igual como disfrutábamos ambos y ella deseaba que Carla tuviese asimismo mi rabo en su boca.

Elena no paraba de lamer, relamer, lengüetear y mamar mi duro rabo cual furcia lujuriosa y ya Carla empezó a mirar a su madre de manera diferente, pues Elena me lamía los cojones con gusto y tragaba y devoraba mi rabo con brutal ahínco sexual hasta atragantarse de tanto mamar y chupar mi rabo de semental.

Elena ya tenía el chocho enardecido y ahora pedía rabo y fue a la cama reclinatoria que estaba cerca del sillón donde Carla no paraba de expresar estupideces e incoherencias y nos pusimos a joder depravadamente sin más dilación.

—¡vamos, querido Ricardo, jódeme como tú sabes, para que vea la gilipollas de mi hija lo que es un polvo con un semental! —ordenó cabreada Elena.

Me situé delante de Elena y de rodillas y comencé a hincar y clavar mi rabo en el ardiente y bullente chocho de Elena, mientras madre e hija discutían
Con las piernas de par en par y yo en medio de Elena y con su pierna izquierda en mi hombro derecho y mi mano izquierda agarrando su pierna derecha fornicaba placenteramente y regodeo sexual el chocho de Elena, mientras Carla nos miraba y seguía impasible ante la jodienda que la estaba pegando a la zorra de su madre.

Carla proseguía profiriendo mil necedades que nada nos importaban y yo proseguía fornicando y jodiendo cual macho lascivo en celo a la fulana obscena de su madre, que me gritaba lujuriosamente:

—¡cabrón, jódeme, me estás matando de gusto con tu rabo!, ¡estoy hasta las tetas de esta puta niña que nos está jodiendo el maravilloso polvo que me estás pegando! 

—¡así, canalla, así!, ¡jódeme bien, soy tu puta!, ¡dame rabo, bribón!, ¡que gusto!, ¡que placer —berreó Elena.

Yo follaba y fornicaba con ganas a esta puta golfa de Elena, delante de su hija y la muy estúpida no se unía a nosotros por mucho que la madre le dijese algo.

—¡¡así canalla, así!, ¡jode a esta puta!, ¡clávamela cabrón!, ¡jódeme como a una actriz porno, bribón! —repetía sin cesar Elena.

Su hija ya no quería mirar el polvazo tan brutal que la estaba pegando a la zorra de su madre, que, al cambiar de postura, me gritaba:

—¡jódeme, cabrón!, ¡jódeme ya canalla! 

Elena se puso a estilo perro, a cuatro patas y mientras la follaba iba en aumento su cabreo, pues estaba perdiendo la magnífica oportunidad de hacer un morboso trío con la zorra de su madre.

—¡jodida niña, haz lo que te salga del chocho, puta! —bramó Elena.

Yo daba sin parar empellones con mi bullente rabo al agitado coño de Elena y la boba de su hija se tapaba, los ojos porque no quería ver la morbosa escena y Elena disfrutaba de la lasciva jodienda que la estaba dando.

—¡tú, niña, lo que necesitas es mamar una buena polla!, ¡ven aquí y chúpasela a este amigo mío! —ordenó Elena.

Elena agarró de los pelos a esta puta niña y abriendo su boca empezó de una vez a mamar mi rabo.

—¡oh, pequeña puta, mama este rabo que te relajará!, ¡así pequeña puta! —mandó Elena.

Carla no quería chupar mi rabo, pero poco a poco la fue tragando y su madre, la agarraba de los pelos para que fuera chupando lentamente.

—¿te gusta?, ¿eh?, ¿te gusta la polla de este cabrón, ¿eh? ¿esta dura, ¿eh?, ¿te gusta el rabo de este amigo? —preguntaba Elena a Carla.

Carla iba diciendo si a todas las preguntas procaces de su enardecida sexualmente de su madre que la empujaba de los pelos para que tragara y succionara mi rabo de semental.

—¡chupa más!, ¡traga, zorra!, ¡traga polla, zorra!, ¡chupa ya, joder! —ordenaba Elena a su hija Carla, al tiempo que la seguía asiendo de los pelos.

Carla, terminó por desnudarse, yo me senté con las piernas bien abiertas y con el duro rabo bien tieso. Por fin, Carla se unía a nosotros a la fabulosa y maravillosa jodienda y acudía a clavarse mi rabo en su bien depilado chocho, mientras la fulana viciosa de su madre, le ayudaba para que yo hincara bien mi rabo en su coño.

—¡así, guarra, así!, ¡traga mi rabo!, ¡toma polla, puta! —jadeé.

Carla empezó a botar con mi polla dentro de su coño y como no estaba bien lubricado, inicialmente salió mi rabo y la puta Elena nos ayudó a proseguir la jodienda y le mojó con su saliva el clítoris.

Entretanto botaba lentamente con mi bullente rabo, Elena sobaba el coño de su puta hija y le lamía procazmente una teta mientras yo profería guarradas:

 —¡pero que putas sois, guarras!, ¡me encanta esta jodida escena! —gemí con vicio.

La zorra lasciva de Carla botaba y gemía viciosamente y sobaba una teta a la guarrona de su puta madre que observaba complacida la libidinosa escena.

Le lamía una teta y la tocaba el chocho, para que se pusiera más cachonda y caliente y disfrutara como una meretriz lujuriosa del fabuloso casquete que yo la estaba endiñando en su ya hirviente chochazo.

Carla se sentía más caliente y zorra y se magreaba una teta a la par que la zorra de su lujuriosa madre la daba golpes para que botara más y más con mi gordo rabo dentro de su chochazo.

—¡Así putita!, ¡así zorrita!, ¡bota y siente el rabo de este canalla en tu coño! —exclamaba caliente Elena.

Carla gemía y daba vagidos e iba en aumento su vaginal calentura y proseguía botando y deleitándose con el fabuloso clavo que la estaba endiñando con mi rabo de semental.

Se salió mi rabo y acto seguido, Elena se tiró a mamarlo como una aprovechada zorra lasciva, Carla pasmada observaba la escena y salió de botar con mi polla. Ahora era Elena quien iba a aprovechar mi magnifica erección y subió a la cama y puso su coño a mi sexual disposición, dándome la espalda y ella puso sus pies detrás de mis piernas para tener un buen fornicio.

Elena botaba y botaba con mi duro rabo dentro de su agitado coño de ramera provocativa y Carla que se puso a cuatro patas acudía presta a lamer las tetas de putona en celo a la golfa libidinosa de su lasciva madre
Carla sobaba el clítoris del zorrón libidinoso de su madre que jadeaba, gemía, berreaba y daba mil vagidos al sentir como mi rabo la estaba matando de regusto y deleite sexual.

Con su mano derecha, Carla, que ya estaba metida en ambiente, me sobaba los cojones y eso aumentaba mi frenesí por joder viciosamente a la furcia lujuriosa de su madre que emitía vagidos y gemidos sin parar
Otra vez Carla, volvió a toquetear el bullente clítoris del zorrón de su madre y aumentaba su temperatura sexual que bramaba sin parar del deleite lascivo y cachondo que tenía al botar con mi enhiesta pero dura verga en su ardoroso coño de zorra depravada.

—¡ah!, ¡ah!, ¡ay!, ¡ah!, ¡jódeme!, ¡me estás matando de gusto, canalla!, ¡eres un cabrón! —vociferó Elena.

Salió Elena de botar con mi efervescente polla y Carla comenzó a chupar cual fulana mi rabo, muy pringado con los mil caldos vaginales de la puta zorra de su golfa madre.

Al tiempo que disfrutaba de la mamada que me hacía la mesalina Carla, le sobaba una teta a la muy libidinosa de Elena que agarraba del pelo a Carla para que prosiguiera mamando cual zorrón depravado mi verga de semental. Yo disfrutaba de este obsceno momento y jadeaba y gemía al tener a estas dos libidinosas prostitutas que eran madre e hija.

—¡Ahora, pequeña puta, vas a disfrutar de este rabo que has mamado con deleite y lo vas a aprovechar bien, guarra! —mandó Elena.

Carla botaba y botaba con mi dura verga dentro de su bullente chocho de ramera libidinosa y se puso a cuatro patas para que yo le aguijoneara con mi verga y la fulana libidinosa de su madre la abría bien el culo para que entrase bien, pero como no lo hacía, aplicó un chorro de gel lubricante para que comenzara el fornicio con la puta lasciva de su hija. Elena movía la nalga izquierda de Carla para que fuese mejor la jodienda y así ambos disfrutar del polvo que la estaba encasquetando.

Movía y estimulaba la nalga de su hija y la meretriz de Carla berreaba, bramada y jadeaba de deleite al recibir mi martillo pilón en su agitado chochazo de genuina prostituta lujuriosa.

A la par que jodía febrilmente a esta puta perra de Carla, Elena se colocó frente a nosotros para zarandear las nalgas de su depravada hija y que el coito fuera más aprovechado.

—¿gozas zorra?, ¿goza la zorrita de mi hija?, ¿te gusta cómo te la clavan, ¿eh?  —inquirió jadeando Elena.

Entretanto, al recibir los empellones, la boca de Carla, chocaba con las magníficas tetazas de la furcia de su madre, y las lamía y Elena gemía en el acto.

Terminó de estimular las nalgas de Carla y subió a la cama y se puso en cuclillas frente a la golfa de su hija y la muy guarra de Elena puso frente a la zorra de su hija su bullente coño que empezó a lamer con lujuria y mucha lubricidad. Elena sobaba sus fabulosas tetazas y también gemía como una furcia en celo.

Ambas se retiraron de esta postura y me pidieron con urgencia sicalíptica que les echara mi leche.

—¡vamos, canalla, danos tu puta lefa de semental!, ¡lo necesitamos!, ¡somos tus putas esclavas! —mandó Elena.

Me dispuse a pajearme y Elena como una zorra necesitada de lefa abría su boca golosa y me enseñaba su lengua, dispuesta a tragar y saborear toda mi lefa de macho. Entretanto, Carla acariciaba las tetazas de su golfa madre.

 —¡uff!, ¡arf!, ¡aah!, ¡queee gustooo! —jadeé.

Finalmente, Elena recibió toda la lefa que expulsé en su hambrienta bocaza de zorra avariciosa.

Allí dejé a madre e hija que habían disfrutado de este sexo a tres bandas tan placentero.

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